Ligereza monumental, una poética urbana

La estética de Janet Echelman se integra al espacio público con sus esculturas monumentales y etéreas que flotan sobre varias ciudades del mundo. En esta entrevista exclusiva con Letra Urbana, la artista comparte cómo fusiona ciencia, arquitectura y artesanía en obras que invitan a repensar la relación entre cuerpo, entorno y lo colectivo. Desde su estudio en Brookline, Massachusetts, Echelman reflexiona sobre su proceso creativo, el poder de la colaboración y la “suavidad radical” como lenguaje poético y político.

¿Qué te atrae, personalmente, de estas formas enormes, pero casi ingrávidas?

Mi arte es una aspiración de cómo me gustaría estar en el mundo. Me atrae personalmente la búsqueda de la ligereza y la capacidad de adaptarme sin esfuerzo a los vientos del cambio.

¿Cómo comienza tu proceso creativo hasta que la obra encuentra su lugar en la ciudad?

Busco inspiración a mi alrededor, en las formas del mundo a escala macro y micro, en los patrones de vida que lo habitan, en la medición del tiempo, en los fenómenos meteorológicos o en las trayectorias creadas por la dinámica de fluidos. Siempre estoy en búsqueda de inspiración en la vida. Supongo que es mi forma de darle sentido al mundo y de encontrar mi pequeño momento dentro de la gran historia de la humanidad en nuestro planeta.

Luego me enfoco en el sitio específico como una fuerza guía para cada obra. En la primera visita, busco sentir el espacio, explorar su historia y textura para comprender lo que significa para su gente. Trabajo con mis colegas para hacer intercambios de ideas, bocetar y explorar sin censurar nada en las primeras etapas. A medida que los diseños de las esculturas se van definiendo, nuestros arquitectos, diseñadores y maquetistas colaboran con un equipo externo de ingenieros aeronáuticos y estructurales, científicos computacionales, diseñadores de iluminación, arquitectos paisajistas y urbanistas para llevar mis bocetos iniciales a la realidad. Las obras se fabrican mediante una combinación de empalmes manuales y nudos, junto con telares industriales, y luego se instalan en el sitio. Es un proceso gradual, colaborativo, interactivo desde todos los ángulos, y lleva más de un año pasar de la idea a la obra final.

Trabajas con materiales y tecnologías avanzadas, sin embargo, las esculturas parecen hechas a mano. ¿Cómo es el proceso de tejido y quién participa en la realización de estas piezas monumentales?

A medida que mis proyectos han crecido a la escala de rascacielos y cuadras enteras, me enfrento a desafíos enormes. La colaboración con expertos en ciencia de materiales e ingeniería estructural es clave para afrontar estos retos técnicos. También colaboro con diseñadores de iluminación, arquitectos paisajistas y arquitectos para lograr resultados finales en armonía con el entorno, así como con expertos en los temas que exploran mis obras, desde ciencia climática hasta genómica o historia cultural. La colaboración es el motor de mi alegría, y trabajar con personas tan talentosas amplía el lenguaje con el que puedo expresarme como artista. Siempre aprendo de mis colegas, y lo que creamos juntos es sin duda más grande que lo que podría crear por mí misma.

Muchas de tus obras combinan datos y fenómenos naturales. ¿Qué te lleva a ese punto de intersección entre el arte y la ciencia?

Observo los patrones de vida y de los sistemas vivos, la medición del tiempo, los fenómenos meteorológicos, las trayectorias creadas por la dinámica de fluidos o los sistemas de subterráneos de las ciudades en tiempo real. Estoy constantemente en busca de inspiración en la cultura humana y la ecología de los organismos vivos del planeta. La práctica artística es mi manera de comprender el mundo, de encontrar ese pequeño instante dentro de la gran historia en desarrollo de la humanidad en la Tierra.

¿Qué papel crees que debe tener el arte en el espacio urbano? ¿Has recibido comentarios sobre cómo se sienten las personas al caminar por tus instalaciones?

Es un hecho científicamente observable que el contexto físico y visual puede afectar cómo nos sentimos. Nuestro entorno físico influye en cómo experimentamos la vida. La apariencia y el funcionamiento de nuestras ciudades son el resultado de las decisiones humanas, y creo que colectivamente tenemos el poder de construirlas de otro modo. Mi obra aporta una experiencia de suavidad a la escala urbana. Es un contrapunto a los bordes duros de los edificios. Es una prueba de que podemos cuestionar el statu quo, que la suposición de que las ciudades deben construirse con materiales duros y líneas rectas puede ser transformada.

Cada persona experimenta el arte público de manera distinta. Mi deseo es que cada quien tome conciencia de su propia experiencia sensorial al interactuar con mis obras. Ese momento de contemplación, ese momento de pausa, puede llevar a que cada uno construya su propio significado o narrativa, por eso lo dejo abierto.

¿Cómo crees que tu obra se relaciona con temas ambientales o sociales contemporáneos?

Cada pieza explora un conjunto distinto de preguntas. Por ejemplo, la obra más reciente, que se estrenará en septiembre en el Museo MIT, da forma visual a la historia del clima terrestre desde la última era de hielo, y a nuestros múltiples futuros posibles.

¿Has experimentado una transformación personal desde que pasaste de la pintura y la escultura a trabajar en espacios abiertos y cerca del cielo?

Siempre estoy experimentando transformaciones personales, y el desarrollo de mi obra es parte de ese proceso, solo que siempre va unos pasos por delante de mí. Una de las obras más personales que creé fue la escultura Noli Timere, una exploración de mis miedos relacionados con el amor después de veinte años de matrimonio. Representa dos formas en el cielo, independientes y con espacio para respirar entre ellas, pero cuyos colores fluyen sin fronteras, y desde ciertos ángulos parecen una sola. Poco después, nos sorprendió el diagnóstico de cáncer terminal de mi esposo, y me vi enfrentada a ese miedo que antes solo había contemplado.

Tus piezas se sienten poderosas y suaves a la vez. ¿Experimentas personalmente esa dualidad durante el proceso?

Siempre trato de sostener la dualidad entre el poder monumental y la suavidad. Mi obra obtiene su fuerza de esa suavidad, porque es lo que le permite ser resiliente. El acero puede ser fuerte, pero se quiebra con vientos fuertes; en cambio, mis fibras trenzadas, anudadas y empalmadas son flexibles y pueden danzar con el viento.

Un nuevo libro saldrá en septiembre; ¿qué ideas o eventos explora?

Radical Softness presenta fotografías a color hipnóticas, un prólogo del creativo Swizz Beatz, y contribuciones de reconocidos académicos, ingenieros, diseñadores, arquitectos y curadores que contextualizan el impacto interdisciplinario de mi obra en los campos del arte, la arquitectura, la computación y el paisajismo. Es un libro de 288 páginas que analiza en profundidad mi práctica y mi compromiso continuo con tomar la imaginación en serio.

¿Hay lugares o espacios que sueñas con transformar pero aún no lo has hecho?

¡Oh, tantos! El libro Radical Softness tiene una sección con representaciones de mis diseños para París, donde transformo el Louvre en una obra titulada El seno de Marianne, haciendo referencia al cuadro de Delacroix La Libertad guiando al pueblo. También tengo un diseño para el Museo Whitney de Arte en Nueva York, diseñado por Renzo Piano, inspirado en una conversación con los arquitectos que me explicaron los puntos de anclaje para esculturas en sus patios al aire libre. Me gustaría explorar todo ese potencial de interacción con el edificio y el espacio aéreo público del High Line. Y hay muchos otros espacios urbanos con potencial de transformación mediante el uso del aire, el viento y la luz.