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En 1994 defendí mi tesis doctoral bajo el título El control de la comunicación de masas. Bases estructurales y psicosociales. Entre ese mismo año y 1995 se editó casi toda en dos libros, uno se llamaba exactamente igual que la tesis y contenía un aparataje discursivo y especulativo amplio que ha llegado a ser libro de consulta y estudio en algunas universidades de América Latina. El otro tuvo una difusión mucho más restringida. Se trataba de La información binaria. Emotividad y simplicidad en el periodismo, donde se aportaba a la comunidad científica en particular y al público en general la parte empírica de la investigación con un análisis sintético y cualitativo de mensajes mediáticos aparecidos en varios periódicos españoles de referencia. Por supuesto, todo aquello sigue de plena actualidad (sólo hay que aplicar el método elegido a noticias más “frescas” para comprobarlo) y bien que lo siento por lo que argumentaré en este texto. En 1991 dejé de vivir del periodismo para trasladarme a la universidad. Tenía que abordar mi tesis doctoral y la universidad es proclive a encargarte un trabajo muy concreto, muy acotado, en el que debes estar centrado cuatro o cinco años. A veces, ese tema es además de un asunto muy localista. Mi mente es universal, a mí me interesa lo macro, los elementos en interconexión a nivel amplio, mi mente es macro-estructural y el concepto de totalidad, tomado en su más amplio espacio, es el máximo rigor, desde mi punto de vista. De manera que le dije a mis directores de tesis (tuve dos, uno especialista en comunicación y el otro –una investigadora, en este caso- experta en psicología social) que yo no quería un tema “pequeño” sino una amplia reflexión con pruebas empíricas sobre el “tratamiento mediático” del mensaje que mis colegas periodistas y yo mismo habíamos estado ejerciendo, a veces sin saberlo o por necesidad, en la profesión periodística desde 1975 hasta 1991, en mi caso. Es más, lo que yo quería era estudiar desde la universidad algunos aspectos esenciales de los entresijos del quehacer periodístico en lo que a emisión de mensajes se refiere.
Mi mente es universal, a mí me interesa lo macro, los elementos en interconexión a nivel amplio, mi mente es macro-estructural y el concepto de totalidad, tomado en su más amplio espacio, es el máximo rigor…
Para vender un mensaje hay que acudir a dos elementos básicos: las emociones y la simplicidad, o sea, el mensaje periodístico y mediático en general tienen que girar en torno a estos dos postulados para ser eficaz o intentar serlo. Esto no es nuevo, lo sabemos desde antes de Freud y el funcionalismo y el positivismo norteamericanos lo tienen muy en cuenta pero hay bastante más en esta dinámica de información binaria o dual…
Los que mandan tienen en cuenta algo básico. Los seres humanos hemos crecido sobre la base de una información binaria y emocional: la bruja y la cenicienta; el indio y el cowboy; el comunista totalitario y el capitalista demócrata; Dios y Satán; Ormuz y Ahrimán; blanco y negro… Hasta cuando las religiones eran más complejas, como sucedía en la Grecia y la Roma clásicas con sus politeísmos, la mente común tendía a simplificarlo todo, de forma similar a como hace ahora. El receptor no lee o asimila exactamente aquello que contiene un texto, sea escrito o audiovisual, sino lo que su educación y su necesidad psicológica le marcan. ¿Quiere esto decir que el ser humano no es libre cuando elige? Sí, así es, en gran medida, la libertad no es algo que se concede gratuitamente o por pertenecer a un país en concreto, la libertad es el resultado de una autoeducación cognitiva muy intensa que casi nadie estamos dispuestos a acometer porque supone muchísimo trabajo, muchísimo sacrificio, de ahí que nos atraiga lo simple y lo emocional y que nos guiemos sobre todo por inclinaciones no razonadas, sólo sentidas o intuidas. En una ocasión, el diario español El País (2 de mayo de 2010) recogió unas interesantes palabras del citado Barack Obama: “Si usted es alguien que lee habitualmente los editoriales de The New York Times [el periódico de los progresistas], trate de leer de vez en cuando los editoriales de The Wall Street Journal [el periódico de los conservadores]. Quizá le hagan hervir la sangre, quizá no le cambien su forma de pensar, pero la práctica de escuchar los puntos de vista opuestos es esencial para ser un verdadero ciudadano”. Obama estaba intentando romper con la información binaria que tiende a fabricarse el ciudadano para su comodidad, con lo cual, evidentemente, no es un verdadero ciudadano. Nietzsche afirmaba que el ser humano no es capaz de mirarse al espejo de la realidad, que eso es asunto del superhombre, no de la masa. Hay mucha realidad en esta idea, tanto para las personas “de izquierdas” como para las “de derechas”, por simplificar nosotros también la cuestión. Y el fenómeno viene de lejos. Ya he indicado el mensaje binario que recibimos desde pequeños en nuestra educación familiar, social y mediática (en las películas, series o videojuegos, el “malo” sigue teniendo un aspecto despectivo, al contrario que el “bueno”, y la música cambia en relación a unos u otros). El ciudadano medio precisa que le digan que es malo quien cree él que lo es (por educación). Y un activista del movimiento “Ocupa Walt Street” o del “15-M” en España (pionero en estas protestas) necesita psíquicamente que le simplifiquen la mente con los capitalistas malos y los explotados buenos. Completemos el estado de la cuestión con que, desde que somos bebés, nos atraen los colores, sonidos y el movimiento, incluso el sexo, si seguimos las teorías más “escandalosas” de Freud, tan magistralmente expuestas al gran público por Montgomery Cliff en la película de John Huston, Freud, pasión secreta (USA, 1962). Pues bien, en torno a premisas duales y emocionales van a girar la mayor parte de los mensajes, no hay más que comprobarlo en numerosos ejemplos, desde el concierto de una banda de rock hasta un anuncio publicitario, pasando por no pocas informaciones periodísticas.
¿Quiere esto decir que el ser humano no es libre cuando elige? Sí, así es, en gran medida, la libertad no es algo que se concede gratuitamente o por pertenecer a un país en concreto, la libertad es el resultado de una autoeducación cognitiva muy intensa que casi nadie estamos dispuestos a acometer porque supone muchísimo trabajo…
El ciudadano medio precisa que le digan que es malo quien cree él que lo es (por educación). Y un activista del movimiento “Ocupa Walt Street” o del “15-M” en España (pionero en estas protestas) necesita psíquicamente que le simplifiquen la mente con los capitalistas malos y los explotados buenos…
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