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42

«El pasado solamente existe en las palabras con las que se cuenta.” Entrevista a Elia Barceló

Innsbruck
Considerada una de las mayores representantes de la ciencia ficción de España, navega con soltura entre la novela fantástica y la realista.

Elia Barceló nació en la ciudad de Elda, Alicante y es licenciada en Filología Anglogermánica e Hispánica, y Doctora en Literatura Hispánica. Se doctoró con una tesis sobre los arquetipos del terror en los relatos de Julio Cortázar, publicada originalmente con el título de La inquietante familiaridad, que apareció ahora en la editorial Cazador como Cortázar visto por Elia Barceló.

Ha trabajado como traductora e intérprete e impartiendo clases de inglés. Durante diez años fue directora y actriz de teatro universitario en español y alemán. Desde 1981 vive en Innsbruck, Austria, donde trabaja en el Departamento de Romanística de la Universidad. Imparte clases de literatura hispánica, cultura y civilización españolas, composición y estilística, y escritura creativa. Ha dirigido varios talleres de escritura.

Ha publicado novelas, ensayos y más de cuarenta relatos en antologías y en revistas españolas y extranjeras. Tiene dos líneas básicas: la fantástica, en la que entra también la ciencia ficción y el terror, y la realista, de la que surgen novelas como El color del silencioLas largas sombras o Disfraces terribles. Parte de su obra ha sido traducida a más de diez idiomas: francés, italiano, alemán, catalán, inglés, griego, húngaro, holandés, danés, noruego, sueco, chino y esperanto. Y varios de los cuentos de su libro Futuros peligrosos, ha sido adaptado al cómic. Durante dos años colaboró en el País de las Tentaciones, suplemento del diario El País, con artículos de opinión.

Tiene en su haber varios best-sellers internacionales. Es considerada una de las escritoras contemporáneas más versátiles, y una de las tres autoras de ciencia ficción más importantes de la lengua española.  Se la ha llegado a llamar «la dama de los mil mundos». Su audiencia global ronda ya el millón de lectores.

Me encuentro con Elia Barceló una tarde calurosa de verano. Ella sentada en el patio de su ciudad natal, Elda, en Alicante, yo en mi escritorio de Miami. Nos conectan nuestras pantallas de computadora, pero es como si estuviésemos dialogando personalmente. Esa es la impresión que da con su calidez y la energía que imprime a sus palabras. Después de una breve introducción, vamos a las preguntas.

Tus comienzos literarios fueron con cuentos cortos. ¿Qué memorias tienes de aquellos primeros escritos, antes de Sagrada, tu primera novela?

Yo empecé a escribirlos cuando estaba en la Universidad, y por supuesto, eran de ciencia ficción, porque era lo que a mí me gustaba leer. Ahora sigo leyéndolo, pero en aquella época era mi principal género, me gustaba muchísimo. Me daba muchas ideas nuevas de un mundo que va mucho más allá del que me rodeaba. Cuando uno lee mucho de un género, acaba por escribir ese género. Porque dices, a mí también se me ha ocurrido algo, o puedo escribir mejor sobre tal cosa. Entonces empecé a escribir esos pequeños cuentos que terminaba en muy poco tiempo. Con los cuentos tienes la sensación de haber hecho algo, en tanto que si te embarcas en una novela, la cosa lleva más.

Y me di cuenta de que la ciencia ficción es el único género que, aparte de los temas de siempre, aparte del amor, la muerte y las pasiones, trata temas que de verdad son nuevos. Temas que a lo mejor todavía no son un conflicto, pero lo van a ser dentro de un montón de años.

Tengo muy buenos recuerdos de aquellos cuentos, porque yo no pensaba en publicarlos. Estaba en la Universidad, tenía muy poco tiempo libre y muchas otras cosas que hacer. No los escribía pensando en publicarlos, ni en llegar a ser escritora, ni nada así. Los escribía porque me gustaba, me hacía feliz.

Te tocó en suerte vivir los años de adolescencia en una época muy importante y en la historia de España. Una transición vital de un sistema de gobierno a otro.  ¿Qué significó en tu desarrollo como persona y como escritora?

Yo diría que todo. Supongo que no sería quién soy si no me hubiera tocado vivir en esa época. Era una época… Sabes, como esa maldición que dicen los chinos, “Ojalá vivas tiempos interesantes”.  Los tiempos interesantes son siempre muy dolorosos. Y visto desde ahora, yo creo que me aportó muchísimo. Era una época en que uno tenia que definirse desde muy pronto. Tenías que saber de qué lado estabas. En mi familia éramos rojos, es decir, de izquierdas y yo desde muy pronto supe que había cosas que no se decían fuera de casa. Que no puedes comentar en el colegio, que se hablan solo en casa. Todo ese ambiente, en el que hay cosas que no se te permiten, que tienes que ocultar. Cosas que tu tienes que saber dónde estás y después tienes que tratar de conseguir el tipo de sociedad en la que tú quieres vivir. Es algo que nos marcó a muchos de mi época. E hizo que yo sea la persona que soy. Que sea solidaria, luchadora, que no me calle así como así y que a veces hable demasiado claro.

Ahora se puede hablar. Y hay que hacerlo, porque si no lo hace una, nos vamos echando hacia atrás, nos obligarán a retroceder y yo no quiero retroceder. En especial en temas de derechos humanos en general, pero de los derechos femeninos en particular. Eso es algo en lo que concretamente no quiero retroceder.

¿Por qué elegiste el campo de la ciencia ficción,  en esa época casi inexplorado por mujeres y en el que llegaste a ser una de las más importantes escritoras españolas?

Mi padre fue quien me llevó a la ciencia ficción. Me dio el primer libro sin dibujos, a los once años, que fue mi primer libro serio, de personas mayores. Cuando empecé a leer aquello supe que eso era lo que quería leer. No me interesaba lo que le pasaba al vecino, porque le pasaba más o menos lo mismo que a nosotros y eso era aburridísimo. Yo quería salir del planeta. Quería conocer gente estupenda. Viajar y hacer maravillas. Y me di cuenta de que la ciencia ficción es el único género que, aparte de los temas de siempre, aparte del amor, la muerte y las pasiones, trata temas que de verdad son nuevos. Temas que a lo mejor todavía no son un conflicto, pero lo van a ser dentro de un montón de años.

A mí me apasionaba pensar qué vamos hacer con el cambio climático, qué haremos si la tierra llega a ser superpoblada, qué haríamos si nos encontráramos con gente inteligente de otros planetas. Temas de reproducción, robótica, todo ese tipo de cosas me fascinaba. Y es algo que nunca encontraba en otro género aparte de la ciencia ficción. Y por eso sigo leyendo y escribiendo ciencia ficción.

¿Qué nos puede decir el relato o la novela de ciencia ficción en esta época de acelerado desarrollo cibernético? 

¡Nos puede decir tantísimo! Fíjate, cuando yo tenía dieciséis años y leí 1984, de George Orwell, que sigue siendo mi novela favorita, y que releo y releo y cuando llego al final, aún sabiendo lo que va a pasar digo, qué cosa más horrible y más real.

La ciencia ficción hoy nos puede aportar como siempre conciencia crítica y conciencia política. En cuestiones por ejemplo de feminismo, la ciencia ficción es fundamental para que las mujeres y los hombres se den cuenta de lo mal que han estado las cosas y lo mal que están ahora y qué podemos hacer. Y en cuestiones de reproducción es algo fundamental. Por ejemplo ahora que se habla tanto de la gestación subrogada, que es una cosa en la que yo no estoy de acuerdo para nada. Ya en los años 1960s ya había historias en las que se hablaba de niños que no nacían exactamente de hombre y mujer, si no que había otras posibilidades. Y en aquella época la gente decía, qué locura, qué barbaridad, a esos escritores de ciencia ficción cómo se les va la mano. Y ahora resulta que es exactamente el problema que tenemos, porque en esos casos de gestación subrogada, ¿quien es realmente la madre?

La ciencia ficción hoy nos puede aportar como siempre conciencia crítica y conciencia política.

También toda la parte de la robótica y de las inteligencias artificiales. Esto que la gente se toma con mucha naturalidad, que tú le puedas decir “Siri, ponme tal canción; Alexa comunícame con no-sé-quien” y no te das cuenta que estás súper controlado, que la tal Siri te está mirando todo el rato, aprendiendo de lo que dices, y luego solamente te presentará las cosas que supone que te van a gustar y acabas viviendo en una burbuja, porque la información del mundo exterior está hecha a tu medida. Y ya no te enseña otra cosa porque sabe que no te va a gustar. Y eso es algo que en un mundo plural, como es el nuestro, es un gravísimo peligro.

Se convierte en algo circular…

Exactamente. Y es algo que al final no te permite ni siquiera relacionarte con otros seres humanos porque te parece que todos están en contra tuya porque no son igual que tú.

Y eso lo vemos un poco en cómo actuamos, cómo están las sociedades hoy. La comunicación, que parece tan fluida y constante, sin embargo de pronto a veces estamos incomunicados.

Si, y a la gente ya se nos está olvidando lo de estar solos. Aprender a pensar y estar feliz con tus pensamientos y contigo mismo. Leí el otro día que el máximo que pueden estar los humanos del primer mundo sin controlar su móvil son diez minutos.

Todos estos casos los toma primero la ciencia ficción y te hace reflexionar en cosas que son muy importantes.

En tus cuentos y novelas, y en especial en la literatura fantástica, los roles femeninos son en general protagónicos y muy definidos. Háblame de cómo surgen y qué significan las mujeres en tu universo literario.

Es una pregunta muy bonita que me hace mucha ilusión. Porque es algo que, no te voy a decir que lo hago adrede, pero es que no lo puedo evitar. Siempre cuando me planteo una historia, me planteo en el centro una mujer. Y ya te digo, no lo hago a propósito. Me parece que después de cinco mil años de ficción y literatura en la que solamente ha existido la visión masculina, yo creo que es hora de que las mujeres empecemos a crear mujeres y a mostrar cómo piensan las mujeres.

Fíjate que en los grandes personajes femeninos, Madame Bovari, Ana Karenina, La Regenta, son todas ficciones creadas por hombres. Que están muy bien hechas, vale, pero que es el imaginario masculino  puesto encima de una figura femenina.

Entonces yo pienso que ya llegó el momento en que somos muchas las escritoras y tenemos todo el derecho del mundo, y casi el deber, de aportar la voz de la mujer, la mirada de la mujer. Aportar también temas que los hombres han dejado de lado, porque consideraban que no eran importantes, que no eran serios. Los hombres no hablaban de maternidad porque no lo habían vivido nunca. A ningún hombre se le ha ocurrido tematizar la menstruación, ni la menopausia. Mucho menos la menopausia, porque eso ya le pasa a las mujeres cuando no son interesantes, cuando ya son viejas.

Entonces, esos temas, por citar algunos, son temas de los que prácticamente no hay textos. No existen y son cosas muy importantes, muy relevantes. Las relaciones de madres e hijas, entre hermanas, entre amigas, todas esas son cosas fundamentales que la escritoras estamos desarrollando cada vez más y es importante que lo hagamos. Y las lectoras lo reciben con mucha alegría y agradecimiento.

Porque hay una necesidad de eso.

Los hombres dicen mucho que a las mujeres no hay quien las entienda. Bueno, lee novelas de mujeres, así las entiendes un poquito más. Y además, en muchas de mis novelas, tengo protagonistas que son mujeres de más de sesenta años. Porque estoy de verdad muy harta de que se de la sensación de que las mujeres sirven de protagonista en una novela cuando tienen entre veintitantos y cuarenta y pocos.

a la gente ya se nos está olvidando lo de estar solos. Aprender a pensar y estar feliz con tus pensamientos y contigo mismo.

Cuando tienen más de cincuenta, como las actrices en Hollywood, ya no son interesantes, a menos que hagan papeles de abuela mala perversa o de dulce abuelita. Pero somos millones de mujeres que estamos vivas y activas, y tenemos mucho qué decir, y por fin tenemos la experiencia, la tranquilidad y la cara dura de decir realmente lo que pensamos.

Hay algo que me gusta mucho en tu novela El eco de la piel y que es una constante en tus trabajos: la inevitabilidad del pasado en el presente de tus personajes. ¿Podrías elaborar un poco sobre esto?

Es un tema que me gusta mucho. En mi caso, de verdad, es un tema fundamental. El pasado para mí es lo que conforma y define nuestro presente. Y hasta cierto punto, el pasado es también lo que va a formar nuestro futuro. Porque según de donde vengas, la experiencia que traigas contigo, vas a tomar cierto tipo de decisiones en el presente que te llevarán a un futuro que, según como sea tu pasado, será mejor o será peor.

Por eso a mí me parece que tanto en el nivel personal, familiar, social y político, no sé si será exactamente igual en todos los países, pero en España hemos ocultado mucho. España es un país en el que tenemos muchos secretos. Social y políticamente en España hay montones de cosas que se han barrido debajo de la alfombra; “de eso hace ya mucho tiempo”, “mejor no hablar”, “eso vamos a dejarlo”, “para qué vamos a reabrir heridas…”. Las heridas siguen ahí, no hay que reabrirlas, hay que limpiarlas, porque lo que no se limpia, se gangrena.

Personalmente también sucede mucho en las familias, y claro, todo ser humano tiene una familia. Y en todas ellas hay ese tipo de secretos. No se trata necesariamente de que haya un cadáver en el sótano, pero siempre se tienen cosas de las que no se habla. Y muchas veces es sencillamente por el miedo a que haya líos, a que dejen de quererte, a que se estropee la relación. Y entonces nos callamos, nos lo guardamos, no decimos nada. Y eso se va pudriendo, estropeando las relaciones. Ese pasado planea como una nube negra sobre el presente y no deja que entre la luz.

Yo siempre he sido partidaria de hablar las cosas, de aclarar las cosas. Aunque en mi última novela, El eco de la piel, por ejemplo, digo que no se trata siempre necesariamente de decirlo todo. Porque hay cosas que no sirven para nada. Cosas que no quieres compartir con nadie, no le hacen daños a nadie, y se guardan. Y otras cosas son las que no sirven y solamente hacen daño. Si te encuentras con una amiga que no ves hace muchos años, de qué sirve que le digas “oye, que vieja y fea estás”. Para nada más que para hacerle daño. Hay verdades que no hace falta comunicar, a veces por intimidad personal, y otras por no hacer daño.  Pero el pasado siempre te lleva a ser quién eres, y muchas veces necesitas pensar en tu pasado, recuperarlo. A veces lo tienes como borroso, sabes que hay algo feo pero no quieres pensar en ello, y cuando ya llevas treinta años no pensando en ello ni te acuerdas con claridad de él, pero aún sigue doliendo. Por eso creo que hay que recuperarlo, hay que saber qué fue, y después poder empezar a olvidar, o a perdonarte o perdonarlo. Y orientar la vida hacia donde uno la quiere llevar.

Por el estilo de tus libros, seguramente entre tus influencias estuvo la obra de Julio Cortázar, ¿no?

¡Muchísimo! Para mí Cortázar es una maravilla, es el Maestro. En las novelas tiene de todo, y Rayuela no ha envejecido muy bien. Pero los cuentos son espléndidos. Y los releo, los releo porque me gustan como lectora, pero me gustan sobre todo como escritora. Los releo pensando, ¿pero cómo ha conseguido este hombre que yo sienta esto en este momento?

Mi tesis fue sobre Cortázar, y disfruté cada minuto escribiéndola. Yo la publiqué primero en una editorial alemana, muy seria, y ahora ha salido publicada en una pequeña editorial que se llama Cazador, con el título Cortázar visto por Elia Barceló.

Aunque Bioy Casares está muy bien y también Borges y Silvina Ocampo, pero Cortázar es único. Además tiene tantos toques de humor, dentro de lo negro que puede ser, es tan imaginativo, tiene un sentido del humor tan curioso… Y una lengua tan fresca, tan viva.  Me gusta mucho.

Hablemos de tu último libro,  El eco de la piel. Es una novela compleja, en la que los personajes van apareciendo y nosotros los ubicamos en la mente pero más adelante nos encontramos cambiando de opinión sobre ellos, y volviendo a cambiar, como un caleidoscopio de sentimientos, emociones, deseos, miedos e impulsos.

Esa era mi intención, sí. Cuando empecé con la idea de esta novela, imaginé antes el cómo que el qué. Yo quería contar una historia que versara sobre el pasado, y sobre todo la fabulación del pasado. Mi idea básica es que el pasado solamente existe en las palabras con las que se cuenta. Y esas palabras quedan en tu mente y sin darte cuenta, cuando narras algo del pasado, siempre es más o menos los mismos detalles y las mismas palabras. Y otras cosas las vas omitiendo, porque no tienes tiempo, porque piensas que a la gente no le va a interesar, y al final, acabas construyendo tu pasado. Aparte de cosas que no se las vas a contar a nadie, o te dan vergüenza. Así que una persona, si muchos años después, quiere recuperar la vida de alguien y solamente encuentra fragmentos de esa vida, una carta, una foto, o un recuerdo, es muy posible que con su mejor voluntad, esté inventando algo que no fue así. Que realmente es plausible, coherente, pero no sucedió como esa biógrafa se lo imagina.

Fíjate que en los grandes personajes femeninos, Madame Bovari, Ana Karenina, La Regenta, son todas ficciones creadas por hombres. Que están muy bien hechas, vale, pero que es el imaginario masculino  puesto encima de una figura femenina.

Entonces por eso quise construir El eco de la piel de esa manera, en la que dos tercios de la novela tú sigues a Sandra, que está investigando la vida de Ofelia y ves lo que ella va uniendo y va dando forma a esa vida. Pero no tienes manera de saber si ella acierta o no. Entonces llega un momento en el que yo dejo que el lector vea como fue ese pasado en realidad. Y eso Sandra no lo sabrá nunca. Eso es lo que yo quería hacer.

Estoy justamente entrando en ese tercio final de la novela, en el que dejas saber muchísimas cosas muy interesantes de la historia de los protagonistas… Y lamento que va a terminar muy pronto.

Pero si es larguísima… y ahora vas a enterarte de cosas mucho más interesantes de sus vidas.

Es que cuando una novela te atrae así, siempre resulta corta. La inspiración para crear los personajes de El eco de la piel, algunos de ellos poco corrientes, ¿surgió de tu imaginación, o te basaste en personas reales?

Digamos que la parte industrial y profesional, cómo se va creando ese imperio de la moda, lo he sacado mucho de la realidad. De vidas de personas que conozco o que he leído de mi pueblo. Porque la ciudad de la que hablo en la novela es la ciudad donde yo nací, aunque le haya cambiado de nombre. En realidad al hablar de Monastil yo hablo de Elda. Es un centro de calzado femenino, donde se producen los mejores zapatos de mujer en España. Yo quería hablar de mi pueblo, pero no quería llamarlo exactamente así, para que no me dijeran, por ejemplo, “la estatua en el jardín no era de ese señor”, entonces así yo pude hablar de lo que quería.

Luego, acerca de lo que me preguntas sobre personajes que no son muy normativos, eso no forma parte de la cosa biográfica, pero sí he recogido pedacitos de las personas que conozco y les han pasado esos tipos de cosas. Lo que he hecho, es poner todo eso junto.

No es un libro simple de leer. ¿Cuál es tu técnica para darnos a conocer las complejidades de tus personajes?

Mi técnica sería algo así como la holografía. O sea lo que yo intento es que, usando diferentes puntos de vista, informaciones de diferentes fuentes, buscar que en la mente del lector se vaya formando la tridimensionalidad. No suelo usar un solo narrador que lo cuenta todo porque lo sabe todo. Entonces el lector tiene que creerse lo que le dice el narrador, pero no lo ves, y por eso yo prefiero que el lector oiga hablar a la protagonista, la vea pensar y actuar.  Y que la persona que vive en frente de ella diga algo sobre ella, que el novio diga algo sobre ella, o que su enemigo opine sobre ella. Y entonces poco a poco en la mente del lector se va armando esa imagen grande, poliédrica, que es lo que yo suelo hacer. Dar diferentes puntos de vista, enfoques, para que en el centro se cree la imagen.

Tu oscilas con facilidad entre la ciencia ficción y la novela realista. Tus últimos dos libros son novelas realistas con suspenso y cierto misterio. ¿En cuál te sientes más a gusto?

En todos. Me he dado cuenta, no hace mucho, de que realmente lo que yo hago es algo así como las olas. Necesito mis dos vías, la vía fantástica y la vía realista. Y entonces cuando he escrito, como esta última, un pedazo de novela gordísima realista, de alguna manera hay algo adentro mío que dice “ahora necesito una fantástica”. Cuando terminé El eco de la piel, escribí una fantástica juvenil, que se llama El efecto Frankenstein, que ganó el Premio Edebé de Literatura Juvenil este pasado enero.

Y siempre es así, una realista y una fantástica, se alternan. Y lo paso muy bien y no tengo que renunciar a ninguna.

En 1981 te fuiste de tu España natal a vivir y a trabajar a la bellísima Innsbruck. ¿Hubo alguna razón especial para elegir el Tirol?

Si, querida mía, el amor. El amor.

Ah, ¡qué romántico!

¡Sí! Yo conocí a mi marido, este hombre con el que me fui a Innsbruck, en un curso universitario de verano, de francés, en París, cuando yo tenía diecinueve años y él veinte. Nos conocimos en la fiesta de inauguración del curso. Para animar el baile, anunciaron que las damas elegían pareja. Yo lo vi, y lo saqué a bailar. En aquella época no había móviles, pero había un fotógrafo oficial que nos hizo en ese momento una foto. En el momento en que nos conocimos. Yo creo que soy la única persona que conozco que tiene una foto tomada en el mismo momento en que conoció a su futura pareja.

Nos hicimos amigos, empezamos a gustarnos y después seguimos cinco años escribiéndonos y viéndonos en las vacaciones. Hasta que llegó el momento en que dijimos así no podemos seguir. Si no podemos estar juntos, o nos dejamos, o uno de los dos tiene que mudarse. Como yo había terminado los estudios y él tenía que todavía escribir la tesis, me fui a Austria y allí me quedé. Tenemos dos hijos, y todo muy bien. Lo que pasa es eso, que suena como novela romántica.

Ahora para terminar, ¿qué tienes en el tintero para el futuro inmediato, si es que puedes hablar de ello?

Te voy a contar un poco, no mucho, porque nunca cuento mucho antes de que esté. Por el momento, estoy haciendo una locura  que no había hecho nunca antes. Estoy intentando escribir dos novelas a la vez. Una es realista y la otra es ficción.

Lo que te contaba antes. Cuando terminé El efecto Frankenstein, me puse inmediatamente a escribir una novela de crimen realista, una novela negra, bastante oscura que sucede en invierno. Y a medias de ella, se me ocurrió otra idea estupenda, para una fantástica y me dije, antes que se me vaya, voy a empezar a escribir un poco, para no perder el tono, no perder el narrador. Cuando la empecé me dije, esta me gusta mucho, está muy bien, pero no puedo dejar la otra. Así que ahora estoy así, en los últimos tres o cuatro días estuve trabajando en la fantástica, pero la otra empieza a decirme, no me abandones, así que ya te contaré si lo he conseguido. De momento ese es el proyecto.

Elia, te agradezco mucho esta charla tan interesante.

A ti, Isabel. Yo iré a Miami en octubre, a presentar El eco de la piel, en la librería Books & Books. Una librería muy grande, que me gusta mucho. Allí nos veremos.

Sin duda. ¡Hasta la presentación del libro, entonces!

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