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Soledades

Es pertinente hablar de soledades, porque no es un término único.
Buenos Aires
Este término aparece tomado desde la literatura por el escritor norteamericano Paul Auster en su libro La invención de la soledad, también en Cien años de Soledad, del escritor colombiano Gabriel García Márquez. Pero la soledad un termino que también concierne al psicoanalista en la soledad de su acto.

El desamparo aparece como la primera posición del sujeto inerme, ante la invasión de la cantidad –»quantum»- de estímulos. Es lo que deja una huella indeleble en la estructura, la angustia, que será motor de la defensa. Esta soledad inicial es la que le permite al sujeto hacer lazo al Otro.

A la vez ya Sigmund Freud había hablado muy tempranamente de que hay una soledad estructural, que es la del desvalimiento, el desamparo inicial.El desamparo aparece como la primera posición del sujeto inerme, ante la invasión de la cantidad –»quantum»- de estímulos. Es lo que deja una huella indeleble en la estructura, la angustia, que será motor de la defensa. Esta soledad inicial es la que le permite al sujeto hacer lazo al Otro.

Hay una solidaridad entre desamparo y  defensa. Todo lo que es arreglo, saber-hacer de un ser hablante, es siempre bajo un fondo de soledad, de abismo, de desamparo. Esta soledad inicial es distinta de las soledades de los cuadros clínicos, del autismo, de la depresión, por ejemplo. Hay soledades de la época y de las épocas.El integrante de la masa, en la lógica de «Psicología de las masas» en Freud, no está solo, pertenece a una masa cohesionada por identificación. En la serie de los orígenes del totalitarismo, Hanna Arendt define la soledad y el aislamiento como efecto del discurso totalitario. Dice, «…puedo estar aislado, sin estar solo.», «…puedo estar solo, abandonado de toda compañía sin estar aislado.» [1]

Cicerón dice en De Re Publica, «Nunca estaba menos solo que cuando estaba solo».

Hay una soledad fecunda. Pero Hanna Arendt quiere dar cuenta de una soledad y un aislamiento, promovida por el terror que sostiene la dominación de los regímenes totalitarios.

Con el neoliberalismo, asistimos a una promoción del consumo, del goce autista, del sujeto con los objetos del mercado. Soledad que tapona la causa del deseo y acentúa la falta-en-gozar.

Hanna Arendt plantea: «La soledad, el terreno propio del terror, la esencia del Gobierno totalitario, y para la ideología o la lógica, la preparación de ejecutores y víctimas, está estrechamente relacionada con el desarraigamiento y la superfluidad, que han sido el azote de las masas modernas desde el comienzo de la revolución industrial y que se agudizaron con el auge del imperialismo a finales del siglo pasado y la ruptura de las instituciones políticas y de las tradiciones sociales en nuestro propio tiempo. Estar desarraigado significa no tener en el mundo un lugar reconocido y garantizado por los demás; ser superfluo significa no pertenecer en absoluto al mundo. El desarraigamiento puede ser la condición preliminar de la superfluidad, de la misma manera que el aislamiento puede ser (aunque no lo sea forzosamente) la condición preliminar de la soledad. Considerada en sí misma, sin atender a sus recientes causas históricas y a su nuevo papel en política, la soledad es al mismo tiempo contraria a los requerimientos básicos de la condición humana y una de las experiencias fundamentales de cada vida humana.»

De la ruptura de lazos de los sujetos, provocada por el terror, no hace falta ir al fenómeno del fascismo o el stalinismo para conocer esto. Conocemos el saldo de impunidad del Proceso de Reorganización Nacional, sufrido en la década del ´70 en  Argentina, que nos hace recordar a algunos, la dominación por el terror, el aislamiento y la desolación.

Estos tiempos no son los del discurso totalitario, la dominancia del discurso capitalista, tal como lo ha llamado Lacan,  implica un rechazo a la castración y al amor, conlleva una ruptura  de los vínculos, del lazo social.

El mérito de Hanna Arendt es situar el desarraigo desde la revolución industrial, por lo tanto más allá de los fenómenos de masas, la ruptura de lazos está planteada desde los orígenes del capitalismo, es por eso que Lacan dice del proletario que no tiene discurso con el que hacer lazo social.

Con el neoliberalismo, asistimos a una promoción del consumo, del goce autista, del sujeto con los objetos del mercado. Soledad que tapona la causa del deseo y acentúa la falta-en-gozar.

¿No será que los fenómenos totalitarios fueron una respuesta, fallida, a la declinación del discurso del amo? No hay duda de que la masa se cohesiona por identificación, pero también hay que decir que la epidemia fascista del siglo XX se sostuvo más en el terror que en la identificación.

Podemos decir que hay un capítulo nuevo para agregar a Psicología de las masas escrito por S. Freud. El discurso capitalista, que fue una conjetura tardía de Jacques Lacan y la concepción del sistema totalitario de Hanna Arendt dan cuenta, de una dominancia que se sostiene en la ruptura de lazos.

Es paradojal, pues todo discurso indica un lazo social,  pero quizás el aporte original es la forma de dominancia, de hegemonía, no solo del totalitarismo, sino la proveniente de la revolución industrial que deja a cada sujeto aislado y sin lazo.

Sin embargo, también  podemos  decir que nunca se ha hablado tanto como en ésta época, que es la época de decirlo todo. Goce autista, del bla-bla-bla del ser-hablante.

¿No será que los fenómenos totalitarios fueron  una respuesta, fallida, a la declinación del discurso del amo?

No hay duda de que la masa se cohesiona por identificación,  pero también hay que decir que la epidemia fascista del siglo XX se sostuvo más en el terror que en la identificación.

La dominancia por el terror fracasó, hemos pasado de lo totalitario a lo globalitario, a la mundializacion del mercado que a veces requiere del forzamiento militar.

Por eso mismo hay una soledad, promovida por el discurso capitalista, que promociona el taponamiento del deseo y acentúa la falta de goce, proporcionando ofertas prêt-à-porter de acuerdo al lobby fantasmático de cada quien.

…el análisis es una experiencia en soledad con otro, no un semejante, que le permite al ex-sistente, al ser que habla, al parlêtre, una invención de su soledad, y a la vez una salida de la soledad, en tanto lo confronta con lo Otro, lo ajeno, lo hétero, lo femenino.

Además  hay también una soledad de la neurosis misma, el pensar rumiante del obsesivo, la sustracción histérica, la evitación fóbica, es la soledad que no cesa de escribir el síntoma neurótico. Lacan decía: «El inconsciente, es que en suma uno habla solo. Uno habla solo porque uno no dice jamás sino una sola y misma cosa — salvo si uno se abre a dialogar con un psicoanalista». [2]

Por tanto, se puede decir que el análisis es una experiencia en soledad con otro, no un semejante, que le permite al ex-sistente, al ser que habla, al parlêtre , una invención de su soledad, y a la vez una salida de la soledad, en tanto lo confronta con lo Otro, lo ajeno, lo hétero, lo femenino.

Notas:
[1]Arendt, Hanna Los orígenes del totalitarismo. Tomo 3 , Totalitarismo. Capítulo 13. Ideología y terror: una nueva forma de gobierno. Alianza.
[2]Lacan; Jacques, Lo no sabido que sabe ,1976-77, seminario inédito.

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