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Edición
53

Salvo mi corazón todo está bien. Entrevista a Héctor Abad Faciolince

Madrid
“Abstenerse de sexo no es suicida, como lo sería abstenerse del agua o la comida; renunciar a la reproducción y a buscar pareja…con la decisión firme de perseverar en este propósito, produce una serenidad que los lascivos no conocen, o conocen tan solo en la vejez avanzada, cuando hablan aliviados de la paz de los sentidos”.
Daniela Abad

Entrevistamos al reconocido escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, autor de El olvido que seremos, durante su participación en la Feria del Libro de Miami. En esta ocasión, nos habló sobre su nueva novela Salvo mi corazón, todo está bien, publicada por Alfaguara. Este libro, inspirado en eventos reales y significativos en la vida del escritor, toma forma de novela durante el tiempo de la pandemia, a lo cual se suma un episodio de insuficiencia cardíaca del escritor, que coincide con la enfermedad del protagonista del libro, transformando por completo su final. En nuestra conversación, exploramos las coincidencias y contradicciones que atraviesan esta impactante narración.

¿Cómo surge la idea de este libro?

Las ideas de mis libros, en general, vienen de muy atrás, de muy lejos, se van madurando y van creciendo como un árbol, muy despacio. En este caso viene de una situación real que me tocó vivir hace mucho tiempo, unos treinta años o incluso más, como fue la de irme de mi casa y que un amigo cura llegara a vivir en ella. Él vino a vivir con mi mujer y con mis hijos, y con una empleada que también tenía una hija. Entonces, la semilla de esta historia es absolutamente autobiográfica.

Sin embargo, con el paso de los años, se ramifica y crece, se deforma con la mala memoria, y termina siendo una novela. Lo que podría haber sido la biografía de un cura real, Luis Alberto Álvarez Córdova, se transforma entonces en la novela de Luis Córdova, y todos los personajes que alguna vez existieron dejan de ser tales. La novela, lo que permite, es hacer una recreación fantástica, no real, aunque sea realista, o una investigación personal, donde subyace el deseo de entender algo a través de la ficción.

Luego esto se combina con otra experiencia personal, como fue mi enfermedad cardíaca, y es así como una vieja idea que era de interés literario se materializa. Uno de los escritores en los que pensé cuando quería escribir sobre un cura, fue en Joseph Roth, a quien admiro, y también Isaac Bashevis Singer, cuando escriben sobre los rabinos. Pensé que si un rabino de una pequeña ciudad de Polonia puede ser interesante para mí, o para cualquier lector de hoy en día que no sea judío, un cura católico de una ciudad de Colombia puede ser interesante para un lector de otras latitudes.

¿Cómo influye tu formación periodística en el desarrollo investigativo de la novela?

Yo fui un periodista de opinión, aunque también he escrito otros textos, pero para mí el periodismo ha sido, más que todo, una manera de ganarme la vida honradamente y algo que me recuerda la humildad del oficio de escribir. Es parte del oficio, y me sirve para mantener la mano caliente, para ejercer la escritura permanentemente. La novela no es así. No me siento obligado a publicarla, y de hecho hay unas dos o tres que están guardadas. El proceso mental es muy diferente. En el periodismo tengo que aferrarme a la verdad, a los hechos.

En la novela no tengo que decir las cosas como fueron sino como me imagino que pudieron haber sido o como quiero que sean en la historia que estoy contando. Yo no conozco ninguna historia de amor del cura real. Las que aparecen están inventadas. Yo sé que Luis Alberto hizo un festival de cine infantil, pero no sé qué películas se mostraron. Entonces yo recurro a un experto en el tema, como Fernando Trueba para que me proporcione la lista de películas que podrían haber estado en ese festival. Y como es ficción, puedo contar qué pasó durante la proyección de esas películas y cuáles fueron las reacciones. En realidad, el ejercicio de la novela es muy distinto, da mucha más libertad narrativa e inventiva, y un compromiso que no es con la verdad objetiva y real sino más conmigo mismo, y con el lector; si yo como primer lector, me creo o no me creo que pudo haber sido así.

En la parte cardíaca si sentía una responsabilidad incluso como novelista. No creo que esté bien dar información equivocada al lector. Lo que digo sobre el corazón puede estar completamente revaluado en un siglo, pero traté de investigar por el estado del arte hasta el momento en que escribí la novela. Lo hice leyendo muchos libros de divulgación, más en inglés, porque en español no los hay. Luego hice revisar estas partes por los médicos que me atendieron, como el anestesiólogo, el cardiólogo, y el propio cirujano que me operó. Puedo decir que está revisada por médicos competentes. Aquí si me porté como un periodista científico que trata de ser claro y leal con el establecimiento médico. Esto coincide con que estaba obsesionado con mi propio corazón, con saber qué era lo que yo tenía, y así me quedaba más fácil investigar qué era lo que le pasaba al gordo de la novela. También tuve acceso a la historia clínica de él, y hablé con personas que estuvieron presente en esa operación, incluso el mismo cirujano que la hizo.

En este libro están las dos partes del corazón, el clínico y el simbólico, que podría enfermarse o curarse por motivos más enigmáticos, más oscuros, más fantásticos tal vez. Pero hay algo muy fuerte que sucede después de la cirugía de corazón abierto que hace que la persona cambie, tal vez la cercanía a la muerte, que nos vuelve más frágiles. Esto, combinado con el proceso de envejecimiento, produce un cambio fuerte en la personalidad.

En este libro están las dos partes del corazón, el clínico y el simbólico, que podría enfermarse o curarse por motivos más enigmáticos, más oscuros, más fantásticos tal vez. Pero hay algo muy fuerte que sucede después de la cirugía de corazón abierto que hace que la persona cambie, tal vez la cercanía a la muerte, que nos vuelve más frágiles. Esto, combinado con el proceso de envejecimiento, produce un cambio fuerte en la personalidad.

Precisamente este es otro contraste que muestra el libro, muchas veces a través de los colores, y es la confrontación entre la vida y la muerte. Esto nos hace pensar en el aspecto visual y tal vez en la posibilidad de una película.

Bueno, el mismo productor de El Olvido que Seremos que trabaja en Caracol Televisión de Colombia me dijo que le diera una primera opción para eventualmente hacer una película. Pero hacer una película es tan complicado, tan caro, y tan largo, que no es nada fácil, aunque yo estaría siempre feliz si se hace una película de un libro mío. Ahora el cine después de la pandemia ha cambiado, mucha gente ya no va a las salas. Todo tiene que hacerse a través de las plataformas y éstas también están con problemas económicos. Entonces no sé si esa industria esté en un momento muy difícil de la historia. Ojalá se pueda seguir haciendo buen cine.

Voy a presentar pronto el libro de la escritora ucraniana Victoria Amelina, quien falleció recientemente en la explosión en Ucrania donde estuve presente, otra experiencia de cercanía con la muerte. Este es mi próximo proyecto, del cual tengo muchos borradores, y estoy buscando la voz para poderla contar. Este libro, Un Hogar para Dom, se publicó en español poco antes de que mataran a la escritora, y ella me hizo llegar la copia a mi casa en Madrid. Casualmente llegó en el mismo momento en que estaba cayendo la bomba, otra contingencia tremenda. Esa fue la primera edición que leí, y ahora acaba de salir esta segunda edición con un epilogo mío donde cuento esto que estoy diciendo y más. El próximo proyecto que tengo es sobre ella y sobre el incidente, pero todavía no se cómo lo voy a hacer.
Encontrar el narrador es muy difícil, lo mismo que el punto de vista y la voz. Para mí fue muy difícil en el libro del corazón saber quién iba a narrar la historia, hasta que encontré que el amigo cura podía ser un narrador creíble, porque conocía a Luis desde la juventud y convivió con él hasta poco tiempo antes de su muerte.
Ahora siento la responsabilidad de darle voz a Victoria, ahora que ella no tiene voz. Podría ser que me hubieran matado a mí y que ella se hubiera interesado en mi vida, pero todavía estoy en esa confusión mental.

Otro tema en el que se percibe mucho contraste es la cuestión de los curas. Presentas un cura bueno dentro de una institución perversa. ¿Podrías elaborar sobre el tema?

Me interesaba el personaje así porque, de hecho, el modelo era así, era un cura absolutamente encantador, un gran crítico de cine. A mí me tocó ser editor de él cuando trabajé en la Universidad de Antioquia y publiqué el tercer volumen de sus páginas de cine. Él hizo tres libros que ahora la Universidad de Antioquia reeditó. Era un crítico extraordinario, un gran profesor tanto de ópera como de cine, y en esa época no había internet, así que era mucho más difícil conocerlo. Su página de cine salía todos los domingos en El Colombiano, el periódico de Medellín. Creo que era el gran crítico de cine de Colombia, aunque se conociera sólo en Antioquia. Además, hacía un programa de radio sobre cine y era un hombre con una memoria prodigiosa. Tenía una cinemateca propia, con muchísimas películas, cosa que no era fácil de lograr en ese entonces.

La novela está dedicada a un personaje creyente como lo fue mi madre, quien había crecido con curas y no creía que todos los curas fueran malos y pederastas. Ella tenía muy claras esas facetas de la iglesia, la iglesia perversa, maltratadora, que incluso violaba niños, y otra era la buena, la de sus tíos, porque tenía uno que era arzobispo. Yo quería concentrarme más en la iglesia buena, la del cura narrador y el protagonista, pero tenía que mencionar también los desastres de la jerarquía católica en Medellín, que también para mi eran muy claros. Creo que lo que se subraya, y lo que más habla el libro es de la faceta más luminosa de un hombre dedicado a la cultura, a la música, a la amistad, a la comida y al amor y no al poder y al abuso.

El tema de la familia disfuncional también está presente, así como la dicotomía entre el que está solo y quiere buscar pareja, y quien tiene pareja, pero desea la libertad.

Al terminar este libro me dediqué a traducir uno de una escritora judía norteamericana que se llama Rebeca Goldstein -esposa de Steven Pinker-, y la novela se llama The Mind Body Problem. Me divirtió mucho traducirla y la publicamos en la editorial que tengo con mi esposa. El libro se ocupa de este problema y tiene que ver con el celibato sacerdotal. Yo no estoy en contra del celibato sacerdotal a priori. Me parece que hay gente que prefiere -y en este mundo contemporáneo se ve mucho- llevar una vida célibe, sin casarse, o incluso hay casados que conviven sin acostarse. Es algo muy curioso que pasa mucho en el oriente. Hay como una decadencia del sexo. Pero no desprecio la vida monacal de cualquier credo, si es lo que la persona desea. Pero para mí es fundamental la libertad, practicar el sexo si lo deseas y ser célibe si es lo que en realidad quieres. Este libro no es un alegato contra el celibato, pero si contra la obligatoriedad de practicarlo. En realidad, esto no es un dogma de la Iglesia, es algo que se decidió en un concilio como algo preferible, pero me parece absurdo que se mantenga por siglos. También es ridículo que piensen que la mujer no está lista para el sacerdocio. Hay muchas cosas en las que la iglesia está aún muy atrasada.

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