Plantear el acto creador no a partir de la nada sino como un acto que contornea la nada haciendo surgir un objeto alejado de la necesidad de uso, coloca aparte el arte social que, voluntariamente, pone en forma artística las ideas. Sin saberlo, cuestión que da su valor al acto, el sujeto crea y se desprende de algo que justamente por ser perdible, separable, se torna apreciable. El artista puede inclusive encontrarse con un producto que no le guste, pero hay algo que se satisface en ese objeto y que lo trasciende. Tampoco puede explicar lo que ha creado porque lo que escapa a su saber opera como causa de su obra.