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De acuerdo con la leyenda, al terminar de construirse la Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción en el corazón de la ciudad de Puebla, la gente se preguntaba cómo harían para subir una campana de 8 mil kilos hasta sus altas torres. Ingenieros y albañiles perdieron el sueño durante días sin encontrar la respuesta. Pero una mañana, los habitantes despertaron al tañido de la campana desde lo alto de la torre. Nunca supieron quién la subió y cómo, y ya que parecía un milagro, no dudaron en atribuirlo a los ángeles. Desde entonces, a la ciudad se le conoce como Puebla de los Ángeles.
Justamente a un costado de la Catedral, en el Centro Histórico de Puebla, está la Biblioteca Palafoxiana, fundada en 1646 por el obispo Juan de Palafox y Mendoza, de quien toma su nombre. Durante sus primeros años estuvo ubicada en el Seminario del Antiguo Colegio de San Juan y actualmente se encuentra dentro de la Casa de la Cultura de Puebla. Hasta antes de la pandemia funcionó como biblioteca pública, museo del libro y se llevaban a cabo actividades lúdicas para promover la lectura con el público infantil.
La institución nació como parte de un proyecto de educación superior que buscaba mejorar la formación de los seminaristas en los colegios tridentinos de la ciudad. El Obispo Palafox donó 5.000 volúmenes de su biblioteca personal a condición de que este fondo estuviera abierto al público, bajo la consigna de que “cualquiera que pueda ver y sepa leer y quiera leer pueda entrar a su biblioteca a consultar los libros”. Fue esta visión humanista, muy adelantada a su época, la que la convierte en la primera biblioteca pública de América.
La Biblioteca Palafoxiana es considerada una de las construcciones más importantes del Barroco Novohispano, estilo arquitectónico emblemático de Latinoamérica, interpretación indígena del barroco español, también llamado churrigueresco. Podemos apreciar detalles de este estilo en las estanterías, decoradas con rocallas, tallas en madera hechas a mano, y en el marco de entrada, un delicado trabajo de yeso pintado que le da la apariencia de ser de ónix, con estípites, columnas adosadas en forma de pirámide invertida y truncada, propias de la última etapa del barroco.
El Obispo Palafox donó 5.000 volúmenes de su biblioteca personal a condición de que “cualquiera que pueda ver y sepa leer y quiera leer pueda entrar a su biblioteca a consultar los libros”. Fue esta visión humanista, muy adelantada a su época, la que la convierte en la primera biblioteca pública de América.
Declarada Monumento Histórico de México en 1981, la UNESCO la incluyó en 2005 en su Registro de Memoria del Mundo como la primera biblioteca pública del Continente Americano, por haber permanecido en el mismo lugar durante más de tres siglos y por la importancia de su acervo, pues resguarda 9 incunables europeos, (libros impresos a partir de la invención de la imprenta, a mediados del siglo XV, hasta 1500), un número importante de primeros impresos mexicanos y poblanos, y un fondo de más de 5,000 manuscritos y pliegos sueltos que constituyen una rareza bibliográfica.
La biblioteca tiene hoy en día más de cuarenta y cinco mil volúmenes que datan de los siglos XV al XIX y, en menor cantidad, del XX. Hasta antes de la pandemia era ampliamente consultada por investigadores de todo el mundo. A la donación inicial del Obispo Palafox siguieron otras, como la del Obispo Francisco Fabián y Fuero, reconocido por impulsar el desarrollo de Puebla, en base a los ideales de la Ilustración. Además, con la expulsión de los jesuitas del Reino de la Nueva España en 1767, ordenada por el rey Carlos III, se agregan a la colección los libros que les fueron confiscados, lo mismo que aquéllos expropiados a la iglesia con las leyes de reforma de Juárez.
La edificación resistió varios sismos y fue restaurada después de los de 1999 y 2017. Durante estos trabajos de restauración se hicieron hallazgos interesantes, por ejemplo, que los anaqueles no están fijos a los muros y que a pesar de los años y los sismos nunca se cayeron. Además, detrás de la estantería, se encontraron libros escondidos, al parecer explorados o prohibidos por la inquisición que se salvaron de los censores del Santo Oficio, que acostumbraban a rayar con tinta o arrancar las hojas de los textos que consideraban inapropiados.
Gracias al clima templado y estable de la ciudad los libros de la colección se han conservado en muy buen estado sin necesidad de un sistema de control artificial de clima o de humedad y, como dato curioso, se mantienen en el mismo orden en que fueron puestos desde antes del siglo dieciocho. En el primer piso se encuentran textos relacionados con la biblia, en el segundo están los padres de la iglesia y en el tercero las ciencias del hombre, desde crónicas de viaje, literatura, historia profana, historia del helenismo, los primeros tratados de medicina, vocabularios mixtecos y primeros vocabularios publicados en castellano.
Como colegio seminario encontramos sobre todo libros en latín y en español, pero también en francés, italiano, inglés, portugués, alemán, holandés, griego, caldeo, hebreo y árabe. Los seminaristas debían conocer, además, alguna lengua indígena que les permitiera predicar en estas comunidades, por lo que encontramos textos en náhuatl, mixteco y otomí.
Entre los textos más valiosos de la colección están sus nueve incunables. El más antiguo, Los nueve libros de la Historia de Heródoto, fue impreso en 1473, seguido por La ciudad de Dios de San Agustín, 1475, La Crónica de Aragón de Fabricio de Vagad, La Crónica de Nuremberg, escrito por Hartman Schedel que data de 1493, y el Libro de las crónicas o Crónicas del mundo, que imprimió Antón Koberger, ilustrado con dos mil figuras grabadas por Michael Wohgemoutt –maestro de Alberto Durero, reconocido artista del Renacimiento alemán, y Guillermo Pleydenwuff, pintor alemán de la transición entre el llamado gótico internacional y el Renacimiento.
La colección tiene un valor histórico y cultural excepcional pues concentra el pensamiento de la cultura moderna e incluye distintas joyas bibliográficas. Entre sus tesoros se encuentra el único ejemplar completo del libro De humani corporis fabrica (De la estructura del cuerpo humano, 1543) del médico belga Andreas Vesalius que revolucionó el estudio de la anatomía hace casi 5 siglos. Los poquísimos ejemplares que sobreviven de los menos de 1000 que se imprimieron originalmente están incompletos: el libro fue perseguido, destruido y mutilado ya que su autor fue el primero en usar cadáveres humanos, y no cuerpos de animales, para enseñar anatomía. La palabra “fabrica” del título tiene connotaciones arquitectónicas y destaca la importancia de la disección y lo que desde entonces se llamó visión anatómica del cuerpo humano. Esta joya bibliográfica es unos de los hallazgos de estudios recientes del acervo y se desconoce cómo llego a la biblioteca de Puebla.
Entre sus tesoros se encuentra el único ejemplar completo del libro De humani corporis fabrica (1543) del médico belga Andreas Vesalius que revolucionó el estudio de la anatomía hace casi 5 siglos.
En diciembre de 2016 se inauguró la Sala Lúdica, un espacio para fomentar el amor por la literatura, donde los niños pueden disfrutar de la lectura de libros contemporáneos, realizar distintas actividades en torno a la lectura, y encontrar herramientas tecnológicas y juegos didácticos, como rompecabezas de la Palafoxiana, para armarla y comenzar a conocerla.
Visitar Puebla y su Biblioteca Palafoxiana me remonta al pasado y los recuerdos infantiles, a sus sabores y sus colores, al encuentro con la lectura y la fascinación por estos espacios, resguardos de la cultura. Por la importancia de su acervo, la Palafoxiana forma parte del patrimonio documental e histórico de Puebla y de México y contribuye con la importante misión de resguardar la memoria del mundo.
Durante la pandemia la Biblioteca Palafoxiana permaneció cerrada y ofreció un recorrido virtual alojado en el sitio
https://www.facebook.com/pueblamuseos/videos/226501908467036/
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Un comentario
Pocas veces se encuentra uno con este tipo de notas de sobrado interés de lugares repletos de historia y llenos de sabias enseñanzas. Una reseña exquisita que invita a conocer este lugar cuando se viaja a Puebla. Gracias a su autora, Clarita Spitz, por este regalo maravilloso. Disfruté de la lectura y viajé al corazón de esta extraordinaria biblioteca. Saludos. Leonardo Gutiérrez