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10

Epifanías adolescentes

Buenos Aires
La masacre de Columbine, el suicidio del adolescente de 16 años que vivía en Red Lake, después de matar a 9 personas (sus abuelos, un guardia de seguridad de la escuela, una maestra y 5 alumnos) y la masacre de Virginia Tech, ocurrida el 16 de abril de 2007, son hitos que se re-leen como síntomas de esta civilización. ¿De qué se trata el rachazo profundo que mueve a estos jóvenes a llevar a cabo estas tragedias? La hipótesis de este articulo se apoya en los elementos que presta la novela Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver.

…es la civilización la que de la mano de la ciencia, deja al sujeto frente a la Hilfosigkeit (desamparo) capitalista,una hegemonía que la globalización reproduce y donde más claramente aparece la cuestión de la época de la inexistencia del Otro, que sumerge al sujeto en el desengaño y la errancia, y su incredulidad…

Siguiendo a J.-A. Miller decimos que no hacer existir ningún Otro es un retorno a la irresponsabilidad, y por otro lado, que hay síntoma cuando no hay asentimiento del sujeto a su propio goce. Pero qué ocurre o qué pensamos acerca de los jóvenes que justamente se definen por su propio goce, que esa es la marca indeleble con la que quieren dejar su huella en el mundo. Y lo dicen… y llevan a cabo un acto que inapelablemente los ubica en ese lugar… asumiendo una absoluta responsabilidad, lo que no implica la culpa.

El mismo Miller sostiene que «los síntomas de la civilización deben primero descifrarse en los Estados Unidos». La civilización es el sistema de distribución del goce a partir del semblante, pero hoy, es la civilización la que de la mano de la ciencia, deja al sujeto frente a la Hilfosigkeit (desamparo) capitalista, una hegemonía que la globalización reproduce y donde más claramente aparece la cuestión de la época de la inexistencia del Otro, que sumerge al sujeto en el desengaño y la errancia, y su incredulidad respecto al padre. Al proponer la forclusión generalizada para esta época, se construye otro ángulo de enfoque de la tesis lacaniana de «todo lo que se dice es una estafa».

Los términos impostura, engaño, estafa, canallada, impropiedad, cinismo, definen ese terreno donde no se puede soportar el semblante, donde el Ungleuben, la no-creencia, deja de lado el término de la creencia en el que se muestra la división del sujeto. La creencia es semblante en acto, es decir, en términos freudianos, crea la realidad del sujeto, dándole un argumento consistente para sostenerse en el mundo a través del sentido. Pero si es la impostura lo que manda, esa creencia no funciona como semblante.

Intentando arribar a alguna hipótesis que nos dirija, encontramos Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver, quien escribió esta novela buscando razones para reafirmar su decisión de no tener hijos. El argumento es sencillo: una mujer escribiendo cartas a su marido, un par de años después que el hijo de ambos llevara a cabo una matanza escolar. Son 600 páginas sobre la devastación del cinismo. Un ejemplo: Somos, simplemente, versiones cada vez más grandes y más codiciosas del mismo individuo que come, caga y folla, y nos tomamos infinitas molestias para disimular delante de todo el mundo, incluso de un niño de tres años, que casi todo lo que hacemos se reduce a comer, cagar, y follar. El secreto es que no hay ningún secreto. Eso es lo que realmente deseamos ocultar a nuestros hijos, y esa ocultación es la verdadera conspiración de los adultos, el pacto que mantenemos, el Talmut que tratamos de proteger [3].

Eva representa muy bien al pragmatismo americano, aunque no deja de ironizar acerca del «americanismo» de su marido, un buen representante de la sociedad de los débiles, cuyo apellido ella no permite que sea el de su hijo, por considerarlo grosero y terriblemente americano. Es así que Kevin ironiza sobre ese apellido paterno: cambia el Plaskett paterno por Plastic.

La epifanía es un concepto griego que da cuenta de una manifestación divina «desorganizada» y no formalizable, pero a Lacan le sirve para hablar del encuentro con «pedazos de real» no ligados que aparecen por puntas, definiendo así a un goce opaco de sentido…

Eva, a los 40 años, decide tener un hijo, y se encuentra con que nada coincide con los clichés de la maternidad: «Todo el tiempo que estuve embarazada de Kevin, luché contra la idea de Kevin, la idea de que había sido rebajada por él de conductora a vehículo, de dueña de una casa a simple casa». [4] Y agrega: «(Kevin) ya debía de haberse dado cuenta con anterioridad de que yo tenía vida propia, pues, si no, no se habría dedicado a destrozarla con tanta deliberación. (…)» [5].

Rechazo, esa es la palabra que uno puede entrever a lo largo de todo el libro. Rechazo de Eva hacia su hijo para alojarlo en algún deseo, rechazo de la castración en Kevin, que lo aliena a un punto de absoluta devoción, paradójico, que conduce a un acto que se demuestra como su única manera de separarse, y que la lleva a decir a Eva: «¿Remordimiento? … ¿Qué podría lamentar? … Ahora es alguien, ¿no? Y se ha encontrado a sí mismo, como se decía en mis tiempos. No tiene que inquietarse por si es un bicho raro o un chalado por la informática, un empollón, un atleta o un ganso. Tampoco tiene que preocuparse por si es gay: es un asesino. Y, lo mejor de todo: se ha librado de mí». [6] «Esa idea de ser su propia obra de arte es muy americana…». [7]

Es evidente que no estamos en la época del malestar freudiano, sino en la del impasse que desecha la solución victoriana de la ética de las virtudes, solidaria del superyó que hizo existir lo prohibido, el deber y la culpa. Hoy se trata del superyó que ordena gozar, y que en vez de dejar al sujeto confrontado a ese Otro, lo confronta al objeto y al plus de goce.

¿Pero por qué epifanías adolescentes? La epifanía es un concepto griego que da cuenta de una manifestación divina «desorganizada» y no formalizable, pero a Lacan le sirve para hablar del encuentro con pedazos de real no ligados que aparecen por puntas, definiendo así a un goce opaco de sentido, el goce del sinthome, Joyce disfrutando de su escritura como creación, un goce sin Otro, que no intenta satisfacerlo otorgando sentido. Dice que «…todas (ellas) se caracterizan siempre por lo mismo, que es precisamente la consecuencia resultante del error en el nudo, a saber, que el inconsciente está ligado a lo real…»[8] , y es así que Jacques Aubert la define también como un desdoblamiento de la experiencia: un lado poético y un lado realista, que liquida lo poético, describiendo de ese modo una falla en el mundo, en la conexión entre inconsciente y real, pero entendiendo lo inconsciente como real.

Jacques Aubert la define también como un desdoblamiento de la experiencia: un lado poético y un lado realista, que liquida lo poético, describiendo de ese modo una falla en el mundo…

D. Klebold y E. Harris entraron en la Columbine High School [9], el 20 de abril de 1999, asesinando a 12 alumnos y un profesor, para finalmente suicidarse. En enero de 1998, por un hecho no del todo claro, fueron remitidos al programa juvenil de Diversión (sic), y debieron tomar clases para el control de la ira (lo que lo llevó a Harris a escribir: «Amo mi ira»).

En julio de 2006 se dio autorización para el acceso a más de 1000 páginas de diarios de los dos jóvenes, donde describieron los preparativos del ataque, y filmaron el arsenal de armas acumuladas, de donde surgió que en realidad la idea era matar a unas 700 personas. Habían dejado bombas instaladas en los estacionamientos de la escuela, con la idea de que estallen a la llegada de la policía y los padres, pero no funcionaron los dispositivos de tiempo. Harris dice: «Será como los disturbios de Los Ángeles, como el atentado de Oklahoma, como la II Guerra Mundial y Vietnam, todo mezclado… Quiero dejar mi huella en el mundo». Y agrega: «Una vez comience nuestro extermino, recuerda que hay probablemente cerca de cien personas como máximo en la escuela a quienes no quiero matar, el resto debe morir (…) A las seis de la mañana: reunión, a las 10.30: prepararse, a las 11: alistarse, y a las 11.16: divertirse». «La única razón por la que están vivos sigue siendo porque alguien ha decidido dejarlos vivir». Ambos describieron el «no caber dentro», y «no ser aceptados», y se reían acerca de lo fácil que era hacer que la otra gente crea lo que ellos querían. Hablaban de cuán «desarrollados» eran y de cómo se consideraban «sobrehumanos». Harris afirmó: «No hay nada que ninguna persona hubiese podido hacer para prevenir esto. Nadie es culpable excepto yo mismo y Vodka (Klebold)». A tono con la política americana, mencionan con indiferencia que algunos de sus amigos podrían morir, y que sus familias quedarían devastadas, pero: «la guerra es la guerra».

Los padres de Klebold y de Harris son de clase media alta y universitarios. En un reportaje realizado hace pocos meses en el New York Times, ven a su hijo como un perseguido por sus compañeros, arrastrado por Harris, y describen ese día como un «desastre natural», un «huracán»; cuando el periodista le pregunta a la madre acerca de su responsabilidad, ella dice: «Yo no he hecho ninguna cosa por la cual necesite ser perdonada». Culpan a lo que llaman la «cultura tóxica» de la escuela (la adoración de los atletas y una cultura tiránica). Su padre termina diciendo: «Yo soy una persona cuantitativa, soy astrofísico, no estoy calificado para entender esto». Es decir, no hay ninguna pregunta que se hagan respecto al acto de su hijo [10]. Es justamente Klebold quien escribe en su diario: «Es un hecho: la gente es tan inconsciente… Bien, yo creo que la ignorancia es una dicha… Eso explica mi depresión». Estaba medicado desde enero de 1998 con Prozac.

Jeff Weise, de 16 años, vivía en Red Lake, un pueblo de una reservación indígena. Su padre se había suicidado 4 años antes y su madre se encontraba internada con severos daños neurológicos. Ya había intentado suicidarse luego de la muerte del padre. Estaba medicado también con Prozac, y dos semanas antes del ataque había sido redoblada la dosis. Participaba activamente en los foros de Internet referidos al nazismo, identificándose como nazi-indígena, y estaba muy disgustado con la pérdida de identidad de su pueblo; dice en uno de los foros: «Nada me hace reír tanto como las ovejas en el rebaño», o bien, «Solo sabes lo que los libros y las masas sin cerebro te cuentan». Ha matado a 9 personas antes de suicidarse (sus abuelos, un guardia de seguridad de la escuela, una maestra y 5 alumnos). «Está muy bien que hayas tomado el camino que tus vulgares amigos desprecian, tener la mente abierta siempre es un plus», decía a otro internatura que se incorporaba al foro en el 2004. Y agrega: «La gente está tan desinformada, es tan ignorante y tiene la mente tan estrecha que esto convierte tu existencia en un infierno en vida». Varios alumnos escucharon y vieron cuando le decía a una alumna: «¿crees en Dios?» riendo, jugando con el arma, y disparándole a quien tenía cerca.

Otro caso: la llamada «masacre de Virginia Tech», el 16 de abril de 2007, donde murieron 33 alumnos. El joven era Cho Seung-Hui, de 23 años, un estudiante surcoreano. Durante las dos horas entre un tiroteo y otro, el asesino envió una encomienda postal a NBC Noticias, donde iba un manifiesto, fotos y vídeos expresando su odio y resentimiento hacia la sociedad en general: «No tenía que hacer esto. Pude haberme ido. Pude haber desaparecido. Pero no, no escaparé más. No es propio de mí. Por mis niños, por mis hermanos y hermanas que vosotros jodisteis, lo hice por ellos… Cuando llegó el momento, lo hice. Tuve que hacerlo.»

En los medios, sus amigos y familia los describieron como adolescentes normales, otros los describieron como parias. Es así que esto es retomado por el discurso social, policial y educativo, quienes hablan incluso del Bullyng escolar, para referirse al maltrato, opresión y humillación que se da entre adolescentes y niños, la «venganza de los rechazados», llevando la cuestión al plano ingenuo de pensar que los hechos hasta aquí narrados son efecto del maltrato al que estos supuestos «rechazados» fueron expuestos.

Todos estos jóvenes se definen como parias, como rechazados, desclasados, descastados, como viviendo en un mundo paralelo, y exigiendo la verdad. Klebold escribió: «Lo juro, soy como un paria, y cada uno de ustedes está conspirando contra mí». Harris y Klebold parecían haber vivido dos vidas. En los medios, sus amigos y familia los describieron como adolescentes normales, otros los describieron como parias. Es así que esto es retomado por el discurso social, policial y educativo, quienes hablan incluso del Bullyng escolar, para referirse al maltrato, opresión y humillación que se da entre adolescentes y niños, la «venganza de los rechazados», llevando la cuestión al plano ingenuo de pensar que los hechos hasta aquí narrados son efecto del maltrato al que estos supuestos «rechazados» fueron expuestos. Así pasan a ser culpables los atletas, los populares, los «adaptados» al sistema. Los que se encuentran, en palabras de Lacan, «alienados cómodamente al lugar del Otro». Pero si el Otro no existe, el Otro como punto de basta no existe, ocupando su lugar el discurso como principio de lazo social, y así se reemplazan las relaciones verticales por las relaciones horizontales. Lo que falla cuando lo que define la posición de esos jóvenes asesinos, es la negativa a soportar semejantes y constituir una especie. Es así que son los otros, en serie, y ya no uno determinado, los que deben morir. Es la diferencia que plantea Jacques-Alain Miller entre el crimen por utilidad (podríamos decir ligado a algún tipo de lazo) y el crimen por goce [11], donde se pierde la brújula del Otro, un rechazo de la castración originario, y reduplicado por el discurso de la época.

Pero el rechazo del que se trata en estos casos es algo más fundamental y constitutivo, anclado en la propia constitución subjetiva, que los ubica como sujetos por fuera del lazo social, y donde lo que prevalece es el «boquete abierto en lo imaginario por todo rechazo (Verwerfung) de los mandamientos de la palabra» [12]. Un no ha lugar a la castración, que lo que produce es la exclusión de la dialéctica del deseo, y por lo tanto, de la del amor. Pero precisamente es de un rechazo de donde lo real toma existencia como respuesta a la demanda. «En cuanto a lo cotidiano –dice Miller– no dejaré de proponer la figura bárbara e inocente de todos los que, creyéndose muy amigos de la verdad, porque simplemente sueñan la disolución de los semblantes, se empeñan en hacer la vida imposible a quienes se prestan a ellos». [13] Para Lacan no hay otra verdad que la que el deseo esconde con su falta.

En abril de 1998 (un año antes) Harris comenzó su diario escribiendo acerca de su creencia de que él y Klebold fueran diferentes por su «timidez». Agrega: «Moriré más pronto que mis propios pensamientos, pero antes de irme de este lugar sin valor, mataré a quienquiera que juzgue impropio…». Un año antes de la masacre, Harris escribió: «Dios, no puedo esperar hasta que ellos mueran. ¡Puedo probar la sangre ahora! – NBK» (Natural Born Killer: asesino por naturaleza). «¿Ustedes saben que los odio? ¡…HUMANIDAD!!!! … mataré a todos…»; «Yo soy la ley, y si ustedes no están a gusto con eso, mueren». Es el odio que viene a negar el ser del Otro, que al no poder encarnarse en un Otro consistente, se distribuye en la humanidad, el Otro al que hay que destruir es el mundo, dispersión donde entonces ya se trata de los pares, de la especie, no localizando un Otro persecutorio, y armando lo que podríamos llamar un delirio que no lo sostiene como lazo, dejando al sujeto frente al goce. En sus datos del MSN, Jeff Wise escribió: «16 años acumulados de rabia suprimida por nada más ojeadas de breves esperanzas, las cuales están todas descoloridas hasta ennegrecerse. Puedo sentir los impulsos deslizarse a través de las grietas, y el correo puede sostenerme algo más de tiempo…».

Lo que falla cuando lo que define la posición de esos jóvenes asesinos, es la negativa a soportar semejantes y constituir una especie. Es así que son los otros, en serie, y ya no uno determinado, los que deben morir.

Lo que constituye el mecanismo fundamental de la paranoia, es esencialmente el rechazo de cierto apoyo en el orden simbólico, rechazo de la castración que se manifiesta como delirio del pensamiento. Y en última instancia, del rechazo de la violencia del deseo como deseo del Otro. Es decir, el niño puede o no rehusar la demanda de la madre, un rechazo en tanto ser, que deja al sujeto en una profunda extrañeza, al no poder apelar de algún modo al orden simbólico, que es en sí frustrante, por suponer la tachadura del objeto real. Eva dice de su hijo: «Los niños deben encontrar inquietante un deseo tan profundo, y Kevin siempre traducía su inquietud en desprecio»[14] . O bien: «…puesto que deseara lo que deseara, yo se lo podía negar, la ausencia de cualquier deseo sería para él una especie de garantía de que no podría imponerle mi autoridad».[15] La demanda siempre es demanda de amor, y simboliza al otro como tal distinguiéndolo como objeto real capaz de dar satisfacción, del Otro en tanto objeto simbólico que da o rechaza, matriz en la que van a cristalizarse esas relaciones oscuras que están en el horizonte de toda demanda, y que se llamaron el amor, el odio y la ignorancia.

Mientras que para Freud [16] un sistema filosófico es una paranoia lograda, para Lacan lo es la ciencia moderna, ya que en su pretensión de saber forcluye al sujeto que la crea, dejando fuera el deseo del que se trata. Es así que se puede pensar estos actos asesinos como el alojamiento en lo que parece la única nominación posible frente a la imposibilidad de hacerlo en relación a un deseo, que se presenta como inlocalizable en la estructura.

Podríamos decir, provocativamente: «No hay síntoma, hay responsabilidad, hay certeza, hay acto, no hay culpa», acto que se presenta como un atravesamiento de una barrera infranqueable, como una forma de acceso a un goce imposible, que fija un tratamiento del objeto, donde ya no es representado por un significante. En octubre de 1998 (7 meses antes), Harris escribió: «¡Es mi culpa! No de mis padres, ni de mis hermanos, ni de mis amigos, ni de mis bandas favoritas, ni de los juegos de ordenador, ni de los medios, es solo mía». En diciembre de 1998 escribió que él hubiese sido un buen infante de marina: «Eso me habría dado una razón para ser bueno».

Tal vez en esta línea debamos entender estos actos, como la posibilidad de encuentro (o búsqueda) con un objeto vacío de subjetividad, con un otro objetalizado, sin deseo. O como dice Eva por primera vez angustiada, al final de la novela, en el momento en que Kevin le entrega lo que parece su único objeto de interés: «No ocurre con frecuencia que, cuando miras un objeto, éste te mire a su vez». Dejamos esto como enigma. Es a través de la ficción de la novela que se enterarán de qué objeto se trata.

Notas:
Notas
* Este artículo es una síntesis del que saldrá publicado en el libro «Pubertad y adolescencia», compilado por Marina Recalde, de Grama ediciones, en agosto de 2008.
[1] -Este trabajo es una elaboración propia en base a una investigación en curso en conjunto con Silvia Bermudez, estado de trabajo que se ha presentado en la Noche de la EOL, denominada: «El psicoanálisis y los debates contemporáneos», el 9 de junio de 2008.
[3]-Schriver, L.: Tenemos que hablar de Kevin, Anagrama, Bs. As., 2007, pág. 230.
[4]-Schriver, L.: op. cit., pág. 98.
[5]-Schriver, L.: op. cit., pág, 95.
[6]-Schriver, L.: op. cit., pág. 256.
[7]-Schriver, L.: op. cit., pág. 260.
[8]-Lacan, J.: El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2007, pág. 176-177.
[9]-Hecho reflejado en la película «Bowling for Columbine», de Michael Moore y en «Elephant», de Gus Van Sant.
[10] -Cabe aclarar que ambas familias debieron afrontar varios juicios civiles de los padres de los asesinados, juicios que perdieron y debieron abonar altas sumas de dinero.
[11]-Miller, J.-A.: Curso de la Orientación Lacaniana 2007-2008. Inédito.
[12] -Lacan, J.: «Variantes de la cura tipo», en Escritos 1, Siglo XXI editores, Bs. As., 1989.
[13] -Miller, J.-A.: Curso de la Orientación Lacaniana 2007-2008. Inédito.
[14] -Schriver, L.: op. cit., pág. 235.
[15]-Schriver, L.: op. cit., p. 235.
[16]-Freud, «Totem y tabú», Obras completas, Amorrortu, Bs. As., 1978.

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