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Edición
50

El juego, la natural motivación de los niños de descubrir y aprender

Entrevista al Dr Peter Gray
Boston
¿Por qué creemos que es más valioso lo que un niño aprende en un aula que lo que pueda descubrir por sí mismo y jugando con otros? ¿Sabemos lo que un niño pierde cuando la mayor expectativa está puesta en su rendimiento académico?
Ashton Bingham

Las jóvenes familias de hoy viven bajo la presión de preparar a sus hijos para un mundo ferozmente competitivo y se esfuerzan por brindarles las mayores ventajas. La educación se torna el centro de la vida de los niños y jóvenes en pos de asegurar el futuro. Las largas horas en la escuela y las obligadas actividades extraescolares cuando las clases acaban, dejan a los niños sin tiempo libre para relajarse, encontrarse con otros chicos y jugar. Y, a partir de combinar más horas de estudio con menos actividad lúdica, el escenario cambió. En las últimas décadas la ansiedad, depresión y otros diagnósticos se instalaron en la infancia cuando el juego disminuyó notablemente.

¿Por qué le damos más valor a lo que un chico aprende sentado en un aula que a la experiencia de lo que pueda descubrir por sí mismo y jugando con otros?
¿Tenemos idea de lo que un niño pierde cuando la mayor expectativa está puesta en su rendimiento académico?
Entrevistamos al Profesor Peter Gray PhD[1], investigador de Psicología de la Evolución, especialmente aplicada al juego, para conversar sobre la relación entre juego y aprendizaje como pilares de la formación de un niño.

¿Cómo surgió el interés por el juego y la socialización?

Mi interés por el juego llegó de forma secundaria a mi interés por la educación. Cuando mi hijo se rebeló en la escuela, me convenció de que necesitaba un tipo de educación diferente a la que le daba una escuela suburbana estándar. La mayoría de la gente pensaba que esa era una buena escuela, pero él la odió y, con sus nueve años, dijo que no continuaría yendo. Iba a fracasar si tenía que estar allí y llegó un punto en que tuvimos que encontrar algo diferente. Así que he estado investigando no sobre el juego o el desarrollo infantil. Hacía tiempo estaba haciendo un tipo de investigación sobre la unión de ciertas hormonas en el cerebro, pero las protestas nos llevaron a su madre ya mí a inscribirlo en una escuela muy alternativa, muy diferente, donde los niños son libres de hacer lo que quieran, de aprender a su manera. Estaba feliz de que él fuera feliz, pero me preocupaban los efectos de esto a largo plazo. ¿Sería capaz de pasar a la educación superior a partir de esto? Así que me interesé en cómo aprenden los niños en este entorno.

Noté que el juego, la curiosidad y las formas naturales de los niños de satisfacer su necesidad de aprender sobre lo que los rodea y sobre sí mismos transcurren a la vez que adquieren las habilidades que necesitan para desempeñarse bien en el mundo en el que están creciendo.

Primero hice un estudio de los graduados de la escuela y lo publiqué en una revista de educación que mostró que, aunque esos egresados no hayan hecho nada parecido a la escuela convencional, les estaba yendo muy bien en el mundo, y si lo desean, van a la educación superior. Esto va muy en contra de lo que la mayoría de la gente cree en nuestra cultura. Después me interesé en cómo aprenden los niños en este entorno. Eso me llevó a concentrarme en lo que están haciendo allí y, en su mayor parte, están jugando, están explorando, están haciendo lo que naturalmente esperarías que hicieran los niños. Es un entorno con muchas oportunidades de aprendizaje, hay muchos niños con quienes jugar y cosas emocionantes que hacer. Entonces, según cualquier definición significativa de educación, se están educando.

Eso me llevó al camino de la investigación y la escritura en la que he estado involucrado durante los últimos 35 años. Noté que el juego, la curiosidad y las formas naturales de los niños de satisfacer su necesidad de aprender sobre lo que los rodea y sobre sí mismos transcurren a la vez que adquieren las habilidades que necesitan para desempeñarse bien en el mundo en el que están creciendo.

¿Cuáles eran las características de esa escuela, diferente a la tradicional, que encontró para su hijo en ese momento?

La escuela todavía existe; ha estado allí durante 54 años, se llama Escuela del Valle de Sudbury en Framingham, MA. Pero ahora hay muchas escuelas en todo el mundo siguiendo ese modelo. Es una escuela donde hay niños, generalmente desde los 4 años, que son los más jóvenes que aceptan, hasta la edad típica de la escuela secundaria de 17, 18, 19 años. Los niños no están separados por edad y pueden interactuar libremente durante todo el día. No están asignados a ningún espacio, no se les da un nivel de grado, había estudiantes de primaria y estudiantes de secundaria juntos. El personal son los miembros adultos de la comunidad, estás capacitados y tienen conocimientos en varias áreas, pero no se ven a sí mismos como maestros. Creen que la educación ocurre todo el tiempo en el curso natural de la vida. Ellos son responsables de las cosas que se necesita que haga un adulto, se ocupan de la ciudad asegurándose de que la escuela esté debidamente registrada, se ocupan de los padres, etc.

No hay requisitos académicos para ser estudiante allí. Lo único que tienes que hacer es demostrar que eres lo suficientemente responsable como para seguir las reglas de la escuela. Todas las reglas de la escuela se deciden democráticamente mediante una votación en la que los estudiantes y miembros del personal son iguales. Ninguna de las regulaciones tiene que ver con el aprendizaje sino con el comportamiento requerido para que las personas se lleven bien. Como en cualquier comunidad, no se puede hacer algo que lastime a otra persona o destruya la propiedad. Si un niño pequeño que saca un juguete o una persona mayor usa materiales de arte, es su responsabilidad guardarlo cuando haya terminado. Hay reglas de seguridad para que los adultos no sigan a los niños, hay que confiar en los niños. En este entorno, hay que confiar en que incluso los niños de cuatro años no saldrán a la calle ni se perderán en los bosques adyacentes a la escuela. El único requisito es una semana de visitas en la que el personal observa para asegurarse de que el potencial estudiante sea lo suficientemente responsable como para seguir las reglas para estar seguros allí, que sean capaces de cuidarse a sí mismos.

Esto me ha llevado a desarrollar una visión de la educación y la naturaleza de los niños que es bastante diferente de la visión dominante de nuestra cultura actual, pero que no es muy diferente de la idea que existió durante la mayor parte de la historia humana.

La experiencia con esta escuela me llevó a investigaciones y estudios posteriores de niños que se educan en el hogar, en ese momento denominada «desescolarización», donde los padres facilitan el interés del niño en lugar de prescribirles un plan de estudios. Mi investigación sobre los adultos que no asistieron a la escuela tradicional también muestra que les va muy bien en el mundo cuando crecen. Esto me ha llevado a desarrollar una visión de la educación y la naturaleza de los niños que es bastante diferente de la visión dominante de nuestra cultura actual, pero que no es muy diferente de la idea que existió durante la mayor parte de la historia humana. También he estudiado cómo crecen los niños en culturas de cazadores-recolectores, y es muy similar. Los niños juegan, exploran, observan y prestan atención a lo que sucede a su alrededor y lo incorporan. Están aprendiendo continuamente, y en su juego, están practicando todas las habilidades necesarias para la cultura.

Los niños, a lo largo de la evolución, están naturalmente diseñados para aprender de esta manera y lo que hace la Escuela del Valle de Sudbury es proporcionar un escenario excelente para que operen esos instintos. Allí se ofrece un escenario que no necesariamente está presente de otra manera en nuestra cultura, hay muchos niños con quienes jugar, algunos adultos amables responderán sus preguntas, existe la oportunidad de usar las herramientas y, quizás lo más importante, hay un grupo de distintas edades. Los niños están diseñados para aprender de otros niños y el aprendizaje es mejor cuando hay un rango de edades; los más pequeños aprenden nuevas habilidades de los mayores, quienes a la vez practican actividades creativas y se nutren en la interacción de cuidar a otros niños.

Algunas características que menciona sobre la Escuela del Valle de Sudbury parecen escuelas Montessori, pero me llamó la atención que no hay maestros dentro de esa escuela…

Las escuelas Montessori están un poco en esa dirección, pero no van tan lejos, porque sus maestros todavía se ven a sí mismos como responsables de los niños, aunque enfatizan el juego y las interacciones lúdicas. La mayoría de las escuelas Montessori son solo para niños más pequeños, pero hay oportunidad de mezclar las edades, y también se reconoce que los niños aprenden mejor unos de otros. Así que hay algunas similitudes y las escuelas Montessori son mucho más aceptadas. También se da el caso de que las escuelas Montessori varían mucho de unas a otras, porque no hay una definición clara del sistema, no todas son coherentes con la filosofía de María Montessori.

La visión dominante acerca de los niños se corresponde con una educación tradicional basada en actividades planificadas y estructuradas. ¿Qué impide que nuestra cultura confíe en la curiosidad de los niños y en la capacidad de aprender por sí mismos?

Yo escribí sobre la historia de la escolarización, lo cual es fascinante. ¿Por qué tenemos escuelas así estructuradas? ¿Por qué creemos que los niños solo pueden aprender si los obligamos? Les exigimos que aprendan. Si lo piensan bien, aunque suena duro, las escuelas son prisiones. Se requiere que los niños estén allí, sus derechos humanos fundamentales les son arrebatados mientras están en la escuela. No se les permite hablar a menos que se les pida, no se les permite levantarse y caminar cuando les plazca y ni siquiera pueden ir al baño sin pedir permiso. Se les dice exactamente qué hacer y qué pensar y fallan la prueba cuando tienen una opinión es diferente.

Los niños juegan, exploran, observan y prestan atención a lo que sucede a su alrededor y lo incorporan. Están aprendiendo continuamente, y en su juego, están practicando todas las habilidades necesarias para la cultura.

Estas son las cosas que mi hijo odiaba de la escuela y fue capaz de articularlo y rebelarse. La mayoría de los niños no se sienten lo suficientemente empoderados para expresarlo, aunque, en algún nivel, perciben que no están siendo tratados como seres humanos decentes cuando están en la escuela. Pero ¿cómo sucedió esto?
Si observa la historia, las escuelas tal como las conocemos hoy en día, obligatorias, con un plan de estudios prescrito para el talento y clasificadas por edad, han existido durante unos 100 años. Se hicieron prominentes en la provincia alemana de Prusia, en el siglo XVII y dominaron estado de Prusia en el siglo XVIII. En las primeras colonias estadounidenses, algunas escuelas fueron modeladas a partir de las escuelas prusianas. El surgimiento del protestantismo condujo a este tipo de escuelas que tenían tres propósitos principales. El primero era enseñar a leer porque los protestantes, a diferencia de los católicos, creían que era importante que los niños pudieran leer la Biblia por sí mismos, el propósito de la lectura era leer la Biblia. El segundo propósito era creer en la Biblia. Estas eran escuelas protestantes, claramente fundamentalistas, y pensaban que estaban salvando las almas de los niños enseñándoles a leer y creer en la Biblia. Y el tercer propósito era enseñar obediencia.

En ese momento de la historia, los protestantes creían que el libre albedrío conduce a la pecaminosidad y que debía ser expulsado. Las escuelas eran el lugar para hacer eso, para aprender a leer, conocer la Biblia y memorizar pasajes para repetirlos. Si se desobedecía al maestro te golpeaba, esa era la naturaleza de las primeras escuelas. Gradualmente hubo una evolución, a medida que el poder de la religión se desvanecía y el poder de los estados aumentaba y los gobiernos se apoderaron de esas escuelas. Prusia abrió el camino en esto cuando el gobierno se hizo cargo de las escuelas. En los Estados Unidos y las colonias, especialmente después de la Revolución Americana, los estados comenzaron a apoderarse de las escuelas, convirtiéndolas en estatales. Ya no se instruía sobre doctrina religiosa, pero mucho de lo que se enseñaba tenía que ver con las cosas que el estado creía importantes: el patriotismo, la creencia de lo extraordinario que son los fundadores de tu país, lo terrible que son los demás países y qué maravilloso es tu idioma. Eso se convirtió en una especie de plan de estudios de esas primeras escuelas. Luego la lectura y una cierta cantidad de matemáticas y aritmética se volvieron esenciales. Pero la forma principal de hacer escuela se mantuvo, estaba bien diseñada para el adoctrinamiento y el entrenamiento de la obediencia, eso no cambió con el tiempo, estaba bien planeado.

En la escuela dan una tarea que tienes que hacer. La única manera, especialmente hoy, de fracasar en la escuela es no hacer lo que te piden que hagas, si lo haces aprobarás, ni siquiera tienes que hacerlo muy bien para pasar. Así que no importa lo que digamos sobre las lecciones escolares, la tarea principal, incluso hoy, es la obediencia. Ahora ya no golpean físicamente a los niños en la escuela, aunque hay algunos estados del sur de los Estados Unidos donde el castigo corporal todavía es legal. En cambio, usamos otros medios de castigo y les hacemos hacer las tareas. Los avergonzamos, los ponemos en competencia unos con otros, los clasificamos públicamente de varias maneras y hacemos que las personas se sientan mal de una forma u otra si no están haciendo lo que se supone que deben hacer. Primero, los maestros informan a los padres, y luego los padres presionan a los niños, así que hacemos todo lo que podemos menos golpear a los niños para que hagan esas tareas escolares.

Pero si es un niño rebelde que dice: «esto es una tontería, tengo cosas mejores que hacer, ni siquiera es cierto lo que el maestro quiere que escriba, creo que sé algo que el maestro no sabe», ese tipo de niño no va a tener éxito y es probable que obtenga algún tipo de diagnóstico. Supongamos que es el tipo de persona que simplemente no puede hacer un trabajo que parece aburrido e irrelevante, entonces empieza a hacer otras cosas en el salón de clase; en ese caso, es probable que le diagnostiquen TDAH[2] y tal vez le den un fármaco que tenga el efecto de llevarlo a ser menos impulsivo y más capaz de sentarse y hacer lo que le dicen que haga.

Creo que esa es la historia de por qué las escuelas son lo que son. Casi todos nosotros fuimos a la escuela cuando éramos niños, también nuestros padres y abuelos, y es difícil imaginarnos cómo sería no ir, porque forma parte de la cultura creer que ir a la escuela es esencial para crecer. No vas a aprender nada; no vas a crecer; no vas a poder conseguir un trabajo; no vas a ser un ser humano adulto decente si no vas a la escuela, es la creencia común y mientras no se desafíe, se refuerza a sí misma. Todo el mundo va a la escuela, y las únicas personas que no van son los que consideramos delincuentes o con otro tipo de problemas que los llevan a no asistir, y entonces no les va bien en el mundo.

Ha sido interesante observar a las familias que hicieron una elección deliberada. «Mi hijo no va a la escuela tal como la conocemos», «Mi hijo seguirá sus intereses y yo lo apoyaré». Estas familias acompañan la forma natural de aprender de sus hijos, su tendencia a jugar de manera entusiasta, su curiosidad espontánea y el deseo de explorar las cosas; fomentan el deseo genuino del niño de socializar y aprender lo que saben los demás, prestando atención a lo que hacen los mayores; dejan que esas tendencias naturales florezcan en lugar de reprimirlas como hacemos en la escuela. Y resulta que cuando la gente hace eso, funciona.

Supongamos que es el tipo de persona que simplemente no puede hacer un trabajo que parece aburrido e irrelevante, entonces empieza a hacer otras cosas en el salón de clase; en ese caso, es probable que le diagnostiquen TDAH[1] y tal vez le den un fármaco que tenga el efecto de llevarlo a ser menos impulsivo y más capaz de sentarse y hacer lo que le dicen que haga.

[1] Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad

Este sistema educativo tradicional tiene consecuencias, como la desmotivación y el aburrimiento…

Creo que, en los Estados Unidos, en los últimos 60 años, las escuelas se han vuelto más opresivas, también en gran parte de Europa. En primer lugar, la jornada y el año escolar escolar se alargaron. Cuando era estudiante de primaria, el día en la escuela era más corto y el año escolar tenía cinco semanas menos que el actual; de las seis horas que íbamos teníamos dos para jugar, media hora de recreo por la mañana, otra media hora por la tarde y una hora completa de almuerzo. Solo estuvimos adentro durante cuatro horas. No estoy seguro de que todas las escuelas fueran así, pero los datos muestran que había mucho más recreo y libertad para que los niños hicieran cosas creativas en la escuela. Hubo una especie de movimiento dentro de la educación que entendía que los niños necesitanban la oportunidad de hacer cosas creativas, de jugar. Y, además, en la primaria no había tarea, entonces la escuela terminaba cuando terminaba la jornada escolar. Crecí teniendo más tiempo para jugar al aire libre con otros niños, contando con todo el verano, con los fines de semana, con el tiempo después de la escuela para desarrollar pasatiempos y seguir mi propio interés. En ese momento había mucho tiempo para ser niños y hacer las cosas que a ellos les gusta hacer. Hoy eso es cada vez más difícil para nuestras familias porque la escuela ocupa tiempo después del día escolar y también se volvió más restrictiva.

Otra consecuencia del actual sistema escolar es que tenemos hiperinflación de diagnósticos en la infancia. Lo observo en mi práctica clínica con niños. ¿Cuál es su impresión de eso?

Uno de los resultados es que la escuela se ha convertido en un ambiente que muchos no pueden manejar. Los niños generalmente son muy resistentes y complacientes, por lo que tal vez incluso la mayoría de ellos puedan soportarlo. Eso no significa que les guste ni que sea bueno para ellos. Pero otros niños simplemente no pueden o no quieren manejarlo. El escenario actual dista demasiado de un entorno que se ajuste a la forma de ser de cada uno. Algunas personas son más impulsivas y menos complacientes, otras son más reflexivas, más pasivas o muy enérgicas, y algunas se inclinan a ser obedientes, un poco rebelde o muy rebelde. La escuela no se acomoda a esas diferencias, independientemente de quién seas, se espera que hagas las mismas cosas que los demás, y eso es más cierto hoy que en el pasado. En el pasado había más posibilidades de adecuarse porque los maestros dirigían el salón de clases y podían decidir qué hacer, entendían las diferencias entre los chicos y las permitían hasta cierto punto. Pero ahora, con «Ningún niño se queda atrás»[3], con las pruebas estandarizadas, los maestros ya no pueden hacer eso. El resultado es que no importa quién seas ni cuáles sean tus inclinaciones, se espera que hagas lo mismo que todos los demás. Y si por alguna razón no lo haces, la escuela, en lugar de decir que hay algo mal en nuestro sistema, que no te estamos acomodando bien, dicen que hay algo mal contigo. Le hacen una prueba de TDAH[4], o el niño tiene una discapacidad de aprendizaje, dislexia o disgrafía, o algún problema que hace que no sea posible que apruebe. En algunos casos, se recetan medicamentos, en otros se prescribe algún programa especial, pero no porque se trate de trastornos reales.

El escenario actual dista demasiado de un entorno que se ajuste a la forma de ser de cada uno. Algunas personas son más impulsivas y menos complacientes, otras son más reflexivas, más pasivas o muy enérgicas, y algunas se inclinan a ser obedientes, un poco rebelde o muy rebelde. La escuela no se acomoda a esas diferencias, independientemente de quién seas, se espera que hagas las mismas cosas que los demás, y eso es más cierto hoy que en el pasado.

La gente quiere creer que todo esto está en el cerebro, y por supuesto que lo está, cualquier diferencia está en el cerebro. Tú y yo tenemos personalidades diferentes porque tenemos cerebros diferentes. Pero eso no significa que haya algo malo en tu cerebro o en el mío, simplemente tenemos necesidades diferentes. Pero, si el cerebro de alguien es tal que el entorno escolar no se adapta a ellos, decimos que es un trastorno, que hay algo mal con eso y que se necesita algún tratamiento que le permita hacer lo que todos los demás están haciendo en la escuela. Es por eso por lo que hay tanto diagnóstico, no es que sean trastornos reales; solo que estas son situaciones en las que la diversidad humana normal conduce al hecho de que algunas personas simplemente no pueden o no quieren tolerar el entorno escolar.

El uso de medicamentos para niños y jóvenes aumenta, y a veces es misma la familia quien lo pide sin evaluar el contexto del problema. ¿Será que hoy los padres están disponibles para acompañar a sus hijos a desarrollar la curiosidad y la autonomía?

Es una cosa muy interesante. Los padres a menudo buscan el diagnóstico y medicamentos para ayudar a sus hijos a tener éxito en la escuela. No los culpo por eso, es comprensible porque tenemos una sociedad que constantemente nos dice lo importante que es funcionar bien en la escuela mientras la familia recibe mensajes de que a su hijo está reprobando. La mayoría de las personas creen que el éxito en la escuela es el boleto para una vida adulta decente, para ir a la universidad y luego obtener un buen trabajo. Todos los padres quieren que sus hijos tengan una buena vida, por eso es entendible que hagan cualquier cosa, incluso darle un medicamento que el niño no quiere tomar. Sé que muchos niños que toman medicación para el TDAH dicen que los hace sentir mal, pero aún así los toman porque les ayuda a desempeñarse mejor en la escuela.

Por otro lado, un número creciente de familias reconoce que existe otra forma, que consiste en sacar a su hijo de la escuela, y lo están haciendo. No se opta mucho por escuelas como Sudbury Valley porque para la mayoría cuesta demasiado dinero, aunque algunas tienen matrícula variable e incluso gratuita, pero solo existen en ciertas áreas, por lo que la alternativa más común hoy en día es la educación en el hogar.

si el cerebro de alguien es tal que el entorno escolar no se adapta a ellos, decimos que es un trastorno, que hay algo mal con eso y que se necesita algún tratamiento que le permita hacer lo que todos los demás están haciendo en la escuela. Es por eso por lo que hay tanto diagnóstico, no es que sean trastornos reales; solo que estas son situaciones en las que la diversidad humana normal conduce al hecho de que algunas personas simplemente no pueden o no quieren tolerar el entorno escolar.


El COVID también jugó un papel en ello en los últimos años. Los niños estaban en casa durante la pandemia y muchos padres e hijos descubrieron que podían aprender mejor que en la escuela, que estaban más felices y que podían encontrar todo tipo de cosas emocionantes para hacer y conectarse con la cultura. Incluso antes de COVID, la cantidad de familias en los Estados Unidos que estudiaban en el hogar ya había aumentado, pero se duplicó durante la pandemia. A veces, las personas piensan que la educación en el hogar es solo para familias relativamente acomodadas, con padres con educación universitaria, pero cada vez más son las familias de menos recursos la que se adhieren. El aumento más considerable en la educación en el hogar fue entre las familias negras, que se disparó de un 3% antes de COVID hasta el 16%, en Estados Unidos. Y los informes de varios estados indican que continuarán con la educación en el hogar.

Creo que lo que ha pasado es que muchas personas cuyos hijos reciben algún diagnóstico deciden educarlo en casa porque sienten que pueden lidiar con las diferencias y entender al niño mejor que en la escuela. Déjame darte dos ejemplos con un pequeño tipo de estudio de investigación informal. A través del blog que escribo para Psychology Today, publiqué un mensaje: «Busco familias donde el niño recibió un diagnóstico de TDAH mientras estaba en la escuela, pero lo sacaron para educarlo en el hogar. Quiero saber cómo funcionó eso». Muchas personas dijeron que estaban en esa situación y analicé esas historias. Descubrí que, en casi todos los casos, el niño podía dejar los medicamentos para el TDAH una vez que no estaba en la escuela. Los padres dijeron que el niño podía prestar atención, que aprendía muy bien en casa, que lo hacía a su manera y siguiendo sus intereses. Entonces, no es que el niño no pueda prestar atención, sino que solo necesita estar más a cargo de sus actividades. No es tan probable que haga algo tal como le dices que lo haga.

Hice algo similar con la dislexia, otro diagnóstico generalizado en los Estados Unidos. La gente quiere decir que la dislexia es una diferencia cerebral; tal vez lo sea. Pero el hecho es que a nadie se le diagnostica dislexia mirando su trabajo, sino porque han asistido a clases regulares en la escuela para enseñarles a leer y no han aprendido. Entonces la escuela dice: «Esto no es culpa nuestra. Les hemos estado enseñando a leer, otros niños ya aprendieron, esto significa que debe haber algo mal en el cerebro de este niño, y lo llamaremos dislexia».

en casi todos los casos, el niño podía dejar los medicamentos para el TDAH una vez que no estaba en la escuela. Los padres dijeron que el niño podía prestar atención, que aprendía muy bien en casa, que lo haceía a su manera y siguiendo sus intereses. Entonces, no es que el niño no pueda prestar atención, sino que solo necesita estar más a cargo de sus actividades. No es tan probable que haga algo tal como le dices que lo haga.

En otra publicación de blog pregunté: «¿Tiene un niño al que le diagnosticaron dislexia mientras estaba en la escuela pública y lo llevó a educar en casa? Si es así, ¿qué sucedió?» En este caso era un número relativamente pequeño, alrededor de 11 o 12 familias, pero cada uno de ellos dijo que su hijo aprendió a leer cuando lo sacaron de la escuela. Dijeron que no tenían que presionarlos porque la idea de leer les daba ansiedad, el niño se avergonzaba, tenía miedo de leer en clase y ni siquiera quería hablar de lectura. Estos padres tuvieron que pasar por un período en el que ellos le leían al niño, pero no le pedían que leyera y hubo que esperar hasta que el chico quisiera hacerlo. Y esos niños aprendieron a leer, algunos bastante rápido, solos, otros fueron más lento y necesitaron asistencia; solo dos o tres usaron los programas diseñados para ayudar con dislexia.

Permítanme darle otro ejemplo de cuando nuestras escuelas producen estos fenómenos. Los trastornos se fabrican en parte para explicar por qué los niños no están aprendiendo en la escuela típica. En Tennessee se llevó a cabo un importante estudio experimental, bien controlado, de preescolar para niños de familias en situación de pobreza. Era un preescolar académicamente orientado que iba a enseñarles habilidades de lectura, números y mejoraría las escuelas para que tuvieran una ventaja en el jardín de infantes y el primer grado. Los maestros estaban bien pagados y altamente calificados. Se formaron dos grupos, uno que tuvo la capacitación preescolar y el otro que solo estaba en casa con sus familias de bajos ingresos durante esos años. Luego utilizaron a profesores universitarios que hicieron este estudio y siguieron a los niños hasta sexto grado. Descubrieron que, en sexto grado, los que estaban en este programa tenían 50% más probabilidades de tener un trastorno de aprendizaje diagnosticado. La dislexia es probablemente el trastorno central. Las calificaciones en la escuela en promedio, las puntuaciones en las pruebas estandarizadas fueron significativamente más altas para los que no estaban en el programa. Tennessee también diagnostica a los niños como superdotados si obtienen una puntuación superior a cierto nivel en algunas pruebas de coeficiente intelectual. Esos niños en el programa tenían un 50 % menos de probabilidades de ser superdotados en sexto grado, comparados con los que quedaron en casa. En las mediciones socioemocionales, a los niños que no estaban en el programa les iba mejor.

Es que, a medida que impulsamos la formación académica demasiado pronto, los niños no tienen interés, no entienden, lo hacen porque están obligados, estamos creando bloqueos de aprendizaje, trastornos de aprendizaje, ansiedad y quemamos a los niños por la escuela incluso antes de que comiencen la escuela real. Estamos haciendo esto cada vez más.

Es que, a medida que impulsamos la formación académica demasiado pronto, los niños no tienen interés, no entienden, lo hacen porque están obligados, estamos creando bloqueos de aprendizaje, trastornos de aprendizaje, ansiedad y quemamos a los niños por la escuela incluso antes de que comiencen la escuela real. Estamos haciendo esto cada vez más. Cuando yo era niño, la mayoría de las escuelas no tenían jardín de infantes, y las que tenían eran un lugar para jugar. Kindergarten proviene de la palabra alemana, un jardín para los niños, un lugar para jugar, pero alguien tuvo la brillante idea: «Empecemos a entrenar a los niños en el jardín de infantes». Muy pronto, el jardín de infantes se convirtió en primer grado, y ahora el preescolar es para capacitarlos para que estén listos, no es solo un lugar para jugar, es para hacer esta hoja de trabajo pasiva y, a veces, para llevar tareas a casa. Todos deberíamos darnos cuenta de que esto es indignante, son pequeños, no deberían ser obligados a hacer este tipo de trabajo. Están diseñados para jugar, divertirse, reír y explorar; así es como aprenden sobre letras y números. Juegan con cosas y aprenden números cuando cuentan cosas mientras juegan, pero cuando los obligamos a hacer estas lecciones, van tan en contra de su naturaleza que los dañamos.

Ya no hay tiempo para la niñez. Al mismo tiempo, los padres trabajan y necesitan que sus hijos pasen muchas horas en la escuela. ¿Cómo podríamos repensar la enseñanza y el aprendizaje en este escenario? ¿Podemos hacer algo más allá de las escuelas no tradicionales o la educación en el hogar?

Realmente necesitamos lugares donde los niños puedan estar lejos de sus familias. Eso es bueno por un tiempo determinado, ellos necesitan conocer a otras personas, encontrar lugares donde haya otros niños y aprender a llevarse bien con otros adultos, no solo con sus padres. Y los padres necesitan lugares donde los niños puedan estar mientras van a trabajar, pero deben ser espacios amigables para sus hijos, lugares a los que los niños quieran ir con entusiasmo. Deberían ser áreas de juego, con una variedad de edades y puedan pasar el día jugando, explorando, con adultos muy amables, buena comida, y todas las cosas que los niños necesitan. También incluir alguna ayuda de trabajo social para padres de pocos recursos.

Cambiar el alto rendimiento por la imaginación es un gran desafío. Juego y aprendizaje van de la mano, pero ¿qué pasa con los aspectos emocionales involucrados en el juego?

Los niños naturalmente juegan, no siempre lo hacen con cosas alegres y rosadas; juegan con brujas y dragones, con la muerte, juegan a todo tipo de cosas. Así es cómo los niños aprenden a lidiar emocionalmente con las cosas que les molestan, en el juego pueden procesar sus sentimientos y dominar lo que les afecta. Si tienen miedo a los fantasmas, pero juegan con fantasmas, pueden desarrollar una actitud diferente. En un mundo violento, si juegan a la violencia, no te volverás violento, pero aprenderás que «puedo hacer frente a esto, puedo enfrentar al mundo». Esa es una de las muchas funciones que cumple el juego.

Todo el propósito de la niñez es crecer, aprender a cuidar de uno mismo y ser cada vez más independiente de los padres. Pero si no permitimos que los niños sean cada vez más autónomos, tenemos que hacer todo por ellos. En ese caso, nuestra única preocupación es su rendimiento académico, lo que es irrelevante para una vida más auténtica.

Es fascinante pensar en los cuentos infantiles clásicos, hay historias sobre lobos que se comen a las abuelas o una bruja que mete niños pequeños en el horno. Hoy queremos contarles historias optimistas sobre niños felices y padres maravillosos, pero los chicos se sienten atraídos no solo por lo que es hermoso, sino también por darse cuenta de que el mundo no siempre es agradable, y cierto tipo de historias ayudan a aprender a sobrellevar los problemas y los miedos. A menudo los niños crean los suyos propios y encuentran alguna manera de conquistar al lobo feroz cuando están representando una escena; entonces están aprendiendo y desarrollando un sentido de empoderamiento en sí mismos, por lo que no necesariamente sienten que tienen que ser víctimas del mal que los rodea.

Dijo, «padres maravillosos». Otra fuerte tendencia son los libros y podcasts sobre crianza y los padres que intentan hacer de acuerdo con lo que está basado en evidencia o es la creencia de moda. ¿Los padres hoy deben hacer más, menos y de manera diferente para fomentar la creatividad de sus hijos?

Siempre nos dicen que hagamos más por nuestros hijos. Se nos dice que debemos hablar con nuestros hijos y decir una cierta cantidad de palabras, incluso si en realidad no tenemos nada que decir, deberíamos buscar oportunidades de enseñanza, vigilarlos todo el tiempo para mantenerlos seguros, protegerlos de daños emocionales y físicos y ayudarlos con su tarea. El resultado de esto es que la paternidad se ha convertido en un trabajo difícil. Esa es una idea que ha surgido gradualmente en las últimas décadas y hace que muchos padres e hijos se sientan miserables. Los padres se creen responsables de todo lo que hace el niño, como si fuera culpa de ellos si su hijo es travieso o no le va bien en la escuela, y eso se convierte en una verdadera carga.

Es muy diferente de la forma en que históricamente se criaba a los niños. Una de las razones por las que la gente solía tener hijos es para que pudieran ayudar en la granja o en el negocio, y ¡lo hacían! Los niños quieren ayudar, así se sienten parte de la familia y de la comunidad porque si pueden hacer cosas reales, quieren hacerlas. Las investigaciones muestran que, en las culturas indígenas, la expectativa es que el hijo, incluso cuando es pequeño, ya ayuda en el hogar haciendo recados o tareas. La investigación en los Estados Unidos muestra que, si se permite que un niño pequeño ayude, lo hará con entusiasmo. Pero en nuestra cultura en los Estados Unidos, no se permite que el niño ayude porque esto retrasa al padre, que además piensa que el pequeño no hará un buen trabajo, y que no es esa su función. Así que los niños se desalientan y aprenden a no ayudar. Luego, cuando tienen 8 o 10 años y es posible que deseen que ayude, pero el niño ya no ve eso como algo que quiere hacer. Las culturas indígenas permiten que los niños ayuden incluso cuando no es de mucha ayuda y puede estar causando que tome más tiempo. La ventaja es que esos niños están desarrollando la idea de «Soy socio aquí uno de los socios de esta familia¨, ¨Me valoran porque ayudo a cuidar esta casa». Y cuando tienen entre 7 y 10 años ya son una verdadera ayuda; están reduciendo la cantidad de trabajo que el padre tiene que hacer.

En la década de 1950 eso no era tan cierto como en la cultura indígena, pero se esperaba que los niños ayudaran. Todos teníamos tareas en casa y esperábamos hacerlas. Cuando tenía doce años, trabajé para una empresa de encuadernación después de la escuela y comencé a contribuir al Seguro Social porque tenía un trabajo real que no era muy común en ese entonces. Me sentí bien al aprender a hacer cosas de adultos, asumir la responsabilidad, llegar a tiempo al trabajo y cobrar un cheque de pago. Y ese dinero era tu dinero, no fue algo que te dieron tus padres.

Todo el propósito de la niñez es crecer, aprender a cuidar de uno mismo y ser cada vez más independiente de los padres. Pero si no permitimos que los niños sean cada vez más autónomos, tenemos que hacer todo por ellos. En ese caso, nuestra única preocupación es su rendimiento académico, lo que es irrelevante para una vida más auténtica. Mientras hacen las tareas de la escuela no sienten que están haciendo algo significativo en el mundo real porque no están logrando nada, tal vez estén aprendiendo algo que ayudará a ingresar a la universidad. Los niños quieren ser útiles y hacer cosas reales. Cuando los privamos de eso, esa es parte de la razón por la que los niños están tan deprimidos y ansiosos hoy, porque no tienen este sentido.

Hay un área de la psicología llamada Teoría de las Necesidades Básicas, y el argumento es que hay tres necesidades psicológicas básicas que todos deben cumplir, independientemente de la edad, para sentirse mentalmente saludables. Una de esas necesidades es la autonomía; tienes que sentir que tengo las riendas de mi propia vida, que hay cosas que puedo decidir hacer independientemente de lo que me digan los demás. Lo segundo que necesitamos es un sentido de competencia, no solo puedo decidir hacer esas cosas, sino que puedo realizarlas. La única competencia que impulsamos a los niños es la académica, pero los ellos mismos saben que incluso los mejores estudiantes son cínicos al respecto, que se trata de una confianza artificial, que no tiene nada que ver con el mundo real, que solo están aprendiendo lo que necesitan para pasar el examen y luego lo olvidan. Incluso los mejores estudiantes dicen que esto no es desarrollar un sentido real, un sentido interno de competencia. Y la tercera necesidad es la relación, sentirnos conectados con otras personas y esa conexión no puede ser solo con los padres.

Las conexiones de los niños con sus compañeros se vuelven cada vez más importantes a medida que crecen. Se van a alejar de sus padres, van a crecer más allá de ellos, pero las personas críticas con las que deben llevarse bien son los compañeros. Es en ese grupo en el que van a encontrar a la persona con la que pueden casarse, a los amigos y un lugar de trabajo. Ese es el grupo con el que tienes que aprender a llevarte bien sin que alguna figura de autoridad resuelva todos los problemas por ti.

Los niños tienen este impulso de ser libres y competentes, de valorar las cosas que les parecen reales en el mundo y de entablar amistad con otros niños. Todo eso lo logran en el juego. Por definición, el juego es libre, e implica adquirir competencia porque sea lo que sea que estés jugando, estás tratando de ser bueno en eso. El juego se da casi siempre cuando está la oportunidad de jugar con otros niños. La mayoría de los niños quieren jugar con otros y la razón por la que la Madre Naturaleza los dotó de ese deseo es porque es muy importante; probablemente lo más importante que tiene que aprender para una vida adulta exitosa, cómo llevarse bien con los compañeros. Ninguno de nosotros puede tener una vida plena estando solo. El juego es la manera que tiene la naturaleza de garantizar que los niños desarrollen y satisfagan todas estas necesidades. Cuando privamos a los niños del juego porque constantemente los obligamos a hacer tareas escolares, los privamos de satisfacer lo más básico de las necesidades humanas.

Traducción por Antonia Lorenzo y Mónica Prandi

Notas:
[1] Peter Gray, PhD, Research Professor, Department of Psychology and Neuroscience, Boston College. Libres para aprender es la traducci’on al español del libro Free to Learn: Why Unleashing the Instinct to Play Will Make Our Children Happier, More Self-Reliant, and Better Students for Life, disponible en 18 idiomas. Tipping Points Press. https://bit.ly/3R8ssxr  Psychology Today blog https://bit.ly/3f0u9zf  Facebook https://bit.ly/3LmHVsn

[2] Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad

[3] La Ley Que Ningún Niño se Quede Atrás (No Child Left Behind,) es un hito en la reforma educativa diseñada para mejorar el rendimiento estudiantil y cambiar la cultura de las escuelas estadounidenses.

[4] Trastorno déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es uno de los trastornos del neurodesarrollo más frecuentes de la niñez.

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