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53

¡No hagas ruido! La misofonía o la hipersensibilidad a los sonidos

Buenos Aires
La misofonía es un trastorno neurológico que provoca una sensibilidad extrema a ciertos sonidos. Los afectados reaccionan con irritación, desconciertan a su entorno y se genera un clima de tensión que afecta la convivencia y relaciones sociales.

Qué es la misofonía

La misofonía es un trastorno que consiste en una sensibilidad extrema hacia ciertos sonidos. Si bien no tiene una clasificación en el D.S.M. (el manual de los trastornos mentales), muchos profesionales lo asocian con el trastorno obsesivo compulsivo. En la misofonía, los estímulos auditivos, y en ocasiones los visuales, son malinterpretados por el sistema nervioso central. Se cree que su causa no subyace en los oídos, sino en una disfunción del sistema auditivo central en el cerebro. Habitualmente se considera un trastorno neurológico que tiene que ver con la conexión entre la percepción de los sentidos y las sensaciones que generan. No obstante, las especificidades sobre la misofonía y sus causas, siguen siendo al día de hoy un verdadero misterio.

Pawel Jastreboff, ha creado los tratamientos más exitosos para los acúfenos y ha redactado numerosos escritos científicos sobre la hiperacusia. Conjuntamente con Margaret M. Jastreboff (2002) definen la DST (Decreased Sound Tolerance) como las reacciones negativas ante la exposición al sonido «que no evocarían la misma respuesta en un oyente promedio». La tolerancia reducida al sonido (DST) y su división en hiperacusia y misofonía, es un estado no muy tomado en cuenta, que afecta las vidas de una parte significativa de la población general. Es complejo porque no hay acuerdo sobre las definiciones o las características, la prevalencia y los métodos de evaluación y tratamiento.

La misofonía, que literalmente significa «odio al sonido», se caracteriza por una sensibilidad selectiva hacia ciertos sonidos, lo que puede generar actitudes irascibles en quienes la padecen. Debido a su naturaleza, aún no existen estadísticas precisas sobre el número de afectados ni una definición etiológica clara.

¿Cómo saber si se sufre de este trastorno? No hay una evaluación específica. La forma más práctica de identificarlo es exponer a la persona a ciertos sonidos y observar su reacción. Si la respuesta es desproporcionada, podría tratarse de misofonía. Sin embargo, es importante tener en cuenta que casi todas las personas encuentran algunos sonidos desagradables o molestos sin que esto signifique que padezcan el trastorno. En caso de que la reacción sea realmente explosiva o agresiva, consultar a un profesional puede ser una buena opción para obtener un diagnóstico adecuado.

Diferenciando la misofonía

Las causas que producen la misofonía por ahora son un gran interrogante. Algunos investigadores la asocian a comportamientos psicológicos relacionados con manías o fobias. La misofonía no debe confundirse con hiperacusia, que se caracteriza por una sensibilidad general al ruido, aunque el sonido no sea particularmente fuerte. No se trata de una excesiva sensibilidad a ciertos ruidos, sino del nivel de ruido, los hiperacúsicos demuestran gran sensibilidad  a niveles de volumen normales. Si los ruidos se vuelven perturbadores, tanto que fastidian la cotidianidad, es importante consultar con un médico especialista en otorrinolaringología.

Resulta dificultoso comprender a las personas que sufren de misofonía. Al igual que quienes padecen de pánico o fobia, el entorno no puede entender la limitación para entrar en un ascensor o la necesidad de cambiarse de vereda si hay una paloma. Es importante que cualquier persona que sufre de misofonía pueda explicar a los demás que ciertos ruidos cotidianos le resultan intolerables, que se angustian y los pone muy tensionados o agresivos. Tanto la hiperacusia como la misofonía son trastornos relacionados con una disminución de la tolerancia al sonido. Pero, mientras que la hiperacusia es una afección en la que la información auditiva se percibe magnificada por sobre lo normal y se hace insoportable, en la misofonía son los sonidos repetitivos o ruidos específicos los que no se resisten. No debe confundirse con la fonofobia, en la que se desarrolla una aversión específica hacia ciertos sonidos, provocando una reacción de rechazo e incluso la huida.

De cara a la molestia las personas afectadas se irritan, descalifican, dan malas contestaciones y exigen que cese el ruido, y quienes están alrededor se desconciertan y no saben cómo actuar.

En la misofonía se evitan determinados sonidos, de forma similar a como una persona con fobia evita subir al metro, enfrentarse a arañas, ratas o serpientes. De igual manera, quienes padecen de fobia social evitan las reuniones o hablar en público, y en el caso de la agorafobia, donde aparece el miedo de ir a lugares donde no se visualiza la salida. La misofonía se diferencia también del tinnitus llamado también acúfeno, donde la persona permanentemente siente un sonido de fondo en todas sus actividades.

Qué es lo que fastidia

La misofonía no es comprendida en el entorno, y a quienes lo sufren se los tilda de neuróticos, histéricas, maniáticos, obsesivos, locos y generan un clima de hostilidad a su alrededor.  Al ser conceptualizada en una categoría psicopatológica, el reconocimiento y la tranquilidad que implica conocer qué es lo que sucede tanto en el protagonista como en su ambiente, otorga cierto clima emocional más tolerante y menos conflictivo. Hay una larga lista de sonidos que afectan a las personas con misofonía. El tipo de sonido que dispara la reacción es específico de cada individuo afectado y puede desencadenar comportamientos muy variados e incluso agresivos. Por ejemplo, los sonidos pueden agruparse en: orales, nasales, sonidos de animales, aquellos ruidos producidos con los movimientos corporales (crujidos de las articulaciones)  o ambientales.

Más allá de estas categorías, la hipersensibilidad sobre algunos sonidos específicos son: toser, mascar un chicle, respirar, masticar, sonarse la nariz, reírse, sorber, comer papas fritas, el ruido que hace terminar el mate, tragar, comer pochoclo, golpear un lápiz sobre la mesa, los estornudos, los sonidos de la lluvia, voces de niños, bostezar, taconear, suspirar, revolver una taza, tintinear, ruido de pasos, apagar o prender la luz, el goteo de una canilla, el tic tac de un reloj, el cliquear una lapicera o un mouse de una computadora, abollar un papel, cepillarse los dientes, carraspear, las notificaciones del celular, el tintineo de llaves, crujir los nudillos, chocar las copas, entre otros.

De cara a la molestia las personas afectadas se irritan, descalifican, dan malas contestaciones y exigen que cese el ruido, y quienes están alrededor se desconciertan y no saben cómo actuar. Por ejemplo, intentan masticar a medias y suavemente, tratan de caminar como flotando en el aire, se reprimen bostezos y estornudos, se cepillan los dientes en el baño más alejado, se revuelve una taza sin tintinear para no molestar y provocar la irritación del allegado que sufre de misofonía.

Poco a poco se va creando un clima conflictivo. Puede que, en la pareja, la familia, todo esté muy bien con un ambiente afectivo y funcional, y de pronto, de la nada, frente a algo tan sencillo como masticar o toser, aparece la mala contestación, la reprimenda, la agresión. Se cambia el estado emocional en 180º de un momento a otro.

Los síntomas de la misofonía suelen aparecer al final de la infancia, aunque pueden comenzar a cualquier edad. Lo habitual es que por primera vez la reacción la desencadene un sonido específico, y posteriormente, se van sumando más sonidos detonantes a la lista. El protagonista va incorporando sonidos en la medida que se hipersensibiliza. Las personas se vuelven fastidiosas e irritables, presentan rabia, molestia, incomodidad y bronca. Recordemos que cuando se focaliza en algo, es decir, se aísla un sonido, una imagen, inclusive hasta un dolor, la concentración extrema lleva a que la sintomatología se afirme y se sienta cada vez más.

Es tranquilizador otorgarle una categoría a este padecimiento no solo para la persona que lo protagoniza, sino para el entorno, que no entiende qué es lo que está sucediendo.  Se trata de ayudar a tolerar los ruidos y reducirlos, y que el círculo cercano se vuelva mucho más comprensivo hacia ese tipo de situaciones que genera la misofonía. Se debe ayudar a evitar ciertos sonidos y ser cuidadosos para reducir el margen de impacto y lograr minimizar la focalización. Si bien esto no mejora los síntomas al menos permite una mejor convivencia.

El abordaje de este trastorno pasa en gran medida por la reeducación auditiva y romper en cierta manera con la sistematización o naturalización de la percepción de los sonidos categorizados como perturbadores. También el uso de música, como señalamos, permite amenguar el impacto de los sonidos intolerables.

Dependiendo de la gravedad, la misofonía puede llegar a tener consecuencias graves para el bienestar del paciente, que puede dejar de tener relaciones personales, de involucrarse en actividades sociales e incluso puede llegar a abandonar el hogar. Las personas que padecen misofonía se sienten alienadas y a la vez padecen que su círculo las rotule de exageradamente sensibles, en el mejor de los casos, o cualquiera de los motes que ya hemos descripto. Es fundamental acudir al médico o un psicólogo para que se pueda diagnosticar esta condición y demostrar que no es una invención.

¿Hay solución?

El patrón de sonido concreto que desencadena la misofonía puede producir no solo reacciones irascibles, también angustia e incluso temor, tristeza o ansiedad. En la actualidad, no existe ningún tratamiento o cura para la misofonía. No obstante, el médico puede recomendar distintos tipos de terapias para poder sobrellevarlo que, aunque no sean tratamientos en sí mismos, pueden ayudarle bastante a aprender a convivir con el problema. Además, hablar acerca del padecimiento puede ser de gran ayuda en pos de incrementar la comprensión.

Algunas personas intentan enmascarar los ruidos detonantes de la misofonía con música, colocándose auriculares en las ocasiones en las que anticipan que esos sonidos se van a producir; claro que esto resulta imposible si la cantidad de ruidos que molestan son demasiados, con lo cual deberían vivir con auriculares. Otras personas simplemente los intentan evitar. Algunas de las personas que sufren de misofonía dicen: Yo me pongo música… no tolero escuchar masticar a la gente, es más fuerte que yo.  O, por ejemplo, Me pongo música y es como que lo utilizo como aislante. O Estoy trabajando y mi compañera masca chicle todo el día y uso auriculares o me pongo los tapones de siliconas.

Hay que tener en cuenta que cuando se sufre de misofonía, la persona está pendiente cuando va a un lugar, de los sonidos que pueden escuchar. Se articula una selectividad perceptiva que anticipa y focaliza en los sonidos que perturban. Si se va a un restaurante, el sonido de los cubiertos, si se toma un café el tintineo de las tazas, si se va al cine, el masticar palomitas de maíz.

En la actualidad, se considera a la misofonía como un estado fisiopatológico que puede desarrollarse en una persona y evolucionar y sistematizarse en la percepción de ciertos sonidos. Posee una condición idiopática, ya que se desconoce por ahora el origen y puede presentarse con trastornos psiquiátricos asociados. El abordaje de este trastorno pasa en gran medida por la reeducación auditiva y romper en cierta manera con la sistematización o naturalización de la percepción de los sonidos categorizados como perturbadores. También el uso de música, como señalamos, permite amenguar el impacto de los sonidos intolerables. También se sugiere la aplicación de terapias cognitivas o cognitivo-conductuales, mediante ejercicios y prescripciones en pos de generar cambios de hábitos y reflexionar acerca de la patología. Dado que es un trastorno de gran impacto en las relaciones sociales de quienes lo sufren, puesto que se crean climas de tensión y molestia, pero que fácilmente se cae en las agresiones, hay que incluir a la red de relaciones cercanas para revisar los factores de tolerancia y comprensión. La hipnosis psicoterapéutica, así como terapias de relajación, mindfulness, ejercicios de respiración y yoga, también pueden incluirse para colaborar a calmar los ataques de furia y de ansiedad que genera la intolerancia a ciertos ruidos.

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