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04

«No decidirás» Pater, lust y trauma en la serie Lost

Bogotá
Lejos de ser una teoría de la era de las piedras muertas, el psicoanálisis es modelo vivo al que le gusta conversar con diversas producciones culturales, aún las que parecieran más vacuas. Es el caso presente, cuando el «psicoanalista televidente» toma el hilo de la trama de un seriado en t.v.: Lost. Éste se deja leer, se deja oír con atención. Se ubican entonces en este escrito, y en un contexto de estudio e investigación, algunos aspectos contemporáneos de lo que hace a un sujeto del inconsciente: un padre, el goce – la pulsión de muerte–, y lo traumático.

La actual redacción parte desde inquietudes que provienen de mi trabajo clínico y social. Se trata de una elaboración para la que conviene servirnos de herramientas teóricas, casos puntuales, pero también – y al estilo enseñado por Freud – saber usar expresiones de la cultura que, si atendemos a su alto rating, demuestran una alta y masiva aceptación. Más allá de juzgar un programa de TV, radial, o de otra índole, el psicoanalista trata de dilucidar las razones inconscientes por las que a una u otra producción se le abren las puertas de la intimidad de los hogares a través de las pantallas televisivas. ¿Qué hace, por ejemplo, que una novela catalogada en primera instancia como «horrorosa e inmoral» sea vista por millones de adultos, jóvenes y niños? ¿Por qué las canciones más «vulgares y despreciables» sorprenden al sujeto que sin intención consciente las tararea mientras viaja en transporte público o va manejando su automóvil? Es la razón por la que una vez escribí sobre la brillante stand–up comedy del colombiano Andrés López. Allí, el sujeto explota en una mezcla de risa y llanto, más allá del dominio de su conocimiento.

¿Qué hace, por ejemplo, que una novela catalogada en primera instancia como “horrorosa e inmoral” sea vista por millones de adultos, jóvenes y niños? ¿Por qué las canciones más “vulgares y despreciables” sorprenden al sujeto que sin intención consciente las tararea mientras viaja en transporte público o va manejando su automóvil?

Ahora bien, ¿cómo y a partir de qué tejer los cuatro elementos que les propongo anudar en el título de este escrito? Veamos: tenemos «Pater», «Lust», «trauma» y «Lost». Entonces, diferenciemos en primera instancia el pater del genitor. El primero es aquel padre simbólico que necesita para su existencia de poseer una representación mental y efectiva en el psiquismo de cada ser humano: «pater is est quem justue nuptiae demonstrant, lo que equivale a decir que el padre es el que nos reconoció»[3].

Para esto, y para que cumpla su función como representante de la ley, esto es, que regula las relaciones humanas y la pulsión de muerte – en la medida en que la satisfacción de la pulsión puede prestarse a este tratamiento simbólico –, debe haber cesado el peso del padre biológico. ¿En qué sentido? Aquella figura ideal – que sirve al niño en el desarrollo de juicios éticos y principios reguladores y de organización afectiva, conductual y de cognición, que permite la inauguración de aquel ser viviente que se sabe limitado porque ha tenido la experiencia de que hay algo imposible, que hay imperfecciones en la vida, y que la salida será posible de ser construida sobre dicha hiancia real –, aquel padre no es el genitor sino aquel que le ha servido y se ha dejado tomar como padre. En esta línea, una prueba genética de paternidad podría arrojar resultados negativos acerca de los lazos biológicos que unen a un niño con un hombre. Sin embargo, este adulto ha sido significado por la criatura desde un lugar de hijo, a su vez el mayor de edad ha hecho lo suyo con este pequeño varón… ¿se trata de negar este vínculo cuando puede estar sirviendo a los buenos propósitos de la pulsión de vida?

Sea la ocasión para pensar acerca del problema que implican por ejemplo las demandas por alimentos a padres que no se han encargado de los hijos procreados… ¿es esto, el dinero para el alimento por ejemplo, lo que en el fondo necesita un hijo de un padre? ¿Es que acaso la nutrición, el vestido, la vivienda como tal da eso tan particular que un sujeto necesita recibir de un pater, a través del buen criterio de la madre? El padre simbólico no puede instalarse sin madre que lo habilite, que lo reciba y transmita. Así, en la tramitación de los impasses de nuestra sociedad, del goce (lust, segundo termino en el título de este texto) exacerbado, están llamados padres, madres e hijos, cada quien desde su particular modo de situarse y edificar lo familiar.

Ahora bien, ¿qué es «trauma»? Desde el psicoanálisis proponemos que el trauma humano va más allá del acontecimiento vivido, actual, el que sale en los noticieros. Es decir, existen situaciones complicadas, dolorosas y de ruptura para el ser humano. Para enumerar algunas: combates entre ejércitos y/o movimientos legales o ilegítimos, desplazamiento de poblaciones enteras, bombas explotadas en ciudades, abusos y violencia sexual, etc. Sin embargo, es claro que cada uno de estos acontecimientos toma un valor particular para cada sujeto. El mismo accidente puede ser vivido por centenares de personas, sin que esto implique un «traumatismo generalizado». Lo anterior se evidencia en la manera en que cada quien reacciona, cómo lo narra, los afectos que despierta, entre otros elementos. ¿En qué radica la diferencia si la experiencia es idéntica? ¿Dónde está el ojo desde el cual cada quien mira (que no es ver, la función puramente orgánica)?

En este punto, debemos remitirnos al origen: al comienzo, en la primigenia relación del niño con la madre, se instaló una marca, una huella de satisfacción, en la manera en que cada Otro dio respuesta a lo que pudo leer del berrido amorfo del infante. Con lo anterior, quedó transformada la necesidad en demanda, que a su vez dio la posibilidad para que un deseo, un sujeto deseante y «pulsionado» (no instintuado), se elevara. ¿Cómo es esto posible? Porque ha quedado inscrita una falla en la satisfacción. Es decir, que esta madre ha sabido mostrar que no lo es ¨Toda, ¨ y que más allá de este niño ella desea algo que a su vez es símbolo de ausencia, y en este sentido imposible. Queda claro que si bien el niño ha tenido lugar en un deseo, y por ende es un bebé vivificado, el deseo del Otro va en una dirección orientada más hacia el padre, que a su vez es otra cosa. Es un circuito que los profesionales en marketing conocen bien y que justamente por ser irrealizable, tenemos la profesión de Mercadeo, un ensayo humano interesante para dominar la insatisfacción estructural.

Así, eso que aparece en lo actual como vivencia traumática, lo es porque ha roto la malla de sentido que el sujeto ha podido construir a los eventos que carecen de explicación, malla–mundo semántico, explicación ante lo inexplicable. Pero también, y es lo más particular de la perspectiva psicoanalítica lacaniana sobre le trauma y las intervenciones posibles en estos casos, lo traumático es para el sujeto lo que se resiste a toda simbolización, aquello monolítico, primigenio, sin sentido, que insiste y que se encuentra en el fondo por ejemplo de la imposibilidad estructural para encontrar «La Media Naranja», la que ajusta perfecto. Con esto – vale aclarar –, los psicoanalistas no batallamos contra el amor y la búsqueda de pareja, tampoco creemos que la amistad sea inadmisible, o que la destrucción deba primar sobre la edificación, la creatividad y la convivencia. Con esto más bien ofrecemos y sostenemos un lugar para el sujeto del inconsciente, donde pueda ubicar los elementos que lo han determinado retroactivamente, donde pueda saber sobre el punto exacto en que la herida se ha inscrito, donde logre cernir algo de la la paradójica razón por la que se hace daño amparado en buenos propósitos. En definitiva, apoyamos a alguien en la construcción de mejores maneras de vivir, porque en el fondo hay inaccesibilidad y de lo que se trata es de hacer con eso, con lo que fue vacío y ahora es falta.

¿Dónde se combinan el pater, lust (goce, paradójico placer que el humano encuentra en el dolor), el trauma y Lost (la serie de televisión, que en español traduce «perdido»)? Para aportar los elementos que nos permitan dicha deducción, los invito «ver» y usar las letras que siguen, extraídos de los capítulos uno y cinco de la primera temporada del programa, realizado por la cadena ABC de Estados Unidos.

Enumero a continuación las escenas más relevantes para contestar las siguientes preguntas:

— ¿Cuál es el trauma? ¿Es la caída del avión, desde donde parte la serie? ¿O se trata de otra cosa?

— En el caso de Jack, el protagonista, ¿cuál es su trauma? ¿Qué relación tiene con su padre, con lo que el padre no sabe (donde el padre falla en su función), lugar donde el padre es llamado pero no responde? ¿Es que podríamos relacionarlo con la emergencia de eso siniestro, extraño, eso que aterra, para Jack–sujeto?

— ¿Por qué tanto ir y venir en el manejo del tiempo, en un mismo episodio? ¿Cuándo hay pasado, presente, un trozo del pasado en el presente, entre otros? ¿Por qué? [4]

Capítulo 1

El padre simbólico no puede instalarse sin madre que lo habilite, que lo reciba y transmita. Así, en la tramitación de los impasses de nuestra sociedad, del goce (lust, segundo termino en el título de este texto) exacerbado, están llamados padres, madres e hijos, cada quien desde su particular modo de situarse y edificar lo familiar.

(1) Lo actual del trauma: Jack abre un ojo desde el suelo de un ambiente «natural». Luego del shock inicial, del estado de turbación por el evento del avión, (2) responde rápidamente y sin mayor cálculo consciente a ejercer un función, la suya. Hay gente gritando, pidiendo ayuda, se siente llamado, corre a responder, curar, asistir. En este sentido se deja causar por algo que va más allá de su persona, que remite a un deseo, el del Otro. A partir de esta decisión así tomada, se ubica lógicamente en el lugar de héroe–líder.

(3) La caída del avión no lo ha dejado desafectado, la herida (el trauma actual) tiene por ahora una sede particular en el cuerpo. Sin embargo, no quiere ser visto así. A pesar de alejarse del grupo, (4) Kate lo sigue y responde a su pedido de ayuda. Es sobre el reflejo del miedo que ella muestra frente a la tarea de coser la herida abierta, que Jack evoca (escena imaginaria que es narrada en lo actual, no hay «flash–back subjetivo») su propio terror, así como la técnica inventada por él en ese momento pretérito para lidiar con el pánico. Instruye en este sentido a Kate: hay que contar hasta 10 y respirar.

Cabe anotar que dicha estrategia servirá efectivamente en ocasiones para tramitar el miedo. Lo que se muestra evidente es que más allá de este aprendizaje, algo tenebroso insiste para el sujeto, se resiste a toda tramitación imaginaria y simbólica.

(5)En la noche, ya en la playa, «algo extraño» suena, se ve, se siente: lo indescifrable aterrorizando [5]. Sin embargo, la Cosa no se percibe ella misma, sino sus marcas, sus efectos. En este caso no se trata del objeto simbolizado de la angustia de castración. Se trata de signos respecto de los cuales comienza a emerger la pregunta por su sentido, no es posible hablar mucho de «eso, aterrador».

(6) Primer flashback al «acontecimiento aterrador» con que se denuncia la hiancia: Jack se ha embolsillado una pequeña botella extra de alcohol, se ha tomado un trago doble para pasar el mal momento, ha tratado de consolar a la mujer con miedo que está sentada a su lado y que luego en la playa él mismo salvaría. Mientras, el avión comienza a caer de manera estrepitosa…

Paradójicamente, Jack ha guardado en su pantalón el objeto con el que desinfectará su herida – premio que la azafata le entrega por haber cedido su lugar de primera clase a una anciana mujer –, objeto que es el mismo con el que el padre – luego en la serie –, se ahoga: alcohol.

Capítulo 5
(7) Se abre un ojo, Jack a los 12 años, en el colegio. Un niño le advierte: «debiste quedarte en el suelo Jack», para replicarle por haber querido ayudar a su amigo – Marc –, quien recibía una paliza.

(8) En la playa (tiempo actual): Jack es llamado a salvar a una mujer que se ahoga en el mar. Sin embargo saca a alguien equivocado (Boone). Cuando vuelve al mar ya es evidente: «queda ninguno para salvar» («there’s no one left to save»).

(9)Mientras Jack reconoce frente Kate haber decidido no salvar a la mujer, y como consecuencia de lo anterior, Jack tiene su primera visión actual del padre (de espaldas); fenómeno con claro «tono elemental», paradójica manifestación de lo real que parece colarse por una rasgadura de la pantalla de la realidad, del sentido. Así, se le presentifica al sujeto en lo actual, algo del pasado bajo la experiencia enigmática de una «percepción de goce».

(10) Jack es llamado por los otros al lugar de líder cuando Charlie y Hurley le advierten sobre la inminente escasez de agua. Entonces, le dirigen la pregunta por el deseo: «¿qué hacemos?», «¿qué les decimos (a los demás)?». Evidentemente agujereado en su saber, Jack responde: «¡¡No lo sé!!», «yo no decido nada», cuestión que le es devuelta por los otros bajo el interrogante: «¿Por qué no?»

(11) Flaskback, 20 años atrás: el padre de Jack, Dr. Shephard, lo interroga por su decisión, sugiriendo no haber sido la correcta. El niño le explica que dos compañeros golpeaban a su amigo Marc, no a él. El padre narra al hijo una situación de su trabajo como médico, que denuncia su posición frente a la pérdida, así como las coordenadas de aquel punto de vacío subjetivo: cuando decides, y lo haces mal, puedes perder. Y cuando eso que duele llega, no tienes lo que se necesita.

Entonces, se inscribe en Jack, como saldo del dicho paterno, un designio que queda grabado así: no decidirás [6]. ¿Qué es esto? Significante inscrito y que fija el trauma, el del primer tiempo freudiano sobre el que se realiza el movimiento retroactivo, aquel que se posa sobre una marca, un rasguño, que es goce y foco para una posible neurosis obsesiva en el sentido de la duda. Mientras la decisión no toque este núcleo, podrá hacerlo (Jack es buen médico, entre otras cosas), si decide, en el sentido que el fantasma lo prohibe…

(12) En la playa, ahora, y ante el reclamo que le hacen por no haber respondido al lugar de salvador (de la ahogada), Jack tiene la segunda visión actual del padre. El Dr. Shepherd se voltea ahora y mira a Jack.

Jack busca al padre, «¿dónde estás?». Lo ve, corre y cae, logrando sujetarse de un borde, antes de caer al abismo. ¿Quién lo rescata? ¿Quién le sirve como significante auxiliar, ahora que no hay? El Sr. Locke, quien de ahora en más será su «llave», la clave, el «señor de los cuchillos», que tiene las herramientas. Mr. Locke le da elementos a Jack para rearmar algo de función.

(13) Flashback, Jack con su madre (Margo), antes del viaje que termina en accidente: Margo le anuncia al hijo que el padre se ha ido, lo manda a buscarlo a Australia argumentando que su marido no sabe cuidarse, Jack debe ir por él. En este sentido, la madre lanza al hijo a responder por la falla del padre, que como sabremos cala en Jack porque él ha tenido incidencia en que esta falencia emerja: lo ha denunciado por operar bajo el efecto del alcohol. Lo anterior ha revelado efectivamente el punto en que el padre «no tiene», que es su verdad.

Así mismo, queda Jack como hijo neurótico respondiendo a lo que no anda en la pareja parental. Si el padre se ha ido, ¿por qué su mujer no lo llama?, ¿por qué pone al hijo a hacer en este sentido?, ¿por qué y de qué manera este hijo causa y se mueve sintomáticamente?

(14) En la playa, se denuncia la desaparición del agua potable. Se preguntan los de grupo, «¿dónde está el doctor?»

(15) Mientras, Jack ha salido de la playa, corriendo detrás de la imagen del padre, ya en la selva. Grita: «¿Dónde estás?», en un llamado claro a su función, porque el no tiene lo que se necesita, surge «en carne viva».

(16) Flashback, ha viajado a Australia, busca al padre en el hotel, no está.

(17) En la isla, de vuelta, Jack busca al padre, «¿dónde estás?». Lo ve, corre y cae, logrando sujetarse de un borde, antes de caer al abismo. ¿Quién lo rescata? ¿Quién le sirve como significante auxiliar, ahora que no hay? El Sr. Locke, quien de ahora en más será su «llave», la clave, el «señor de los cuchillos», que tiene las herramientas.

Mr. Locke le da elementos a Jack para rearmar algo de función, le dice que los otros – el grupo – lo necesitan. Él replica desde su creencia mas íntima: «fracasaré, no tengo lo que se necesita». Entonces, Locke le pregunta a Jack, ¿qué está buscando? Y responde: busca algo, alguien, que ve pero sabe que no está. ¿Es una alucinación, efecto de la deshidratación, del trastorno de estrés postraumático?

Pero no, el Sr. Locke no potencializa el sin sentido, inyecta una larva, una pregunta que va claramente en la vía de un saber que no es el de la ciencia ni el de la medicina. Así, le dice al protagonista de la serie que eso que persigue se parece a un conejo blanco, el de Alicia en el país de las maravillas. En este sentido puede ser una alucinación… pero, ¿qué tal que ese que persigue esté realmente acá, en la isla? La respuesta de Jack es clara: imposible, Locke propone: aunque así lo sea, pensemos en que no lo es. Voltea, rota hacia lo posible, sin borrar el centro de imposibilidad. «¿Y qué pasa entonces si lo atrapo?». Locke no sabe, lo dice claramente, su potencia no alcanza en todo caso, pero ha visto «el ojo de la isla. ¿Y lo que vio? Era hermoso». Esto, al parecer, tiene valor de mito originario, en el sentido de tapar el vacío, cubrir con un velo que no hay, y la posibilidad de hacer de la cosa perdida algo bello, distinto.

(18) Flashback: en Australia, en la morgue de Sydney encuentra y reconoce el cuerpo del padre muerto.

(19) Ahora sí, y en la selva de la isla, llora. De pronto, un ruido, la expresión de eso extraño que retorna nuevamente, lo interroga. Decide seguir el rastro de lo desconocido, y encuentra una fuente de agua clara, en medio de una cueva que será guarida protectora para él y el grupo.

En medio de la piscina natural, una muñeca, alrededor muchas más y, de pronto un cofre, un ataúd. Ese en el que llevaba el cuerpo del padre muerto de vuelta a casa.

(20) Flashback, en el aeropuerto, tratando de convencer a la recepcionista de la aerolínea para que lo dejaran subir el cadáver al avión. Es enfático en su argumento: necesita enterrar al padre.

(21) De vuelta en la isla: Jack abre el cofre pero… ¡el cadáver no está! ¿Injusticia? Rabia y furia, rompe el ataúd, lo destruye. Si no hay cuerpo, si no hay padre–organismo, ¿qué hay?

(22) Mientras, en la playa, se arma una pelea por el agua.

(23) Entonces, reaparece Jack, sale de la selva a la playa. Hay, luego del evento traumático, de lo que ha despertado para este sujeto en relación a la falta y el vacío, al parecer, un lazo social posible.

Da la orden de parar la pelea, les dice: «Hay que dejar de esperar y empezar a resolver las cosas (…) cada hombre para sí mismo, no resultará. (…) Encontré agua (…) si no quieren pedir, busquen otra forma de construir. (…) Solo Dios sabe cuánto estaremos acá. Si no vivimos juntos, moriremos solos».

(24) Luego de su decisión, lo que produce de un efecto «terapéutico rápido» a consecuencia de una construcción significante, Jack habla por primera vez de la muerte del padre. Pone así el acontecimiento, en que él ha tenido injerencia clara, en palabras. Con esto parece que una zona del síntoma, del «no decidirás» se desanuda. Sin embargo, y como sabemos, algo resta porque el padre en su valía, falla. Allí el quit: que el «lost» del sujeto en términos del principio del placer, está más allá, y que esto es «lust» (goce), justo en el punto en que la no existencia del Otro se revela y por tanto, se trata de construirlo aún su incongruencia.

Notas:
Exposición realizada en Laboratorio de investigación «Trauma y Grupo en lo Social» (Centro de Investigación y Docencia en Psicoanálisis de la Nel Bogotá), sesión del 11 de mayo de 2006. Toma elementos recopilados en «Y luego del trauma: ¿qué?» [Álvarez, A., Samudio, A., Medina, I., Arciniegas, L. (Nel Bogotá)], trabajo presentado en el II Encuentro Americano del Campo Freudiano, Buenos Aires, 2005; publicado en Metaphora IV – Revista del Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Guatemala – Ediciones Don Quijote, Guatemala, noviembre 2005.
[3] Lacan, J. Seminario 7, Clase 23. Las metas morales del psicoanálisis. 29 de Junio de 1960.
[4] Es interesante incluso graficar los movimientos en un tiempo sobre un eje horizontal. El ejercicio permite visualizar la complejidad de una temporalidad del trauma regida por la organización psíquica de un sujeto, los significantes que lo determinan, los puntos de corte exactos. Este manejo de periodos rebasa la cronología (el tiempo reloj), se juega en un eje distinto al desarrollo, y nos pone necesariamente a pensar en los dos tiempos del trauma freudiano. En todo caso queda por trabajar la relación compleja entre estos términos, dado el estatuto simbólico del tiempo y la subjetividad.
[5] «Fucking indescribable – unlike anything we’ve ever heard before – terrifyingly primitive — profoundly disturbing», descripción de la escena en el texto del guión, extraído en mayo de 2006 de http://www.imsdb.com/transcripts/Lost-Pilot.html
[6] Extraemos este condensado del impactante dictamen paterno: «Don’t choose, Jack. Don’t decide. Walk away from the fights. Because when you fail – when you make the wrong choice? It’s gonna hurt. And buddy? When that hurt comes? You don’t have what it takes».

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