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Las teorías del todo
He tratado de describir sólo unas cuantas aportaciones de Hawking al proceso, todavía por acabar, de unir la física cuántica con la teoría de la gravedad. Esto, según he tratado de explicar, es un paso en la dirección de lo que muchos físicos creen que es el objetivo último de la ciencia: elaborar las leyes matemáticas que describan todas las fuerzas conocidas de la naturaleza en una sola ecuación, quizás una que puedas llevar estampada en una camiseta.
Las leyes de la física, que a veces también se denominan las leyes de la naturaleza, son las herramientas básicas de la ciencia física. Comprenden las ecuaciones matemáticas que describen la conducta de la materia (en forma de partículas elementales) y energía según las diversas interacciones fundamentales descritas anteriormente. En ocasiones, los resultados experimentales obtenidos en el laboratorio o en observaciones de procesos físicos naturales se utilizan para deducir normas matemáticas que describen esos datos. En otros casos, primero se crea una teoría como resultado de una hipótesis o principio físico que sólo después recibe una confirmación experimental. A medida que evoluciona nuestro conocimiento, las leyes físicas aparentemente distintas se unifican en una única teoría común. Los ejemplos que he incluido hasta ahora demuestran cuánto ha influido este tema en los últimos cien años.
Pero existen profundas preguntas filosóficas bajo la superficie de toda esta actividad. Por ejemplo, ¿qué pasaría si las leyes de la física fueran distintas en las primeras etapas del universo? ¿Podríamos seguir llevando a cabo este trabajo?
La respuesta a ello es que las teorías de la física moderna predicen que las leyes de la física cambian. Cuando nos remontamos a las primeras etapas del big bang, por ejemplo, la naturaleza de las interacciones electromagnéticas y las débiles varía, de modo que se vuelven indistinguibles en energías lo suficientemente elevadas. Pero este cambio de la ley lo describe otra ley: la teoría electrodébil. Quizás esta ley se modifica en niveles donde las grandes teorías unificadas tienen prioridad, y así sucesivamente, hasta retroceder al inicio del universo.
Otro conjunto de preguntas importantes gira en torno al papel que desempeñan las matemáticas en la teoría física. ¿Es la naturaleza realmente matemática? ¿O las normas que diseñamos son sólo una especie de taquigrafía que nos permite describir el universo con el menor número de páginas posible? ¿Descubrimos las leyes de la física, o las inventamos? ¿Es la física simplemente un mapa, o es el territorio en sí?
Otro conjunto de preguntas importantes gira en torno al papel que desempeñan las matemáticas en la teoría física. ¿Es la naturaleza realmente matemática? ¿O las normas que diseñamos son sólo una especie de taquigrafía que nos permite describir el universo con el menor número de páginas posible? ¿Descubrimos las leyes de la física, o las inventamos? ¿Es la física simplemente un mapa, o es el territorio en sí?
También está otra cuestión importante relacionada con las leyes de la física y vinculada con el inicio mismo del espacio y el tiempo. En algunas versiones de la cosmología cuántica, por ejemplo, se debe postular la existencia de leyes físicas que existen, por así decirlo, antes del universo físico que se supone que deben describir. Esto atrae a muchos físicos que estudian los comienzos del universo hacia una filosofía neoplatónica, que defiende que lo que realmente existe son las ecuaciones matemáticas de la «teoría del todo» (por ahora desconocida), en vez del mundo físico de la materia y la energía. Por otro lado, no todos los cosmólogos se dejan seducir por esta perspectiva. Para los que son más pragmáticos, las leyes de la física son simplemente una descripción útil de nuestro universo cuya importancia reside simplemente en su utilidad.
Una teoría del todo estaría compuesta de un paso adicional de unificación de las leyes de la física hasta incluir la gravedad. El principal impedimento a esta teoría final es la falta de una teoría coherente de la gravedad cuántica. Hasta que no se construya esta teoría no se podrá unificar con las otras interacciones fundamentales. Ha habido muchos intentos de crear teorías del todo, que incluyen ideas tan extravagantes como la supersimetría y la teoría de la cuerda (o incluso una combinación de ambas, conocida como la «teoría de la supercuerda»). Está por ver si semejante unificación a gran escala es posible.
Sin embargo, la búsqueda de una Teoría del Todo también plantea interesantes preguntas filosóficas. Algunos físicos, Hawking entre ellos, considerarían la construcción de una teoría del todo como una lectura —en cierto modo— de la mente de Dios. O al menos piensan que revelaría los secretos internos de la realidad física. Otros científicos simplemente sostienen que una teoría física es sólo una descripción de la realidad, algo parecido a un mapa.
…debemos preocuparnos por la naturaleza de la explicación ofrecida por una teoría del todo. ¿Cómo explicará, por ejemplo, por qué la teoría del todo es como es y no se trata de otra teoría? En mi opinión, ése es el mayor problema de todos. ¿Puede una teoría basada en la mecánica cuántica ser de algún modo completa, cuando la teoría cuántica es de naturaleza impredecible?
Utilizamos teorías por el mismo motivo que utilizamos mapas: porque son útiles. El famoso plano del metro de Londres es sin duda útil, pero no es una representación particularmente exacta de la realidad física. Y tampoco necesita serlo. Y, en cualquier caso, debemos preocuparnos por la naturaleza de la explicación ofrecida por una teoría del todo. ¿Cómo explicará, por ejemplo, por qué la teoría del todo es como es y no se trata de otra teoría?
En mi opinión, ése es el mayor problema de todos. ¿Puede una teoría basada en la mecánica cuántica ser de algún modo completa, cuando la teoría cuántica es de naturaleza impredecible? Además, los avances en lógica matemática han levantado dudas sobre la posibilidad de que una teoría basada en cálculos matemáticos sea totalmente coherente. El lógico Kurt Gödel ha demostrado un teorema, conocido como «teorema de la incompletitud», que demuestra que cualquier teoría matemática siempre contendrá aspectos que no pueden demostrarse en esta misma teoría.
Hawking en perspectiva
Así, pues, ¿dónde nos lleva todo esto en la valoración del lugar que ocupa Hawking dentro del campo de la física y de la sociedad en general?
En primer lugar, y el siguiente comentario no pretende ser una crítica a Hawking ni desmerecer sus logros, resulta absurdo compararlo con Einstein y Newton. Estos científicos provocaron auténticas revoluciones en el campo de la ciencia y, cada uno a su modo, los cambios filosóficos que desencadenaron tuvieron un gran impacto cultural. Stephen Hawking no ha revolucionado, de ningún modo, su ámbito de estudio. Su trabajo a menudo ha sido brillante. Sus resultados han aportado nuevas perspectivas importantes sobre la forma en que funciona el universo. Ha desarrollado nuevas técnicas matemáticas y las ha aplicado a problemas que nadie había abordado antes. Se le considera acertadamente como uno de los teóricos contemporáneos más brillantes. Pero al margen de ello, la imagen pública es desproporcionada a su lugar en la historia de la ciencia física.
Gran parte de este libro se ha dedicado al trasfondo del trabajo de Hawking. En el transcurso de este estudio, se hizo mención de muchos físicos ilustres. En diciembre de 1999 la revista Physics World publicó los resultados de una encuesta a algunos de los físicos más destacados del mundo en el que se les pedía que nombraran a los cinco físicos que hubieran hecho las aportaciones más importantes en este campo. En total, se mencionaron sesenta y un nombres en las listas recibidas. El nombre que obtuvo la mayor puntuación fue Einstein con ciento diecinueve votos, seguido de Newton con noventa y seis. Maxwell (67), Bohr (47), Heisenberg (30), Galileo (27), Feynman (23), Dirac (22) y Schrödinger (22) figuraban en los diez primeros puestos. Sólo uno de los ciento treinta científicos colocó a Stephen Hawking en algún lugar de la lista. Aun así, a excepción de Einstein, Newton y Galileo, ninguno de los físicos que figuraban por encima de Hawking es un nombre conocido.
Hawking no ha revolucionado, de ningún modo, su ámbito de estudio. Su trabajo a menudo ha sido brillante. Sus resultados han aportado nuevas perspectivas importantes sobre la forma en que funciona el universo… Pero al margen de ello, la imagen pública es desproporcionada a su lugar en la historia de la ciencia física.
Podemos hallar indicios del origen del fenómeno Hawking en la carrera de Albert Einstein. Sus logros intelectuales eran claramente superiores a los de una persona normal, pero esto no le impidió convertirse en una celebridad mundial en los medios de comunicación. En mi libro Einstein and
the Total Eclipse, expliqué cómo en el caso de Einstein, los medios de comunicación no dejaban de ubicarlo al extremo de un enorme abismo intelectual que lo separaba del hombre común, y la gente respondió tratándole con un respeto que se suele reservar a los sacerdotes. A la gente no le importaba no entender exactamente lo que hacía Einstein, pero disfrutaban pensando que el intelecto del científico era superior al suyo.
Creo que con Stephen Hawking ha ocurrido un proceso muy similar. Hawking también trabaja en un campo muy ajeno a la vida corriente, y trata con conceptos muy distintos a muchas nociones de sentido común. El éxito de ventas de Historia del tiempo no significa necesariamente que las ideas de Hawking se entiendan de forma generalizada. Yo dudo incluso que la mayoría de las personas que han comprado el libro lo hayan leído. Pero el personaje de Hawking refuerza el elemento «sobrenatural» de su ciencia. Incluso la extraña voz artificial con la que habla lo convierte en una especie de oráculo que revela los secretos del universo. El ordenador que utiliza para componer sus oraciones le impide hablar rápidamente. Ha creado un curioso estilo propio de gnomos para solucionar este problema, lo cual no hace más que reforzar la sensación de misterio. También le cuesta participar en una conversación normal y corriente. Cuando Hawking habla, escuchas sin interrumpirle.
Apenas setenta años separan el ascenso de Einstein y Hawking al sacerdocio cósmico. Aunque existen similitudes entre ambos, también hay diferencias. Una es el papel de los medios de comunicación en sí. Einstein fue famoso antes de la popularización de la radio y la televisión. Hoy en día, el acceso a los medios de comunicación es mucho más rápido que en la época de Einstein, cuando los periódicos eran los vehículos principales de la comunicación de masas. El acceso instantáneo a los medios tiende a generar más ruido y una reacción más intensa, distorsionando y amplificando la importancia popular de una persona o suceso hasta que se pierde su condición original.
Otro cambio ha sido el desarrollo de la tecnología hasta un punto inimaginable en época de Einstein. No sólo la comunicación de masas, sino también la energía nuclear, la electrónica avanzada y la informática, la biotecnología y la medicina han experimentado avances espectaculares en el siglo XX. La tecnología ha alterado nuestras vidas de muchas maneras, en parte para bien, y en parte de forma que ha tenido un impacto negativo en la sociedad, produciendo alineación y resentimiento en algunas zonas. Actualmente, existe una reacción violenta y tangible contra esos campos de la ciencia que inciden en nuestras vidas diarias por medio de la tecnología que producen. ¿Cabe la posibilidad, por ejemplo, de que un físico nuclear o un biólogo que investigue los alimentos transgénicos reciba el tipo de reconocimiento que ha recibido Hawking? Creo que no. La lejanía de las ideas de Hawking de nuestro mundo cotidiano elimina cualquier sensación de amenaza proveniente de su ciencia.
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