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Edición
18

Encierros de vida, encierros de muerte

Sevilla
El rescate de los mineros de Chile ha sido un acontecimiento que si bien fue único, vuelve a evocar la pregunta acerca de cómo se sobrevive a un encierro.

Un análisis de dos eventos, en apariencia desconectados en el tiempo y el contexto, repasa el éxito mediático y cuestiona si la necesidad de desconocer la maldad y la posibilidad de destrucción permiten al ser humano soportar  las circunstancias más adversas. Ana Frank se vuelve actual frente al encierro de 33 mineros chilenos.

Encierros de vida encierros de muerte

El suceso de los mineros capta la atención mundial, me encuentro fascinada siguiendo los acontecimientos.Es un hecho distinto  pero igual a otros, dramático, azaroso, narrable, cinematográfico…. situado en el Siglo XXI. Coincide temporalmente con otros encierros: el secuestro de los cooperantes españoles, la publicación del libro de Natascha Kampusch, pero esta historia les quita protagonismo.  Este es un encierro vital,  el despliegue del “grupo de abajo” y el de “arriba”, de repente todo se pone al servicio del buen final. Pienso en sucesos similares, recurro a asociaciones literarias,  a comentarios mediáticos. En todo momento me va  surgiendo el recuerdo de un texto de Bruno Betteleheim en el que realiza un análisis acerca del porqué de la trascendencia que tuvo el Diario de Ana Frank, en definitiva un encierro de muerte. Y mientras que voy intentando esbozar alguna idea me surge el pensamiento: Date prisa, todo pensamiento se vuelve anacrónico.

Es un hecho distinto  pero igual a otros, dramático, azaroso, narrable, cinematográfico…. situado en el Siglo XXI.

Hasta ayer mis reflexiones giraban en torno a una visión romántica, una  situación congelada y coagulada  de los 33 hombres enterrados bajo  tierra,  de la fuerza de los grupos, de la palabra, del azar, del avance tecnológico, del poder de la naturaleza, de los estados al servicio de la ciudadanía…Pero de repente, a  tan sólo una semana de salir de allí,  me los encuentro en el plató de televisión.  Es entonces que dudo si  escuchar las entrevistas e integrar lo nuevo o quedarme con aquellos relatos y mi fantasía, o simplemente darme cuenta que puedo diferenciar a la manera que lo hizo Bruno Bettelheim con Ana Frank, acerca del encierro en sí y el éxito mundial de la obra.  Opto por continuar en esa línea,  de alguna manera seguir con esa mirada, donde lo humano y mi fantasía no quedan fagocitados por toda la maquinaria del espectáculo. Aunque sea por un ratito.

Bettelheim, el famoso psicoanalista que fue víctima de la persecución nazi,  nos plantea  en su libro Sobrevivir una idea reveladora cuando se interroga acerca de la trascendencia que tuvo el diario de Ana Frank. La tesis que allí sustenta es que, frente a la necesidad que tienen los seres humanos de negar la capacidad destructiva, la historia de la cotidianeidad de la familia holandesa expresa un “todo sigue igual”:
“El extraordinario éxito mundial que alcanzó El diario de Ana Frank, así como su versión teatral y cinematográfica, da a entender lo fuerte que es el deseo de contrarrestar el conocimiento de la naturaleza destructiva y asesina de los campos volviendo toda la atención  hacia lo que se muestra como posibilidad de que la vida privada e íntima sigan su curso aun bajo la persecución directa del más despiadado de los sistemas totalitarios.”

El autor postula que con los medios y contactos que la familia Frank poseía, se optó por la peor decisión, la de continuar viviendo todos juntos, así como el seguir manteniendo una vida como si nada les fuera a ocurrir, sin plantearse en ningún momento de qué manera lo podrían afrontar  si eran descubiertos.

“Mis críticas no van dirigidas a la actuación de los Frank, sino a la admiración universal que ha despertado su forma de afrontar los hechos o, mejor dicho de no afrontarlos… esto hubiese exigido el reconocimiento y la aceptación de la situación desesperada en que se encontraban…”
Cabe destacar que entre los argumentos que Bruno Bettelheim aporta para la tesis de la posición de la familia holandesa frente la realidad eran el tipo de actividades que mantenían en el escondite:
“… en lugar de enseñar a sus hijos la forma de huir, les diera lecciones de asignaturas típicamente académicas, lo cual demuestra que era incapaz de afrontar la gravedad de la amenaza de muerte. Enseñar asignaturas académicas tenía sus aspectos constructivos, desde luego. En cierto grado aliviaba la angustia omnipresente en torno a su destino al concentrarse en temas distintos y al alentar indirectamente la esperanza en que llegaría un futuro en el que los conocimientos adquiridos entonces serían de utilidad. En este sentido, las enseñanzas que impartía el Sr Frank tenían un propósito, pero constituían un error en la medida que ocupaba el lugar de las enseñanzas y planes mucho más pertinentes: la mejor manera  de intentar la huida en caso de ser descubiertos.”

El suceso de los mineros es también como diría Bettelheim, “un éxito mundial” que acapara la atención … por  la eficiente capacidad de adaptación  de los trabajadores a la trágica realidad.


Se apoya además en otras biografías contemporáneas con el Diario de Ana Frank, y el porqué de sus pocas trascendencias.  Cita las memorias de Marga Minco, una adolescente cuyos padres, a diferencia de los de Ana, prepararon la huida de tal manera que esto le permitió a la joven poder salvarse, pese a que su familia murió.
El suceso de los mineros es también como diría Bettelheim, “un éxito mundial” que acapara la atención. ¿Por qué? La narración que se realiza en el periódico El Mercurio, de los primeros momentos del grupo de trabajadores impresiona al lector,  por  la eficiente capacidad de adaptación  de los trabajadores a la trágica realidad. Después de un primer momento de desconcierto, e incluso de cierta respuesta de “los más jóvenes” por querer escapar, los integrantes organizan la tarea.
“De todos modos, dos de los más jóvenes, desesperados por escapar, se aventuran a escalar la roca con las manos húmedas para llegar al ducto. Aunque logran avanzar unos metros, no lo alcanzan. Esos intentos se repetirán en las primeras 48 horas. Y los dejarán con magulladuras…..
…En las entrañas de la tierra, los mineros permanecen juntos y tienen calor. Hay    por lo menos 30 grados y la humedad no deja respirar. El espacio que tienen para moverse es de unos dos kilómetros en total. Pero se agrupan en una galería cercana al taller y al refugio de la mina. ….. Los primeros días van a revisar la zona del derrumbe, pero es inestable. Optan por no acercarse más”
La organización interna, el conocimiento puesto al servicio de las estrategias, la distribución de tareas y roles, y el convencimiento de que seguramente los buscarían operan en estos primeros momentos como soporte.
“…Desde un principio deducen que deben estar trabajando para rescatarlos. En los primeros días se organizan para la supervivencia. El jefe de turno, Luis Urzúa (54), quien es topógrafo y tiene cursos de rescatista, sigue siendo el líder, pero hacen «asamblea» a diario para ponerse de acuerdo en las medidas que tomarán.
Lo primero es la comida. El primer día comparten «la choca» que cada uno llevaba. Pero lo siguiente es racionar el alimento. Revisan el refugio. Ahí hay tarros de atún, leche y algunas conservas.
Esta es una emergencia. Una grave. Acuerdan comer dos cucharadas de atún, medio vasito de leche y media galleta cada 48 horas. Nadie puede salirse de esa norma. Todos acatan. No saben cuánto puede tardar el rescate.
En el espacio donde se encuentran hay algunas camillas y ahí se tienden. Pero     la mayoría no tiene dónde dormir, por lo que acomodan cartones en el suelo. Otros duermen en el refugio, pero con el paso de los días el estrecho lugar comienza a oler mal.
En una de las jornadas deben repartir un tarro de duraznos en conserva entre los 33.
Y los días pasan. Los mineros no han perdido la noción del tiempo. Saben la hora y la fecha. Ellos simulan el día y la noche encendiendo y apagando las luces de sus cascos y de los vehículos que hay dentro de la mina: un camión, un cargador y una perforadora. El electromecánico Edison Peña (34) es el encargado de cargar las baterías.  No es el único que tiene un rol subtierra.
Rezar a diario y jugar dominó
También llevan un diario. Y es el electricista Víctor Segovia (48), quien laboralmente acostumbra a hacer el «report» en la mina, el que lo escribe.”

Hasta aquí, nadie dudaría que se trata de una lección de supervivencia, ¿pero qué otros factores operan para que sea una historia diferente, en la que todos nos encontramos tan expectantes? 


Hasta aquí, nadie dudaría que se trata de una lección de supervivencia, ¿pero qué otros factores operan para que sea una historia diferente, en la que todos nos encontramos tan expectantes?  Un eje recorre todas las estructuras sociales, que se ponen al cuidado del hombre. El grupo, las familias, el estado, la ciencia, las potencias (NASA), la tecnología y la religión. Más allá de lo que suceda, o mejor dicho,  lo que sucede, casi me atrevería a decir independientemente de los resultados, es que rara vez se da esa coincidencia que nos hace sentir imaginariamente más seguros. Todo se pone al servicio de la vida, a una ilusión omnipotente de que si todo se coordina la tarea será un éxito. Y si existe la negación, no es para tapar la destrucción como lo fue el éxito mundial de Ana Frank, sino para creer que por un rato las instituciones siguen funcionando, coinciden….Que es un hecho del SIGLO XXI, y que por eso ellos se pudieron salvar. O lo que es peor: negando por un instante que en otro espacio, o en otro tiempo, o incluso en el mismo momento mueran personas exactamente bajo iguales circunstancias.

Ahora bien, paradojas de la vida: los mineros reciben  clases de oratoria y el cómo enfrentar  entrevistas, cuando se encuentren fuera de la mina, ¿Será la salida un encierro de muerte…?

Notas:
Bibliografía
Bettelheim, B.(1981). Sobrevivir, El holocausto una generación después. Barcelona. Crítica
Muñoz G. y Pardo G. Cómo fueron los 17 días de los mineros sin contacto con el resto del mundo. El Mercurio, 29 de agosto del 2010

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