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Edición
31

¿Hasta dónde crecerá nuestro conocimiento de la realidad?

Tucumán
Si la ciencia alcanzara a dar todas las respuestas y eliminase la ignorancia, ¿cuáles serían los riesgos de cerrar todos los interrogantes?
© Rolffimages

El conocimiento cultivado desde las distintas ciencias en Occidente ha experimentado un desarrollo explosivo en los últimos tres siglos, pero muy especialmente en el siglo XX. Ejemplos simples para recordarlo: en 1903 los hermanos Wright lograron elevar por primera vez su avioneta y desplazarse 290 metros y en 1969 el primer hombre caminaba en la Luna; hasta 1946 no se contaba con la producción industrial de penicilina. Desde su aparición ella ha contribuido a que la expectativa de vida saltara en sólo cien años desde los 34 a los 75 años en países desarrollados.

¿seguirá aumentando indefinidamente nuestro conocimiento sobre el universo o alcanzará a construir una versión final del mismo, no mejorable?

Una pregunta filosófica de interés surge ante ese desarrollo del saber: ¿seguirá aumentando indefinidamente nuestro conocimiento sobre el universo o alcanzará a construir una versión final del mismo, no mejorable?
La segunda alternativa recoge la visión del sentido común: la conquista emprendida por el saber sobre el vasto campo de lo desconocido se completará en un futuro, nuestras ignorancias irán reduciéndose hasta que la ciencia no crecerá más porque habrá alcanzado su plenitud, no habrá más preguntas sin respuestas inequívocas.  Científicos como S. Hawking  defienden este sentido común: es significativo el nombre de Teorías del todo con que se designa a un saber final. En 1980  Hawking aventuraba que en sólo 20 años más la física lograría una teoría unificada completa: “Así que, quizás –sostenía- se vislumbra el final de los físicos teóricos, si no de la física teórica”. Su pronóstico no se cumplió.

obtener un conocimiento final, inmodificable, alienta el hábito riesgoso de congelar un sistema interpretativo de lo real como inmodificable, como ha ocurrido  muchas veces en el pasado.


El otro enfoque sobre la cuestión sostiene que el crecimiento de la ciencia ocurre en las fronteras entre lo conocido y lo desconocido, la tensión entre ambos órdenes provoca preguntas que la ciencia procura responder. Pero cada vez que lo logra se abren otros interrogantes que acrecientan el ámbito de nuestra ignorancia. Una imagen que debo a mi maestro Desiderio Papp, vuelve comprensible este enfoque mejor que cualquier explicación: imaginemos un globo esférico, su interior acopia lo que sabemos, su exterior lo que desconocemos. Al crecer el volumen de lo sabido, el interior del globo aumenta, pero aumenta correlativamente la superficie exterior al globo, esto es, lo desconocido. Ejemplos a la mano: el desciframiento del ADN humano ha traído consigo innumerables preguntas nuevas. Por ejemplo ¿por qué sólo el 3% del ADN es empleado para conservarnos con vida? ¿Qué funciones cumple el 97% restante, al parecer una montaña de errores neutralizados por ese 3% gobernante? Lo mismo que el hallazgo de la expansión del universo, que incorporó más ignorancias. Por ejemplo, ¿continuará o se detendrá esa expansión? ¿Cuál es la masa media del universo para saber si continúa o se detiene?

precisamente por ejercer una mirada diferente cada vez, se ha producido el incremento de saber que atestigua la historia de los conocimientos.

Esta última manera de entender el crecimiento de la ciencia le reconoce su carácter histórico en un camino sin término hacia el ajuste entre nuestro saber y la realidad. La apuesta en obtener un conocimiento final, inmodificable, en cambio, alienta el hábito riesgoso de congelar un sistema interpretativo de lo real como inmodificable, como ha ocurrido  muchas veces en el pasado.
¿Llegaremos a habitar en un mundo sin preguntas? ¿O es una fatalidad inmodificable la perfectibilidad de nuestro saber, pues él anuda siempre interrogantes sin respuesta? ¿Es posible que ante cualquier asunto no pueda aparecer un modo diferente al usual para entenderlo? Si tomamos cualquier idea en los campos de distintas ciencias (espacio, masa, velocidad, cáncer, célula madre, humanismo o infinito, por ejemplo) veremos que eso no ha ocurrido. Y que, precisamente por ejercer una mirada diferente cada vez, se ha producido el incremento de saber que atestigua la historia de los conocimientos. Seguramente se halla en la estructura cognoscitiva de nuestra especie esa condición provisional de todo entendimiento de lo real, fatalmente perfectible porque cabe siempre organizar lo mismo desde otro ángulo ideado.

 

Fuente de la imagen: Dreamstime Stock Photos

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