Edición
54

Riga. La capital letona

Málaga
Riga, sorprende con su casco medieval, arquitectura modernista y miradores panorámicos. Entre paseos por canales, plazas históricas y barrios Art Nouveau, la capital letona cautiva con su serenidad, memoria viva y riqueza cultural reconocida por la UNESCO.

Hacía tiempo que quería conocer los países bálticos y el año pasado hice el viaje a Letonia y Lituania. Decidí dejar Estonia y Vilna para una próxima ocasión y llegué a Riga. Allí, durante dos días y medio, disfruté de un magnífico lugar cuyo centro histórico fue inscrito como bien cultural por la UNESCO en 1997.

Durante una primera mañana cultural no faltó el paseo por las calles adoquinadas del casco antiguo explorando la Vecriga medieval, nombre local del casco histórico. Hice una parada en el templo luterano de San Pedro donde subí al primero de los cuatro miradores  en los que estuve. Su torre tiene más de setenta metros y una plataforma panorámica. El interior, de estilo austero, refleja una historia que comenzó a principios del siglo XIII, continuó dos siglos después y un tercer período a principios del XVII. En el interior se encuentra la estatua original de Roland.

La segunda parada fue en la catedral luterana, un edificio que comenzó a construirse a principios del siglo XIII y que había sido la catedral católica de Riga antes de la reforma protestante. Para mí, lo más impresionante es su órgano.

La Plaza del Ayuntamiento es el centro neurálgico de la capital y fue mi tercera parada. Actualmente la mayoría de los edificios son reconstrucciones, puesto que este lugar sufrió los bombardeos de la II Guerra Mundial. La maravillosa casa de las Cabezas Negras recrea la original de mitad del siglo XIV y, delante de ella, la estatua de Roland replica la que está en San Pedro, con el escudo de la ciudad y la espada que regentea la plaza.

Cerca de allí está la Plaza de los fusileros letones presidida por un enorme monumento en honor a los regimientos que durante la I Guerra Mundial se enfrentaron al Ejército Imperial Ruso y apoyaron a los bolcheviques. En uno de los laterales se ha erigido un edificio, el Memorial a las víctimas letonas durante la ocupación soviética. La segunda noche me volví a acercar a esta plaza. Aún no había oscurecido, pero apenas había luz, se había nublado el día y comenzaba a hacer fresco. No sólo la zona del ayuntamiento, sino toda Riga parecía vacía. Durante unos minutos tuve esa sensación, entonces mis pasos se hicieron más lentos y percibí una familiaridad que me embargó durante un buen rato. Esos momentos en soledad me hicieron pensar en las deportaciones y en el genocidio comunista, en la sinrazón de las ideas extremas. El claxon de un coche cercano me devolvió a la actualidad. Entre las nubes pude divisar por unos segundos la luna creciente.

Riga fue bastante importante entre los siglos XIII y XV, centro de la Liga Hanseática. Volvió a ser notable económicamente en el siglo XIX, en sus últimos años se realizó el trazado en torno a la ciudad medieval predominando el “Jugendstil” o “Art Nouveau”

Volviendo al primer día, comentar que había caminado casi diez kilómetros y decidí concederme un descanso dando  un paseo en barca por el canal Pilsetas y el río Daugana. Este canal es navegable desde mitad del siglo XIX, bordea el casco histórico a la altura del Mercado Central hasta la calle Elizabetes, a la que iría el día siguiente para deleitarme con los edificios modernistas. Pude contemplar monumentos tan emblemáticos como el de la Libertad o el edificio de la Ópera Nacional de Letonia. Durante la hora de trayecto me sentí tan tranquilo, tan inesperadamente relajado, que casi me quedé dormido, por unos minutos olvidé que estaba a cuatro mil kilómetros de mi hogar.

Cuando terminé el recorrido en barca, una vez recuperado, me di una vuelta por el parque del canal para completar la tarde. Descubrí un puente sobre un pequeño arroyo cuyas barandillas de hierro estaban repletas de candados que, por lo visto, dejan los recién casados para que las parejas no se separen jamás. No sé si se cumplirá pero lo que es cierto es que este “Puente de los enamorados” pesará en la actualidad más del triple que cuando se construyó. Apenas quedaba espacio para más candados. Desde allí se divisaba en toda su magnitud el Monumento a la Libertad, enorme estatua de más de cuarenta metros de altura, en homenaje a los soldados letones. Hacia ella me dirigí para contemplar uno de los  cambio de guardias que se realizaba en ese momento.

Riga fue bastante importante entre los siglos XIII y XV, centro de la Liga Hanseática. Volvió a ser notable económicamente en el siglo XIX, en sus últimos años se realizó el trazado en torno a la ciudad medieval predominando el “Jugendstil” o “Art Nouveau”, siendo estos edificios de los mejores de Europa. No en vano es Patrimonio de la Humanidad desde hace casi treinta años.

La mañana del segundo día lo dediqué a recorrer esa zona. Las calles Alberta y Elizabetes están repletas de fachadas floridas y espectaculares ornamentos. La ciudad había cambiado ante mis ojos, de hecho parecían dos ciudades distintas, el contraste entre la Riga medieval y la Riga modernista es notable. El recorrido lo comencé con la visita al Museo Janis Rozentais, en el que se destacan su preciosa escalera de caracol y pinturas decorativas. Fue el único interior que visité, pensé que si quería deleitarme con el Art Nouveau desarrollado a finales del XIX y principios del XX, la mejor idea era hacerlo recorriendo sus calles y contemplar los casi ochocientos edificios de este movimiento artístico repleto de pórticos y ventanas curvas, imaginería romántica y extrañas gárgolas.

Imposible describirlos todos, así que haré un pequeño resumen con obras del arquitecto estrella, Eisentein. En la calle Alberta correlativamente hay cuatro y, al otro lado, el número 13 es una fachada repleta de figuras, apenas hay espacio en ella. En Elizabetes 10 los azulejos están presentes y el edificio es coronado por dos enormes cabezas humanas. En el número 33 la escultura de Atlas sostiene los balcones, o al menos lo simula. Sin embargo no debemos olvidar que el régimen comunista los utilizó como vivienda de familias enteras, para ello tuvo que dividir los amplios apartamentos en pequeñas habitaciones. Mientras el interior cambiaba de forma extrema, en el exterior los caballos alados, las efigies de mujeres, los ojos de cerradura que hacen de ventanas y los reyes con enormes bocas iban dañándose y ensuciándose por la falta de un necesario cuidado. De ahí que en la actualidad todavía hay fachadas con alguna que otra grieta o cornisa cochambrosa que está siendo restaurada.

De vuelta al centro visité  la iglesia ortodoxa, la catedral de la Natividad de Riga. No es un monumento de importancia histórica pero sí es un emblema de la ciudad por su estilo neobizantino, sus cinco cúpulas doradas y el alto campanario. En su interior hay pinturas preciosas de iconos. No muy lejos está el Hotel Radisson que tiene un Skyline, un bar donde disfruté de un buen café contemplando desde las alturas esta catedral y parte de la ciudad báltica.

 pensé que si quería deleitarme con el Art Nouveau desarrollado a finales del XIX y principios del XX, la mejor idea era hacerlo recorriendo sus calles y contemplar los casi ochocientos edificios de este movimiento artístico repleto de pórticos y ventanas curvas, imaginería romántica y extrañas gárgolas 

Ya en Vecriga hice un cribado de las zonas pendientes: el castillo de Riga, lugar donde siempre ha vivido el poder de la capital desde sus inicios, allá por el siglo XIV hasta la actualidad, donde oficialmente reside el presidente de Letonia, de ahí que no se pueda visitar su interior. Pasé por sus muros amarillos de los torreones medievales y leí en la cartela indicativa que ha sido reformado y reconstruido en multitud de ocasiones. Los Tres Hermanos es un edificio de viviendas de los más antiguos de Letonia, lo había visto en numerosas imágenes pero al llegar frente a ellos me decepcionó. La número 17 de Maza Pils es la más antigua, la contigua, la 19 es el Museo Letón de Arquitectura. La torre de la Pólvora es un antiguo polvorín donde se ubica el Museo de la Guerra cercano a la Puerta Sueca, una de las ocho puertas originales de la muralla que protegió la ciudad hasta la segunda mitad del siglo XIX. No visité ninguno de esos museos, mejor no haber entrado, no haber cedido a la obsesión del turista meticuloso, ese que lo quiere abarcar todo hasta el final. Preferí entrar en el Black Magic Bar, un lugar acogedor con entorno único para probar el Bálsamo Negro de Riga, un licor típico que es puro alcohol.

Aún me quedaba pendiente de visitar la zona de lo que era el pequeño Moscú, la comunidad rusa de Riga. Allí quería subir al mirador situado en la Academia de Ciencias de Letonia, un edificio sobrio, poco estético y mal cuidado, construido a mitad del siglo XX y conocido popularmente como “tarta de cumpleaños de Stalin”. Desde allí vi con otra óptica la ciudad y los cinco hangares del Mercado Central, al que iría al día siguiente para empaparme del ambiente de la vida cotidiana.

Para acabar mi viaje crucé el Daugana y observé de cerca la nueva Biblioteca Nacional de Letonia, un edificio que apenas tiene diez años y es uno de los proyectos culturales más grandes de este siglo. Este original edificio tiene una azotea con vistas en la séptima planta, en la que estuve para cerrar el círculo de mirando desde todos los ángulos posibles a esta maravillosa ciudad. Ahí hice recuento de los cuatro miradores en los que estuve y pensé que tan solo por subir a ellos mereció la pena ir a Riga, pero también por la caminata nocturna de la primera noche, por el paseo en barca por el canal o por el recorrido del barrio modernista. La capital letona es una ciudad tranquila e interesante con gran riqueza cultural, arquitectónica e histórica  y en apenas unos días me dio la sensación de formar parte de ella.

 

5 Comentarios

  1. Como siempre que leo tus artículos debo decir que me encanta porque aunque he visitado Riga siempre me dejo algo por ver en una próxima ocasión y me sirves de referencia.
    Leyendo el artículo me sumerjo en esas calles y vivo la ciudad a través de tus palabras.
    Me encanta!!!!

  2. Me resulta muy agradable la lectura descriptiva y a su vez narrativa sobre está bonita ciudad báltica.
    Me da la impresión que camino por sus calles observando sus monumentos y edificios.
    Gracias por abrir una ventana a la ciudad de Riga.

  3. Como siempre, Antonio, haces que mi espíritu viajero se despierte cuando describes ciudades bonitas que aún no he visitado. Y más cuando dices que te sientes a gusto y en paz en ellas. La apunto para un viaje futuro. Gracias.

    1. Muchas gracias a las tres por vuestros comentarios. Inma, tú que has ido podrás corroborar mis palabras con tus vivencias, aunque cada uno ve la ciudad con sus ojos y con las circunstancias que nos acompañan. Meli y Loli, ya sabéis que os toca viajar a Letonia, no os va a defraudar la capital báltica. Cuando la visitéis cambiaremos impresiones.

  4. ¡Qué descripción tan apasionada y detallada de Riga! Parece que la ciudad no solo tiene una historia fascinante, sino que también sabe cómo conquistar el corazón de sus visitantes. Sin duda, parece una ciudad que combina historia, cultura y un toque de magia. Gracias Antonio por compartir esta experiencia encantadora

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