Libre albedrío es un término ampliamente utilizado y si se quiere popularizado. Pero ¿A qué nos referimos cuando hablamos de libre albedrío? Podemos pensarlo como la capacidad que tenemos los seres humanos para actuar conforme a un criterio propio, a partir del cual realizamos diferentes elecciones. Esto significa que tenemos la posibilidad de tomar decisiones, controlar nuestros actos intencionalmente, con las consecuencias que eso conlleve, es decir, involucrando lo que llamamos agencia.
La agencia implica acciones derivadas de procesos cognitivos complejos que forman parte de nuestra autoconciencia básica y ésta tiene como fundamento la corporización, es decir, la consideración del cuerpo, incluyendo el cerebro y el entorno como componentes esenciales de estos procesos cognitivos. Por lo tanto, los humanos somos agentes autónomos cuyo comportamiento no está determinado por condiciones previas específicas, sino que es el resultado de cambios internos y espontáneos.
La noción de agencia nos permite entender cómo las personas podemos evaluar y modificar nuestras acciones en respuesta al contexto. Esto destaca la importancia de la interconexión entre nuestro cuerpo, mente y entorno en la toma de decisiones y en la formación de acciones. La capacidad de ejercer el libre albedrío y la agencia subrayan la complejidad de la naturaleza humana y la importancia de influir en nuestro propio destino a través de decisiones conscientes y deliberadas.
Cada vez que elegimos, tomamos una o más opciones que dejan afuera otras, sin saber qué hubiera pasado en caso de haber actuado diferente. Creamos un multiverso propio, con una dimensión de acontecimientos, que a la vez involucra una cantidad de personas que conforman nuestro ecosistema social. De esta manera, decidimos por nosotros mismos y a la vez estamos, en muchos casos, decidiendo por los demás. Siempre habrá ganancias y pérdidas, habrá circunstancias diferentes que nos lleven a otras elecciones en una cadena continua de acontecimientos. En cierta forma, actuar según el libre albedrío es hacernos cargo de lo que hacemos. Partiendo de la creencia de que tenemos control sobre nuestra conducta y somos responsables de ella, basamos nuestros sistemas sociales, morales y legales.
El control sobre nuestros actos y su alcance ha sido objeto de una discusión que lleva varios siglos de debate entre filósofos, científicos y teólogos, y constituye el dilema del determinismo. Sin embargo, las investigaciones empíricas, incluyendo aquellas con un enfoque neurocientífico sobre este tema llevan apenas unas décadas.
Algunos argumentan que el libre albedrío es compatible con cierto grado de determinismo, otros por el contrario sostienen que son posturas imposibles de conciliar y que el libre albedrío es solo una ilusión, por último, están aquellos para los que es posible un punto de equilibrio entre ambas.
Recientemente el debate comenzó a circular con mucha más fuerza en los medios de comunicación, a partir de que se publicara el libro del neurobiólogo Robert Sapolsky, Determined. A science of life without free will, traducido al español como: Decidido. La ciencia de la vida sin libre albedrío. El autor combina perspectivas de neurobiología, genética, psicología, sociología e historia para integrar distintos factores que influyen en nuestro comportamiento. De acuerdo con su planteo determinista duro y negador del libre albedrío, los comportamientos humanos están determinados por la combinación de nuestra biología, especialmente por la genética y el entorno ambiental, dentro de esta categoría, a grandes rasgos, podemos distinguir la cultura, la familia, la interacción social, la educación, las diferentes circunstancias con las que una persona tiene que desarrollarse y convivir.
La capacidad de ejercer el libre albedrío y la agencia subrayan la complejidad de la naturaleza humana y la importancia de influir en nuestro propio destino a través de decisiones conscientes y deliberadas.
Si los comportamientos se generan por causas que los determinan de antemano, allí hay una larga serie de sucesos que nos traen a la actualidad. Podríamos pensar en las condiciones desde el minuto cero de una persona, en su concepción, el embarazo que cursó su madre, qué es lo que ocurrió a partir de su nacimiento, cómo fue su infancia, en que cultura se desarrolló, qué acontecimientos atravesó en su juventud y vida adulta, etc. Todos son factores que podrían modelar a la persona, en un interjuego muy complejo que integra su base biológica como algo fundamental, siempre inmersa en un medioambiente que juega también un papel clave. Es lógico pensar en que todos estos factores influyen en gran medida en nuestra conducta, y que si fuera posible saber quiénes hubiéramos sido en otros escenarios, con distintas condiciones biológicas y circunstancias, es muy probable que nos sorprendéramos al ver nuestras distintas versiones. Si nos hubieran tocado otros genes u otros contextos diametralmente diferentes, ¿no seríamos simplemente otra persona?
En línea con este discurso determinista, actualmente una biblioteca de la neurociencia apunta a que la mente actúa de manera mecanicista, ajustando a las leyes de la física newtoniana, el cerebro genera pensamientos y comportamientos complejos de manera neurodeterminista. Parte de la argumentación se basa en los conocimientos sobre las decisiones simples, estas tienen patrones neuronales que preceden a la conciencia y esto fue demostrado con estudios de neuroimágenes de alta funcionalidad (fRMN). La acción de las neuronas se debe a lo que ocurrió antes en el cerebro, que generó activaciones de manera diferencial, en una especie de causa-efecto neural. Un aumento de la concentración de ciertas neurohormonas y una mayor circulación de determinados neurotransmisores, puede generar ciertos tipos específicos de sinapsis; en definitiva, todos estos efectos se reflejarán en pensamientos, emociones y conductas.
Es cierto que existen patrones neurales precedentes que generan una cierta predisposición en la toma de decisiones simples. Sin embargo, cuando se trata de elecciones más complejas extrapolar, así como así y sostener el neurodeterminismo parece al menos un poco arriesgado y sin dudas limitado. Este enfoque reduccionista se relaciona con la fuerte inercia que aún continúa sosteniendo una parte de los paradigmas en la biología, incluyendo algunos de la neurobiología. Sin embargo, la evidencia cada vez apunta más en el sentido contrario.
Las neuronas transmiten pequeñas corrientes eléctricas y generan campos magnéticos, que interactúan con la neuroquímica cerebral, a partir de un proceso de sincronización dinámica se hipotetiza que se genera la conciencia y la experiencia de agencia voluntaria. Aún queda por describir cómo la indeterminación de la dinámica cuántica compleja del cerebro se integra en los mecanismos neuronales clásicos de toma de decisiones.
Tomemos en cuenta que, a escalas muy pequeñas, las partículas no siguen las leyes clásicas de la física, existen otras posibilidades que requieren que pensemos de manera contraintuitiva, que vayamos un poco más allá de lo que nos resulta lógico porque lo vemos todos los días, porque tenemos los pies sobre la tierra, o una manzana se cae de un árbol, nuestro auto funciona a velocidades que podemos ir variando, luego frena y para arrancar de vuelta requiere quebrar la resistencia al cambio.
A pesar de haber una fuerte argumentación contraria a considerar los procesos cuánticos como parte de la biología, un campo emergente de investigación se sitúa en la frontera entre la física cuántica y las ciencias de la vida. En distintos sistemas y organismos ya se ha comprobado que está involucrada este tipo de complejidad, en procesos como la fotosíntesis o la visión, en particular en la actividad de la retina de los ojos y también se encuentra en plena investigación su papel no trivial en las células neuronales.
Estos fenómenos podrían explicar cómo, a partir de la compleja red de conexiones neuronales, surgen los procesos que identificamos como actividad mental y consciencia. La fundamentación de esta línea de pensamiento sostiene que el sistema nervioso es un sistema jerárquico, dinámico y complejo de moléculas, células, circuitos y redes neuronales, englobado dentro del concepto de conectoma, que es el patrón de conexiones neuronales del cerebro en un momento dado. Debido a la plasticidad sináptica, el conectoma es inestable, cambia y se adapta a las distintas circunstancias del ambiente, y por momentos trabaja en condiciones de desequilibrios críticos, pivotando con la cuántica, aunque a nivel teórico esté inmerso en esta dinámica al menos temporalmente.
Tenemos cierta evidencia experimental de que las redes neuronales pueden producir patrones complejos de actividad colectiva, que se denominan avalanchas neuronales, que tienen una distribución característica e involucran un número variable de neuronas. Esto indica que las redes neuronales están cerca de la criticidad y son propensas a mostrar actividad compleja emergente.
Las neuronas transmiten pequeñas corrientes eléctricas y generan campos magnéticos, que interactúan con la neuroquímica cerebral, a partir de un proceso de sincronización dinámica se hipotetiza que se genera la conciencia y la experiencia de agencia voluntaria. Aún queda por describir cómo la indeterminación de la dinámica cuántica compleja del cerebro se integra en los mecanismos neuronales clásicos de toma de decisiones. Con nuestro nivel actual de conocimientos y avances científicos aún no podemos demostrar estas hipótesis. Sin embargo, podemos tomarlas en cuenta como una alternativa, porque como mínimo, generan el beneficio de la duda, o más bien de muchas dudas.
Estas fundamentaciones abren un abanico de posibles explicaciones acerca de que las respuestas cerebrales sean mucho más ricas y variables de lo que podría esperarse con un enfoque reduccionista. De hecho, nuestro mundo es tan complejo, que le exige permanentemente a nuestro sistema nervioso una adaptación a eventos originales y dinámicos, que sea capaz de seguir el ritmo de los cambios impredecibles, irregulares e inestables del ambiente, que esté desafiado a jugar al límite de lo posible.
Libre albedrío, determinismo y genética
Para ponernos a tono con el tema de la genética involucrada en esta discusión, compartamos algunas puntualizaciones: los genes son unidades de información biológica, escritas en un código, de alguna manera cada gen es una lista de indicaciones sobre cómo producir proteínas. El ADN se transcribe, es decir que una parte se copia y luego se traduce a otro código, el de las proteínas. Estas resultan ser primordiales para la vida porque les dan soporte y forma a las células, constituyen los tejidos. También las enzimas son proteínas que hacen posibles distintas reacciones químicas en nuestro cuerpo, que en su ausencia serían infinitamente lentas e inviables. El movimiento es posible por las proteínas que componen las fibras musculares. Las proteínas tienen un papel central en la respuesta inmunológica a través de los anticuerpos, que son en parte los garantes de mantenernos a salvo de agentes patógenos. Las hormonas y sus receptores celulares son otro ejemplo de lo importantes que son las proteínas.
Los genes tienen una estructura similar. Sin embargo, hay variaciones entre personas, en parte se debe a lo que conocemos como polimorfismos de nucleótido simple, aunque también pueden darse por mutaciones o variantes estructurales. En definitiva, todos los humanos producimos las mismas proteínas, pero hay variaciones interindividuales en las características que tienen y eso hace a las diferencias, nos da nuestra singularidad. Por eso cada uno de nosotros es una combinación única e irrepetible.
…nuestro mundo es tan complejo, que le exige permanentemente a nuestro sistema nervioso una adaptación a eventos originales y dinámicos, que sea capaz de seguir el ritmo de los cambios impredecibles, irregulares e inestables del ambiente, que esté desafiado a jugar al límite de lo posible.
Todos somos portadores de una determinada dotación genética proveniente de nuestros padres, por cada gen tenemos dos copias. Mucho antes de la concepción, el azar llevó ciertos genes a ciertas gametas o células sexuales en formación. Cuando se produce una gameta, hay una especie de repartición de cartas, luego de vuelta de manera aleatoria, un día se produce un embarazo en el cual se combinan una gameta femenina y una masculina, cuales tocan dependerá de múltiples factores. Aunque hace años la reproducción humana también se hizo posible como un procedimiento de laboratorio y hasta cierto punto podemos seleccionar embriones que no sean portadores de algunas enfermedades o elegir el sexo de nuestro bebé. Ahí el azar disminuye, pero tampoco tanto y aún estamos en el umbral de la selección genética.
La expresión de los genes es un tema complejo, es que tenemos una receta determinada, pero la manera en cómo se aplica puede modificarse por diversos mecanismos, uno de los cuales es la epigenética. Esta es considerada un puente entre el genotipo y el fenotipo, o sea, entre lo que dicen los genes y cómo se expresan realmente. La epigenética se da en un proceso dinámico que puede cambiar la manifestación genética, a través de modificaciones químicas, sin cambiar la secuencia genética de base, pero sí funcionando como un interruptor de genes.
Los mecanismos epigenéticos son esenciales en diversos procesos biológicos, que son fundamentales para el desarrollo de los organismos, como por ejemplo la diferenciación celular. Muchas veces surge la duda acerca de si tenemos el mismo material genético en todas las células. ¿Por qué algunas son células hepáticas, neuronas o células de la piel? ¿Qué es lo que marca la diferencia? ¿Por qué cada célula tiene sus propias características que les permiten tener funciones distintas? Uno de los motivos se debe a las marcas epigenéticas, que definen qué genes se activan o se silencian en cada célula, otorgándole su identidad específica y diferenciada.
En el cerebro, los mecanismos epigenéticos son fundamentales para la expresión de proteínas en las neuronas, la plasticidad sináptica, la formación de la memoria a largo plazo, las funciones cognitivas, la salud emocional y las conductas. Esto tiene mucha importancia en el efecto sobre las enfermedades mentales, ya que las mismas suelen ser el resultado de una susceptibilidad genética, combinada con factores ambientales que afectan la expresión de los genes. Es importante destacar que para que exista predisposición a algunas enfermedades mentales puede haber uno o más genes afectados, a veces son muchos a la vez y además, en algunos casos puede haber mecanismos epigenéticos involucrados que contribuyen a que las enfermedades se desarrollen.
La salud emocional, que incluye la capacidad de ajustarse y responder a los cambios y desafíos en el entorno, también está mediada por mecanismos epigenéticos. Estos pueden influir en la expresión de genes relacionados con neurotransmisores y sus receptores neuronales, que afectan el estado de ánimo y el comportamiento. La plasticidad conductual, o la capacidad de cambiar patrones de comportamiento en respuesta a nuevas experiencias, también depende de modificaciones epigenéticas que permiten la adaptación emocional y conductual.
El planteo determinista sobre neurogenética y epigenética
Los factores ambientales que influyen en nuestra expresión genética pueden incluir un comienzo difícil en la vida, esto puede parecer increíble, pero varias generaciones antes de la concepción, por diversas causas ambientales, incluyendo eventos traumáticos, puede establecerse una huella epigenética. Existe evidencia solida sobre los rastros dañinos y heredables que quedaron por ejemplo en los sobrevivientes del holocausto, y el genocidio de Ruanda en su descendencia.
La epigenética se da en un proceso dinámico que puede cambiar la manifestación genética, a través de modificaciones químicas, sin cambiar la secuencia genética de base, pero sí funcionando como un interruptor de genes.
La influencia epigenética conforma un argumento nuclear genético-determinista en el sentido de considerarse como uno de los guiones que de alguna manera tenemos escritos para las predeterminaciones conductuales. Y si la epigenética resulta ser un factor crítico de las conductas debido a este tipo de experiencias tempranas, los resultados de estos cambios en la expresión genética son negativos. Se han establecido vínculos entre factores epigenéticos específicos y un mayor riesgo de enfermedades mentales.
Sin embargo, lo que resulta sorprendente y sobre todo muy alentador es que las modificaciones epigenéticas también se dan en el sentido inverso, a través de alternativas posibles como cambios en la alimentación, realizar actividad física frecuente, el enriquecimiento ambiental en los niños muy pequeños, medicamentos y otras que se generan a través de los tratamientos psicoterapéuticos. Ahí surge un enfoque que llamaría genético-optimista, la esperanza cuando lo malo ya pasó y hay que seguir adelante de la mejor manera posible, y esta es una veta más que interesante para explorar.
Hace tiempo sabemos que las personas cambiamos con la terapia, pero lo novedoso es el descubrimiento de uno de los medios que produce estos cambios. En la actualidad, contamos con información muy valiosa del efecto de la psicoterapia sobre las huellas epigenéticas del trauma. Esta puede ejercer una influencia sobre el cerebro y la conducta a través de la modificación de la expresión genética. Se demostró su importancia en el tratamiento del Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), que se caracteriza por un patrón general de inestabilidad en la regulación de los afectos, el control de los impulsos, las relaciones interpersonales y la autoimagen. En estudios realizados, con tan solo 4 semanas de psicoterapia dialéctico conductual, hubo modificaciones de huellas epigenéticas relacionadas con los síntomas, en personas con TLP. Además, otras investigaciones basadas en tratamientos de terapia cognitivo conductual han mostrado un efecto epigenético en cuadros de estrés postraumático, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo y desórdenes en el estado de ánimo.
Las implicancias de la falta de libre albedrío en la salud mental
La creencia general sobre la propia capacidad o incapacidad para controlar aspectos importantes de la vida es un elemento crucial que determina la actitud de una persona. Quienes creen que los acontecimientos vitales están controlados por fuerzas externas, que les son ajenas, se consideran agentes relativamente pasivos en sus propias vidas. Entonces, cuando se produce el éxito y los logros se deben principalmente a la suerte, el azar, la afiliación a ciertas personas o instituciones poderosas, etc. La probabilidad de triunfar como resultado de las propias acciones y esfuerzos es muy baja con este tipo de pensamientos. Esta visión es el núcleo del pesimismo, que cuando es extremo resulta ser el núcleo de la depresión.
Los factores ambientales que influyen en nuestra expresión genética pueden incluir un comienzo difícil en la vida, esto puede parecer increíble, pero varias generaciones antes de la concepción, por diversas causas ambientales, incluyendo eventos traumáticos, puede establecerse una huella epigenética
La ausencia de libre albedrío es una invitación a la reflexión y especialmente a la depresión. La imposibilidad de modificar nuestra propia vida a través de acciones conscientes nos deja en manos de los artilugios del destino, en una suerte que ya está echada y que puede habernos desfavorecido mucho antes de nacer.
Esto tiene implicancias en la salud mental, de hecho, se considera que en el trastorno depresivo mayor las alteraciones, en el sentido de agencia, son un factor central y esto se relaciona directamente con la sensación de carecer de libre albedrío. Este tema es relevante en la actualidad dado que en nuestras sociedades el trastorno depresivo mayor es la segunda causa de discapacidad.
A modo de conclusión
La perspectiva neurodeterminista propone que el cerebro humano es una máquina sofisticada de procesamiento lineal clásico y predecible, pero otras líneas neurocientíficas postulan que la física, la química y la mecánica clásica explican hasta cierto punto los procesos cerebrales, pero que no alcanza. No sabemos cómo se genera la conducta, pero no parece ser el simple resultado de procesos lineales de interacción neuronal, sino que responde a procesos mucho más complejos e impredecibles. La incertidumbre prevalece sobre el determinismo, esto sugiere incluir cuestiones más complejas como la aleatoriedad cuántica como una explicación acerca de ciertos aspectos de la consciencia y la conducta voluntaria.
La biología se manifiesta a través de los genes, y su expresión puede generar una predisposición en nuestras conductas. Además, hay una transmisión transgeneracional de información epigenética que tiene efectos en las habilidades cognitivas, patrones y respuestas conductuales y emocionales en la vida.
Contamos con evidencia de que hay una doble vía allí. Puede haber marcas epigenéticas, pero también forma de que éstas reviertan. La psicoterapia puede ser una herramienta de gran utilidad para modificar al menos en parte estos efectos epigenéticos, el argumento neurodeterminista tambalea. Resulta entonces que la base genética y epigenética de la conducta, que en principio valida al determinismo, también respalda otras perspectivas muy diferentes.
Nos falta profundizar estas investigaciones, estamos apenas empezando a estudiarlo. El diálogo entre psicoterapia y genética es un verdadero desafío interdisciplinario, que requiere que las ciencias duras y blandas se amiguen un poco más.
No sabemos si el efecto de las psicoterapias alcanzará a la descendencia de las personas que son tratadas. Tampoco sabemos si hay diferencia entre las distintas psicoterapias en los efectos epigenéticos, es decir si los tratamientos cognitivos conductuales producen resultados similares a los psicoanalíticos u otros de los muchos con los que contamos. Podemos suponer que estos efectos impacten a largo plazo, es decir que la terapia beneficie no solo al paciente, sino también a sus descendientes, tomando en cuenta que muchas modificaciones epigenéticas se heredan.
Si bien se puede pensar en que nuestra biología y el entorno es predisponente, no tiene por qué ser determinante. La genética puede estar allí, como si fuese un factor de riesgo, uno más de los tantos que podemos tener y sin embargo nunca desencadenarse una enfermedad, es por este motivo que la prevención puede ser clave. Actuar en la primera infancia modificando y enriqueciendo entornos, el cuidado en factores como la dieta, la actividad física, están al alcance de la mano, si le damos el peso específico que realmente tienen.
Todos estos conceptos son compatibles con el sentido de agencia y el libre albedrío. Sin duda las condiciones en las que vivimos generan limitaciones pero, aunque los márgenes queden marcados de cierta manera, creer que la conducta humana es tan simple, sería como pensar que nuestro entorno es reducido y predecible también. En cambio, las conductas pueden ser amplias y diversas en función de las complejidades que se nos presentan, al fin y al cabo, siempre estamos adaptándonos, esa es la historia de nuestra evolución como humanos.
Nuestra mente es un misterio, tenemos un marcado desconocimiento y el no saber puede asustar un poco, pero estamos aprendiendo y eso es muy emocionante.
Este debate seguramente seguirá por mucho tiempo más, pero irá cambiando a medida que sigamos investigando y descubriendo, nos preguntaremos otras cosas, se irá enriqueciendo y complejizando cada vez más nuestra perspectiva.
Tal vez nunca lleguemos a una conclusión definitiva y sigamos discutiendo, pero con muchos más fundamentos. Y mientras tanto seguimos avanzando con este dilema, abriendo más preguntas, teniendo algunas respuestas que a la vez nos lleven a nuevas preguntas. También esto es libre albedrío, elegir saber sobre nosotros mismos, pensar en cómo pensamos y nunca terminar de entenderlo.
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Un comentario
Excelente nota muy interesante.