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Foto Batia Cohen
La arquitectura de Antoní Gaudí ha sido admirada por algunos como Salvador Dalí, repudiada por otros, como los anarquistas en el año de 1937, ha sido encasillada como fantástica, producto de un sueño de opio, realidad de un hombre esotérico. Pero en realidad, Gaudí trabajó directamente de la naturaleza, buscó su inspiración en los troncos de los árboles, en un panal de abejas, en los más ínfimos detalles de su entorno, respetando los principios primigenios de la arquitectura. Gaudí nos lleva a entender lo básico de un refugio, un abrigo de las inclemencias del tiempo cuando el hombre busca cobijo, pidiendo amparo del mundo moderno que lo rodea.
Sus más allegados admiradores han pedido incluso al Vaticano canonizarlo y por otro lado, los arquitectos que se consideran puristas lo han tildado de decorador o diseñador, desligándolo de la funcionalidad humana que tiene la práctica de la buena arquitectura. No se dan cuenta que sus métodos fueron distintos a los de la academia, que su forma de pensar tridimensional lo arrincona a desdeñar planos y dibujos, obligándolo a utilizar maquetas y modelos que puedan explicar a los trabajadores sus ideas. Su forma de trabajo es simplemente distinta.
La ingeniería de sus arcos catenarios le permite tener estructuras antes no utilizadas como parabólicas, hiperbólicas y conoidales. Esos son sus implementos para la construcción de sus más ambiciosos proyectos, la tensión de hilos que cuelgan con pesos determinados figuran la forma de sus famosos arcos.
…sus métodos fueron distintos a los de la academia, que su forma de pensar tridimensional lo arrincona a desdeñar planos y dibujos, obligándolo a utilizar maquetas y modelos que puedan explicar a los trabajadores sus ideas.
El volumen emerge de sus estructuras geométricas que se entrelazan y que reúnen las relaciones íntimas de todos los elementos decorativos. Sus creaciones realizadas en su madurez, como la Casa Milá, conocida como La Pedrera, nos permiten ver a un arquitecto que amaba transformar el material local, que usando la piedra del cerro cercano de Montjuic hizo labrar sinuosidades antes no experimentadas en la fachada de un edificio de departamentos.
Su trayectoria arquitectónica evoluciona desde ser un estudiante de la Lotja que sigue las reglas aprendidas del Neogótico, en boga en ese momento, hasta un maestro de la geometría y el cálculo en el Parque Güell. Influenciado por sus contemporáneos se ve atraído por usar elementos moriscos como el azulejo, los arcos poli-lobulares y las arcadas de tipo árabe en la casa Vicens, poco a poco se va desembarazando del rigor arquitectónico de sus profesores y toma nota de su bagaje artesanal.
Su padre había sido herrero y Antoní aprovecha la maleabilidad del hierro para darle vida a sus rejas, portones y barandales, estos se convierten en listones que flotan con el viento, moños que se doblan al cantar de las aves, poemas de hierro que se amoldan al contacto con el calor. Sus rejas semejan redes de pescadores, el cruce de las fibras de las canastas de los campesinos, inclusive el adorno de las terrazas son algas o la enramada que cuelga de un remoto acantilado.
Sus sueños se hacen realidad gracias al bolsillo del conde Güell. La bienvenida a la finca Güell, la casa de verano de la familia, nos la da un feroz dragón, que nada tendrá que ver con la abstracción de San Jorge en la Casa Batlló. En este caso el monstruo se convierte en el emblema de la familia Güell-Comillas y hace referencia al poema de Verdaguer L’Atlántida, en honor al Marqués Comillas, suegro de Güell dueño de una compañía de barcos trasatlánticos, de donde el título del poema hace obvia la referencia. En la leyenda griega la entrada al Hesperides está resguardada por un animal terrible y el vencerlo es uno de los obstáculos a los que se tiene que enfrentar Hércules, para poder tomar del jardín la manzana de oro. En la versión de Verdaguer el fruto deseado es una naranja, relacionándolo con España.
…introduce el trecandís, el azulejo, en este caso probablemente parte de un juego de platos de porcelana Limoges que el conde ya no utilizaba, roto a propósito, para luego unirlo en pequeños pedacitos, cubriendo formas tan arrogantes y aisladas como su creador.
Cuando poco después su amigo y benefactor Eusebi Güell le encarga el diseño de su casa-palacio en una pequeña calle aledaña a las Ramblas, el gusto por lo mórbido llega en todo su esplendor, el sobrio Palau Güell, cierra sus puertas ante el visitante con una magnánima enrejada, el sello de la familia en el centro en un hierro forjado que no tiene límite de sinuosidades, la fachada con sus ventanas en el segundo piso tiene reminiscencias de los palacios venecianos, al entrar una lúgubre sala nos recibe, por supuesto repite el tema mozárabe y las curvas de los muebles y adornos diseñados por Gaudí nos relatan una pequeña suavidad en los bordes que contrastan con las grandes techumbres de la casa. El gótico moderno de 1886-88 se complementa con un castillo del siglo XV, con la luz de un palacio árabe y el modernismo de fin de siglo en este proyecto avant-garde donde Gaudí inclusive diseña los respiros de las chimeneas que dan hacia la azotea. Aquí es donde introduce el trecandís, el azulejo, en este caso probablemente parte de un juego de platos de porcelana Limoges que el conde ya no utilizaba, roto a propósito, para luego unirlo en pequeños pedacitos, cubriendo formas tan arrogantes y aisladas como su creador.
Su fervor católico se acentúa al pasar de los años y lo vemos reflejado no solo en el tipo de construcciones para las que lo contrató Eusebi Güell, magnate fabricante de concreto, su mecenas y promotor, sino en la interpretación misma que él le da a algunos de sus proyectos.
La casa Batlló es identificada con el patrono de la ciudad, es San Jorge que lucha contra un dragón, este monstruo vencido por el santo. El dragón que va dejando a su paso los cadáveres de sus víctimas está representado en la fachada de la casa, los balcones son calaveras con ojos grandes, vacios, y huesos delgados que paralelos dejan entrever las vidrios pintados que darán luz al interior. El fabuloso animal ha dejado las escamas de su espalda como reliquia de madera al borde de las escaleras interiores y también en el techo donde con colores adornan el paisaje y acompañan triunfante al símbolo de la ciudad: la espada de San Jorge con la punta convertida en una cruz volumétrica que más bien semeja un merengue listo para ser engullido.
Casa Batilo, Gaudi – Foto: Batia Cohen
En la casa Milá crea un techo fantástico en el departamento donde vivirá la pareja. Elucubra el mudo imaginario donde al ver hacia arriba vemos orificios que semejan las fauces del cielo y nos invita a la comunicación con el más allá. Deja un mensaje religioso plasmado en el yeso labrado como olas que respiran: Ave María está escrito, letra por letra nos avisa que es parte de una plegaria, es en honor a Rosario Milá, ella es también parte de la plegaria, es el rosario con el que se dice el rezo, es la mujer honrada quien sube al paraíso en el techo de su casa.
gaudi casa batllo
Casa Batilo, Gaudi – Foto: Batia Cohen
Gaudí interpreta en muchos casos la casa como refugio, una cueva que permite al individuo aislarse del mundo exterior. La cripta Güell, la entrada de la casa Milá, los túneles rústicos del Parque Güell, todo conlleva a los orígenes del hombre civilizado y concluye con la pregunta ¿quién controla los fenómenos naturales? El remolino que transforma las olas del mar, el viento que erosiona las montañas, todos estos enigmas se encuentran concentrados en las obras de la época madura de Gaudí, qué mejor ejemplo que el Parque Güell, donde vemos las formaciones de rocas trabajando como columnas, la piedra como elemento primigenio del hábitat humano. Al entrar a la cripta de la familia Güell, nos sentimos atraídos por este ambiente místico y seductor de estar penetrando en un sitio misterioso y enigmático, pero pronto nos absorbe la calma, el acogimiento, el silencio, la meditación, el rezo. El mensaje es claro, encontraremos refugio en el catolicismo.
En cambio en el Templo Expiatorio de La Sagrada Familia los tendones que la hacen de columnas nos elevan hacia un bosque encantado, donde el sonido de las campanas nos acoge alegremente y nos invita a soñar. El movimiento modernista conocido en otros sitios como Art Nouveau, proponía la búsqueda del origen, de las culturas ancestrales, de volver a lo fundamental. En esto Antoní Gaudí no se desliga de su tiempo, sin embargo, crea ambientes únicos que solo pueden darse en la Barcelona progresista de su tiempo.
Volvamos al Parque Güell, el cual fue diseñado para ser dividido en parcelas como un fraccionamiento de lujo, no para el pueblo, si no para un selecto grupo de gente que viviría en esta área. Ya que el negocio no funcionó y solo se vendieron un par de terrenos, Eusebi Guell convino donarlo a la ciudad. No obstante lo que nos queda es un espacio de recreo donde nos reciben dos edificios que flanquean la entrada. ¿Será posible que Gaudí se haya inspirado en la opera de Hansel y Gretel, escrita por Engelbert Humperdinck y que se estrenaba en su ciudad justamente en esos años?
Lo que hubiera sido probablemente su obra maestra hoy sigue en construcción gracias a donaciones de instituciones japonesas quienes han tomado la batuta para dar termino a este gran edificio.
Los últimos veinte años de su vida, el tímido Gaudí se convierte en un ermitaño, se resguarda en la soledad con el único propósito de construir el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Con este proyecto termina la obra y la vida de Antoní Gaudí, un arquitecto que dejó para el porvenir su labor sin terminar. Lo que hubiera sido probablemente su obra maestra hoy sigue en construcción gracias a donaciones de instituciones japonesas quienes han tomado la batuta para dar termino a este gran edificio. Por el camino han dejado atrás el espíritu de Gaudi, su espontaneidad, el fervor que sentía por lo curvo, el horror vacui que logró plasmar en la fachada de la natividad pero, que se distorsiona en la fachada de la crucifixión que se terminó en los años cincuenta. Todavía está por verse el final de esta edificación que incluirá la tercera fachada. Hace años que durante la guerra civil española los sublevados quemaron los planos del arquitecto, hace mucho que se trata de adivinar sus pensamientos, sus intensiones. Su genio que se nos ha escapado.
Gaudí se encierra en su mundo, se une al grupo de San Lucas junto con los hermanos Llimonas, forma parte de las procesiones de Corpus Christi. Un tranvía lo atropella en la calle, la gente que atestigua el accidente piensa que es un pordiosero, ni siquiera los taxistas que pasan quieren llevarse al malherido, pasan minutos vitales hasta que llega la ambulancia y es trasladado a un hospital público. Muere unos días después y a su entierro asiste todo Barcelona. Gaudí muere y con él el amor por la curva, la obsesión por la sinuosidad, la ilusión de lo cóncavo y el sueño del volumen.
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