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Edición
50

Memento Mori en la obra de Urs Fischer y el arte contemporáneo

Las esculturas de cera del artista suizo se crean para que las llaman las consuman. El recuerdo de la obra y unas cuantas fotos quedan como testigos de lo transitorio. El mañana no existe, solo el ahora.

Urs Fischer es un artista conceptual suizo conocido por sus esculturas e instalaciones a gran escala. Explorando materiales no permanentes y la cultura popular, el trabajo de Fischer evoca géneros históricamente asociados con la pintura, incluidos paisajes, desnudos y naturalezas muertas. Uno de sus principales intereses es el proceso espontáneo de creación y destrucción de materiales.

Nacido el 2 de mayo de 1973 en Zúrich, Suiza, Fischer estudió en la Schule für Gestaltung de Zúrich. Ha presentado tres veces en la Bienal de Venecia y participó destacadamente en exposiciones en el Centro Georges Pompidou de París, el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles y en otros centros internacionales. Fischer vive y trabaja en la ciudad de Nueva York y obras están incluidas en las colecciones del Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Colección de la Familia Rubell en Miami y el Museo Whitney de Arte Americano de Nueva York.

Vivir el momento, gozar cada segundo, ser uno mismo no importando las consecuencias, Carpe Diem. Estas son solo algunas de las frases que se utilizan hoy para tratar de elucidar el mundo en el que vivimos. Los acontecimientos se suceden unos a otros, el mañana no existe, solo el ahora. Sin embargo, esto no es un concepto nuevo. Una de las condiciones humanas más importantes es el ser mortal. El hombre siempre se ha cuestionado acerca del valor de la vida. A través de la muerte misma y de la incertidumbre de lo que sucede en el más allá, el hombre ha buscado la respuesta del aquí. La idea entre el vivir, el respirar, la capacidad de comunicarse, en contraste con la muerte, la inmovilidad y el silencio, ha incitado legajos de estudios y análisis. Una no existiría sin la otra.

El arte visto como instrumento de comunicación y de expresión, ha tratado también de mostrar la filosofía de este concepto durante los distintos periodos de la historia. Memento Mori es la expresión usual que se da a la representación de naturalezas muertas con elementos que muestran el pasar del tiempo: usando un esqueleto, o por lo menos una calavera, un reloj de arena, y objetos de lucro y poder, como la espada y la corona, o simplemente un ramillete de flores que se han cortado. Las flores lucen en un sencillo florero con mariposas frágiles pero refulgentes que vuelan alrededor haciendo hincapié en que a medida que las flores se vayan marchitando, los pétalos poco a poco irán cayendo al suelo. Esto es una metáfora de lo transitorio, lo que se esfuma. Un mensaje acerca de la vida y la muerte.

El artista suizo Urs Fisher, se remite a estas pinturas flamencas del siglo XVII presentándonos las mismas gestiones inherentes y constantes en el ser humano. ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestro propósito en esta tierra? ¿Por qué nacemos? ¿Cuál es nuestra razón de existir? y, sin embargo, las respuestas nos evaden. El tema de la trascendencia es una constante en las obras del siglo XVII en los Países Bajos, y siguen siendo una constante hoy en las obras contemporáneas.

Los cuestionamientos teológicos y filosóficos de lo que significa la vida pueden ser muy personales. Fischer pretende que cada espectador tenga su propia experiencia. No obstante, las tensiones mundiales, la visión de una sociedad decadente y una sensación de inestabilidad, agregan ansiedad a un sentido de crisis existencial que se sufre de forma generalizada. El arte por esa razón es puesto en tela de juicio.

Urs Fischer, no es el primero, ni será el último que cuestiona el arte y que alude a referencias históricas. Pero no cabe duda de que al crear esculturas de cera que serán consumidas por las flamas y que de ellas solo quedará el recuerdo y unas cuantas imágenes fotográficas, Urs cuestiona lo pasajero de la vida, el placer del hoy y del ahora, sin mirar al futuro.

Para los egipcios y para los griegos el arte provenía de los dioses, debía de perdurar una eternidad. De allí que los monumentos debían de construirse en piedra, los templos tendrían que subsistir el paso del tiempo y las esculturas tenían que ser monumentales. Lo fugaz, lo perecedero, le correspondía al hombre. No por ello, debemos dejar de lado a los muchos hombres ilustres que querían dejar huella. Piénsese en Ramsés II con sus enormes imágenes esculpidas, o en las esculturas del emperador romano Octavio Augusto. Pero el arte para los antiguos se refería a lo bello, lo contemplativo, algo para admirarse. El arte era la poesía y la literatura, mas no las artes plásticas, eso era visto como artes manuales que correspondía a los artesanos. Durante el Renacimiento italiano, las artes visuales comenzaron a ganar estatus y ya para la época barroca todas las iglesias requerían pinturas que emularan la vida de los santos. Durante siglos, el arte fue un instrumento para enaltecer.

A principios del siglo XX, la descripción de lo que se percibía como arte cambió radicalmente, y su ámbito empezó a abarcar la idea de que el arte es cualquier cosa que nos haga reaccionar. Hoy, el arte puede ser grotesco, vulgar, emotivo, crudo y a veces altivo.

Dentro de la filosofía nihilista, y la adopción del existencialismo, el arte acogió el concepto de destrucción y creación. No quiero decir que esto nunca se había realizado en la antigüedad, pues el mismo concepto de reencarnación y de resurrección vienen a hablar de lo mismo. Perséfone es raptada por Hades y cada año renace y regresa a la tierra durante la primavera, así como el dios mexica Xipe Totec, el desollado, es la metáfora de la tierra que en invierno muere y es necesario quitarle las pieles muertas para renacer. Pero la cuestión de lo efímero en el arte requiere nuestra a atención. Urs Fischer, no es el primero, ni será el último que cuestiona el arte y que alude a referencias históricas. Pero no cabe duda de que al crear esculturas de cera que serán consumidas por las flamas y que de ellas solo quedará el recuerdo y unas cuantas imágenes fotográficas, Urs cuestiona lo pasajero de la vida, el placer del hoy y del ahora, sin mirar al futuro.

La instantaneidad del paso del tiempo es un tema recurrente en su obra, ¿Quiénes somos? Somos seres que respiran, que comen y que defecan lo que han ingerido. Su obra de un retrete lleno de frutas frescas, semejan una naturaleza muerta. Pero es más que eso; las manzanas y naranjas se irán pudriendo a medida que pasa el tiempo. La obra de Urs es una referencia de las obras de Jan Brueghel o de Pieter Claesz donde la mesa servida con gran exuberancia es más bien un llamado de atención a los placeres terrenos. Fischer también hace una conexión directa con la famosa Fuente de Marcel Duchamp creada en 1917, donde un simple mingitorio cuestiona la razón de ser del arte, y de allí se convierte en el punto de partida para los nuevos conceptos artísticos. Fischer sigue la línea de Duchamp: uno toma un urinal y lo convierte en una fuente, y el otro toma un escusado y lo llena de fruta fresca, transformándolo en una naturaleza muerta, (claro, ¡presentada con humor!) Lo que hemos comido va a terminar en la letrina, y la fruta una vez que empiece a deteriorarse y comience el proceso de putrefacción se empezará a procesar químicamente exhalando vapores con terribles olores, lo mismo que las heces en un muladar.

Casi todas las religiones han intentado dar una respuesta a lo que sucede después de la muerte… el Ultimo Juicio, la Resurrección, el renacer, la reencarnación y otros conceptos que van más allá de la descomposición del cuerpo. Memento Mori, traducido libremente como “recuerda que eres mortal”, tiene una tradición pictórica que nace en la antigüedad griega como una cuestión filosófica. Aparece durante el medioevo en el arte funerario cristiano con las representaciones satíricas de la Danza Macabra. Este concepto evoluciona en lo que se conoce como Vanitas, el vacío, la nada, donde la muerte juega un papel preponderante y se representa como todo aquello que es superficial y material. Son todas las cosas que no nos llevaremos a la tumba.

Urs Fischer nos presenta un esqueleto que yace encima de una banca. Probablemente el sujeto ha muerto esperando a que pase el próximo autobús: ¿a dónde iba? ¿A dónde va ahora? En ocasiones en las obras de Fischer una gota de agua cae, en otras una manguera moja constantemente la escultura. El agua representa la vida y convierte la composición en una fuente. El artista contrasta vida y muerte, hace alusión al cuerpo humano y a la materia que se descompone al morir. En algunas obras una planta surge del suelo mientras que el esqueleto yace inerte. El agua siempre presente, escurre o gotea. Es el líquido precioso, el origen de la vida que no puede hacer mucho para humectar los huesos podridos del esqueleto que esta postrado para la eternidad.

Pero, no nos espantemos con imágenes grotescas de muerte y descomposición. En la Inglaterra victoriana estaba de moda usar joyería y relojes con motivos de calaveras y huesos; un constante recordatorio de lo que quiere decir ser humano, una visión pesimista de la vida, o una llamado de atención para vivir la vida y encontrar el joie de vivre. Arnold Böcklin, pintó su autorretrato con la imagen de la muerte acechando sobre su hombro, el esqueleto toca el violín mientras el artista se mira y toma su paleta y pincel para pintarse (Alte Nationalgalerie, Berlín 1872). Böcklin como Fischer, cuestionan la vida y la muerte. Se observan, se analizan, se representan a sí mismos y se presentan como un signo de interrogación. Fischer se reinventa constantemente usando mecanismos que mueven brazos, toma moldes de sus manos y brazos y se transforma usando la fotografía como medio de comunicación. Todo ello conlleva  una intención de profundizar en la significación del hombre dentro del universo y preguntarse cuál es el rol del artista dentro de la sociedad actual.

Más que respuestas, Urs Fischer genera preguntas. ¿Para qué sirve dejar un legado? ¿Por qué el hombre quiere trascender? ¿Cuál es la razón que los humanos quieren dejar su impronta en este mundo? ¿Por qué queremos que se nos recuerde? Queremos que nuestros herederos preserven nuestra memoria, lo que fuimos. Un retrato, una fotografía, una reliquia familiar. ¡Urs Fischer no quiere dejar nada! Nos muestra una vela que se consume, una escultura barroca que representa un mito clásico como es del Rapto de las Sabinas de Giambologna (Loggia de Lanzi en Florencia 1574-82), a la cual transforma en una escultura de cera. La flama arde, la obra se transforma, se derrite ante nosotros, se esfuma, es un arte efímero, ¿es un arte de destrucción? ¿Un arte de regeneración, acaso? ¿Qué queda de él? La cera esparcida sobre el suelo se recoge, se recicla, y se reutiliza para volver a reproducir la misma imagen. Fischer representa un producto de nuestro tiempo, lo actual, el ahora, sin pasado ni futuro, satisfacción instantánea que desaparece y que resurge en otro contexto, en un ámbito nuevo, donde permite volver a soñar por un segundo para luego olvidar en el instante.

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