Algo no deja de darme vueltas en la cabeza: las ideas nuevas nos incomodan.
Todo comenzó con un texto que leí sobre las diferencias aparentes entre personas con inclinaciones hacia políticas y filosofías, conservadoras o liberales. Uno de los puntos centrales era que tal vez existe una incomodidad intrínseca, que lleva al individuo a identificarse mejor con un sistema de valores que con otro. Aquellos incómodos con los cambios, se afilian a partidos conservadores y, quienes estamos incómodos con lo estable, nos identificamos como liberales. Más allá de las diferencias entre filosofías políticas, lo fundamental parece ser que nuestras mentes lidian con el mundo a través de la incomodidad.
Nuestra evolución biológica nos ha permitido el desarrollo de complejas estructuras de pensamiento. Es probable que tales estructuras cognitivas hayan desarrollado sistemas de control y protección, como en tantos otros procesos evolutivos, que transcurren entre el balance de permitir errores en el presente y corregir los errores del pasado.
La idea sólo existe cuando es percibida internamente, o cuando es transmitida a otra mente.
Para ilustrar la necesidad de protección, basta imaginar una idea, cualquier idea, como una entidad con capacidad de producir un efecto sobre un organismo. A esto se le conoce como meme, y se refiere a una entidad con habilidad para replicarse, que “salta” de mente en mente. Esto es análogo a imaginar que un gen “salta” de organismo en organismo a través de las generaciones. Un gen sin el organismo no existe, pero dentro del organismo tiene efecto, función, sentido, y poder. De la misma forma, no es posible imaginarse una idea sin una cabeza.
La idea sólo existe cuando es percibida internamente, o cuando es transmitida a otra mente. Una idea no existe en un libro, existe en la mente de quien lo escribe y aparece de nuevo en la mente de quien lo lee. El libro no es más que un vehículo temporal, un mecanismo de diseminación. Sin mentes que la lean e interpreten, la idea desaparece.
Si tomamos conceptos relacionados con los virus podemos explorar este concepto usando un poco más del lenguaje de la biología. Los virus son ronin celulares, guerreros samurái sin maestro. Son genes sin células, obedientes a las dinámicas selectivas de mantener sus pocos genes vivos, usando los recursos de otras células. Aclaro que no hay consenso entre los biólogos sobre si los virus son seres vivos, pero podemos seguir abusando de estos conceptos para jugar con la idea de que los virus y las ideas son parecidos.
No hay discriminación cuando la idea busca reproducirse. Lo importante es apagar esas ganas de réplica.
Al invadir una célula, el virus subvierte la maquinaria celular del anfitrión que ha invadido, y luego lo hace producir copias, y vehículos para esas copias. Al cabo de algún tiempo, las partículas virales hijas se dispersan al ambiente para empezar de nuevo un ciclo de infección, reproducción y diseminación.
Ahora, volvamos al mundo de las ideas. Y a los libros. Y a los memes.
Cuando yo experimento con una “buena” idea, mi cuerpo y mente sienten un impulso tan fuerte por replicarla, que me mueve hacia algún medio donde la pueda diseminar: a una red social, a una charla entre amigos, a una llamada, a un extraño en un avión. No hay discriminación cuando la idea busca reproducirse. Lo importante es apagar esas ganas de réplica. Al llegar, la idea comanda y subvierte al anfitrión, lo hace comunicarse. Dado este comportamiento, tan parecido al de los virus invadiendo células en un organismo, me atrevo a hablar de ideas virales.
Esa noción de viralidad se ha instalado en el colectivo recientemente. Los videos virales, o las historias virales nos atacan. Se instalan en nuestras cabezas, y nos llevan a la acción para llegar a la siguiente cabeza. Rápido, como una infección. Y así como un resfriado, la mayoría nos distrae, pero no nos mata. Tal vez nos hace más fuertes, tal vez no. Lo importante es su reproducción. Nosotros somos secundarios.
Pero la comparación con la infección implica considerar también aquellos ataques que son tan fuertes que nos hacen daño, y pueden comprometer nuestra supervivencia. Y aquellos que inducen una respuesta tan violenta en el anfitrión, que el sistema entero se vuelca. Se produce inflamación. El cuerpo ataca partes de sí mismo que considera menos esenciales con tal de combatir la infección y contenerla. Y muchas veces, en el proceso, se destruye al organismo por exceso de reacción inmune.
¿Cómo es un sistema inmune en la mente?
Esa noción de viralidad se ha instalado en el colectivo recientemente. Los videos virales, o las historias virales nos atacan. Se instalan en nuestras cabezas, y nos llevan a la acción para llegar a la siguiente cabeza. Rápido, como una infección.
Dada la metáfora de la idea como entidad viral e infecciosa, pienso que debe existir algo que evite que nuestras mentes reciban y transmitan todas las ideas que reciben, así como existen sistemas inmunes en casi todos los organismos, que les permiten reaccionar a los elementos extraños que intentan invadirles. Esto se conoce como inmunidad innata, y es el proceso encargado de reaccionar a estímulos reconocibles como nocivos. Este proceso también se puede entender como una recapitulación de eventos nocivos del pasado, acumulados a través de generaciones anteriores, y que beneficiaron a quienes fueron capaces de identificar aquello que ponía en peligro el organismo.
Un sistema inmune de la mente debe tener la capacidad de diferenciar las ideas que ya están adentro, que definen el ser, el yo. Y a partir de esto, debe ser capaz de definir aquello que no hace parte de sí mismo. Entonces, la identidad es fundamental, así como el reconocimiento de lo no propio.
Solo nos podemos defender de aquello que reconocemos como amenaza.
Entonces pienso que debe haber elementos en ideas que produzcan reacciones de alerta, de sospecha. ¿Fallas en la estética? ¿Lógicas no familiares? Tal vez aquellas ideas que contienen más de aquellas falacias que han definido ciertos filósofos sean mecanismos para identificar sistemas no aptos para la reproducción mental. No dignos de nuestra energía, de movilizarnos a repetirlas.
Otro elemento interesante es que muchos organismos tienen inmunidad adaptativa. Esto es, la capacidad de diferenciar elementos nocivos basados en interacciones a corto plazo. La inmunidad adaptativa nos permite responder a retos que nuestros antepasados no experimentaron. El cuerpo entrena células para aprender a reconocer amenazas y atacarlas.
Dada la metáfora de la idea como entidad viral e infecciosa, pienso que debe existir algo que evite que nuestras mentes reciban y transmitan todas las ideas que reciben, así como existen sistemas inmunes en casi todos los organismos
¿Serán distintas formas de aprendizaje, de filosofar, de hacer ciencia, de criticar la lógica interna del argumento, nuestro sistema inmune adaptativo de la mente? ¿Capaz de atacar ideas que no existían antes que naciéramos, pero que nos ponen en peligro hoy?
En este orden (o desorden) de ideas, vuelvo a las diferencias entre liberales y conservadores. Cada quien incómodo con aspectos distintos de la misma realidad.
En la naturaleza se promueve la variabilidad de los sistemas inmunes para evitar que toda la población caiga susceptible al mismo tipo de ataques. Siempre es bueno para una especie o una población, tener algunos individuos que sirvan como defensa el día que llegue alguna amenaza que pueda acabar con la mayoría. Me pregunto una y otra vez, si en nuestra sociedad eso es lo que mantiene el balance. La capacidad de producir y reproducir nuevas ideas en unas mentes, y la resistencia mental violenta en otras. La inhabilidad de unas mentes de comprender las ideas que todos entienden, como propósito evolutivo para mantener diversidad frente a tragedias colectivas.
También me pregunto si hay quienes sufren por tener un sistema inmune excepcionalmente bueno. Aquellos que nunca permiten la llegada de una nueva idea. Quienes tal vez nunca se infectan y llevan existencias simples. Este último escenario me causa terror, pues si bien muchas ideas nos infectan, también nos transforman. Si nos negamos a nuevas ideas, nos quedamos estáticos en nuestros procesos evolutivos mentales, y como mencionaba al comienzo, creo que existe en mí una incomodidad intrínseca hacia lo inmutable.
¿Cómo fortalecer nuestro sistema inmune mental, de modo que permitamos la llegada de buenas ideas del ambiente, sin caer víctimas a ideas que nos hagan daño? ¿Cómo fortalecer nuestro sistema inmune mental para que lo que nos incomoda, sea cambio o sea estabilidad, no comprometa nuestra integridad mental?
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2 Comentarios
Gracias por introducir en mi mente una nueva idea, precisamente sobre un tema que me está dando qué pensar desde hace rato. Muy interesante tu artículo. Yo diría que necesario en estos tiempos que corren.
Excelente Artículo.