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10

Tomar la palabra Jóvenes institucionalizados y el trabajo con narrativas de vida

Miami
Cuando los jóvenes crecen y actúan fuera de la ley asistimos a una especie de desorganización de los procesos de identificación. La violencia se vuelve moneda de cambio, medida de status social o de virilidad y medio de protección dentro de los grupos de crimen organizado. Una experiencia con jóvenes del Brasil privados de libertad reintroduce el valor de la palabra trabajando con «narrativas de vida».

En la contemporaneidad nos enfrentamos a una serie de cambios agudos en el ámbito de la vida social y de la cultura. De acuerdo con Kaës (2005), señalamos entre estos fenomenos la mutación de las estructuras familiares y la fractura de los vínculos intergeneracionales; el cambio de las relaciones entre los sexos; la transformación de los lazos de sociabilidad, las estructuras de autoridad y poder; la reunión e intensa confrontación entre culturas.

…es posible ver cómo las figuras de autoridad de las redes de delincuencia se tornan, para muchos de estos adolescentes, en referencias identificatorias de fuerza y de virilidad. El jefe del grupo de delincuentes, o un traficante, por ejemplo, además de no someterse a la ley y de enfrentar a la policía, tienen acceso a los bienes y a los objetos de consumo…

Todos estos cambios, según el autor, cuestionan las creencias y mitos que aseguran la base narcísistica de nuestra pertenencia a un conjunto social. Las experiencias post-modernas del desenraizamiento, del exilio y de la transplantación comprometen los cimientos de la identidad. En estas experiencias las referencias y, en consecuencia las identificaciones, se encuentran modificadas.

Los jóvenes son quienes se encuentran especialmente concernidos por los efectos de la post-modernidad. En parte, las dificultades de la construcción identitaria se refieren a la desorganización de las referencias simbólicas y a las alteraciones del status regulador de la ley.

En cuanto a la realidad brasileña, en específico, es importante destacar que este es un país con profundas desigualdades sociales y económicas. Una gran parte de la población todavía sufre de una falta de políticas públicas, infraestructura, educación y salud. La presencia del Estado, aún apoyase muchas veces en la a raíz de un legado de la escravitud y ocurre a través de la represión y de la violencia. Varios jovenes en este contexto, encuentran sus posibilidades de integración y crecimiento bastante limitadas. Sus proyectos de vida, algunas veces, encuentran la violencia como la única posibilidad de respuesta a la injusticia y la represión social.

Zaluar (1994) sugiere que, en este contexto, no es raro encontrar jóvenes decepcionados o disgustados contra los valores de honor y trabajo honrado vivido por sus padres. En la opinión de muchos jóvenes, esos valores no protegen a sus padres de la pobreza, tampoco de las muchas experiencias de humillación y de rebajamiento. Un panorama muy complejo de sentimientos se traza: fragilidad, vergüenza, rabia y revuelta.

Considerando las investigaciones de Carreteiro (2003) y mi propia experiencia con los jóvenes en el cumplimiento de medidas socioeducativas de privación de libertad, es posible ver cómo las figuras de autoridad de las redes de delincuencia se tornan, para muchos de estos adolescentes, en referencias identificatorias de fuerza y de virilidad. El jefe del grupo de delincuentes, o un traficante, por ejemplo, además de no someterse a la ley y de enfrentar a la policía, tienen acceso a los bienes y a los objetos de consumo valorados en nuestra sociedad contemporánea. Para estos jóvenes, desfilar en autos caros, con ropa y relojes de marcas, acompañados de hermosas mujeres, confirman iconos socialmente aceptados de êxito y de status.

La moneda de cambio en los grupos del crimen organizado es la violencia. Esta cumple una mediación en las relaciones sociales, alguns veces actuando como protección y otras veces como status, fuerza y virilidad.

La entrada en la vida de la delincuencia, a pesar de su aparente atractivo para muchos jóvenes, exige un precio muy alto que muchas veces se paga con la vida o la pérdida de la libertad.

Lamentablemente en Brasil, las medidas socio-educativas para los jóvenes en conflicto con la ley en general, poco pueden caracterizarse como tales. La privación de libertad sigue ocupando una posición central en el sistema de atención a los adolescentes en conflicto con la ley. La violencia institucionalizada y la lógica del castigo, a su vez, son marcas importantes de este sistema de encarcelamiento.

La falta de circulación de la palabra y la constante repetición de la violencia son aspectos absolutamente presentes en esas instituciones y se ponen como un gran desafío para la transformación. Cuando la palabra permanece bloqueada y negada se preserva, en la estructura de la institución, la reproducción de la violencia.

Según Yokomiso (2007), en estas instituciones, las fronteras que aseguran las diferencias entre el ambiente externo del jóven y la instituición se pierden, creando una homogeneidad perversa. Las normas derivadas de las organizaciones criminales se solidifican dentro de la institución y sacan de la misma, su sentido lo socio-educativo.

El miedo, como organizador psíquico, limita la posibilidad de circulación de la palabra así como también, los procesos de transformación y cambio, tanto institucionales como de los adolescentes.

En este sentido, es muy importante la creación de espacios que faciliten la posibilidad de hablar, los procesos de historización y de reflexión de las experiencias de vida de los jóvenes.

Por lo tanto, uno de los ejes tomados durante mi práctica con los jóvenes en el cumplimiento de medidas socioeducativas de privación de libertad, fue la creación de espacios para el trabajo con las narrativas de vida.

La falta de circulación de la palabra y la constante repetición de la violencia son aspectos absolutamente presentes en esas instituciones y se ponen como un gran desafío para la transformación. Cuando la palabra permanece bloqueada y negada se preserva, en la estructura de la institución, la reproducción de la violencia.

Comprendiendo que la narrativa no es la verdad literal de los hechos, sino que es la representación que el sujeto hace de los hechos. Por esto, puede ser transformadora de la realidad. La narrativa, según Cunha (1997), provoca cambios en la forma en que la gente entiende a sí mismo y a los otros. Tomando distancia del momento de su produción, es posible al «escucharse» a sí mismo, o al «leer» su escrito, que el productor de la narrativa sea capaz incluso de teorizar su propria experiencia. Según la autora, el narrado es una reconceptualización del pasado en el momento actual, una re-significación de la experiencia.
Dado que la descripción narrativa no trae el «hecho» pero la sí a la «palabra», se impone la pregunta acerca de como mantener este tipo de prácticas en instituciones marcadas por la violencia y por la no circulación de la palabra.

Según nuestra experiencia, los dispositivos tales como los grupos de mediación son una excelente herramienta de trabajo para sostener las narrativas de la vida de estos jóvenes y, por tanto, el proceso de la historización, de la refexión y de la experiencia.

Kaës (2005) define el grupo de mediación como un espacio de tiene la caraterística de utilizar los objetos culturales pre-establecidos (cuentos, fotografías, mapas, etc) y los medios sensoriales (el sonido, el tacto, etc. ) mediatizando la relación entre los miembros del grupo.

Estos dispositivos, según Kaës (2005), buscan alentar, recibir y sostener la palabra. El apoyo al proceso de elaboración se produce de una manera en que los sujetos en contacto con el objeto mediador y con la diversidad de emociones sucitadas (individuales y compartidos), terminen por servirse de este para el proceso asociativo.

En ese tipo de instituciones, donde se sostiene el vínculo con la violencia, se crea un estado de no pensamiento. Según Kaës, la ira suelda al grupo, consolidando la referencia solo a sí mismo y haciendo que sea especialmente difícil de se romper, diferenciarse y singularizarse. El trabajo con las narrativas, apoyado en la mediación de los objetos de la cultura como fotos, cuentos sirve para crear áreas de ventilación en este espacio coagulado, indiferenciado y cerrado. Se trata, por tanto, del desafío de crear un dispositivo de trabajo y de juego que recupere, en un área de transicional común, un espacio suficientemente subjetivizado y relativamente operatorio.

El trabajo con las narrativas, apoyado en la mediación de los objetos de la cultura como fotos, cuentos sirve para crear áreas de ventilación en este espacio coagulado, indiferenciado y cerrado. Se trata, por tanto, del desafío de crear un dispositivo de trabajo y de juego que recupere, en un área de transicional común, un espacio suficientemente subjetivizado y relativamente operatorio.

En este sentido, afirma Rouchy: «El establecimiento de los dispositivos grupales continentes abre un campo del análisis y establece la capacidad de pensar en los planes individuales y colectivo: mecanismos no mentalizados (incorporats, cosas en sí mismo, elementos beta…), las acciones repetidas, los automatismos y las reproducciones del mismo son allí cuestionadas. El espacio de la elaboración restaura el trabajo psíquico que permite otra vez al acceso a los procesos de introjección. El cambio, la evolución de las estructuras, de los grupos y de las organizaciones presuponen la evolución de las representaciones y de los valores instituidos por las personas que los constituyem.» (Rouchy, 2005, P. 30)

El uso de las narrativas de vida presentanse, así, con un grande potencial transformador, una vez que la importancia de recuperar la historia personal, familiar y cultural para los jóvenes sustienese, según Giroux y Mclaren (1993) en el hecho de que solamente cuando nominamos nuestras experiencias, podemos empezar a transformar el significado de esas experiencias y a examinar críticamente los presupuestos sobre los cuales estas se construyen.

Notas:
Bibliografía
•CARRETEIRO, T. C. O. C. . Trafico de Drogas Sociedade e Juventude. In: PLASTINO, C. A.. (Org.). Transgressões. Contra Capa, Rio de Janeiro, 2002, v. , p. 191-198.
•CARRETEIRO, T. C. O. C. . Sofrimentos Sociais em Debate. Psicologia USP, São Paulo, v. 14, n. 3, p. 57-72, 2004.
•CUNHA, M. I. . CONTA-ME AGORA!: AS NARRATIVAS COMO ALTERNATIVAS PEDAGÓGICAS NA PESQUISA E NO ENSINO. Rev. Fac. Educ., São Paulo, v. 23, n. 1-2, 1997.
•GIROUX, H. & MACLAREN, P.. Linguagem, escola e subjetividade: elementos para um discurso pedagógico crítico. Educação e Realidade, Porto Alegre, v.18, n.2, p.21-35, jul – https://www.letraurbana.com/dez. 1993.
•KAËS, R. .Os Espaços Psíquicos Comuns e Partilhados-Transmissão e Negatividade. Casa do Psicólogo, São Paulo, 2005.
•ROUCHY, J.C. & DESROCHE, M.S.. Instituição e Mudança- Processo Psíquico e Organização. Casa do Psicólogo, São Paulo, 2005.
•YOKOMISO, C. T..Violência e descontinuidade psíquica : um estudo sobre a Fundação Casa. Tese Defendida em 24/09/2007, pelo Departamento de Psicologia Social da Universidade de São Paulo, Brasil.
•ZALUAR, A. M. . Drogas e Cidadania (org.), Introdução: Drogas e Cidadania (pg 7-21), e A Criminalização das drogas e o reencantamento do mal (pg 97-127),. Editora Brasiliense, 1994.

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