Edición
53

«El ser humano se autodestruye al no darle su lugar a la naturaleza”

Entrevista a Lourdes de la Riva
Guatemala
La artista guatemalteca explora la relación entre la humanidad y la naturaleza, y cómo se afectan mutuamente. Desde su estética del vacio, la destrucción que causa un hongo o las termitas no es solo pérdida, sino una redefinición de significado.

Con motivo de su destacada participación en la XXIII Bienal de Arte Paiz, conversamos con la artista conceptual guatemalteca Lourdes de la Riva. Utilizando medios como la escultura, la fotografía, el video y la instalación, Lourdes invita a reflexionar sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza, así como sobre la vida, la muerte, los procesos de construcción y destrucción y las huellas que éstos dejan en un mundo que cambia constantemente. Según ella, “podemos encontrar belleza en la impermanencia o fugacidad de los fenómenos de la existencia, o en lo que surge de la fuerza de lo caótico y el vacío que deja, como la estética de la destrucción.” 

A los 36 años decidiste que querías pintar. Cuéntanos cómo fueron esos primeros pasos y cómo te abriste camino para convertirte en artista plástica.

Vi unos materiales de arte en una galería y fue como un hechizo. Llegué a la casa de mi suegro y le dije que quería aprender a pintar y me respondió “Busca un maestro”. Yo no conocía a ninguno, pero recordé que Walter Peter, el profesor de natación de mis seis hijos, solía pintar. Él me dijo, “para pintar necesitas tiempo.”

Cabe anotar que crecí rodeada de personas creativas. Mi abuelo paterno hacía teatro, mi abuelo materno era ebanista y mi mamá tenía una escuela de artes y manualidades. A mi esposo le gustaba la música y la filosofía, y mi suegra era pianista y poetisa.

uno de los conceptos que sustentan mi trabajo: la reflexión sobre el rastro o la huella, su fragilidad y su impermanencia en el contexto de la relación ser humano-naturaleza

Posteriormente viajé a Europa con mi esposo y me la pasé dibujando en un cuaderno. A mi regreso, una amiga con la que solía correr, Diana de Solares, y yo conversamos con Rosita Botrán y ella nos recomendó que tomáramos clases de pintura con Juan de Dios González. Él fue nuestro primer maestro y a las dos nos enseñó el respeto por los materiales y el trabajo. Después, y hasta 2003, tomé clases con el artista y diseñador gráfico Daniel Schafer quien fue mi padre en el arte. Lo que más apreciaba de Daniel era que a cada uno de sus estudiantes nos dejaba ser lo que cada uno era.

Durante mucho tiempo te dedicaste a la pintura. Cuéntanos como diste el salto a la escultura y, a través de ella, al arte conceptual.

A principios de 1998, comencé a hacer escultura en la academia Casa Azul. También realicé la pieza monumental Relaciones infinitas (1998), una enorme estructura hecha con varillas de hierro recubierta con pintura automotriz policromada. Aprovechando la maleabilidad y fluidez del material, creé una escultura en la que resaltaba la importancia de los espacios vacíos que son parte de todo objeto.

Ese mismo año realicé la pieza Quauhtlemallan (1998) con la cual participé en la XI Bienal de Arte Paiz. En una estructura de hierro colgué un tronco con una soga como si se tratase del ahorcamiento simbólico de un árbol. Recuerdo que vi el tronco cortado cerca de mi casa y me evocó un torso griego. Lo llevamos rodando hasta el estudio y, utilizando una estructura metálica como las que se usan para construcción, cree mi primera pieza conceptual. A través de esa obra compartí el siguiente planteamiento: “El ser humano se autodestruye al no darle su lugar a la naturaleza”. Esta obra emblemática marcó un momento importante en mi trabajo. La relación que existe entre la humanidad y el mundo natural y como se afectan mutuamente se convirtió a partir de ese momento en mi tema de interés y estudio.

De las esculturas pasaste a las instalaciones en las que involucras al público en tu proceso creativo. 

En 1999 participé con el grupo PAI en la exposición colectiva Sin pelos en la lengua. Mi obra Yo, tú, ciudad (1999) era una instalación de 100 personajes de dimensiones humanas hechos con alambre y suspendidos en un ventanal con vistas a la ciudad. Mi idea era transmitir, a través de la transparencia de las figuras, como el ser humano es permeable a la ciudad al punto que este desaparece distanciándose del mundo natural y de su propia naturaleza.

Posteriormente realicé otras propuestas entre las que me parece importante destacar Huella dactilar (2002). Comencé a pensar en el significado del rastro que dejan las crestas de fricción de un dedo humano. Mi primera obra fue mi propia huella hecha con pintura y sandblast sobre placas de aluminio. La segunda fue la documentación fotográfica de una acción que realicé en Ciudad de Guatemala. Salí a la calle y le pedí a distintas personas que imprimieran su huella digital en un papel. Seguí desarrollando el proyecto hasta producir una serie en la que magnifiqué la huella un millón de veces encontrando en ella una estampa que alude distintas formas orgánicas de la naturaleza como por ejemplo un bosque, un paisaje o el universo mismo. Algunas de esas imágenes fueron impresas en lonas de vinilo.

En el 2004 fallecieron mi esposo y Danny Schafer, con una semana de diferencia. En ese momento sentí que para mí se acababa el arte. 

 

Sin embargo, fue precisamente tu pasión por el arte la que te impulsó a seguir adelante. 

Eventualmente retomé la investigación en torno a la huella digital y realicé la obra Presencia Fugaz (2004) con la que recibí el premio Glifo de Oro en la XIV Bienal de Arte Paiz. Para esta instalación participativa le pedí a las personas que colocaran su huella dactilar en un rollo de papel. Luego coloqué una máquina trituradora que el público accionaba libremente convirtiendo el papel en tiras, las cuales quedaban a la vista en un contenedor de vidrio. Considero que esta pieza fue fundamental, pues me permitió consolidar uno de los conceptos que sustentan mi trabajo: la reflexión sobre el rastro o la huella, su fragilidad y su impermanencia en el contexto de la relación ser humano-naturaleza. Para mí es fundamental estudiar esa relación y analizar cómo ambas partes se afectan mutuamente.
Además, la huella permite reconstruir la historia. En el 2004 habían recrudecido los conflictos en Kosovo y me impactaba cómo, a pesar de la destrucción, quedaban rastros, al igual que en la instalación quedaban los hilos de papel. Esos rastros permiten reconstruir historias o reinventarlas.       

En esa misma bienal presentaste un trabajo fotográfico en el que trataste la misma temática. 

Casa nueva (2004), que ganó el Glifo de Plata en la categoría de fotografía, era un edificio hecho con bloques de madera que tenía fotos en cada ventana. Las imágenes daban fé de la destrucción del medio ambiente y sus graves consecuencias. Mi objetivo era mostrar como algunas veces el ser humano destruye para construir.

Desde el 2011 trabajo en la serie Los creadores, a partir de un encuentro con libros y vigas de madera habitados por colonias de termitas. Me parecen fascinantes las formas que resultan de su actividad, las cuales relaciono con mapas y topologías. Mi trabajo expone el nuevo significado que se produce a partir del vacío que queda en las imágenes, los textos y las estructuras de madera.

Guatemala vivió una guerra civil que duró más de tres décadas. Incluso después de los tratados de paz, la sociedad guatemalteca ha experimentado situaciones de conflicto y extrema violencia. Cuéntanos acerca de la intervención que realizaste en una de las marchas por la paz y la no violencia. 

Habían organizado una marcha por la paz frente a la municipalidad de Guatemala y decidí colocar en la calle una tela blanca a modo de alfombra con el objetivo de documentar el paso de los manifestantes, que calculaban serían aproximadamente 80,000. La sorpresa fue que, en lugar de pasar por encima, la gente decidió intervenir la tela con escritos y dibujos. A raíz de esa experiencia realicé un proyecto para el cual coloqué maderas blancas en baños públicos, paradas de buses, teléfonos públicos, esquinas y mercados, invitando a la gente a escribir desde el anonimato, a expresarse y hasta cierto punto liberarse, en un contexto en el que históricamente había dominado el amedrantamiento y la censura. La manta y las maderas intervenidas por el público constituyeron un mismo proyecto que titulé Presencia anónima (2004).
En el 2010, realicé la intervención urbana Mensajeros en un edificio de la zona 1 en Ciudad de Guatemala. Cubrí la fachada del inmueble con barriletes elaborados con periódicos cuyos artículos cubrían noticias violentas. Las condiciones meteorológicas se encargaron de borrar los textos y las imágenes dejando una estela de papel blanco. A través de esta pieza me interesaba plantear como se borran de la memoria los eventos que en un momento pueden impactar tanto porque son reemplazados por nuevos acontecimientos.

Una de tus series más interesantes es la que has desarrollado a partir de investigaciones del hongo que habita las hojas del árbol de jiote. 

Hacia el 2006 descubrí un hongo que a medida que carcome la hoja de jiote se va convirtiendo en una especie de flor. El hongo, si bien es una enfermedad y causa la muerte de la hoja, deja una hermosa huella, un diseño abstracto que comencé a usar en mi obra de múltiples maneras. Hice la serie de Encajes (2006) con la técnica de sublimación de tinte que permite fundir la imagen en la tela de la misma forma que el hongo está fundido en la hoja del árbol. También he realizado propuestas que incluyen desde la imagen de la hoja hasta la descontextualización del hongo aislándolo y construyendo tapices en tela y en papel. En los tapices multiplico la imagen convirtiéndola en un patrón abstracto. Hasta el día de hoy sigo recolectando las hojas afectadas por el hongo. Recientemente he estado recubriéndolas con hoja de oro.       

También incursionaste en el video arte. Cuéntanos acerca de esa faceta de tu trabajo. 

En el 2008 presenté la instalación de video Dulce proceso (2008) en la XVI Bienal de Arte Paiz. El título es irónico pues el proceso de producción del azúcar de caña no tiene nada de dulce. Fabriqué un cilindro de tres metros de diámetro y tres metros de altura dentro del cual el visitante podía experimentar la fuerza visual y el sonido de los procesos relacionados con la actividad del ingenio azucarero. La idea era que al entrar en el cilindro la imagen te invadía. El video fue grabado en el ingenio Magdalena en Guatemala. Al final aparece mi propia sombra, como si yo misma me estuviera desintegrando.
El video, sin la estructura cilíndrica, fue presentado en la II Trienal del Caribe y Centroamérica, organizada por el Museo de Arte Moderno (MAM) de Santo Domingo, en República Dominicana y en la exposición Máquinas, organizada colateralmente a la VI Curitiba Biennial Oi Futuro en Brasil.     

Me parece interesante como, a través de tu trabajo, sensibilizas a la gente sobre su entorno y a la vez te reinventas continuamente con temas u objetos que tienen que ver con la creación de algo a partir de la destrucción. En el caso del ingenio, se arrasa con la caña para fabricar el azúcar. En el ámbito urbano, los tractores demuelen viejas edificaciones y tu recuperas los materiales para crear esculturas e instalaciones, como en el caso de Espacio frágil (2010).

 En el 2010 demolieron la casa de mis suegros. Yo filmé como el tractor destruía lo que por tantos años había sido su hogar y de ahí surgió la idea de hacer de un antiguo nido uno nuevo. Recogí las varillas y las usé para tejer una estructura en la que la gente se podía meter. Dejé a la vista algunos pedazos de concreto de las paredes de la casa como testimonio del pasado. Lo interesante es que con el tiempo los pájaros se han apoderado de la pieza para hacer sus nidos.
Por esa misma época realicé la serie Horizontes (2010) compuesta por fotografías que tomé en sitios urbanos donde ocurrían demoliciones. Lo llamativo es que las imágenes a simple vista parecen ser paisajes naturales. Es como si la naturaleza estuviese reclamando su espacio.     

 

 

Desde hace más de una década trabajas con termitas. De hecho, te autodenominas una “gerente de temitas”. ¿Cómo llegaste a ellas y cómo explicas esa fascinación por una de las plagas más temidas por su capacidad de destrucción?

Desde el 2011 trabajo en la serie Los creadores, a partir de un encuentro con libros y vigas de madera habitados por colonias de termitas. Me parecen fascinantes las formas que resultan de su actividad, las cuales relaciono con mapas y topologías. Mi trabajo expone el nuevo significado que se produce a partir del vacío que queda en las imágenes, los textos y las estructuras de madera.
Esta serie comenzó un día en el que, al abrir un ejemplar del libro de Los creadores de Stefan Zweig, descubrí que las termitas lo habían abordado.  Los agujeros que las polillas habían hecho en los textos me hicieron pensar en la posibilidad de investigar y profundizar en “la estética de la destrucción”. A partir de esa idea he realizado gran cantidad de piezas utilizando objetos carcomidos por termitas como las que presenté en la XXIII Bienal de Arte Paiz.     

Dos de las piezas más impactantes de esta Bienal fueron La antimaqueta (2023) y Toque de desalojo (2023).  

La antimaqueta es una instalación construida con las vigas apolilladas que rescaté de una construcción que data de 1870. Al colocarlas a modo de instalación, se convierten en una ciudad en la que cada trozo de madera parece un edificio en ruinas. Los orificios causados por las termitas tienen aspecto de ventanas y las distintas alturas le dan la apariencia de una urbe deshabitada. Lo curioso es que durante la muestra comenzaron a aparecer arañas que tejieron telarañas dándole vida a objetos que habían sido destruidos y descartados por el hombre.
Por otra parte, en el video Toque de desalojo (2023) aparece mi mano golpeando un trozo de madera carcomido por polillas sobre una mesa en la que va quedando el polvo o excremento que sale de él. Los golpes generan un sonido insistente que genera angustia y hace alusión una acción violenta de desalojo.
Estas dos piezas, junto con las demás que constituyeron la muestra, buscaban hacer reflexionar sobre múltiples temas como son el desplazamiento de la gente que es expulsada de sus hogares para dar paso a la construcción de modernos edificios y como estamos acabando con la naturaleza en nombre del progreso. Mi objetivo que los que vean estas obras se den cuenta que vivimos en un mundo enfermo, apocalíptico, y que, o hacemos un cambio o nos vamos a destruir por no darle su espacio a la naturaleza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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