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¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando escuchas una referencia a los estados alterados de conciencia?
Empezaba la década del 90 y yo daba mis primeros pasos en la carrera de investigadora, junto a un precioso grupo de incipientes y prometedores sociólogos, guiados por Mario Margulis, eximio profesor de la Universidad de Buenos Aires. Todos trabajábamos en el marco del Instituto Gino Germani¹ y bajo el ala de este patrocinador, investigábamos las prácticas culturales que distinguían a los jóvenes de la ciudad capital de la República Argentina y sus alrededores. Así dimos a luz lo que fue, para muchos de nosotros,la primera participación en un libro, con un contrato firmado con una casa editorial de renombre, que nos permitía hacernos de más fondos genuinos que garantizaran el seguir trabajando en esa y otras investigaciones.
Indagamos sobre “La Cultura de la Noche”², cómo era la vida nocturna de los jóvenes en Buenos Aires, cómo es qué, cuando los adultos duermen, se inician unas horas de transgresión y fiesta, un tiempo de éxtasis durante el cual la ciudad es otra, con reglas y códigos particulares que, sin embargo, corresponden a la industria del ocio y la diversión. Yo centré mi trabajo sobre el ámbito de las discotecas y lo plasmé en un capítulo que se llamó “La Disco: Vivir el Presente”³. Allí describía cómo los jóvenes se entregaban a los placeres de la fiesta nocturna -envueltos en música sonando a volúmenes tan altos que generaban vibraciones corpóreo sensoriales, recortadas sus siluetas por efecto de las luces, donde los flashes desdibujaban la geografía del espacio físico, abrazados por el calor y al contacto de cuerpos transpirados, en un estado mental de desinhibición, hedonistas, algunos si y otros no apoyados en la ingesta de alcohol y drogas estimulantes, aglutinados en un espacio que se percibía atemporal, poniendo en práctica códigos de distinción, consumo, exclusión – y cómo todo esto los inducía a estados alterados de conciencia que les permitían empoderarse, apoderarse y transitar por esta ciudad otra, esta ciudad que transmutaba a una noctámbula y joven.
Permanecer en un estado no ordinario de conciencia en los momentos de ocio, pero también durante la jornada productiva, parece una opción interesante.
En su libro “Robar el Fuego”⁴, Steven Kotler y Jamie Wheal nos cuentan cómo, algunos prometeos modernos utilizan estados alterados de conciencia para maximizar el desempeño y el rendimiento, para entrar en lo que llaman la zona, o el estado de flujo, el flow. Acuden a técnicas extáticas para resolver retos críticos. Anteriormente estos medios, esto rituales y técnicas para llegar al éxtasis, a estos estados alterados de conciencia, eran manipulados principalmente por chamanes, brujos y otro tipo de líderes. También se hacían presentes en fiestas. Pero en el mundo contemporáneo, el avance del conocimiento científico y el desarrollo de nuevas tecnologías, han ayudado a comprender los mecanismos biológicos que subyacen para lograr cambios en los estados mentales, potenciando o acallando áreas cerebrales específicas, llevando así a una transformación personal, una especie de hacking de nuestra conciencia.
Incluso se celebran encuentros rituales de transformación social, como el célebre festival Burnning Man⁵, concebido como un motor de cambios fogueados por los asistentes al encuentro, los miembros de la comunidad, partícipes que aprovechan la potencia de juntarse en un espacio específico durante varios días para hacer crecer exponencialmente el disfrute, las relaciones y la creatividad. “Es la mayor concentración que existe de recursos tecnológicos destinados a alterar el estado de conciencia, concebidos para el colectivo, y no para nadie en particular”⁶. Dicen sus asistentes que es el momento y el lugar donde se sueñan mundos distintos. Y tanto los individuos más exitosos de la economía e industria contemporánea, los popes tecnológicos, los multimillonarios de Silicon Valley, como los grupos de elite de la Armada estadounidense se interesan por participar de éste y otros eventos similares, pero sobre todo, los atrae la posibilidad de beneficiarse de la productividad de estos estados de conciencia raros. Manipular la potencia de este fuego interno le interesa a los gobiernos y a los individuos.
en el mundo contemporáneo, el avance del conocimiento científico y el desarrollo de nuevas tecnologías, han ayudado a comprender los mecanismos biológicos que subyacen para lograr cambios en los estados mentales, potenciando o acallando áreas cerebrales específicas, llevando así a una transformación personal, una especie de hacking de nuestra conciencia.
En el libro de Kotler y Wheal se caracteriza al estado de flow por los siguientes 4 rasgos:
a) La ausencia de Yo. La corteza prefrontal, donde reside nuestro crítico interno, aquel que siempre nos cuestiona, se acalla o desactiva durante estos estados alterados de conciencia. Se refieren a esta como una hipofrontalidad transitoria. Así podemos desprendernos de nuestra habitual forma de razonar y, gracias a la neuro plasticidad de la que los seres humanos gozamos, las propias sinapsis neuronales se disponen a recorrer caminos nuevos. Razonamientos originales, frente a las mismas situaciones, nos abren los ojos y acercan soluciones.
b) La no temporalidad o intemporalidad, perder la noción del tiempo, que también es uno de los beneficios que proviene de esta hipofrontalidad transitoria. El flow se condice con una atención enfocada en el momento presente, como si fuera imposible prestar atención a nada más. Nuestras mentes se detienen, en medio de esta vida agitada.
c) La ausencia de esfuerzo. En este estado de flujo se desencadenan potentes neurotransmisores⁸ que permiten que no tengamos sensación de fatiga y que provocan, durante esta experiencia, un sentimiento muy placentero y adictivo.
d) El cuarto rasgo sería el de la riqueza, entendida como ese momento en el que podemos llegar a percibir las cosas de manera diferente, tenemos una experiencia vívida y reveladora y, si ésta es realmente fuerte, ello puede transformar nuestra conciencia de una manera profunda y permanente.
Está cambiando el mundo del trabajo, las maneras de hacer, crear, pensar en y sobre él. Se ven transformadas las formas de producción y las relaciones.
La gran novedad reside en que ciertos estados alterados de conciencia, que hasta ahora se lograban en ámbitos y condiciones específicas y muchísimas veces sólo por unos pocos y tras años de prácticas, al ser comprendidos física y biológicamente y dado el avance en el desarrollo de diversas tecnologías, se logran provocar y recrear en espacios y tiempos concretos y controlados, esto permite aprovechar de ellos lo mejor. Porque… “cuando se trata de resolver problemas complejos, el éxtasis podría ser la <<solución retorcida>> que hemos estado buscando”⁹. Es indudable que nos encontramos frente a un cambio cualitativo y cuantitativo en lo que respecta a las posibilidades humanas. “La perspectiva proporcionada por la conciencia y la cultura no ordinarias ofrece un camino diferente hacia delante, una forma de abordar los desafíos otrora intratables con ojos nuevos”¹⁰. Encarar los problemas a solucionar con una mente en estado de flujo permite una maximización de los resultados y este estado puede venir de innumerables técnicas que hoy se saben provocar y se puede controlar.
Es cierto que buena parte de las sustancias y algunas técnicas que conducen a los estados no ordinarios de conciencia nos han sido enseñadas por nuestra cultura y su moral como peligrosas, prohibitivas e ilegales. Solo algunos individuos eran autorizados a manipularlas. Pero hoy, con el conocimiento ampliado de la neurobiología y de la industria farmacéutica, pueden ser aprovechados al máximo en circunstancias controladas. Es esperable que cada vez más y más miembros de la sociedad puedan reconsiderarlas desde un nuevo lugar.
Es indudable que nos encontramos frente a un cambio cualitativo y cuantitativo en lo que respecta a las posibilidades humanas
Hemos estado describiendo lo novedoso que está resultando, más que robar, conocer, controlar y manipular el fuego, cuánto su potencia discute acuerdos y presupuestos establecidos de nuestra sociedad, su moral y cultura. Sin embargo, hay algo que aún hoy parece ser lo mismo, como en los ’90 en la fiesta de la discoteca: el éxtasis, las sensaciones, la diversión, la ilusión, la moda, el exclusivismo, la exclusión. ¿Quiénes son los que están disfrutando de la fiesta tecnológica? ¿Cuántos de los participantes de esta celebración de sentidos acceden de la forma en que se debe, cuidados, a los estados extáticos y cuántos obtienen de ello provecho? ¿Cuántos son, simplemente, consumidores que copian, que desean, que sueñan con llegar a ser otros, a los que emulan? ¿Cuántos pagan muy caro el precio de participar? Resulta ser que lo novedoso no es que sólo algunos pocos se roben el fuego, mientras los otros se queman. Lo inaudito seria que el estado de claridad, de éxtasis, el flow, esa conciencia rara, fácil, empática, segura y empoderada, que algunos ahora dominan, hackeara de una vez y para siempre nuestro mundo. Y que este fuego, esta luminosidad, por fin fluyera de forma libre e igualitaria, cuidada, para toda la humanidad. Utopía.
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Un comentario
Gracias Silvina por presentarnos este tema.