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Los cambios en los estilos de vida en la era digital muestran una ruptura con los modos tradicionales, dejándonos perplejos para entender de dónde vienen o hacia dónde nos conducen.
La juventud ya no es solamente una etapa de la vida sino que se transformó en uno de los ideales de esta época. Los niños se visten y bailan como los adolescentes, los jóvenes de más de treinta no consiguen establecerse en un trabajo, a veces aún estudian y viven todavía con sus padres, conservando así su dependencia, mientras que los mayores se vuelven cada vez más juveniles y consumen antiaging.
El Dr. Carles Feixa[1] investiga en el Centro de Estudios para la Juventud del Departamento de Antropología de la Universidad de Lleida, y sus desarrollos culminaron marcando los cambios que se han dado De la Generación @ a la Generación#, tal como tituló a su último libro, escrito en colaboración con la socióloga Carmen Leccardi y editado Ned, 2014).
La Generación# sería la segunda generación digital, es decir, la que agrupa a los jóvenes que nacieron en los 90s, que llegaron a la juventud después de 2008. Son los que coincidieron con la expansión de la crisis financiera internacional…
¿Cómo se distingue la Generación@ de la Generación#?
La Generación@ sería la primera generación digital, es decir, la que agrupa a los jóvenes que nacieron en los 80s, que llegaron a la juventud a fines de los 90s y principios del 2000, en un contexto de expansión económica, neoliberalismo y con la Internet 1.0. Son los niños que se educaron con los videojuegos y se hacen adultos en el espacio global -o en el ciberespacio- y en el tiempo virtual -de una juventud que se eterniza. Pueden integrarse en la sociedad a través del consumo o rebelarse – es la era de la antiglobalización.
La Generación# sería la segunda generación digital, es decir, la que agrupa a los jóvenes que nacieron en los 90s, que llegaron a la juventud después de 2008. Son los que coincidieron con la expansión de la crisis financiera internacional del estado de bienestar y con la expansión de internet 2.0, la web social. Ellos crecieron con las redes sociales y se hacen adultos en el espacio glocal -donde lo global se vuelve a localizar en la cultura de la esquina – y en tiempo viral–, donde todo se acelera o se paraliza, como una juventud condenada a no hacerse adulta. Se trata por supuesto de una metáfora, que se encarna de formas muy diversas según la edad, el género, el origen geográfico, la clase social o el territorio.
La habitación del adolescente siempre fue un lugar muy significativo. ¿Cómo la usa hoy? ¿Son las nuevas tecnologías, a la vez, instrumentos de aislamiento y comunicación?
La habitación fue un espacio significativo para los jóvenes, pero no siempre, sino solo –al menos para la mayoría- desde mediados de siglo XX, cuando se consolida la sociedad de consumo y la nuclearización de las familias. Antes solo los jóvenes de las clases privilegiadas, los estudiantes o artistas bohemios tenían habitación propia. En los 60s ese reclamo del movimiento feminista de tener un espacio privado –el libro de Virginia Wolf, A room of myself- se traslada al movimiento juvenil que se apropia, mediante la música y los pósters, de la habitación familiar: es el mundo teenager.
Los jóvenes actuales tienen dificultades para construir su memoria social por la ampliación de la brecha generacional pero, sobre todo, tienen dificultades para visualizar su futuro pues son conscientes que no pueden controlarlo.
¿Qué son el altermundialismo, los microblogs, los tweenagers y las biografías replicantes?
Son escenas cronotópicas, es decir, que condensan el espacio y el tiempo del cambio social, en cuanto afecta la vida de las nuevas generaciones. Son como máquinas del tiempo, que nos permiten viajar hacia el pasado y hacia el futuro, aunque solo sea a través de la imaginación.
Viajes en busca de nuevas formas de protesta social –como sucede en el movimiento altermundialista–, de un ciberespacio de rostro humano –como sucede con los microblogs–, de un ser híbrido entre infancia y adolescencia –como sucede con los tweenagers–, o entre juventud y vida adulta, entre cultura y máquina –como sucede con las biografías replicantes. Un viaje que suele ser de ida y vuelta, aunque si algo falla también puede ser –hoy cada vez más es– un viaje sin retorno.
Tarzán, Peter Pan y Blade Runner ¿qué idea de adolescente transmite cada uno?
Son imágenes literarias o cinematográficas que todos tenemos presentes y que utilizo para reflexionar sobre otros tantos modelos de juventud, es decir, de transición a la vida adulta. El relato de Tarzán es el del buen salvaje que se civiliza, del niño que se hace adulto a través de la educación, de las buenas maneras y del amor, transita de la selva lúdica a la ciudad productiva. Peter Pan es en cierta manera lo contrario, es el niño que no quiere hacerse adulto, que inventa un país de Nunca Jamás donde hay otras normas y valores – los de la cultura juvenil–, que lo convierten en un rebelde pero también en un esclavo feliz.
La diferencia es que en la red la búsqueda es infinita y la selección –de afectos y desafectos tiene efectos virales.
Me hace pensar en los jóvenes de la generación actual, que teniendo tantas posibilidades, no pueden adueñarse de sus propios destinos…
Precisamente eso: su falta del control del tiempo. En la novela que inspiró Blade Runner, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, se habla de los replicantes como de unos androides fabricados, sin acceso a su memoria temporal ni social. Los jóvenes actuales tienen dificultades para construir su memoria social por la ampliación de la brecha generacional con quienes les preceden –con quienes no se entienden y apenas se comunican– pero, sobre todo, tienen dificultades para visualizar su futuro pues son conscientes que no pueden controlarlo. Hay en ello sin duda una base económica, lo que un joven historiador catalán, Albert Claret, que acaba de publicar un libro titulado ¡Tot el poder als joves! (¡Todo el poder a los jóvenes!) denomina “exclusión social programada de la juventud”: el efecto extremo de la desregulación económica y la precarización laboral. Pero es sobretodo un dispositivo cultural basado en el adultocentrismo.
Los jóvenes viven en la red, encuentran allí los medios disponibles. ¿Cómo los usan? ¿Cómo generan estilos de vida o emprendimientos?
Pues como lo hacían otras generaciones en el espacio social del vecindario, del pueblo, de la ciudad: buscando coetáneos con quienes relacionarse, trabar amistad o enamorarse, buscando otros sujetos con quienes comunicarse, colectivos portadores de estilos de vida a quienes imitar o de quienes diferenciarse. La diferencia es que en la red la búsqueda es infinita y la selección –de afectos y desafectos– tiene efectos virales.
¿Cómo funciona eso que Ud. menciona acerca de que los jóvenes son mercaderes de estilo?
Hay un gran desfase entre las posibilidades ilimitadas y las opciones reales cada vez más limitadas.
¿Cuáles son los cambios más destacados que se dan entre la cultura visual y la cultura multimedia? ¿Se adapta la escuela a una cultura juvenil interactiva?
La cultura visual bebe de la galaxia MacLuhan, cuando la industria cinematográfica, discográfica y sobre todo la televisión, crearon una aldea global donde una imagen valía más que mil palabras. La cultura multimedia bebe de la galaxia de Internet, cuando la industria del ciberespacio, sobre todo las redes sociales, crean un ciberterritorio donde predominan las multipantallas y el multitasking, que educa a los jóvenes en la cultura de la interacción. El problema es que la escuela no ha sabido adaptarse a este cambio, sigue ya no en la era de la cultura visual, sino en la de la cultura escrita. No se trata de borrar ese pasado –nuestro patrimonio– sino de educar en valores para saber leer críticamente la cultura multimedia, para aprender a orientarse en la sociedad digital.
¿Qué hay del ocio, el consumo y el tiempo libre en los jóvenes de una sociedad global?
Nunca hasta ahora los jóvenes habían tenido a su disposición tantas posibilidades de ocio, consumo y tantas horas libres, pero nunca habían podido ejercer tan poco control sobre ellas.
La paradoja es que vuelven las generaciones cuando está desapareciendo la juventud, que deja de ser una etapa de transición y se convierte en la fase más duradera de la vida.
Hay un gran desfase entre las posibilidades ilimitadas y las opciones reales cada vez más limitadas. Ello crea una gran frustración por las aspiraciones no recompensadas.
Hoy se dan identidades híbridas en mundos plurales. Los chicos de hoy están abiertos a ir y venir en el ciberespacio y en la vida real. ¿Esa flexibilidad y movilidad afecta el proceso de adquirir una identidad?
Las identidades hoy no son sedentarias sino nomádicas. Hacerse adulto hace medio siglo era adquirir una identidad profesional, étnica, familiar, política, religiosa, que era percibida como permanente, pues perduraba el resto de la vida adulta. Hacerse adulto hoy es cambiar una estación de destino por una estación de paso, donde las identidades profesionales, ideológicas, culturales, van modificándose. Ello conlleva mayor estrés e inseguridad, pero también mayor maleabilidad, lo que hace que los jóvenes paradójicamente estén preparados para los cambios que vienen.
Ud. señala que los jóvenes son los héroes de la sociedad en red y víctimas de la sociedad del riesgo…
Por una parte los jóvenes no pueden ser adultos. Por otra parte los adultos quieren ser jóvenes.
¿Cómo entender hoy el concepto de generación? ¿Tiene sentido seguir hablando de juventud, de una etapa de transición cuando “los ritos de paso son reemplazados por los ritos de impasse”?
El concepto de generación vuelve a estar hoy de actualidad, pues la desigualdad generacional es hoy mayor que nunca. Aunque, por supuesto, no puede usarse de la misma manera en que autores como Ortega y Gasset o Mannheim lo hacían hace un siglo. Por ejemplo, decir que cada generación dura unos 15 años, en la era de las generaciones tecnológicas no tiene demasiado sentido. Existen hoy sin duda generaciones globales –según plantean Ulrick y Elizabeth Beckpero– y al mismo tiempo, nunca había habido tanta diversidad intragenracional como ahora. La paradoja es que vuelven las generaciones cuando está desapareciendo la juventud, que deja de ser una etapa de transición y se convierte en la fase más duradera de la vida. Quizá vamos a generaciones postjuveniles.
Los jóvenes retrasan la paternidad y se expande la juventud como concepto. Hay autores que dicen que la cultura juvenil sobrepasa a la juventud y vivimos una cultura juvenil sin jóvenes. ¿Cómo visualiza la continuación de éste fenómeno?
En Europa occidental y también en otras áreas urbanas del mundo, la juventud ha dejado de ser una fase transitiva de la vida, de duración limitada, para convertirse en una fase intransitiva en contante expansión por abajo – la niñez tweenager– y por arriba, lo que en España se denomina adultescencia. Ello se produce en el plano de las condiciones sociales, a partir de la creciente expulsión de los jóvenes del mercado laboral, residencial y matrimonial y sobretodo, de las imágenes culturales, a partir de la creciente expansión de tecnologías juvenilizadoras.
Por una parte los jóvenes no pueden ser adultos. Por otra parte los adultos quieren ser jóvenes. No está claro cómo vamos a salir de esta contradicción. Puede crearse una nueva fase vital híbrida; puede convertirse la juventud en un mero apéndice de la vida adulta; o puede surgir una tercera vía (una tercera vida). Lo cierto es que si no resolvemos esta contradicción –por ejemplo en aquello que afecta a un reparto más equitativo del trabajo– nuestra sociedad del bienestar –nuestro sistema de seguridad social– es inviable.
En mi opinión, debemos repensar el ciclo vital en su conjunto, con fases de formación, trabajo y ocio que no sean sucesivas o excluyentes, sino que se vayan sucediendo y complementando a lo largo de toda la vida activa. Defiendo por ejemplo un año de corte antes de la carrera universitaria –lo que ya existe en algunos países– y un año sabático cada diez para todas las profesiones –para volver a formarse y reciclarse. La contrapartida es que debemos producir y consumir menos, pero vivir mejor.
[1]Carles Feixa es doctor en Antropología Social por la Universidad de Barcelona y honoris causa por la de Manizales (Colombia). Ha sido investigador y profesor visitante en centros académicos de Roma, México, París, Berkeley, Buenos Aires, Santiago de Chile y Newcastle. Se ha especializado en el estudio de las culturas juveniles, con investigaciones sobre el terreno en Cataluña y México. Es autor de más de 25 libros, entre los cuales se pueden destacar De jóvenes, bandas y tribus (Barcelona, 1998, 4.ª edición 2008), El reloj de arena (México, 1998), Generació @ (Barcelona, 2002), Jovens na America Latina (Sao Paulo, 2004) y Global Youth? (Londres y Nueva York, 2006). Es coeditor de la revista Young (Londres/Delhi, categoría ISI) y miembro del consejo editorial de Nueva Antropología (México), Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud (Colombia), Revista Austral de Ciencias Sociales (Chile), Mondi Migranti (Italia) y Analise Social (Portugal). Ha sido asesor para políticas de juventud de Naciones Unidas y es vicepresidente del comité de investigación Sociología de la Juventud de la International Sociological Association.
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Un comentario
Gracias por compartir temas tan importantes para saber cómo tratar y sacar lo mejor de nuestros jóvenes