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Edición
25

Una Noche, un film de Lucy Mulloy

Una ciudad perdida en el tiempo
Miami
«Puedes conseguir lo que sea en La Habana, si conoces a la persona correcta”.

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Vivir en Miami es estar constantemente expuesto a historias de refugiados, especialmente cubanos que han desembarcado en esta ciudad desde la época de la Revolución hasta el presente, bajo distintas circunstancias. Vivir en Cuba es estar continuamente expuesto a las fantasías del escape hacia una vida mejor, dotada de carros deportivos rojos y cadenas de oro muy largas. Ese es el sueño que habita la mente de los protagonistas de Una Noche, drama dirigido por la joven directora inglesa Lucy Mulloy.
Una Noche, se presentó recientemente en el O Cinema en Miami, ciudad donde el tema resulta de especial relevancia. Fue mostrada inicialmente en el Festival de Cine de Tribeca, donde ganó los premios de Mejor Director, Mejor Fotografía y Mejor Actor, el que fue compartido por los dos protagonistas, y fue aclamada también en el Festival de Cine de Berlín, Brasilia, Atenas, Fort Lauderdale y Estocolmo. A pesar de su estructura simple, los críticos del NY Times, Village Voice y el Miami Herald la han elogiado.

 

Cuando el joven Raúl (Daniel Arrechaga) es acusado de asalto a un extranjero en la Habana y empieza a ser buscado por las autoridades, decide pedirle a Elio (Javier Núñez Florián), su mejor amigo y compañero de trabajo, que escapen a Miami en una balsa que deben construir ellos mismos al instante. Pero para Elio la decisión no resulta tan fácil; está de por medio su hermana gemela Lila (Anailín de la Rúa de la Torre) con quien ha compartido toda su vida y a quien profesa absoluta lealtad. Esta temática sencilla es utilizada por Mulloy de manera perspicaz para mostrar la cruda realidad de una ciudad que vive en estado de deterioro total pero que al mismo tiempo vibra con la expectativa propia de la juventud que la habita.

 

Mostrada inicialmente en el Festival de Cine de Tribeca, donde ganó los premios de Mejor Director, Mejor Fotografía y Mejor Actor.

Las impecables tomas fotográficas, close-ups de las caras que contrastan con las empobrecidas calles ocupadas por las que alguna vez fueron hermosas residencias, hoy día victimas el paso del tiempo y el abandono, hacen sentir al espectador la angustia del personaje. La extraña percepción de que la historia se hubiese detenido en esas casas maltratadas difiere con la constante energía de los personajes, la mayoría jóvenes que lo único que pueden hacer, según sus propias palabras, es sudar y hacer el amor. De ahí que la trama esté completamente cargada de sexualidad.

 

La preparación del viaje y la consecución de los implementos para construir la rudimentaria balsa son el pretexto para mostrar de una manera íntegra la realidad  que vive Cuba en el momento, una ciudad donde “puedes conseguir lo que sea si conoces a la persona correcta”, donde cualquiera se prostituye para obtener los favores de un extranjero y donde todo el mundo se siente observado en forma permanentemente; “un ciudadano se encuentra hablando con una extranjera”, se escucha decir a alguien en la calle.

 

Los jóvenes actores, que no son actores profesionales, parecen haberse involucrado tanto en la historia que han terminado ellos mismos convirtiéndose en refugiados políticos, desapareciendo del panorama  no en una balsa sino cuando llegan a Miami

La homosexualidad, el transexualismo, el SIDA, las condiciones hospitalarias, los dramas de familia, el machismo, el trueque como sistema de comercio, son temas vigentes de la Habana actual, que se develan a través de la primera parte de la película, mientras los jóvenes preparan el escape. Al mismo tiempo la cámara logra captar esos toques de luz, colorido y musicalidad inherentes a la ciudad.

 

La segunda parte, que se concentra en la travesía a través de las aguas del mar Caribe, muestra los percances físicos y emocionales a los que se ven expuestos los tres personajes a bordo de la rudimentaria y típica balsa, manteniendo constantemente la expectativa del espectador. Estas escenas, que al parecer podrían caer en la categoría de la aventura tradicional, logran eludir este género conformando una trama de extremo realismo.

 

La película anuncia en sus titulares que está basada en hechos reales, y la directora comenta que seis años de viajes continuos a la isla le permitieron la recolección de datos que dieron origen al guión,  al tiempo que pudo absorber la verdadera atmosfera de esta fascinante ciudad llena de todo tipo de contrastes.

 

Y si el arte imita la vida, la vida real también puede imitar el arte, y es así como dos de los jóvenes actores, que no son actores profesionales, parecen haberse involucrado tanto en la historia que han terminado ellos mismos convirtiéndose en refugiados políticos, desapareciendo del panorama  no en una balsa sino cuando llegan a Miami camino al la presentación de la película en el festival de cine en New York, , hecho que colmó los titulares de prensa durante la presentación y premiación de la cinta en Tribeca.

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