Edición
54

Conectar culturas y generaciones a través del espacio y la tecnología

El rol del diseño inclusivo en la era digital
Toronto
La arquitectura y las plataformas virtuales pueden tender puentes entre la diversidad cultural y generacional.

Vivimos en una sociedad cada vez más diversa y, a la vez, más fragmentada. Hasta fines del siglo XX, los espacios públicos fueron lugares por excelencia para el encuentro y la convivencia. Sin embargo, hoy en día, el espacio virtual se ha convertido en un ámbito cotidiano y global de interacción. Podemos afirmar que este fenómeno es casi universal, puesto que personas de distintas generaciones intercambian ideas y experiencias mediante plataformas digitales. No obstante, no todas lo hacen con la misma facilidad: mientras la juventud aporta mayor soltura con nuevas tecnologías, los grupos mayores contribuyen con su conocimiento de la vida social en plazas, parques y calles. En ambos casos, estos aportes pueden convertirse en puentes que unan o en brechas que distancien.

Tal como señala Marc Augé (1993) en su reflexión sobre los “no-lugares”, nuestras urbes cuentan cada vez más con espacios de tránsito y menos con lugares de pertenencia. En ciudades como Toronto —donde resido— la acelerada construcción de torres modifica la fisonomía urbana de tal modo que muchos rincones se vuelven irreconocibles y, con ellos, desaparecen las memorias colectivas y los vínculos sociales. Esta transformación nos lleva a buscar refugio en espacios privados o naturales, en detrimento de la experiencia pública compartida. Mientras tanto, la tecnología avanza a gran velocidad, facilitando la comunicación virtual pero también generando desafíos, sobre todo para las generaciones mayores.

«Me verás volar por la ciudad de la furia,
donde nadie sabe de mí,
y yo soy parte de todos.»

(Soda Stereo)

En este ensayo comparto mi práctica postdoctoral en “Diseño Inclusivo”, un enfoque que no solo satisface necesidades funcionales, sino que también aspira a generar experiencias significativas. Con ello, busco contribuir al debate sobre cómo la arquitectura y la tecnología pueden, de manera conjunta, cerrar brechas sociales y generacionales.

La fragmentación cultural y generacional

Las brechas sociales suelen derivarse de la fragmentación cultural y generacional, tal como reflexiona Zygmunt Bauman (2000) al hablar de la fluidez con que los cambios sociales fragmentan la convivencia. Esto no es nuevo: nuestros padres y abuelos también vivieron transformaciones vertiginosas. Sin embargo, en sociedades multiculturales, la fragmentación es más notoria, pues conviven grupos que hablan distintas lenguas y mantienen tradiciones variadas. Si bien estas diferencias pueden generar tensión, también representan oportunidades para el enriquecimiento colectivo, tal como argumenta Manuel Castells (2000) al resaltar la fuerza que adquieren las redes sociales en contextos pluriculturales.

En cuanto a las brechas generacionales, durante el siglo XX se observó un fuerte contraste en ámbitos como la política, la participación de la mujer en la Sociedad, la educación y las costumbres sociales. Hacia finales de esa centuria, surgió la “brecha digital”, descrita por Marc Prensky (2001) al distinguir entre “nativos digitales” y “migrantes digitales”. La rápida evolución de las computadoras personales e Internet redefinió las formas de comunicación, de modo que escribir cartas dejó paso al correo electrónico, y las conversaciones se trasladaron de la llamada telefónica a los chats y videollamadas.

La pandemia de COVID-19 enfatizó aún más esta brecha: la migración masiva hacia “espacios online” —en la educación, el teletrabajo y la salud— supuso un esfuerzo de adaptación para muchas personas mayores, mientras que las generaciones jóvenes enfrentaron otros desafíos sociales y emocionales. En ambos extremos se evidenciaron problemas de desconexión y aislamiento.

¿Por qué importa cerrar estas brechas?
Permitir que cada grupo viva en su “propia burbuja” conlleva riesgos: soledad, incomprensión y roces intergeneracionales. En cambio, la colaboración y el entendimiento contribuyen a la innovación y la cohesión social, además de favorecer el crecimiento colectivo. Tal como ha demostrado la historia de ciudades diversas, integrar culturas y edades distintas fortalece la resiliencia urbana y mejora la calidad de vida de todos.

El diseño inclusivo como herramienta de conexión

Los espacios físicos influyen en cómo nos relacionamos: sinagogas, iglesias, mezquitas, y templos de distintas religiones han sido históricamente lugares de convergencia cultural. De igual modo, plazas y ágoras cívicas han impulsado el diálogo y la construcción de identidades compartidas. En la actualidad, tal como sugiere Jan Gehl (2011), cuando el espacio público se concibe para el encuentro humano, y no solo para el tránsito, se fomenta la pertenencia y se reduce la distancia entre grupos diversos.

El diseño inclusivo surge para derribar barreras, tanto en lo físico como en lo digital, adoptando metodologías que tienen en cuenta la diversidad de capacidades humanas. En palabras de Jutta Treviranus (2018), abarca tres dimensiones clave:

  1. Reconocer la diversidad humana: abandonar la noción de un usuario promedio para diseñar atendiendo a la variabilidad de las personas.
  2. Co-diseñar con perspectivas diversas: incluir directamente a quienes enfrentan barreras en el proceso de creación.
  3. Diseñar en sistemas adaptativos complejos: entender cómo cada innovación interactúa con otros sistemas, evitando consecuencias no deseadas.

De este modo, el diseño inclusivo se convierte en una herramienta transversal que promueve la equidad y la participación en los distintos entornos que habitamos.

Actualmente, se han adoptado principios inclusivos tanto en la planificación urbana como en el desarrollo de plataformas tecnológicas, buscando reconocer la diversidad de usuarios y evitar la idea de un “usuario promedio.” Al integrar estos valores, el diseño inclusivo aspira a crear lugares —físicos y virtuales— que fomenten vínculos profundos y respetuosos entre quienes los habitan, siguiendo la propuesta de Treviranus sobre la co-creación y la adaptación a la variabilidad humana.

Mi experiencia en arquitectura sacra me permitió reconocer la importancia de la dimensión simbólica y la riqueza que aportan los rituales colectivos. Así como un espacio sacro puede servir de punto de encuentro espiritual, su diseño también influye en la forma en que las comunidades se reúnen y colaboran. Esa visión se traduce en otros contextos: al aplicar estos principios a espacios laicos contemporáneos (centros comunitarios, bibliotecas, plataformas virtuales), promovemos la inclusión y la participación de todas las personas.

De lo físico a lo virtual: innovación y accesibilidad en la era digital

En las últimas décadas, la virtualidad se ha consolidado como un nuevo territorio donde suceden gran parte de nuestras interacciones diarias: desde redes sociales y foros, hasta videoconferencias y videojuegos en línea. Estos entornos pueden replicar, en parte, la diversidad de experiencias que ofrece el espacio físico, siempre y cuando se diseñen con criterios de accesibilidad. Herramientas como Zoom o Google Meet se han vuelto “plazas virtuales” que, si contemplan subtítulos, traducciones simultáneas o adaptación de color, pueden acercar a personas de distintas edades y contextos culturales.

La realidad virtual (RV) y la realidad aumentada (RA) ofrecen oportunidades inigualables para la educación, la cultura y el entretenimiento. Imagina a una persona mayor recorriendo un museo mediante gafas de RV, o un joven explorando templos históricos con RA para comprender mejor la arquitectura sacra. Tal como menciona Sherry Turkle (2011), la tecnología puede acercarnos a experiencias transformadoras, pero también generar distancias si no se diseña de forma inclusiva.

Un estudio del Bank of Canada (2025) llevado a cabo por el Inclusive Design Research Centre (IDRC)  destaca la importancia de empatizar con los usuarios que enfrentan barreras en sistemas digitales, en particular aquellos que evitan la tecnología o requieren asistencia de terceros. Sus hallazgos confirman que muchos usuarios no son “reacios” a la tecnología, sino que encuentran obstaculizada su participación por interfaces poco amigables o por la falta de recursos y apoyos adecuados. Este tipo de investigaciones subraya la urgencia de promover el diseño centrado en las personas que contemple la diversidad de necesidades y contextos.

En conclusión, aunque la era digital brinda oportunidades inigualables para conectar culturas y generaciones, solo se materializarán de forma equitativa si aplican consistentemente los principios del diseño inclusivo a todas las plataformas y servicios.

Ejemplos y experiencias de campo

Proyectos de diseño inclusivo y arquitectura

Un ejemplo emblemático son los centros comunitarios multifuncionales, donde se integran bibliotecas, espacios recreativos y zonas de aprendizaje colaborativo. Por ejemplo, la Biblioteca Parque España en Rosario (Argentina) fue concebida no solo como un espacio de lectura, sino también como un punto de reunión para exposiciones y talleres intergeneracionales. Estas iniciativas incorporan criterios de accesibilidad universal (rampas, señalización táctil, espacios flexibles) y promueven el intercambio entre grupos de diferentes edades y culturas. Otro caso destacado es la Seattle Public Library (diseñada por Rem Koolhaas), cuyas áreas abiertas y transparentes estimulan la curiosidad y la convivencia de una amplia diversidad de usuarios.

Iniciativas virtuales exitosas

En el ámbito digital, universidades y organizaciones impulsan foros internacionales y grupos de mentoría en línea, donde profesionales retirados colaboran con estudiantes de distintas nacionalidades. También se destacan programas de teleasistencia para adultos mayores, combinando videollamadas, chats y talleres virtuales. Estas soluciones reducen el aislamiento y facilitan actividades formativas adaptadas —por ejemplo, cursos introductorios de informática o idiomas—. Gracias a su diseño inclusivo, quienes tienen movilidad reducida o habitan en zonas remotas pueden participar plenamente.

Experiencia personal

En mi propia práctica, he participado en la reconfiguración de espacios sacros para usos comunitarios, incorporando diversas culturas bajo un mismo techo. A través de talleres participativos, las personas mayores aportaban su conocimiento histórico y simbólico del lugar, mientras que las más jóvenes integraban soluciones digitales —por ejemplo, visitas guiadas con realidad aumentada— para “visitar” el templo de forma remota. Estas experiencias muestran cómo la intersección entre lo físico y lo virtual, si está bien diseñada, promueve el diálogo, la pertenencia y la construcción de comunidad.

Además, mi coordinación en iniciativas de co-diseño y co-investigación en el IDRC reforzó la importancia de trabajar con las personas y no solo para ellas. Por ejemplo, en proyectos como Regulating the Digital Domain, se aplica un enfoque participativo donde las personas que suelen ser excluidas de los procesos de diseño tecnológico colaboran en la creación de herramientas que verdaderamente responden a sus necesidades. Del mismo modo, en Equitable Digital Systems y en The Future of Work and Disability, se incorporan metodologías de investigación inclusivas que involucran desde el principio a usuarios con distintas capacidades y antecedentes culturales.

Todos estos proyectos demuestran que, al invitar a las comunidades a participar activamente en el diseño —definiendo retos, probando prototipos y aportando sus perspectivas—, se obtienen soluciones más relevantes, sostenibles y adaptadas a la diversidad humana.

Desafíos y oportunidades a futuro

A pesar de los progresos, persisten obstáculos significativos. Los prejuicios culturales o etarios -como Bauman (2000) confirma- continúan dificultando la cooperación intergeneracional. Asimismo, la falta de políticas públicas que contemplen la accesibilidad tecnológica y física, agrava la exclusión (Naciones Unidas, 2025). Muchas comunidades, además, presentan resistencias al cambio, manteniendo hábitos consolidados que frenan la adopción de dinámicas más participativas e inclusivas.

La pandemia de COVID-19 aceleró la adopción de herramientas virtuales y el teletrabajo, lo que ha generado nuevas comunidades transfronterizas y equipos multidisciplinares que colaboran de forma remota. Paralelamente, avances como la inteligencia artificial, el internet de las cosas (IoT) o la conectividad 5G ofrecen un enorme potencial para mejorar la accesibilidad y personalizar experiencias de aprendizaje, trabajo y esparcimiento. En este sentido, la co-creación intergeneracional aparece como una estrategia clave: jóvenes y mayores —cada cual con sus fortalezas y conocimientos— pueden desarrollar soluciones más justas e innovadoras si cuentan con espacios y políticas que alienten dicha colaboración.

Conclusión y propuestas de acción

En un mundo cada vez más globalizado, la conexión entre culturas y generaciones no es un lujo, sino una necesidad imperante para promover la cohesión social y el crecimiento sostenible. Tanto la arquitectura como las plataformas virtuales, si se diseñan con un enfoque inclusivo, pueden servir de puentes para superar brechas sociales y culturales.

Para ello, es imprescindible la participación de instituciones, líderes comunitarios, empresas y usuarios finales. Se requieren programas de formación que incluyan metodologías de co-diseño y herramientas de accesibilidad, implementadas desde la planificación urbanística hasta el desarrollo de aplicaciones digitales. Las políticas públicas deben apuntalar la infraestructura de conectividad y los programas de alfabetización tecnológica, sobre todo en las poblaciones más vulnerables.

Desde mi perspectiva profesional, cada espacio —físico o virtual— representa la oportunidad de generar vínculos intergeneracionales e interculturales. Invito a reflexionar sobre la importancia de continuar investigando y emprendiendo proyectos que fortalezcan la equidad. Construyamos entornos que, en lugar de separar, acerquen y enriquezcan la experiencia de todos.

Para quienes deseen formar parte activa de este proceso y aportar sus ideas —desde la perspectiva juvenil hasta la voz de la experiencia—, los invitamos a unirse a nuestro proyecto. Pueden inscribirse completando el formulario en el siguiente enlace: https://tinyurl.com/288zcyhp

Notas:
Referencias
Augé, M. (1993). Los “no lugares”: Espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa.
Bauman, Z. (2000). Liquid Modernity. Cambridge: Polity Press.
Biblioteca Parque España. Sitio oficial https://ccpe.org.ar/web/
Castells, M. (2000). The Rise of the Network Society. Oxford: Blackwell.
Coleman, R., Clarkson, J., & Blair, L. (2011). Inclusive Design: Education Resources for Curriculum Development. Cambridge University Press.
Gehl, J. (2011). Life Between Buildings: Using Public Space. Washington, DC: Island Press.
Soda Stereo (1988). En la ciudad de la furia [Canción]. En Doble Vida. Sony Music.
Hernandez, S., Wang, H., Omrane, B., Roberts, V. & Pereyra, D. (2025). Tech Reluctance: Fostering Empathy for Canadians Facing Challenges with Digital Systems. Bank of Canada Staff Discussion Paper, 2025-2. https://doi.org/10.34989/sdp-2025-2
Koolhaas, R. & Office for Metropolitan Architecture (OMA). (2004). Seattle Public Library. Sitio oficial
Naciones Unidas, Consejo de Derechos Humanos. (10 de enero de 2025).
Los derechos de las personas con discapacidad y las tecnologías digitales y dispositivos, incluidas las tecnologías de asistencia: Informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (A/HRC/58/33).
Disponible en https://www.ohchr.org/es/documents/thematic-reports/ahrc5833-rights-persons-disabilities-and-digital-technologies-and
Oldenburg, R. (1989). The Great Good Place. Nueva York: Paragon House.
Prensky, M. (2001). Digital Natives, Digital Immigrants. On the Horizon, 9(5), 1–6.
Roberts, V. & Pereyra, D. (2023). Inclusive Co-research with Experts with Disabilities. En M. H. Rioux et al. (Eds.), Handbook of Disability. Singapore: Springer Nature Singapore.
Treviranus, J. (2018). The three dimensions of inclusive design: A design framework for a digitally transformed and complexly connected society. PhD Thesis, University College Dublin.
Disponible en http://openresearch.ocadu.ca/id/eprint/2745/
Treviranus, J. (2018a, 23 de abril).
The Three Dimensions of Inclusive Design (Part One). Medium.
https://medium.com/fwd50/the-three-dimensions-of-inclusive-design-part-one-103cad1ffdc2
Treviranus, J. (2018b, 2 de mayo).
The Three Dimensions of Inclusive Design (Part Two). Medium.
https://medium.com/@jutta.trevira/the-three-dimensions-of-inclusive-design-part-two-7cacd12b79f1
Treviranus, J. (2018c, 10 de mayo).
The Three Dimensions of Inclusive Design (Part Three). Medium.
https://medium.com/@jutta.trevira/the-three-dimensions-of-inclusive-design-part-three-b6585c737f40
Turkle, S. (2011). Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other. Nueva York: Basic Books.

Un comentario

  1. Adhiero a la propuesta enfáticamente
    Es importante …muy importante trabajar con las historias individuales para proyectar lo comunitario.
    Cómo dice el texto»trabajar «con» las personas …no solo «para» ellas…

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