Después de casi cuarenta años de ejercer el periodismo en importantes medios españoles, y escribir ocho exitosas novelas de ficción y libros de tipo académico, la escritora madrileña Julia Navarro nos trae una obra que es un viaje, un relato personal a través de sus inquietudes y encuentros protagonizados por mujeres en la historia, incluyendo también a los hombres, quienes tradicionalmente narraron esas historias sin mencionarlas. Un pantallazo de la vida, influencia y gravitación de mujeres que acompañaron a los hombres a través de los siglos. Por eso esta es Una historia compartida; Con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos.
En la Cuadragésima Feria del Libro de Miami, has presentando Una historia compartida, y también la novela De ninguna Parte. Háblanos un poco de esta elección.
Si, vine a presentar dos libros. El primero, De ninguna parte, una novela que se publicó en España hace dos años y ha sido traducida al inglés, idioma en que lo presenté. Y también Una historia compartida, en español.
Para mí, esta Feria es muy especial porque en esta ciudad se juntan dos mundos, dos idiomas, dos maneras de ver la vida. Me parece que eso la hace una Feria diferente, de un potencial y de una riqueza cultural importante. Por lo tanto, para mí, siento que es un privilegio venir y presentar mis libros aquí.
Si, es una feria multicultural. Además del español y el inglés, se incluyen publicaciones de las islas del Caribe, en particular Haití, además de la lengua portuguesa, con los escritores de Brasil.
De ahí su riqueza cultural. Están representados los idiomas principales que se hablan en América.
¿Cómo surgió la idea de Una historia compartida, este libro que se aparta de tu producción literaria de ficción? ¿Se trató de un proyecto a largo plazo?
Es que yo siempre, desde que mi hijo estaba estudiando en sus libros de texto, echaba de menos la presencia de mujeres. En la literatura, desde pequeño, o luego, cuando estudiaba filosofía o ciencia, yo me decía, bueno, hay una cantidad de mujeres que han sido fundamentales. ¿Por qué no están aquí? Siempre me rondaba en la cabeza esa sensación de ese déficit en los libros de texto. Y me daba cuenta de que no era un problema solo de España, sino que era general. Durante la pandemia, las medidas que se tomaron en España fueron muy drásticas, no podíamos salir de casa, estuvimos confinados. En Miami se vivió de otra manera. Ese confinamiento a mí me llevó a buscar la forma de escaparme, de traspasar los cristales de las ventanas, con recuerdos de mis lecturas y de mis viajes. Y bueno, era el momento de recordar a todas esas mujeres que en mí tuvieron un impacto y forman parte de mi vida, de mi formación y de las cosas que a mí me interesan. Así empecé a escribir Una historia compartida.
En el subtítulo de tu libro hablas de las mujeres que figuran en la Historia con mayúscula y de muchas otras que existieron y permanecen como parte de las historias con minúscula, “Con ellos, sin ellos, por ellos, frente a ellos”, y en el dorso del libro agregas “o con la ignorancia de ellos”.
Porque la historia la han escrito los hombres, y han ignorado, a la hora de escribirla, nuestra presencia. Por tanto, en cuanto yo me pongo a escribir este libro, siento que no voy a hacer lo mismo que han hecho ellos. Sino que tengo que hablar también de ellos, porque si no es así estaré también contando una historia a medias. No se puede contar la historia sin nosotras, y nosotras no podemos contar la historia sin ellos. Poque todas tenemos padres, hermanos, o hijos, o tíos, o novios, o vecinos, o jefes. Entonces, narrar la vida solo desde el punto de vista de los hombres o de las mujeres es una versión muy cortoplacista y muy pobre.
Porque la historia la han escrito los hombres, y han ignorado, a la hora de escribirla, nuestra presencia. Por tanto, en cuanto yo me pongo a escribir este libro, siento que no voy a hacer lo mismo que han hecho ellos. Sino que tengo que hablar también de ellos, porque si no es así estaré también contando una historia a medias.
¿Cómo fue el proceso de selección de las mujeres sobre las que ibas a hablar en el libro?
Yo fui pensando en esas mujeres que a mí me habían dejado una huella. Sabiendo que habría muchas que no conozco, y que habría otras que seguramente me dejaría en el tintero, porque de otro modo sería una obra inabarcable y académica. En tanto que este libro es casi como si fuera una memoria personal. Y empecé con la mitología. Porque me apasiona el mundo Greco-Romano, y porque forma parte de la cultura de Occidente, la cultura de todos nosotros. No nos podemos entender a nosotros mismos sin esas memorias. Y por tanto empecé a hablar de esas mujeres del mundo mitológico, que quien sabe si son mitología o fueron reales. Empecé a pensar en las que a mí me habían llamado especialmente la atención.
Me acordé de un libro que me regalaron siendo niña, que tenía en la portada a Helena de Troya, y que me impactó muchísimo. Estaba escrito como si fuera un cuento y recuerdo que mi abuelo me dijo que esta historia tiene que ver con un libro que se llama La Illíada. Yo tenía como siete años y le dije, yo lo quiero leer. Y él sonrió y me dijo ya lo leerás el día de mañana. Pero ese interés por ese mundo, ese mundo de la mitología me acompañó siempre.
Empecé de esa manera a estructurar el libro, a escribir a borbotones, y comencé con las mujeres en el mundo de la ciencia, luego la literatura, y fui configurando el libro, no de una manera muy reglada, sino tal y cómo yo pensaba que tenía que ordenarlo para que tuviese un cierto sentido para mí. Y siempre teniendo muy claro que no era una obra académica.
Es original, ya que incluyes recuerdos personales tuyos en relación al tema. Eso lo hace mucho más accesible también.
Si, es casi como si fuera una memoria. Estaba yo firmando libros en una feria en España y me dicen unos estudiantes “bueno, vamos a leer su libro porque no es un rollo”, se los había recomendado una profesora, y cuando lo leyeron lo encontraron entretenido y se enteraron de cosas interesantes. Creo que al estar escrito como una memoria personal me ha ayudado a acercarme a todo tipo de lectores. Me ha ayudado a que muchos lectores conozcan a estas mujeres extraordinarias, y que se interesen por más.
Hay una figura femenina en particular, Hildegarda de Bingen, que siempre me pareció interesante, y en tu libro hablas de que fue la primera monja que se independizó de la tutela masculina en el convento.
Es que es una figura muy interesante. Un día estaba leyendo un libro de Octavio Paz que se refiere a Sor Juana Inés de la Cruz, y él decía que ella se hizo monja para poder pensar. Yo nunca había pensado en algo así, entonces, a partir de esa frase que me quedó grabada del libro, me dije, es verdad.
…el caso de Hildegarda de Bingen, para quienes el convento ha sido lo que les ha permitido desarrollarse intelectualmente. Porque durante siglos la vida de las mujeres era eso, pasar de la casa del padre a la del marido, tener los hijos, por lo tanto, no había espacio para tener una vida propia, una en la que poder desarrollar el pensar.
En épocas de mi abuela había mujeres que se declaraban solteras, elegían no casarse, y se quedaban en la casa de los padres.
Es que a veces, para que uno se desarrollara intelectualmente y pudiera dedicarse a otras cosas que le interesen, era muy difícil si tenías una familia. Porque cuando tenías una familia había que jugar un rol muy determinado y además no había tiempo. Ahora las mujeres del Siglo XXI hacemos milagros con el tiempo para tener una vida familiar y también profesional.
Aunque a veces resulta estresante…
A nosotras la biología nos marca. La maternidad es un milagro maravilloso, que nos pertenece, pero de alguna manera también nos determina. Y al determinarnos, es muy difícil encontrar esos otros espacios que queremos ocupar, así que pasamos los días estresadas. Porque no queremos renunciar. Ni a ser madre, ni a tener un trabajo, o tener una vida intelectual. No queremos renunciar a tener salidas a exposiciones, hablar de libros. Los hombres se levantan, van a trabajar, vuelven. Pero nosotras hacemos tantas cosas a lo largo del día, que realmente es admirable el talento que tenemos. La capacidad de hacer varias cosas al mismo tiempo.
Y las mujeres pagamos un precio alto, porque estamos en muchos lugares al mismo tiempo y no queremos ni tenemos por qué renunciar a tener una vida propia. Y tener una vida propia es compaginarla con la maternidad, y para las mujeres resulta agotador. Aunque la maternidad es un privilegio que no todos tienen.
¿Dijiste alguna vez que te interesa conocer la personalidad del autor antes de leer una obra?
Nunca dije eso, no necesito conocer al escritor antes de leer su obra. Es interesante saber datos, pero por ejemplo yo no necesito saber cómo era Kafka personalmente. Me interesa su obra, no me interesa cómo es el autor, cuando leo un libro, me interesa la historia que cuenta, cuando estoy mirando una obra de arte en El Prado, no pienso cómo era el autor. Todo lo contrario. Yo no soy el juez de la vida del autor. Y si conozco su vida, pues bien, pero jamás buscaría una lectura, o una pintura, o música, porque me interesa o no la vida del autor.
A propósito de eso, este movimiento que se está dando en los Estados Unidos está poniendo en peligro la libertad de expresión, la libertad creativa. Y se está convirtiendo en una nueva inquisición. Nadie que no responda a unos cánones determinados, etc., puede ser leído, o no se pueden apreciar sus cuadros. Es un movimiento peligroso para la libertad de expresión y la libertad de pensamiento. A mí me escandalizó cuando leí que aquí en Florida, despidieron a una profesora de un colegio porque había enseñado a unos niños unas imágenes de la estatua del David de Miguel Ángel, porque está desnudo. Algunos padres habían protestado porque ver esa imagen podía causarle a los niños algún problema. Yo creo que los que deberían ir al psiquiatra son los padres, ya que ellos tienen el problema.
Hay un nivel de desinformación general en muchas áreas. A mí trátenme como un adulto, yo sacaré las conclusiones de lo que vea o lea, y no piense usted por mí. El que haya libros prohibidos en las bibliotecas es una regresión de las libertades que nos lleva a una nueva inquisición. En Europa empezó así, en la década del 1930, en que comenzaron a quemar libros.
Además, a la universidad uno va no sólo a aprender, sino a confrontarte a ti mismo, a forjar un pensamiento propio, y la lectura de obras que pueden no gustarte, o pueden darte rechazo, es también una fuente de aprendizaje. Por eso es peligroso lo que está pasando a nivel mundial, con esa censura de lo que llaman movimiento Woke aquí. Hay personas que pueden sentirse ofendidas, pero a la universidad uno va a aprender, a debatir, por eso no pueden establecer o decidir censurar lo que los demás podemos o no leer o ver. Hay que conocer la realidad, y no edulcorarla, porque tenemos que aprender de dónde venimos y qué errores se han cometido, para no repetirlos.
Las mujeres filósofas que figuran en tu libro son feministas, ¿Cuál es tu perspectiva del feminismo hoy?
No todas las filósofas son feministas. Ahí yo he elegido a las que más me interesan, que sí lo son. Yo soy feminista, y lo soy porque soy democrática. No puedes ser demócrata si no se es feminista, porque una democracia de calidad es una sociedad en la que todos los ciudadanos tienen igualdad de derechos e igualdad de oportunidades. Por tanto, si la mitad de la población no tiene los mismos derechos y las mismas oportunidades, esa democracia falla, hay una falta de calidad democrática.
…es peligroso lo que está pasando a nivel mundial, con esa censura de lo que llaman movimiento Woke aquí. Hay personas que pueden sentirse ofendidas, pero a la universidad uno va a aprender, a debatir, por eso no pueden establecer o decidir censurar lo que los demás podemos o no leer o ver. Hay que conocer la realidad, y no edulcorarla, porque tenemos que aprender de dónde venimos y qué errores se han cometido, para no repetirlos.
Trabajaste como periodista durante muchos años, antes dedicarte a escribir ficción. ¿Te fue fácil el paso de uno al otro?
Fue muy difícil tomar la decisión de dejar el periodismo para dedicarme a escribir libros. Durante un tiempo intenté hacerlo compatible, pero me di cuenta de que era difícil. Para mí el periodismo fue una gran pasión. Yo creo que las pasiones se viven de una en una. Es muy difícil vivir dos pasiones a la vez. Entonces cuando yo empecé a escribir libros de ficción, porque yo ya había escrito otros libros antes, libros de ensayos, de política, cuando empecé a escribir novelas, me di cuenta de que estaba abriendo una puerta y que quería atravesarla. Esa puerta podía significar un cambio de vida.
Intenté primero hacer esas dos vidas compatibles y me di cuenta de que iba a llegar un momento en que algo iba a hacer mal. Y tomé la decisión al final de decir, bueno, yo ya tengo unos años, en periodismo después de cuarenta años tengo más pasado que futuro, si tengo que hacer un cambio este es el momento de hacerlo. Y lo hice, pero lo hice con sufrimiento. Pasé un par de años en los que cuando veía televisión, leía el diario o escuchaba la radio me decía, “yo tendría que haber estado allí para contarlo, ¡pero estoy aquí viéndolo o leyéndolo!”, y eso me producía una gran desazón. Me ha costado mucho acostumbrarme a que soy ya alguien que ve las cosas solo a través de la pantalla, pero ya he hecho ese proceso. Todas las épocas son apasionantes, contar cada momento es apasionante. Ahora los jóvenes están contando este momento con la misma pasión que yo viví otros.
Algunos escritores tienen un método de trabajo y ciertos horarios rituales para escribir. ¿Tienes un ritmo así, predeterminado?
Cuando empecé a escribir novelas, escribía desde muy temprano, iba a trabajar, volvía y seguía escribiendo otro rato, hasta que ya cuando dejé el periodismo organicé un método de trabajo. Seguía escribiendo por las mañanas y ahora fundamentalmente escribo por las tardes. Por las mañanas hago yoga, otras cosas, pero después del mediodía me siento a escribir hasta las nueve y media o diez de la noche.
¿Tienes algún libro en preparación, y si es así, nos puedes hablar de ello?
Si, estoy escribiendo, pero nunca cuento sobre qué escribo. Ni siquiera a mi editor; él se entera de lo que he escrito cuando le traigo el manuscrito. No quiero escribir bajo presión y no quiero hablar de lo que todavía no es. Hasta el día en que le pongo la palabra fin, no existe.
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