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50

El año del búfalo. Entrevista a Javier Pérez Andújar.

Madrid
El ganador del Premio Herralde de Novela 2021 demoró 25 años para terminar de escribir esta obra. Su plan era convertir el libro, un objeto inanimado, de pulpa de celulosa, en un animal orgánico.
Laura L.B.

La novela que Javier Pérez Andújar quiso escribir desde siempre no alcanzó a ser libro ni publicarse sino 25 años después de que el autor la concibiera. Y le ha valido el Premio Herralde de Novela anunciado en noviembre de 2021.

Javier Pérez Andújar es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Siempre ligado a trabajos en salas de redacción, sus textos incluyen crónicas y ensayos. Se estrena en la ficción en 2007, con su primera novela Los príncipes valientes, en la que el cómic y la literatura popular cobran peso. Entre otros trabajos de ficción cuentan Catalanes todos (2014), una sátira sobre el patriotismo, Paseos con mi madre y La noche fenomenal.

El año del búfalo es una historia que se cuenta desde múltiples voces y es un reflejo del mundo actual, donde todos tienen una opinión y una manera de hacerla pública en las redes sociales.

Si hay un denominador común en el pensamiento que Pérez Andújar vierte en sus ficciones no es tanto la controversia cultural como el humor; la manera de contar las cosas.

Esta es una novela delirante, muy del subconsciente. Incluso parece una novela de culto para un grupo de lectores muy específico que quizás te han estado siguiendo todas tus novelas anteriores, tus escritos anteriores, tus columnas y están en sintonía con ese ritmo tuyo. Pero gana el Premio Herralde y entonces llega a muchos otros lectores.

Es verdad para que algo se convierta en una obra de culto debe reunir solo una condición: que no haga concesiones. Yo me propuse no hacer concesiones. Procuro no hacerlas nunca, pero en este libro me propuse no hacer más concesiones que el libro en si, darle lo que pedía, escribir para el libro, ni siquiera para mí ni para los lectores. Y eso quiere decir que solo me interesaba lo que funcionaba dentro del libro; era una máquina que había cobrado vida y actuaba por sí sola. Entonces no tenía que pensar si se va a entender, si pertenecía, si lo podía pillar alguien. Solo me importaba que dentro del libro tuviera un sentido. En ese aspecto es delirante una vez que te quedas fuera del juego, pero cuando estás dentro hay un mecanismo de control, no hay un delirio, hay un control de escritura.

Es una historia que se cuenta desde múltiples voces, pero es una polifonía que lleva una dinámica de opinión y respuesta. Esto pudiera ser un reflejo de la multiplicidad de voces que existe en estos tiempos en que todo el mundo tiene una opinión, un micrófono y publica en las redes sociales.

Tienes toda la razón. Y de hecho el espejo está enfrentado de cara a Twitter, es un libro muy tuitero porque son fragmentos breves que entre ellos se discuten, se comentan, se rebaten. Hay una mala idea muy propia de Twitter que está también en el libro, el resentimiento del comentado hacia el comentador, la lucha entre fragmentos es muy tuitera. Es verdad que esa polifonía sucia es muy propia de Twitter y está recogida en el libro.

Además, usas esos canales para mostrar las debilidades que estamos teniendo en esta época en la que todo el mundo quiere tener la razón. Los lectores estamos acostumbrados a leer notas a pie de página que ilustran la lectura, pero en tu libro estas notas son otra cosa, incluso jocosa, cuando los comentarios son accesorios, sin sentido. Es como si despojaras a la nota al pie de su función ilustrativa.

Se unen dos cosas que hemos comentado. Primero, es un reflejo del despropósito del comentario que también se ve en las redes, de alguien que comenta y no sabes por qué habla de una cosa cuando tu habías dicho otra. Pero también hay una impugnación del poder de la nota que tú has señalado, que es, bueno a ver qué dice esta nota, me va a ayudar. Pero en la escritura entendida como un gesto de rebeldía contra el poder, también impugna esa autoridad de las notas, el academicismo de quien se cree con derecho a conocer; aunque ese derecho sea legitimo a mí me gusta impugnarlo. Cada cual tiene sus medios, yo donde estoy más cómodo es con los hermanos Marx: el absurdo, el disparate.

Llega un punto en el que las notas toman el protagonismo en el libro, cuentan una trama diferente de la que se está contando con las psicofonías, cobran vida por sí mismas, añaden personajes. La nota desplaza los párrafos de la supuesta trama principal del libro. Puedes pasar varias páginas leyendo una nota al pie para luego regresar hacia atrás y poder seguir con la trama.

Es que es un libro que exige leer de una manera muy ordenada porque en realidad está pensado para que se lea normal. Tú lees la nota, sigues leyendo y ya está, es leer normal y corriente, pero de repente parece un delirio. Es como demostrar que siendo normal y corriente puedes conseguirlo todo, no hace falta ser extravagante porque hasta puedes parecer extravagante siendo normal y corriente. Pero esa lucha de las notas con el cuerpo de texto superior obedece a un plan.

Quería que el libro sufriera lo mismo que contaba, que en ese aspecto fuera orgánico. Y luego, en el diseño del libro que dices tú, que puede resultar aparatoso porque vuelves para atrás, pues ahí hay una reivindicación absoluta del libro de papel, del que salió de la imprenta de Gutenberg. Aquí no cabe el audio libro, impensable para editarse en audio libro.

El plan era convertir el libro, un objeto inanimado, de papel, de pulpa de celulosa, en un animal orgánico, y cómo lo intento es tratando de que al libro le pase físicamente lo mismo que está relatando. A través de las psicofonías el libro narra una serie de semblanzas de casos históricos, de evidencias que siempre obedecen al mismo patrón, que es una persona, alguien, un guerrillero, un rebelde que protesta contra el poder, lo conquista y acaba siendo derrocado. Bueno, pues al libro le pasa lo mismo, las notas se rebelan contra el poder del libro, lo conquistan pero acaban siendo derrocadas y vuelven a bajar. Quería que el libro sufriera lo mismo que contaba, que en ese aspecto fuera orgánico. Y luego, en el diseño del libro que dices tú, que puede resultar aparatoso porque vuelves para atrás, pues ahí hay una reivindicación absoluta del libro de papel, del que salió de la imprenta de Gutenberg. Aquí no cabe el audio libro, impensable para editarse en audio libro. No cabe el ebook porque sería mucho más complicado leerlo en un ebook. Es un libro que nació para el papel, está editado y se lee de una forma tradicional, es el libro más normal del mundo.

Bueno no es tan normal. El libro, la trama, las historias que escoges comentar con base en el año del búfalo y sobre todo 1973, casi todo lo que cuentas, si bien son hechos históricos, son más bien parte de una cultura popular o de una historia secundaria. El lugar común es esta referencia a lo que subyace, a lo marginal, a la historia ajena a lo que normalmente se conoce. ¿Por qué?

Está en el ADN de lo que cuento. Porque si se parte de la premisa de que la historia la escriben los vencedores y yo estoy escribiendo sobre perdedores – porque todos son sucesivamente perdedores- pues claro, te quedas en lo marginal. Pero no porque ellos sean marginales sino porque perdieron. Unos perdieron después de ganar, pero perdieron y todos son perdedores de la historia y respecto a sí mismos, porque anhelaban una cosa y se convirtieron en otra.

Se convirtieron en su peor enemigo, en lo que ellos mismos estaban combatiendo.

Eran gente que bajo el pretexto de salvar una nación la acaban humillando y explotando. Ese es otro discurso, el discurso político, no literario. Pero está ahí y desde el momento en que empiezas a escribir sobre perdedores acabas escribiendo sobre algo ajeno a la historia. Pero es porque la historia los ha excluido, solo admite hablar de sí misma, de cuando gana ella.

Los hemos olvidado porque la historia los dejó de lado, pero también porque los hechos que escoges narrar son muy inverosímiles. Invitas a que el lector también ponga lo suyo porque durante la primera parte del libro, el lector está todo el tiempo “invitado” a corroborar las historias. Y seguramente que la mayoría de los lectores va a ir a Google o Wikipedia para corroborar si esos datos son veraces.

Pero los encontrarán porque casi todos los datos los tomé de la Wikipedia. (Risas)

Y la Wikipedia también es marginal porque le da paso a todo el mundo, cualquiera puede usar Wikipedia para contar una historia, aunque no sea real.

Pero tiene mecanismos de auto impugnación, otra persona puede corregir. Claro que es muy peligroso manejarse. La Wikipedia es una cosa muy fácil para gente muy difícil, porque tienes que tener la cabeza muy bien amueblada, un instinto muy cultivado y darte cuenta de que te están engañando. Pero una vez que te manejas en ella es maravillosa porque está todo lo que quieras saber sobre cualquier cosa, solo tienes que saber desbrozar.

El libro no es más que un acto de escritura permanente, es una máquina de escribir que empieza a funcionar sola y está escribiendo todo el rato.  Y eso lleva a la lectura permanente; empiezas a leer y no tienes por qué dejar de leer. Realmente no pasa nada, pero están pasando miles de cosas pequeñas.

Las enciclopedias tradicionales, excepto las grandes como la británica o la Larousse que siguen teniendo una autoridad por la edición y por los redactores, el resto de las enciclopedias como las que teníamos en casa la gente normal, de familia modesta, eran fusilamientos de esas otras. La enciclopedia de seis tomos que yo tenía en mi casa era tan poco fiable como la Wikipedia.

También creo que los lectores de pronto se dan cuenta de que la veracidad, el hecho o de dónde lo sacó Javier para ponerlo en el libro, deja de ser lo más importante.  En algún punto el lector establece ese convenio con el autor cuando empieza a ver esa otra dinámica de las notas al pie.

Sí, es verdad que lo importante es el libro en sí, lo que está contando el libro y cómo funciona el libro y lo que sucede. El libro no es más que un acto de escritura permanente, es una máquina de escribir que empieza a funcionar sola y está escribiendo todo el rato.  Y eso lleva a la lectura permanente; empiezas a leer y no tienes por qué dejar de leer. Realmente no pasa nada, pero están pasando miles de cosas pequeñas. Lo único que puedo decir es que todo lo que estás leyendo, te doy mi palabra, te garantizo, que es material de primera, que lo he sacado de sitios buenos. Igual me han engañado, pero he ido a buscarlos a sitios buenos. Pero no es importante porque lo importante es el libro, pero aun así yo garantizo que no estamos trabajando con material averiado.

Creo que también una de las cosas que atrapa a tus lectores a continuar la lectura es el humor y reconociste que el humor en este libro va de la mano del absurdo. Cuando escoges narrar hechos ocurridos en 1973 tienes una gran cantidad de narraciones del tipo serio, como por ejemplo los libertadores que devienen en tiranos, pero también del tipo jocoso como el tema del bigote  o la anécdota del reloj de Mickey Mouse del emperador de Japón: historias absurdas que van poniéndole el humor…

¡Pero lo del reloj de Mickey Mouse es cierto!

En realidad, es como si fuera una historia contar la historia por alguien que ha sido superado por la historia, y por eso es absurdo. Entonces la historia es mucho más grande que él, mucho más potente, va mucho más allá, y que por mucho que la cuente y que la explique se queda en la anécdota, que es con lo que él puede trabajar. Porque en realidad es una persona que vive en un piso normal y corriente, no tiene una gran biblioteca, no puede hablar de grandes movimientos de la historia; puede hablarte del reloj, de esa curiosidad del reloj del emperador Hirohito. Pero es que cuando no llegas a comprender la historia no llegas a comprender el absoluto, acabas desconcertado por la anécdota, por lo pequeño, y eso parece ridículo, gracioso. Pero no sé, es una manera de participar de la historia también.

El humor es una constante en la novela. Incluso ese debate que hay entre los personajes en las notas al pie también da mucho para reírse y disfrutarlo. Un detalle que a mí me gustó muchísimo es lo que se refiere a la anfibología. En un principio estamos viendo cómo la traductora nos pone una nota para hacernos ver que ese escritor tenía siempre esa manía de explicar las cosas porque caía en la anfibología. Pero luego, la anfibología empieza a permear todas las otras voces: la madre del escritor, la traductora, incluso en otras notas todo el mundo termina por explicarse.

Es verdad que uno tiene la necesidad, el pudor de no haberse sabido explicar y quiere que se entienda bien. Pero sobre todo es que uno desconfía de las palabras, una vez que las has dejado ahí ves que no dicen exactamente lo que has dicho. Es como si las palabras también tomaran su propio discurso igual que las notas.

Uno desconfía de las palabras, una vez que las has dejado ahí ves que no dicen exactamente lo que has dicho. Es como si las palabras también tomaran su propio discurso igual que las notas. Hay una desconfianza permanente con lo que acabas de escribir, con lo que se ha dicho con las palabras.

Hay una desconfianza permanente con lo que acabas de escribir, con lo que se ha dicho con las palabras. La anfibología abre un abismo entre lo que quieres decir y el lenguaje y entonces lo que hace es cuestionar al hablante, no al idioma. Pensaba que igual esto iba a hacer que el libro no fuera traducible, pero que también era mucho pretender esperar que fuera traducible.

Qué fantástico que puedas reflejar todo ese mundo de las ideas en el libro sin contarlo en sujeto, verbo y predicado, sino mostrarlo en el libro por medio de su forma.  Estábamos hablando antes de cómo este libro lo pensaste para ser un libro en papel, cómo querías que el libro tuviera esa idea de animal orgánico.  ¿Es una oda a la forma literaria que al contenido literario? ¿Es una oda al experimento con las palabras y la estructura?

Sí, pero no tanto al experimento, aunque parezca experimental. Porque yo insisto en que es muy normal, es un libro con notas al pie de página y que sigues leyendo. Es una reivindicación radical del gesto, más que del acto, de escribir, escribir, escribir, escribir y seguir escribiendo. Es la reivindicación del fraseo como motor de la escritura.

Llevabas muchos años con esta novela allí en el cajón, dándole vueltas…

Es la primera que quise escribir, la primerísima que quise escribir, hace… yo qué sé… 25 años y la rescaté durante la pandemia.

Es decir que la pandemia fue el gatillo para que dijeras ahora o nunca.

Sí, es verdad, lo vi clarísimo. Es que siempre lo quería hacer y no me atrevía porque pensé que me iban a malinterpretar o a pensar que hacía ese libro porque no sabía hacer otro mejor. Pero en la pandemia, como rompimos con la realidad y con todo, ya no me sentí deudor de nada, ni de dar explicaciones. Estaba conmigo mismo y no dudé en absoluto. Otra cosa del libro que me gustaría explicar, a vosotros precisamente porque estáis en Estados Unidos, es que es un libro muy español. Supongo que se habrá notado. Eso sí que lo tenía claro porque lo que sucede, sucede muy en España. Aparte de las psicofonías que vienen de fuera y son sobre todo de los países que se llamaba entonces “En Vías de Desarrollo”, África y Asia, lo que sucede es en la España profunda, en los pueblos de Cuenca, en la España del franquismo y los ambientes son muy cerrados. Los personajes que salen son personajes reales como Gregorio Morán, personajes de la actualidad española.

Pero es un libro que trasciende fácilmente precisamente por la apuesta que hace del cambio de voces, del juego entre la nota y la trama supuestamente principal, todos esos signos de interrogación que nos vas dejando a medida que se lee. Creo que eso es lo que hace que este libro se pueda leer más allá de esas referencias locales específicas que tiene.

Es que la trama principal la ves cuando se acaba el libro. Al principio empiezas a leer y te desconciertas porque piensas que la trama principal es lo del garaje, luego piensas que no, que es la vida del escritor sueco, pero luego te das cuenta de que la trama principal es el libro en sí mismo, desarrollándose, la lucha del libro contra él mismo es la trama principal. Y de esa lucha trágica también hay una especie de discurso sobre la lucha por el poder y contra el poder, esa es la trama. No trata de demasiado, trata de lo que trata la vida, de aguantar.

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