Search
Close this search box.

Edición
34

Coleccionismo o saqueo: La historia de los museos

Miami
¿Cómo llegaron los tesoros del pasado a los museos? ¿Es allí donde deben estar?

Existe una larga lista de obras de arte, objetos y monumentos, que se encuentran lejos de su lugar de origen. Muchos han sido extraídos y trasladados de sitios remotos en momentos de guerra, de opresión y colonización. Otros han sido comprados en circunstancias misteriosas o adquiridos de fuentes sospechosas. Hoy, son exhibidos, admirados, criticados y en ocasiones olvidados entre los anaqueles, paredes y bodegas de museos. Muchos de ellos son motivo de disputas que claman por la legalidad y es cuando nos cuestionamos si los museos deberían seguir existiendo.

Las historias y enjambres de relaciones diplomáticas y económicas movilizan estas acciones. El poder y la política trabajan tras bambalinas en estos asuntos, mientras que los museos proclaman una autonomía total.  El arte no ha podido deslindarse del marco político. Ya sea que hablemos de Napoleón o de los romanos, este poder intrínseco que adquieren las obras, es aún más notable hoy. En 1968, el Shah de Irán declaró que Ciro el Grande fue el primer gobernante de la historia que otorgó a sus súbditos la libertad de opinión y otros privilegios. Dos años después, el Museo Británico prestaba el cilindro de Ciro al Museo Nacional de Irán para la celebración de aniversario de 2,500 años del Imperio Persa. Esta pieza de barro, con escritura cuneiforme, descubierta en la ruinas de Babilonia, a la cual se le conoce como la primera declaración de los derechos humanos, fue prestada a Irán nuevamente en el año 2010, con lo cual su importancia propagandística no ha cesado.

El arte no ha podido deslindarse del marco político. Ya sea que hablemos de Napoleón o de los romanos, este poder intrínseco que adquieren las obras, es aún más notable hoy

El interés por lo otro y en especial por la búsqueda de encontrar los orígenes de las primeras civilizaciones, específicamente las relacionadas con la Biblia, llevaron a aventureros, cónsules y coleccionistas a viajar desde Europa a sitios remotos como Egipto, Turquía y Grecia.  Estos trotamundos y representantes de distintos gobiernos se hallaban por varios motivos en lo que era el Imperio Otomano, y tomaron ventaja de situaciones políticas que en su momento fueron la norma. Sitios como la antigua Mesopotamia, la Grecia de Pericles y la tierra de los faraones, fueron redescubiertas por estos viajeros que a la vez las despojaron de esculturas, mármoles y frisos. Artefactos e inclusive edificios enteros, como el altar de Pergamon en Berlín, fueron trasladados a instituciones europeas a fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX.

Con el afán de querer modernizar sus ciudades, el Imperio Turco – Otomano quiso congraciarse con los países europeos y otorgó permisos especiales en la forma de firman o partage, para que se llevaran a cabo excavaciones, dando amplia libertad a los interesados. Desde las riberas del Tigris y el Éufrates, hasta las colinas de Atenas, hubo grandes proyectos arqueológicos que a menudo derivaron en saqueos, muchas veces llevando como carta de presentación el respaldo oficial. Por ejemplo, Henry Salt, cónsul británico en Alejandría entre 1815 y 1817,  contrató al aventurero Giovanni Battista Belzoni para buscar esculturas y

Artefactos e inclusive edificios enteros, como el altar de Pergamon en Berlín, fueron trasladados a instituciones europeas a fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX.

frisos. Producto de esta empresa es el busto de Ramsés II. Por otro lado, Lord Elgin extrajo los frisos del Partenón, y Henry Layard excavó el palacio de Sennacherib, hoy Irak. Así mismo vemos a Vivant Denon, asistente de Napoleón, amasando una gran colección de artículos y piezas artísticas de distintos sitios y al cónsul francés Bernardino Drovetti adquiriendo piezas del Antiguo Egipto durante su estancia allí. Los salones de museos como el recién fundado British Museum (Museo Británico) y el famoso Museo del Louvre en Paris, se enriquecieron con estas obras, alentando nuevas excavaciones.

 

DSC_0065 Rome Trajan Market

Mouseion: el museo original (Grecia y Roma)

La historia de la fundación de los museos pertenece, en sus orígenes, a un proceso psicológico que lleva al hombre a acumular objetos: la avidez de coleccionar, de poseer, de ser dueño de algo y de quererlo muchas veces mostrar, se relacionan con el acto de vanagloriarse o de querer intimidar al prójimo. El origen de la creación de sitios donde se exhiben objetos se remonta muchos siglos atrás, probablemente desde el desarrollo de las primeras civilizaciones. No obstante, la palabra museo está ligada a las culturas greco-romanas, y el nombre mismo proviene del griego mouseion. Las primeras noticias que tenemos de algún individuo que dedica su vida a coleccionar especímenes, a estudiarlos y a clasificarlos, se refieren a Aristóteles. El filósofo griego desarrolla el método empírico, sus alumnos lo siguen en sus caminatas alrededor del Templo de Apolo Lyceum con el fin de escucharlo. Curiosamente, el nombre del templo se convierte más adelante en la palabra que se utiliza como sinónimo de escuela o sitio donde se imparten clases. En el liceo griego tenemos el primer testimonio occidental donde observamos el interés humano por conocer y entender el mundo que nos rodea, desde un punto de vista metodológico y sistemático. Dentro de este lugar se desarrolló un espacio dedicado a todo tipo de estudio y análisis, donde los doctos se inspiraron en las musas; las diosas de la literatura, la ciencia y las artes, creándose el primer mouseion.

La historia de la fundación de los museos pertenece, en sus orígenes, a un proceso psicológico que lleva al hombre a acumular objetos: la avidez de coleccionar, de poseer, 

Este concepto fue difundiéndose poco a poco por el mundo y, con las  conquistas de Alejandro Magno, esta idea llegó a todos las fronteras conocidas en esa época. Un discípulo de Aristóteles creó el centro cultural más grande de la época helenística: la conocida biblioteca de Alejandría y su mouseion, creados para el estudio de anatomía, astronomía, matemáticas y para la apreciación de la literatura y el arte. Su fama llegó a ser tan grande que inclusive después de su destrucción, rebasó los límites del tiempo.

No obstante, la historia de las colecciones de arte y la acumulación de objetos y su exhibición va intrínsecamente ligada con la guerra y el saqueo. Durante la época romana, los emperadores emprendieron conquistas militares por doquier, creando uno de los imperios más poderosos que han existido. Al regresar de una victoriosa campaña, el ejército entraba a la ciudad en un desfile triunfal que terminaba en el Foro Romano, mostraban orgullosos los tesoros que habían traído de los sitios tomados y caminaban exhibiendo el botín. Piezas de oro y marfil, algunos con incrustaciones de piedras preciosas; esculturas griegas, objetos sagrados e inclusive esclavos, eran parte de la procesión. Hoy se puede observar esta vívida imagen en los relieves del arco de Tito: los legionarios cargan sobre sus hombros los artefactos saqueados del Templo de Jerusalén en Judea, la menorah (candelabro de oro) y el altar son exhibidos como muestra de poder. Se crearon templos-museos, como el Templo de la Paz, construido por Vespasiano, que se abrieron al público para exponer estas obras con el fin de que todo el pueblo tenga la oportunidad de admirar los objetos traídos y puedan enorgullecerse por los logros del ejército, , pero también de replegarse ante el poderío imperial. No podemos concluir que todo lo que los romanos exhibían era producto del saqueo, pues existe evidencia de la admiración que sentían por el arte griego, en especial por su escultura. Muestra de ello son las figuras marmóreas encargadas a artesanos griegos que copiaban las obras de los maestros clásicos para decorar los jardines y las villas de los magistrados romanos.

La Iglesia y el Arte

Durante la Edad Media en Europa, el coleccionismo pasó a manos de la iglesia. Las reliquias con los restos de los mártires cristianos empezaron a ser atesoradas. Un cabello, un hueso o un manto son resguardados con ahínco dentro de las paredes de capillas y monasterios. Mientras más importante el santo venerado, más poder tendría el recinto. Los peregrinos se trasladaban

la acumulación de objetos y su exhibición va intrínsecamente ligada con la guerra y el saqueo. 

de un sitio a otro visitando cada uno de estos sitios pidiendo misericordia a cada una de las reliquias de los santos preservados dentro de las murallas conventuales. Grandes proyectos arquitectónicos se desarrollaron durante este periodo, pinturas y esculturas decoraron altares y retablos, y con el objeto de proteger y venerar las reliquias se crearon obras maestras repujadas en plata y oro, cubiertas con incrustaciones y grabados.

Algunos de estos ejemplos se encuentran en los grandes museos. En la actualidad, despojados del simbolismo religioso con el que fueron creados, y hoy son apreciados bajo la mira estética. Por ejemplo, el tríptico Portinari creado para la iglesia del hospital de Santa Maria Nuova en Florencia, expuesto en la Galleria degli Uffizi, se aprecia como una gran obra del arte flamenco. Su función original queda como reminiscencia, pero sus valores de composición, técnica y espíritu artístico trasciende las linderas del tiempo y son apreciados como tal. Cuando hoy acudimos a observar La Ultima Cena de Leonardo da Vinci en Santa Maria delle Grazie,olvidamos que nos encontramos en un refectorio monacal. La idea principal de este fresco fue inspirar con el ejemplo a los monjes que celebraban la comida comunal y sin embargo, hoy lo vemos como una de las más innovadoras obras de arte en la historia. El arte, como vemos, traspasa los muros y permea en nuestro espíritu. Así, la disociación de su función original nos permite fundirnos con la obra maestra en sí.

Durante el Renacimiento italiano, el Vaticano jugó un papel preponderante en la historia del arte. Papas como Sixtus V y Julio II fueron responsables de recuperar y apreciar las piezas del pasado romano que fueron apareciendo bajo los cimientos de Roma durante el siglo XVI. Obras como el Laoconte y sus hijos, o el Apolo del Belvedere, que salieron a la luz durante esta época fueron de gran influencia para artistas como Miguel Ángel Bounarroti y Rafael Sanzio, por mencionar algunos.

Hasta fines del siglo XIX la influencia de la iglesia y en particular del Vaticano en las artes fue de relevante importancia. La creación de la Pinacoteca Vaticana así como otros recintos artísticos dedicados a exhibir las obras maestras del pasado fueron trabajo realizado por el clero (véase Museo de Arte de Montserrat). Su interés por difundir el haber humano y sus creaciones llevó a la institución religiosa a unir esfuerzos para fundar espacios donde se resguardaran los tesoros de la humanidad.

Durante la Edad Media en Europa, el coleccionismo pasó a manos de la iglesia. Las reliquias con los restos de los mártires cristianos empezaron a ser atesoradas. Un cabello, un hueso o un manto son resguardados con ahínco dentro de las paredes de capillas y monasterios. 

 

El Coleccionismo durante el Renacimiento

La creación del concepto de museo en el sentido moderno de la palabra se debe probablemente a una de las colecciones de arte y objetos más venerada. Se trata del grupo de artefactos, esculturas y pinturas acumuladas por Cosimo de Medici y más adelante por su nieto Lorenzo, conocido como el Magnífico. Los documentos de la época constatan la proveniencia de algunas de las piezas más famosas que en esta colección se exhibían. La galería medicea consistía en esculturas, manuscritos, piedras preciosas y antigüedades entre otras. Lorenzo, siendo un líder práctico y conocedor de la inestabilidad política que se vivía entonces, concentraba su atención en objetos bellos, interesándose en especial de que fueran artefactos pequeños pero que tuvieran gran valor para habilitar su traslado en caso necesario.

Sobre todo coleccionaba monedas antiguas, dada su versatilidad para fundirlas, transformarlas, comerciar con ellas o transferirlas. Una de las obras que adquirieron fama dentro de su colección es el recipiente realizado en ágata sardónice conocida como la Copa Farnese. El diseño grabado en su superficie alude a la prosperidad ptolomea en el Medio Oriente, mostrando a los dioses griegos con una cornucopia representando la generosidad de la tierra egipcia. La historia que encierra este objeto confirma la movilidad y la fácil transportación del mismo, así como su cotización. La copa fue traída como parte del botín de la conquista ocatviana de Egipto en el año 31 AC. Al transferirse la capital del imperio romano hacia Constantinopla, el objeto pétreo fue llevado a  Bizancio donde permaneció hasta el año 1204. Durante la cuarta cruzada la ciudad que hoy es Estambul, fue saqueada, y la copa fue trasladada nuevamente a Europa. Para el año 1239 aparece en la corte de Federico II. Más tarde encontramos dibujos que atestiguan que fue parte del legado de la corte persa (en Herat o en Samarkand) por lo menos hasta el siglo XV. El filósofo Angelo Poliziano menciona haberla visto en 1458 en la corte de Alfonso de Aragón en Nápoles.

La creación de la Pinacoteca Vaticana así como otros recintos artísticos dedicados a exhibir las obras maestras del pasado fueron trabajo realizado por el clero

Lorenzo de Medici la compra en Roma en 1472 y pasa a ser parte de su gran colección. La scutella de calcedonio, con el nombre que se le da en la lista de propiedades de la familia Medici, es descrita como un tesoro de la antigüedad apreciada por emperadores y reyes desde su creación. La copa fue heredada por la familia Farnese, de allí su nombre y hoy se encuentra en el Museo Arqueológico de Nápoles. Como podemos concluir, el ejemplo de la Copa Farnese nos hace recapacitar acerca del valor de un objeto, y como lo significados de una pieza artística van cambiando al paso del tiempo. Estas metáforas simbólicas, pueden ser adoptadas y adaptadas a las circunstancias específicas. Lo que fue específico para una cultura, que en su origen llevaba un mensaje político y religioso, cambia para las subsiguientes generaciones. Un objeto que trasluce la abundancia y el agradecimiento a los dioses egipcios-macedonios, se convierte para los conquistadores romanos en símbolo de conquista y sometimiento de la rivera del Nilo. El motivo y significado de la pieza cambia de nuevo al ser parte de la colección de Lorenzo de Medici y la pieza sugerirá el refinamiento del gobernante florentino y su conocimiento y apreciación por la maestría de los antiguos artesanos. Los objetos son trasplantados de un sitio a otro, sus significados cambian, su contenido se revaloriza. Finalmente su mensaje se traduce y se interpreta desde distintos puntos de vista.

Los Medici acumularon durante siglos obras maestras italianas así como otras traídas de ciudades lejanas; con ellas se fundó la Galleria degli Uffizi en Florencia que abrió sus puertas al público en el año 1769.

 

Gabinetes de Curiosidades

Las primeras colecciones de arte fueron amasadas, en primera instancia, por nobles, reyes y hombres de ciencia. El origen de los museos trasciende el simple coleccionismo e implica un espacio de exhibición. Los llamados Gabinetes de Curiosidades fueron brotando en la mayoría de las grandes ciudades europeas a partir del Renacimiento. Conocidos con distintos nombres como kunstkabinett, kunstkammer; cuartos de pinturas, wunderkammer; cuartos de maravillas, o simplemente gabinetto o studiolo, estos espacios intentaban acumular y mostrar artefactos realizados por el hombre, así como también objetos naturales.

Lo que fue específico para una cultura, que en su origen llevaba un mensaje político y religioso, cambia para las subsiguientes generaciones. Un objeto que trasluce la abundancia y el agradecimiento a los dioses egipcios-macedonios, se convierte para los conquistadores romanos en símbolo de conquista y sometimiento de la rivera del Nilo.

La premisa de estas exposiciones ostentaba la diversidad y la unidad del mundo.  ¿Cuál es el lugar del hombre dentro del universo? ¿Cuál es nuestro papel como ser humanos en comparación con la naturaleza y lo que nos rodea? En un instinto de supervivencia, el hombre quiere resolver los enigmas de su hábitat, se cuestiona y desarrolla la ciencia y la filosofía. Durante el siglo XV y en los siglos subsiguientes, los eruditos buscaban respuestas y como resultado de su mente inquisitiva se desarrolló una mezcla de argumentos intelectuales ligados a la gloria de Dios conocidos bajo el nombre de Humanismo. Estas cuestiones cristianas, rebosadas de mitos griegos, se ven plasmadas en las paredes de los studiolos creados durante el Renacimiento en los palacios italianos. Las figuras alegóricas como parte de estas teorías representan a las siete virtudes y a los cuatro elementos dentro del gabineto del duque de Urbino y en el camerino de curiosidades de Francesco I de Medici: la cosmogonía renacentista figurada en un espacio íntimo dedicado al estudio y a la contemplación.

Estos espacios permiten así mismo la experimentación e invitan a la lectura y al coleccionismo. En el Palazzo Vecchio en Florencia el programa pictórico diseñado bajo la tutela intelectual de Vincenzo Borghini, Giorgio Vasari y otros artistas realizaron un proyecto basado en la relación de los cuatro humores: la bilis negra y amarilla, la sangre y la flema en conjunto con los cuatro elementos. Así tenemos que los emblemas del aire, el agua, el fuego y la tierra, se representan al compás con el cuerpo humano: las cualidades de la naturaleza se amalgaman en óleo y mármol con símbolos y mensajes artísticos. El hombre aparece como producto de la confluencia de estos y su existencia gira alrededor de estos límites. Francesco I es presentado como el principal protagonista: el mandatario intelectual, coleccionista, científico amateur, amante de la química y la alquimia, quien pretende controlar a la naturaleza. Las pinturas y esculturas del studiolo, desmantelado en el año 1586 y reconstruido en la época moderna simbolizan el fascinante universo al cual en cierta medida, el líder político pretendía dominar.52. studiolo montefeltro Urbino in Gubbio MET

En un intento de autoridad sobre los fenómenos naturales, el gobernante-coleccionista acumula artefactos y manda un mensaje que promulga su hegemonía sobre el resto de los hombres, sobre los productos que la tierra otorga, así como sobre los objetos creados por la mano humana. El dignatario del  siglo XVI y de los siglos subsiguientes, recrea en su corte un mundo ficticio donde acopia cualquier cantidad de antiguallas y curiosidades. Se asombra ante la grandeza del cosmos y demuestra su estatus social y económico: compra objetos mágicos, un cuerno de unicornio, acumula conchas de mares lejanos, fósiles de especies apenas conocidas, esculturas griegas y romanas, ordena a pintores y escultores para que creen maravillas plásticas nunca antes vistas, patrocina a artesanos que inventan aparatos de precisión que marcan los minutos con exactitud, un automatón que agita

los emblemas del aire, el agua, el fuego y la tierra, se representan al compás con el cuerpo humano: las cualidades de la naturaleza se amalgaman en óleo y mármol con símbolos y mensajes artísticos. 

las manos, o un cisne mecánico de plata que mueve el cuello con gran delicadeza (Bowes Museum en Inglaterra), así como astrolabios que ayudan a la navegación y al descubrimiento de nuevas tierras. El poderoso coleccionista se rodea de geógrafos que dibujan mapas y estudian los globos celestes para tratar de entender las constelaciones y la carta del firmamento, así como de filósofos, matemáticos y poetas; acumula intelectuales y sirvientes, lo mismo que cachivaches y gemas.

Uno de los ejemplos más interesantes de estos gabinetes de arte y de curiosidades es el formado por el Rudolf II, emperador del Sacro Imperio Romano Germano quien como otros hombres de su tiempo, estaba fascinado por los avances de la ciencia y se interesó por la alquimia. Su curiosidad y avidez de conocimiento, a la vez que la imposición de su poder, le permitió contratar a sabios como Tycho Brahe y Johannes Kepler quienes realizaron grandes avances en la astronomía viviendo en su castillo de Praga. Cuando mudó su capital y con ello su elaborado kunstkammer a Viena en 1583, se llevó consigo libros, instrumentos musicales, sextantes, marfiles, huesos, vasijas de oro y lapislázuli traídas de sitios exóticos, así como dibujos realizados por los grandes maestros como Leonardo da Vinci y Brueghel el viejo. Se cuenta que no tenía límite de presupuesto para adquirir las obras que ansiaba. Una vez que las obtenía, se sentaba frente a ellas contemplándolas por horas. Rudolf II resguardaba celosamente sus posesiones y era entusiasta en atesorar objetos que se decía estaban constituidos por energías sobrenaturales. En su colección, se podían encontrar gran cantidad de fósiles, camaleones, cocodrilos y aves disecadas, así como mandrágora y otras raíces y plantas a las cuales se les adjudicaba una cualidad esotérica y curativa. Los artefactos, piedras y demás del gabinete del monarca en su castillo de Praga como en el de Viena representaban un microcosmos.

De estos cuartos de maravillas y curiosidades se derivan los primeros museos dedicados a la biología y la botánica. 

Sin embargo, no todos estos gabinetes pertenecían a reyes y aristócratas. Ole Worm en los Países Bajos o Ferrante Imperato en Nápoles, eran hombres interesados en las ciencias naturales. En sus salones incluían esqueletos, caparazones, granitos y minerales, con ello marcando el comienzo del conocimiento empírico y la taxonomía. Un selecto grupo de visitantes invitados se asombraban por la cantidad de rarezas, excentricidades y objetos únicos: el cuerno de un unicornio, que no era más que la protuberancia de un narwhal, el conocido cordero scythiano, planta que Worm afirmaba era al mismo tiempo oveja y helecho, o la mano de una sirena que se exhibía en la colección de John Tradescant el viejo, jardinero de reyes y nobles.  De estos cuartos de maravillas y curiosidades se derivan los primeros museos dedicados a la biología y la botánica. Otros coleccionistas como la duquesa de Portland, Margaret Cavendish Bentinck, se interesaron por patrocinar viajes exploratorios a tierras desconocidas, y financiaron expediciones riesgosas como la del capitán James Cook al Pacifico Sur. A su regreso los especímenes traídos por el aventurero de mar pasaron a manos de la duquesa creando la colección de ciencias naturales más grande de Bretaña. Alrededor de dos mil especímenes y artefactos traídos de tierras lejanas por Cook en sus distintos viajes, hoy se encuentran diseminados por todo el mundo, incluyendo un delicado nido de colibrí transportado desde Río de Janeiro, testigo del paso del tiempo preservado en el Museo Británico.


El Museo Británico: educación, moral y avaricia

Los grandes museos fueron el resultado de teorías ilustradas que durante el siglo XIX derivaron en el romanticismo. La idea de la contemplación espiritual y la apreciación de la belleza fueron en cierto sentido la base y la creación de estas colecciones. En los salones intelectuales de la época se debatía si las culturas podían o no ser comparables o conmensurables y se discutían los propósitos del arte y su estética.

Alrededor de dos mil especímenes y artefactos traídos de tierras lejanas por Cook en sus distintos viajes, hoy se encuentran diseminados por todo el mundo, incluyendo un delicado nido de colibrí transportado desde Río de Janeiro, testigo del paso del tiempo preservado en el Museo Británico.

La fundación del Museo Británico tiene sus raíces en la historia del coleccionismo. Hans Sloane, médico de la Reina Ana, Jorge I y Jorge II, quien había amasado una fortuna vendiendo quinina para el tratamiento de malaria, fue aficionado coleccionista de curiosidades. Antes de morir, el doctor dejó todas sus obras como legado a la nación. Ese mismo año de 1753, se pasó la ley en el parlamento británico que establecía la creación de un museo como entidad autónoma desligado del gobierno y de la iglesia. Además de la de Sloane, se adquirieron otras colecciones ricas en documentos, manuscritos y libros; como la de los Earls de Oxford y los conocidos manuscritos Harleian que habían pertenecido a la duquesa de Portland. Cabe mencionar que para los británicos fundadores de la institución, tanto como para los intelectuales de la época, la importancia bibliofilia, el interés por conocer, analizar e investigar y la creación del espacio donde los especialistas o interesados pudieran estudiar, constituía el núcleo de lo que más tarde sería uno de los repositorios más grandes de esculturas y pinturas.

A principios del siglo XVIII, se desarrollaba la idea de identidad nacional, y países como Inglaterra que unía sus tierras con Escocia e Irlanda tenia especial interés en darle forma a esta nueva entidad.  La institución cultural abrió sus puertas en 1758 en la casa Montagu con el nombre British Museum. Los registros muestran que fue la primera vez que se utilizó la palabra “British” para referirse a un establecimiento público. En 1707 la palabra fue creada para referirse a la unión política entre Inglaterra y Escocia, en oposición a la idea francesa de la realeza. Al ser utilizado el vocablo “British” para nombrar el recinto cultural, se replanteaba el papel de la monarquía y su injerencia en la cultura. Se reafirmó que este organismo recién fundado no tenía lazos ni religiosos ni con el rey, sino con los ciudadanos. Bretaña renacía como una nación en proceso, con el museo como estandarte.

Gracias a los esfuerzos de algunos de los fundadores del museo como Joseph Banks y Henry Salt, se adquirieron y consolidaron colecciones privadas ideando un espacio dedicado al estudio y a la apreciación del arte de diversas culturas. En 1772 la colección del antes embajador británico en Nápoles, William Hamilton, que consistía en vasijas greco-romanas, monedas y mármoles, incluyendo una copia romana del Discóbolo, fue comprada por el Museo Británico. Así mismo, en 1805, la colección de escultura clásica de Charles Townley, quien durante su vida abriría las puertas de su casa en Westminster para compartir su amor por el arte y la cultura, pasó a manos de la institución artística. Sin embargo, no solamente la pasión por el arte y el estudio fueron el

La institución cultural abrió sus puertas en 1758 en la casa Montagu con el nombre British Museum. Los registros muestran que fue la primera vez que se utilizó la palabra “British” para referirse a un establecimiento público. 

motor de la creación de sitios de cultura. Los hombres educados dentro de la alta sociedad, sobretodo en Inglaterra, sentían la necesidad de educar a sus compatriotas. La idea de crear museos, galerías de arte, teatros y parques, tenía un trasfondo moralizante. Por ejemplo, en 1834 se fundó el Committee on Drunkenness. Los que se consideraban así mismos “cultos” y de una clase superior, quisieron civilizar a la gente trabajadora para limitar el consumo de alcohol. Este comité estipulaba que si la gente asistía a eventos culturales y eran expuestos al arte, aprenderían a controlar sus impulsos y renunciarían al acto de embriagarse.

Así tenemos que el Museo Británico se convierte en un repositorio de artefactos, obras maestras y documentos formando un compendio de la humanidad accesible a todo público.

El Museo del Louvre: Realeza y Democracia

El rey abre las puertas de su palacio de Luxemburgo en 1750 para mostrar su colección de arte. Unos años después se establece la exhibición real permanentemente en el palacio del Louvre. Los tesoros expuestos van a servir de propaganda para la gloria del rey, promoviendo su magnificencia, pero también para mostrar su refinado gusto por el arte. Esto cambia radicalmente durante la Revolución Francesa, entre los años 1789 y 1799. Se saquean las casas reales, se “redistribuyen” los bienes a los pobres indicando un cambio de ideas y poder. En noviembre de 1792 se da la orden de confiscar todo el arte de las casas aristocráticas y de las iglesias. En un principio las acciones fueron violentas y muchas obras fueron destruidas. Sin embargo, se consideró que el botín era de suma importancia y que debería de ponerse a la disposición del pueblo. Las obras que no fueron destruidas, fueron vendidas, y el resto se guardó para crear una nueva institución.

La colección de arte del rey fue declarada propiedad nacional y en 1796 se fundó el «Museo Francés». La propuesta de la nueva república trataría de deslindar cualquier lazo religioso y/o vínculo con la nobleza. Se discutiría el papel de cada una de las obras; por ejemplo se argumentaba si el ciclo de Catarina de Medici, la serie de cuadros realizados por Peter Paul Rubens que representan la vida de la reina, debería de ser exhibida en un museo para el pueblo francés, o si la historia de la reina y el arte asociado a ésta, eran demasiado cercanos al tema y al deshonroso pasado del cual querían desligarse. Para nuestra suerte estos cuadros fueron preservados. Se creó el museo de Louvre como emblema de la libertad, y como modelo de admiración mundial que abrazaría el conocimiento y la belleza en todo su esplendor. Este organismo se crearía como el símbolo de la soberanía del pueblo. Entre sus paredes se mostraría al mundo lo que los franceses, como entes independientes, habían logrado: despojar a la nobleza de su riqueza y ofrecerla al pueblo; enseñaban que la nación había triunfado contra los opresores y éste era el resultado: Un grandioso museo con los tesoros del pasado que desde ese momento, habían pasado a manos del pueblo. El

La colección de arte del rey fue declarada propiedad nacional y en 1796 se fundó el «Museo Francés». La propuesta de la nueva república trataría de deslindar cualquier lazo religioso y/o vínculo con la nobleza. 

mismo día de la apertura del museo, se celebró en las calles el Festival de la Unidad y la Indivisibilidad de la República. Se proclamó oficialmente el fin de la monarquía y el nacimiento de una nueva etapa. Las festividades y la inauguración de esta institución pública dramatizaron aún más el momento. Sin embargo, un año después la muchedumbre atacaría el palacio de Tuilleries.

La historia del Louvre se ve a asociada al destino de Francia. Sus éxitos y fracasos se transparentan en sus vitrinas donde se exhiben objetos provenientes de sitios recónditos, en sus paredes se exponen obras magnificas y sus pedestales muestran esculturas realizadas en distintas épocas. La institución recupera uno de los acervos más grandes del hacer artístico.

 

Napoleón: arte y dominio

La historia del museo de Louvre esta permeada de momentos políticos, intereses encontrados y luchas de poder. En 1797 Napoleón regresa triunfante de la incursión en Italia. Grabados realizados en este momento muestran una procesión grandiosa que expone el saqueo de los ejércitos franceses orgullosos del botín; inclusive en el dibujo se observa claramente la cuadriga que adornaba la Basílica de San Marcos en Venecia. Napoleón se ve a sí mismo comparado con los emperadores romanos que hacen despliegue de su magnificencia, y que revelan su poderío militar frente a otras naciones. En un desfile similar al que observamos representado en el arco de Tito en Roma, el general corso manifiesta sus intenciones políticas y las pone a la vista de todos.

Napoleón trae consigo obras maestras del Vaticano como el Apolo de Belvedere y la Venus Medicea; de Venecia se lleva las Bodas de Cana de Paolo Veronese, y la Madona entronada con Niño de Giovanni Bellini, entre otras.  En 1815 el congreso de Viena obligó a Francia a devolver los objetos saqueados y decidió que el magnánimo cuadro del Veronese, permanecería en Paris dada su fragilidad y riesgo de  transportarlo de vuelta a la ciudad de los canales. Las obras que fueron creadas específicamente para un sitio, con mensajes puntuales, al ser transportadas a lugares ajenos, sufren una descontextualización y pierden información y muchas veces su impacto. Los Esponsales de Cana, son perfecto ejemplo; el cuadro fue realizado especialmente para el refectorio del monasterio de San Giorgio Maggiore construido en 1562 por Andrea Palladio; la arquitectura del sitio concordaba con la perspectiva de la pintura, efecto que se perdió al trasladar la obra a Francia (hoy existe una copia en el comedor conventual).

Como vemos, el trayecto de cada artefacto, obra de arte y monumento lleva implícito una historia individual que nos invita a recapacitar acerca del papel de estos objetos y como influencian o no a las nuevas tendencias artísticas e intelectuales del sitio donde se ubican. Alrededor de la mitad fueron devueltas a su país de origen y el resto quedó en Francia.

La historia del Louvre se ve a asociada al destino de Francia.La institución recupera uno de los acervos más grandes del hacer artístico. 

La lucha de poder entre Francia y Gran Bretaña, trascendió los límites políticos, y la guerra entre ellos llevó consigo un toque cultural. Durante la campaña napoleónica en Egipto, el comandante francés difundió la antigua cultura de la esfinge a todos los confines del mundo. Con él viajaron 167 savants, intelectuales quienes se dedicaron a medir, dibujar, estudiar y analizar las ciudades del río Nilo. Publicaron 20 volúmenes entre los años 1809 y 1829. En el frontispicio de estos libros aparece la imagen de una ventana que nos permite ver los tesoros culturales de Egipto: un paisaje se abre ante nosotros; obeliscos, esfinges y monumentos específicos, como la piedra de la Roseta y el zodiaco de Dendera nos invitan a abrir las páginas. En la parte superior de este dibujo, aparece en el marco una imagen de Apolo o Alejandro Magno, que bien puede representar al mismo Napoleón; el dirigente emprende su carrera sobre un carruaje llevado por una cuadriga galopante, se lanza sobre un grupo de gente que huye; detrás de él, lo siguen las musas clásicas quienes traen consigo la cultura, la inspiración y el orden. El mensaje es claro, representa la incursión violenta pero con un fin benéfico. Los estudios de los científicos y artistas que formaron parte de la campaña de Egipto, están acompañados de minuciosos grabados que representaban monumentos, esculturas, momias, y la flora y fauna del lugar. Con ello promovieron el naciente estudio especializado de la egiptología.  A partir de allí los viajes entre Europa y el Medio Oriente, y en especial a Egipto se hicieron más asiduos. El interés por estas civilizaciones añejas y originarias aumentó. En un principio los eruditos centraron su atención en la narrativa bíblica en el sentido que engarzaban la vida en el antiguo Egipto y Mesopotamia, con las historias de Abraham; pronto estos estudios ampliaron el conocimiento científico de las arcaicas civilizaciones e introdujeron una nueva disciplina; la arqueología.

La situación estratégica de algunos sitios envolvía una amalgama cultural permeada de un gran entusiasmo por el conocimiento, sin dejar de lado la avidez de obtener riquezas y poder, más el imprescindible control político de un área. En 1799, el curso de la historia del arte cambiaría radicalmente cuando el ejército napoleónico construía un bastión para proteger la costa del inminente ataque británico. Un oficial francés encontró una piedra reusada en una construcción reciente inscrita en tres

Como vemos, el trayecto de cada artefacto, obra de arte y monumento lleva implícito una historia individual que nos invita a recapacitar acerca del papel de estos objetos y como influencian o no a las nuevas tendencias artísticas e intelectuales del sitio donde se ubican.

distintas lenguas. La piedra encontrada en Roseta (hoy Rashid) resultaría la clave para descubrir la lectura de los jeroglíficos egipcios. El monumento sería arrebatado de las manos francesas por el ejército británico comandado por el almirante Horacio Nelson, quien recién ganaba la batalla de Aboukir, y fue trasladado a Londres. Sin embargo, el hecho que la piedra de la Roseta no estuviera en Paris no impidió que Jean-François Champollion, el erudito francés fuera el quien decodificara su mensaje y con ello abriera las puertas para poder leer todos los jeroglíficos egipcios.  No obstante, el interés por el antiguo Egipto en la Europa del siglo XIX, inspiró la creación de piezas de arte con motivos faraónicos: las famosas casas de porcelana Sevres y Wedgwood crearon vajillas enteras decoradas con el símbolo de Horus y las alas de Isis, diseñadores de joyas como Rene Lalique introdujeron gemas en forma de escarabajos y temas relacionados con los dioses de la antigüedad egipcia. A partir de entonces no hubo una sola exhibición internacional que no incluyera un pabellón egipcio; la exposición en El Crystal Palace en Londres 1851 es excelente ejemplo de ello.

Durante situaciones bélicas, cuando la lucha de poder es encarnizada, y los intereses encontrados surgen a flor de piel, las obras de arte juegan un papel importante. Las piezas resguardan una larga historia y por el mensaje intrínseco que llevan, en ocasiones han sido motivo de disputas y hasta han sido destruidas por ello. En la instancia de que hayan tenido la suerte de ser rescatadas o saqueadas, removidas de su sitio original, han sido trasladadas a alguna colección para ser exhibidas. Es allí cuando su mensaje se modifica, y la comunicación con el observador pasa a ser estética, filosófica y hasta de erudición.  Con la creación de lo que se ha designado como museos enciclopédicos, o universales, obras artísticas y arqueológicas pasan a ser admiradas y estudiadas, las piezas difunden el conocimiento, incitan al estudio y abren un nuevo panorama hasta ese entonces desconocido, para dar cabida al análisis de civilizaciones antiguas.

 

Mesopotamia: arte o artefacto

No obstante, la historia de los museos seguirá evolucionando y cambiando, hoy se cuestiona su legitimidad, y su papel dentro de la sociedad. Se verifica con minuciosidad la procedencia de las obras; los museos defienden su autonomía y su interés por la investigación y la educación. Pero durante el siglo XIX, cuando expediciones a lo que había sido la cuna de la civilización eran propiciadas por los mismos gobiernos y museos, el cuestionamiento viraba sobre otro rubro:

El dialogo entre la obra y el espectador es actual y vivencial.. Cada objeto tiene una individualidad, nos comunica algo, y su mensaje cambia en parte por el contexto en el que lo encontramos.

Cuando en 1842 el cónsul  general francés en Mosul, (hoy Irak) Paul Emile Botta excavó en Khorsabad, el palacio de Sargón II, la admiración por descubrir el sitio de los antepasados bíblicos animó a otros exploradores a seguir con el trabajo. Unos años después Austen Henry Layard,  descubría el palacio de  Sennacherib en Nínive; donde desenterró los maravillosos lamasu, animales mitológicos que flanqueaban cada una de las puertas de acceso a los salones de la casa real. Layard con el auspicio del Museo Británico extrajo los lamasu junto con ejemplares de frisos que representaban cacerías y momentos álgidos de la vida del rey y los trasladó a distintas localidades. El gobierno Británico consideró que no necesitaban tantas esculturas asirias y decidió vender el exceso de lamasu a otros museos. Así vemos ejemplos de animales alados en las grandes galerías del mundo, desde Paris hasta Chicago y Nueva York. En un principio los especialistas pusieron en duda el valor estético de estos monumentos, entendían su valor histórico y cultural pero al compáralos con la escultura clásica los consideraron inferiores y vacilaron en exhibirlos en el mismo recinto que los mármoles greco-romanos. Sir Richard Westmacott, profesor de escultura de la Royal Academy en ese entonces, argumentaba que los mármoles de Nínive (Nineveh) eran curiosos artefactos, pero que con un ejemplo de ellos bastaba pues habían sido realizados con poca maestría. Sin embargo, la importancia de estos descubrimientos llevó a varios coleccionistas y misioneros americanos a poseerlas como evidencia de la historia del Antiguo Testamento.  (Entre ellos J.P. Morgan y J.D. Rockefeller quienes donaron sus obras al Museo Metropolitano en 1932).

Durante situaciones bélicas, cuando la lucha de poder es encarnizada, y los intereses encontrados surgen a flor de piel, las obras de arte juegan un papel importante

Los descubrimientos arqueológicos del siglo XVIII y XIX tuvieron sus bases en la curiosidad de lo otro, pero también en una lucha de poder. Sin embrago, el interés que surgió por conocer el pasado humano, trasgredió las fronteras de la erudición, abriendo el camino a aficionados. Cuando Layard descubrió la biblioteca de Ashurbanipal, las losas de barro incisas con escritura cuneiforme eran un enigma.  George Smith, un asiduo visitante del Museo Británico, obsesionado con las tabletas depositadas en la institución, dedicó su tiempo libre a estudiarlas minuciosamente. Su entusiasmo y constancia lo llevó un día a descifrarlas. Un apasionado amateur, había logrado decodificar la escritura escarbada en la arcilla cocida gracias a la apertura del museo. Quien quisiera admirar las piezas del pasado, podía asistir al recinto londinense y apreciar los objetos allí resguardados. Smith, con perspicacia, había conseguido hacer lo que nadie antes había hecho. De pronto se podían leer las leyendas de dioses, aparecían las aventuras del Gilgamesh, las imágenes de un diluvio eran relatadas en las tabletas, la descripción de la construcción de una barca para salvar a los animales del mundo se encontraba anotada en los documentos de tierra tostada; listas de productos,  impuestos y ciudades conquistadas… El pasado fue apareciendo ante sus ojos.

718 Palazzo Medici Riccardi

¿A quién pertenece el arte?

Cuando una obra entra a un museo la audiencia se enfrenta a una nueva imagen; la textura de una escultura entabla una conversación con el quien la observa, los colores de un óleo permean el enfoque del observador, y la visión de un mundo antiguo olvidado en la eternidad se puede entender de una manera vívida. El objeto u obra de arte en cuestión sugiere enigmas a escudriñar e ínsita a la investigación. Nos preguntamos ¿quiénes crearon estas obras?  ¿Por qué el artista las creo? ¿Cuál es la razón de ser de este artefacto o pieza artística? Al observarlas dentro de un panorama cronológico, al compararlas con otras obras en la colección, otros conceptos surgen: ¿Cómo se contrasta con otras obras estéticamente? ¿Dónde se sitúan cronológicamente? Los mármoles del Partenón que Lord Elgin trajo a Londres presentaron estos cuestionamientos en cuanto fueron exhibidos en el Museo Británico. Hoy, Grecia pide la devolución de los mismos. En realidad debemos preguntarnos acerca del beneficio que estos frisos dieron a la apreciación del arte clásico en países como Inglaterra. ¿Acaso no pueden estar

Los descubrimientos arqueológicos del siglo XVIII y XIX tuvieron sus bases en la curiosidad de lo otro, pero también en una lucha de poder. Sin embrago, el interés que surgió por conocer el pasado humano, trasgredió las fronteras de la erudición, abriendo el camino a aficionados. 

estas obras en los varios sitios donde son admirados? En Atenas la gente puede ir a ver la localización original y conmoverse con su perfección; mientras que en Londres se puede observar sus geniales proporciones en comparación con obras maestras de otras culturas. Los mármoles griegos exhibidos en Londres tuvieron gran influencia entre los artistas desde el siglo XIX, y funcionaron como motor del desarrollo de la historia del arte. La movilidad de las piezas permite verlas desde otro ángulo. Si hablamos específicamente de los frisos del Partenón, las piezas que originalmente sirvieron como decoración del templo de Atenea con un mensaje referente a la diosa, al ser exhibidas en Inglaterra o en Grecia bajo un marco diferente dentro de las galerías de los museos, adquieren otra dimensión: son admiradas, permitiendo al espectador plantarse de frente a la obra. La comunicación es estética, histórica y hasta filosófica. Ya no es el sacerdote griego quien admira los frisos desde abajo, las obras ya no están dentro del ámbito sagrado de la diosa ateniense, ahora son hombres y mujeres de todo el mundo que admiran las composiciones, que se compenetran con los frisos. El dialogo entre la obra y el espectador es actual y vivencial. Probablemente las piezas vuelvan a cambiar de sitio y no será ni Londres ni Atenas el lugar definitivo de ellas. Cada objeto tiene una individualidad, nos comunica algo, y su mensaje cambia en parte por el contexto en el que lo encontramos. La obra nos habla de un pasado, nos cuenta acerca de sus orígenes y de su función primigenia, pero el mensaje se transforma, avanza, y separada del contexto sagrado y alcanza una dimensión estética para admirarla, comprenderla y deleitarnos.

Sitios de investigación, de contemplación y de deleite, los museos universales o enciclopédicos, son los repositorios de los logros de la humanidad, donde se recoge la memoria del hombre. Las historias de la procedencia de las colecciones y de cada uno de los objetos guardan historias turbias, complejas y más de las veces sin una respuesta clara. El arte que se resguarda en ellos pertenece al mundo, a la gente que los visita. Y aunque artistas como Picasso que se quejaba de que el público infectaba todas las pinturas en los museos con errores y pobreza de espíritu, y teóricos como Guillaume Apollinaire que declaraba que los museos no deberían de existir pues paralizan la imaginación, el museo sigue siendo una entidad pública donde la contemplación y el estudio del arte se devela para todos.  Marcel Duchamp exhibió su urinario como una fuente, justamente para mostrar que un objeto al entrar a un museo se transforma y su significado cambia. Un altar creado para una iglesia, hoy se admira en una pinacoteca, y una escultura de Tláloc, el dios mexica del agua, es admirada en una galería. El objeto se transforma y su información se regenera.

Las legalidades y el clamor por la justicia vuelven a pasar a un término político, con intereses creados de naciones, donde los poderosos oprimen, donde los débiles reclaman su pasado. Pero nos preguntamos, ¿es en realidad “su” pasado? El llamado penacho de Moctezuma, hoy en el museo de etnografía de Viena, es reclamado por México ¿es acaso un objeto que pertenece a los mexicanos? Realizado por amantecas, artesanos que trabajaban con las delicadas plumas de cotinga y quetzal en la época mexica, y que pasa a ser parte de la colección del archiduque Fernando I de Austria desde el siglo XVI. Los mexicanos reclaman su identidad volcándose al pasado, el penacho es motivo de orgullo, pero también se ha convertido en un eslabón de la

Un altar creado para una iglesia, hoy se admira en una pinacoteca, y una escultura de Tláloc, el dios mexica del agua, es admirada en una galería. El objeto se transforma y su información se regenera. 

propaganda política. Ya no son mexicas ancestrales, ni su jefe el tlatoani Moctezuma quien lo necesita. A los españoles que lo llevaron a Europa tampoco les pertenece. Sin embargo, el penacho sigue siendo reclamado para insistir en la soberanía mexicana. ¿Qué pasaría si Austria lo devolviera? Su fragilidad podría dañarlo permanentemente y entonces de quien sería la pieza….

Muchos son los ejemplos de disputas internacionales y los museos se reinventan, se crean nuevos museos, con nuevas visiones, con programas de educación y prestamos de piezas. Las obras van y vienen. Unas se repatrían, otras se restituyen y unas más son inamovibles. Mientras exista el hombre, sobrevivirá la ambición de poder, y el arte siempre será motivo de altercados y enredos sociales, económicos y políticos.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículos
Relacionados

Imagen bloqueada