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13

¿Crisis en el psicoanálisis o crisis en la cultura actual?

Barcelona
En los últimos años ha resonado una polémica que aparentaba concernir solamente a algunos profesionales de la salud mental. Las críticas que recibiera el psicoanálisis parecían ponerlo en cuestión. Pero, ¿la crisis está en esa disciplina o hay crisis en la cultura actual? Esta discusión que supuestamente involucraba a los psicoanalistas, en realidad envuelve a todos los abordajes de la salud y también a aquellos que lidian con el sufrimiento psíquico y van en busca de tratamiento. En la era de la inmediatez, de la efectividad y de los rápidos flujos de información ¿queda aún espacio para la reflexión? ¿Hay tiempo para los procesos? Y fundamentalmente, está el hombre de hoy dispuesto a ver más allá de los espejos narcisistas que la cultura sostiene?

Uno de los hechos que me hizo decidir volcar en un papel estas ideas y que desearía discutir con Uds., es que en el 150 aniversario del nacimiento de Sigmund Freud, a pesar o porque se siga estudiando, creando, investigando y difundiendo el psicoanálisis, se lancen ataques contra él, con más fuerza que en otros tiempos.

«Hasta hace poco parecía que las neurociencias iban a matar el psicoanálisis. Ahora se multiplican las voces que reconocen el valor de las semillas sembradas por Freud…»

Se habla de «La muerte del psicoanálisis», «La muerte de Freud», «Crisis de y en el psicoanálisis», etc. Frente a estos hechos, sin negar que haya un cambio en el tipo de demanda y una dificultad en la aceptación de la propuesta de tratamiento en los pacientes que nos consultan, debemos preguntarnos, por donde pasa esta crisis, aceptando que exista. ¿Pasa por y en el psicoanálisis? o ¿Pasa por y en la cultura actual?

Antes de seguir adelante, se vuelve necesario definir el concepto de crisis.

CRISIS: (Según Joan Corominas, en su diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid 1994) mutación grave que sobreviene en una enfermedad para mejoría o empeoramiento, momento decisivo en un asunto de importancia. Del latín, crisis. Tomado del griego, yo decido, separo, juzgo.

En cuanto al concepto de cultura, tomaré como referencia la definición de Freud en «El porvenir de una ilusión». En dicha obra refiriéndose a la cultura humana el la define como «todo aquello en lo cual la vida humana se ha elevado por encima de sus condiciones animales y se distingue de la vida animal (omito diferenciar entre cultura y civilización)- muestra al observador, según es notorio, dos aspectos. Por un lado abarca el saber y el poder hacer que los hombres han adquirido para gobernar las fuerzas de la naturaleza y arrancarle bienes que satisfagan sus necesidades, por otro comprende todas las normas necesarias para regular los vínculos recíprocos entre los hombres y en particular, la distribución de los bienes asequibles». Auque estos dos aspectos no son independientes entre si, cuando me refiera a la cultura tomaré el segundo de ellos, sobre todo en lo que atañe a las normas necesarias para regular los vínculos recíprocos, y también a los vínculos de los hombres con ellos mismos.

Comenzaré por formular una pregunta que hoy, quizás más que nunca, resulta pertinente respondernos ¿Está en crisis el psicoanálisis?

Para responder a este cuestionamiento, es necesario que haga una sucinta reseña histórico-científica sobre la evolución de nuestra ciencia a partir de 1895, fecha en que se publican los «Estudios sobre la histeria» hasta nuestros días.

Luego de los estudios sobre la histeria, Freud publica en 1900 «La interpretación de los sueños». De este libro en seis años solo se venden 351 ejemplares, y no se reedita hasta 1909. Desde entonces al día de hoy, no podría darles un número de cuantas reediciones y traducciones se han publicado, pero todos sabemos que son innumerables.

También es incalculable, el número de publicaciones de otros autores.

Desde Freud a nuestros días los analistas trabajamos con la interpretación como herramienta fundamental de nuestra práctica clínica, sin restar importancia a las intervenciones no interpretativas, que aplicadas adecuadamente pueden ser herramientas también útiles; me refiero a las señalizaciones, construcciones, etc.

Comenzaré con una síntesis del desarrollo del concepto de interpretación. En un principio Freud emplea la interpretación para hacer surgir los recuerdos patológicos inconscientes (terapia catártica). Su técnica evoluciona a partir del descubrimiento y la definición de los conceptos de: conflicto, inconsciente, sexualidad infantil, fijación, fantasma, narcisismo, adoptando una actitud detectivesca. Tal como un Sherlock Holmes que fuera en pos del descubrimiento, y del modo de funcionar del aparato psíquico. Y concomitantemente a estos descubrimientos va modificando su técnica.

Un giro importante se produce con el descubrimiento de la «compulsión a la repetición». Ya no sólo se trata de descubrir, de comunicar al paciente lo que como analista se averiguaba, sino que se debe agregar el trabajo de elaboración para superar la repetición del síntoma. A partir de entonces Freud y sus discípulos, no se contentan con comunicar a sus pacientes sus hallazgos sino que trabajan junto a ellos para que, esclarecido y elaborado el conflicto, éste no se siga repitiendo indefinidamente.

Con El Yo y el Ello (1923) se desarrolla la segunda tópica y se enriquece la clínica, que se orienta ahora también al estudio del Yo y los mecanismos de defensa.

Eric Kandel, de la Universidad de Columbia, asegura que en ese libro Freud desarrolló el concepto de que la neurona es el elemento esencial del cerebro y de que el  contacto entre las neuronas puede ser modificado mediante el aprendizaje. […] las neurociencias duras admiten que muchos de sus avances se han realizado a partir de los conceptos que Sigmund Freud dejó inconclusos. El escaneo cerebral permite ver lo que Freud sólo pudo intuir con su genio.

La herramienta se va mejorando, hay más descubrimientos, se sabe más. En Nuevas conferencias (1932), Freud se refiere a las identificaciones no sólo en el Yo sino también en el Super Yo, ampliando lo ya desarrollado en El Yo y el Ello.

Hay un segundo punto que quiero señalar, que es la transferencia, que paulatinamente empieza a adquirir un estatus trascendental. La transferencia es entendida en un principio como una resistencia, pero posteriormente es tomada como un elemento útil y de insoslayable concienciación, dejando de considerarla como una resistencia que hay que superar para poder seguir trabajando. Se varía el enfoque, podemos ver no ya la transferencia como resistencia, sino las resistencias en la misma transferencia.

Pero también se va poniendo el acento en la contratransferencia: ya no sólo transfiere el paciente sino también el analista; no hay sólo resistencias del paciente, también hay resistencias del analista. El analista puede resistirse a interpretar tal o cual contenido de acuerdo con su conflictiva quizá no elaborada suficientemente en su propio análisis.

Aparece entonces la teoría del campo, ya no se habla de transferencia- contratransferencia, sino de campo transferencial (Baranger, W.), que entiende el análisis como un campo dinámico, donde analista y analizante trabajan juntos con sus fantasmas, situación que el analista debe tener en cuenta para que cuando interprete o haga otro tipo de intervención terapéutica, no se deslice parte de su conflictiva inconsciente. Es necesario que el analista tenga en cuenta qué le despierta su analizante y por qué. Su interpretación se vera entonces enriquecida y será de más utilidad para la marcha del proceso terapéutico.

Durante todo el Siglo XX, han surgido y se han desarrollado diferentes escuelas, que partiendo del pensamiento freudiano han enriquecido y ampliado el campo de acción del psicoanálisis.

No puedo dejar de nombrar a Melanie Klein, Winnicott, Bion, Lacan, Green, Françoise Dolto, Joyce McDougall, Meltzer y puedo seguir con la lista de brillantes pensadores que han formado o no escuelas propias, pero que han ido mejorando y enriqueciendo nuestra disciplina.

También quiero señalar que la técnica psicoanalítica se va extendiendo: niños, parejas, familia, psicodrama psicoanalítico, terapias focales de orientación dinámica y podemos seguir, no hay campo de la clínica psicoterapéutica donde el psicoanálisis no haya dejado su impronta.

Sin duda hay diversas escuelas, cada una con su propio tipo de abordaje de la problemática clínica. Pero esto no quiere decir que haya mejores ni peores. Es importantísimo trabajar con un ECRO (Esquema conceptual referencial operativo) como lo denominaba Enrique Pichón Rivière, sino la tarea sería caótica. Pero también es importante no atarse rígidamente a un solo esquema referencial sino ir enriqueciéndolo con aportaciones de otros ECROs, pero cuidando de no caer en el eclecticismo. Querer explicar el fenómeno psíquico desde una sola concepción puede resultar empobrecedor.

Volviendo a la obra de Freud, el psicoanalista y escritor argentino Marcos Aguinis, en un artículo publicado en marzo de 2006, nos da noticias de investigaciones en neurociencias donde se comprueban hipótesis freudianas.

Dice Aguinis: «Hasta hace poco parecía que las neurociencias iban a matar el psicoanálisis. Ahora se multiplican las voces que reconocen el valor de las semillas sembradas por Freud. En la época victoriana, ocuparse de la mente era tarea de filósofos y especuladores. Cinco años antes de lanzar su fundamental Interpretación de los sueños (1900: inauguró el siglo), Freud escribió su arduo «Proyecto para una psicología científica». Era un esfuerzo creador impresionante, porque en ese tiempo se carecía de suficiente información histológica y fisiológica y no había escáneres de resonancia magnética, potenciales evocados, ADN ni aportes de la química.

¿»está en crisis el psicoanálisis»? […] no está en «una mutación grave, que  sobreviene a una enfermedad», pero sí está viviendo dentro de una cultura sometida a fuertes cambios, «una cultura del anti-insight», como proponen Carlinsky y Katz de Ezkenazi. «Cultura de la satisfacción»…

Freud nunca quiso publicar esa obra, que fue impresa después de su muerte. Allí aparecen los brotes de futuras ideas. Se trata de un modelo cohesivo entre la mente y el cerebro, cosa que ahora nos parece obvia, pero que entonces no lo era. Explora las raíces de las abstracciones y describe las células nerviosas que serían responsables de la conciencia, la memoria y la percepción. Eric Kandel, de la Universidad de Columbia, asegura que en ese libro Freud desarrolló el concepto de que la neurona es el elemento esencial del cerebro y de que el contacto entre las neuronas puede ser modificado mediante el aprendizaje.

Lo admirable es que las neurociencias duras admiten que muchos de sus avances se han realizado a partir de los conceptos que Sigmund Freud dejó inconclusos. El escaneo cerebral permite ver lo que Freud sólo pudo intuir con su genio. Las pruebas son numerosas y no asombrarán a los especialistas. Sólo citaré las que alcanzaron mayor difusión. Kandel y sus colaboradores, por ejemplo, han tratado de seguir pistas en los cerebros de estudiantes voluntarios, a los cuales se les mostraron fugaces imágenes de rostros temibles. Tan rápido corrían las imágenes que los voluntarios dijeron que no habían podido ver nada. Pero las imágenes mostraron otra cosa en el escáner: se había encendido la amígdala cerebral, donde se concentra el centro del miedo. Es decir, concluyeron los investigadores, el inconsciente existe.

También se estudió la represión. En la Universidad de Oregon han podido verificarla mediante el «olvido motivado». Michael Anderson entrenó a personas para memorizar pares de palabras que no tuvieran relación entre sí, como «prueba» y «cucaracha», por ejemplo. Después las sometió a una resonancia magnética y pidió que se concentraran en la primera palabra, sin prestar atención a la otra. El escáner mostró un complejo circuito: el hipocampo, responsable de recuperar la memoria, exhibía una actividad reducida, mientras que el córtex lateral prefrontal, que ayuda a inhibir las acciones reflejas (como, por ejemplo, retirar la mano de un plato caliente), mostró una actividad multiplicada. Por supuesto que hay mucha distancia entre suprimir una palabra suelta y enterrar en el inconsciente un trauma poderoso, pero, como afirma Anderson, «creo que Freud estaba sobre algo importante».

Las nuevas tecnologías que pueden sin duda ser muy útiles para el conocimiento, por otro lado, estimulan el «no esperar». Las compañías informáticas nos  bombardean ofreciendo una cada vez más rápida conexión. Esto influye sobremanera en la filosofía de la sociedad, en tanto se extrapola también al establecimiento de vínculos afectivos y a la resolución de conflictos, que cual problemas informáticos, tienen que resolverse YA.

Pienso que no es necesario por el momento extenderse más, volveremos a la pregunta inicial: ¿»está en crisis el psicoanálisis»? Tomando la definición de Corominas, no está en «una mutación grave, que sobreviene a una enfermedad», pero sí está viviendo dentro de una cultura sometida a fuertes cambios, «una cultura del anti-insight», como proponen Carlinsky y Katz de Ezkenazi. «Cultura de la satisfacción» como la llama el economista John Kenneth Galbraith(1992), donde los gobiernos no se ajustan a la realidad o a la necesidad común, sino a las creencias de los satisfechos, que son mayoría. «Cultura de la calma» como dice nuestro colega Javier de Juan (2006) donde el dolor es renegado. Una cultura donde según Estela Bichi (1998), «las nociones de proyecto o de progreso propios de la modernidad, se enfrentan hoy con la actitud post moderna que conlleva a descartar el pasado y mirar el futuro con escepticismo».

Tomaré tres emergentes culturales que percibo como repetitivos en esta última década, sin descartar que pueda haber otros puntos significativos:
* 1º La inmediatez

* 2º Efectividad-Afectividad
* 3º Comunicación-Incomunicación

En relación al primero, la inmediatez, la premura, es algo que vemos en este momento en gente que llega a nuestras consultas con prisas para resolver su problemática confundiendo la prisa con la rapidez. Donde la capacidad de espera y tolerancia a la frustración es baja o nula.

Esta perentoriedad está estimulada por la sociedad de rápido y fácil consumo.

Las nuevas tecnologías que pueden sin duda ser muy útiles para el conocimiento, por otro lado, estimulan el «no esperar». Las compañías informáticas nos bombardean ofreciendo una cada vez más rápida conexión. Esto influye sobremanera en la filosofía de la sociedad, en tanto se extrapola también al establecimiento de vínculos afectivos y a la resolución de conflictos, que cual problemas informáticos, tienen que resolverse YA.

Según Estela Bichi, «nos hallamos en una era en que la acción, la velocidad y la imagen son privilegiadas por sobre la reflexión y la palabra».

En relación al par efectividad-afectividad, notamos cada vez más un detrimento de lo afectivo en relación a lo «efectivo». En las demandas de ayuda que recibimos, prima más el cómo aumentar la efectividad para ser exitoso, un mayor interés por el éxito laboral que en el modo de superar las dificultades afectivas. Vemos también una tendencia creciente a sacrificar o retardar la maternidad por exigencias laborales, mujeres jóvenes que envían a niños con pocos meses a guarderías para no perder su trabajo.

No es raro ver en el maletín de un joven ejecutivo, junto al móvil, el portátil, sus bolígrafos de marca, el antidepresivo y el ansiolítico y en algunos casos también el Viagra. En conversaciones mantenidas con colegas urólogos, éstos se muestran asombrados por la demanda de Viagra por parte de adultos jóvenes para ser más efectivos en sus relaciones sexuales.

En relación al par efectividad-afectividad, notamos cada vez más un detrimento de lo afectivo en relación a lo «efectivo». En las demandas de ayuda que recibimos, prima más el cómo aumentar la efectividad para ser exitoso, un mayor interés por el éxito laboral que en el modo de superar las dificultades afectivas.

Y siguiendo con los colegas médicos y el cambio de ideales sociales, llama la atención el éxito que tiene una serie televisiva en este momento: Dr. House. A este médico, no le gusta visitar pacientes y cuando lo hace suele maltratarlos hasta niveles de sadismo, pero se valora en él su capacidad diagnóstica, es muy efectivo. Lo presentan como el médico que no cura enfermos, cura enfermedades. Es todo lo contrario a lo que aprendimos como indicado en la relación médico-paciente: afecto, escucha, comprensión. El ideal ha cambiado, ahora solo vale el diagnóstico rápido y como sea. Parece que los ideales y actitudes han virado hacia un maquiavelismo en el que el fin justifica los medios.

El tercer punto que quiero tratar es el de la comunicación-incomunicación.

Estamos más comunicados que nunca, pero realmente es así? Sin duda tenemos la información de todo lo que pasa en el mundo en tiempo real así como de las personas que nos pueden interesar a través de nuestros ordenadores. Nunca fue tan fácil comunicarse con alguien que está a miles de kilómetros de distancia, comunicar lo que haremos, donde estaremos, etc.

Pero también, este tipo de comunicación trae aparejado un alejamiento afectivo del mundo y de los otros.

Surgen nuevas patologías, «relaciones de amistad» y hasta «relaciones sexuales» a través de Internet. Ya no se busca pareja por medio de amigos, salidas, etc.: está el Messenger y otros canales.

Antes un paciente que quería dejar la terapia como máximo me lo podía comunicar por teléfono, ahora gente que quiere interrumpir sus terapias, lo comunica fríamente por Internet o SMS. Lo que nos deja desarmados para cualquier tipo de intervención y paralelamente, hay pseudo terapeutas que ofrecen tratamientos por Internet obviando el contacto afectivo necesario en una terapia, sea cual fuera su esquema referencial.

Daré unos ejemplos clínicos.

Un colega me relata el caso de una paciente, que según ella estaba llena de amigos, y algunos de ellos, gente de cierta notoriedad. Este colega se preguntaba el porqué de la consulta, pero avanzando en la cura, surge que esos amigos eran todos amigos virtuales: la paciente no salía de su casa, sufría de una fuerte fobia social que le impedía todo contacto.

Otro caso, de alguien que era infiel a su mujer y le era infiel en su propia casa, eso le causaba sufrimiento y culpa. Se levantaba de la cama cuando ésta se dormía y mantenía relaciones sexuales, pero estas relaciones eran virtuales, relaciones a través de internet.

Para terminar con los ejemplos clínicos, relataré el caso de una joven mujer que me consulta por el intenso sufrimiento que le había provocado el haber sido dejada por su marido de un momento para otro. Cómo? A través de un SMS. Por más que ella le preguntaba, él le contestaba que ya estaba informada y que no había más que hablar. Concurrió a una colega psiquiatra por la intensa angustia que sufría, una colega que muy «eficientemente» la medicó con ansiolíticos, antidepresivos e inductores del sueño.

Las nuevas demandas que imperan en la sociedad hacen imprescindible estudiarlas y debatirlas para «adecuar nuestra técnica a las nuevas condiciones» (Freud, 1919).

Pero ella quería hablar sobre lo que pasó. Al enterarse su familia, quienes vivían fuera de Barcelona, su padre, un comerciante exitoso, decide que ella tiene que regresar a su pueblo y, desmontar el piso que había armado con ilusión y afecto, lo más rápidamente posible. La joven inerme se sometió a esa decisión, pero no por ello dejó de buscar ayuda y llegó a mí a través de una amiga: quería hablar pero la presión de la familia era muy fuerte y tuvimos muy poco tiempo para aclarar algunos puntos.

Aquí vemos como se dan los tres procesos: inmediatez, efectividad, incomunicación, dejando de lado el tiempo de reflexión, la continencia afectiva y el comunicarse para entender qué puede estar pasando.

Mi hipótesis es que vivimos en una cultura que está en crisis, una cultura que está sufriendo mutaciones graves, y el psicoanálisis «nacido y acunado por los ideales propios de las ciencias positivistas, es cuestionado por la actitud del hombre actual que intenta vivir al ritmo de aquello que sostienen los nuevos paradigmas. La incertidumbre, la ausencia de verdades objetivas, el escepticismo, el desorden y la indefinición son el marco de referencia que se opone hoy a los entusiastas ideales de la modernidad en cuyo ámbito naciera nuestra ciencia.» (Estela L.Bichi 1998)

José Cukier (1999) señala: «No tildar la caída de la demanda de los tratamientos psicoanalíticos sólo como resistencias propias al psicoanálisis y fruto de las «miserias neuróticas del mundo» (Freud, 1919). Las nuevas demandas que imperan en la sociedad hacen imprescindible estudiarlas y debatirlas para «adecuar nuestra técnica a las nuevas condiciones» (Freud, 1919). […] Los nuevos pacientes con los nuevos conflictos, tales como patologías de desvalimiento y del vacío, procesos tóxicos y adicciones, afecciones psicosomáticas, problemáticas diversas generadas por los campos de trabajo y las nuevas estructuras ocupacionales, […] la redefinición social de la familia, de la sexualidad, la revolución tecnológica, […] el predominio de la cultura de la imagen, […] los sorprendentes cambios que generan los avances de la medicina –transplantes, fertilidad asistida, ingeniería genética–, el surgimiento de las terapias corporales con tratamientos psicofarmacológicos más baratos y rápidos, sólo por nombrar algunas de las causas más ostensibles, exigen la revisión y puesta al día de los abordajes terapéuticos».

Estoy de acuerdo con José Cukier y, agrego que si tienen tanta aceptación los tratamientos farmacológicos es debido a que se adecuan a la cultura del momento.

Si tienen tanta aceptación y difusión los ataques que parten hacia el psicoanálisis por parte de la nueva psiquiatría, sostenida por las multinacionales farmacéuticas, es porque proponen una salida «mágica»que se adecua a la filosofía imperante. Al no haber cuestionamiento, la herida narcisista que supone el abordaje psicoanalítico, queda de lado, y eso atrae, hoy y siempre.

Cuando Freud inicia la andadura del pensamiento psicoanalítico era acusado de perverso y pansexualista, hoy gracias al psicoanálisis se derribaron muchos tabúes relacionados al sexo. La reacción esta de lado del ataque al narcisismo en esta «cultura del éxito y del eficientismo» en la que estamos inmersos.

Nuestra disciplina estimula el cuestionamiento, no promete una salida rápida, deja la magia de lado, y desde un principio infligió una herida narcisista al ser humano al mostrarle que más allá de su voluntad y de su conocimiento racional hay algo que condiciona sus actos. Y ese algo no esta afuera, sino dentro de si. A quienes nos consultan, lo que le proponemos en realidad es el arduo trabajo de conocer a ese algo. Pareciera ser que es esta propuesta la que no está bien vista hoy.

Si tienen tanta aceptación y difusión los ataques que parten hacia el psicoanálisis por parte de la nueva psiquiatría, sostenida por las multinacionales farmacéuticas, es porque proponen una salida «mágica»que se adecua a la filosofía imperante. Al no haber cuestionamiento, la herida narcisista que supone el abordaje psicoanalítico, queda de lado, y eso atrae, hoy y siempre.

No niego la eficacia y utilidad de los psicofármacos, gracias a ellos hoy podemos abordar patologías que en otro momento resultaban inabordables, o al menos muy difíciles de tratar; psicosis, depresiones y patologías borderline entre otras. Reconocemos que ellos pueden ser y de hecho son un buen aliado en el trabajo de ayuda a quien padece un sufrimiento mental.

Tenemos una tarea a realizar, si no queremos que el psicoanálisis a pesar de su utilidad se diluya, desaparezca o quede como una curiosidad.

La primera y principal es llegar a acuerdos los psicoanalistas de diferentes escuelas, superar nuestros narcisismos y hacer un frente común para defender y difundir el psicoanálisis. Los analistas tienden a atomizarse y los canales de dialogo entre las escuelas de distintos esquemas referenciales han sido y son poco fluidos o inexistentes.

Debemos también estimular el diálogo con otras disciplinas, con otros tipos de enfoques terapéuticos y así intercambiar ideas y discutir a fondo los temas que nos preocupan, dejando de lado toda postura que implique la idea de ser dueños de la verdad.

A mi modo de ver, creo que no hemos estado haciendo lo suficiente, al menos aquí en Barcelona, para hacernos conocer y formar un frente común tanto ante las criticas veladamente destructivas, como ante los claros ataques de quienes dicen provenir de otras ramas del ámbito terapéutico y que se hallan fuera del campo psicoanalítico. Más de un analista no presenta como tal, lo que a mi criterio es verdaderamente alarmante. ¿Analistas que se avergüenzan de serlo? Pareciera que es el caso de algunos colegas en quienes, aunque nos duela aceptarlo se ha producido un exitoso mecanismo de introyección e identificación con el perseguidor.

Es imprescindible salir de nuestra torre de marfil, no basta con estudiar y mejorar nuestra disciplina, hay que dar a conocer y valorar las investigaciones y los avances realizados por el psicoanálisis.

No propongo que denostemos totalmente esta cultura en la que vivimos, sino que aprovechemos las posibilidades que nos ofrece para que más gente sepa quienes somos y donde estamos, sin ceder, como pareciera está sucediendo, la voz a nuestros detractores.

Nuestra disciplina estimula el cuestionamiento, no promete una salida rápida, deja la magia de lado, y desde un principio infligió una herida narcisista al ser humano al mostrarle que más allá de su voluntad y de su conocimiento racional hay algo que condiciona sus actos. Y ese algo no esta afuera, sino dentro de si. A quienes nos consultan, lo que le proponemos en realidad es el arduo trabajo de conocer a ese algo. Pareciera ser que es esta propuesta la que no está bien vista hoy.

Como dice Elisabeth Roudinesco: «Para renovar su originalidad y afirmar su identidad, fuera de los dogmas de escuelas y de las jergas, el psicoanálisis deberá reafirmar sus valores esenciales y universales. Si quiere seguir siendo una vanguardia de la civilización contra la barbarie -es decir, un verdadero humanismo- , tendrá que restaurar la idea de que el hombre puede hablar libremente y que su destino no se limita a su ser biológico. Así podrá ocupar su lugar en el futuro, junto a otras ciencias, para luchar contra las pretensiones oscurantistas que quieren reducir el pensamiento a una neurona o confundir el deseo con una secreción química».

En efecto, creo que debemos reafirmar nuestra subjetividad para evitar así, ser transformados en meros objetos.

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