Dialogamos con la escritora argentina María Rosa Lojo, prolífica narradora de la historia, poeta, académica, ensayista y destacada investigadora en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de su país. Considerada una de las figuras cardinales de las letras argentinas contemporáneas, la lectura de su obra es imprescindible para una acabada comprensión de la historia nacional, desde los personajes de la colonia hasta el presente.
Con su habitual calidez, Lojo hizo lugar para responder las preguntas de Letra Urbana a pesar de la nutrida agenda que sostuvo en octubre y noviembre. Fue invitada por el Instituto Cervantes de Hamburgo y por la Casa de la Literatura de Kiel, en Alemania, e hizo una presentación en la Facultad de Ciencias y Letras Modernas de San Pablo, en Brasil.
Todos éramos hijos, fragmento de novela, (Les Ateliers du SAL), es su último libro, que entre otras, tendrá su presentación en la próxima Feria del libro de Guadalajara.
El Premio a la Trayectoria en Literatura de APA, Argentina, que le fuera otorgado el 4 de noviembre, es el último de una larga y prestigiosa lista de galardones literarios recibidos.
Todos éramos hijos trata de una época específica e importantísima para tu generación y para el país. ¿Qué destacas de la realidad argentina antes de los acontecimientos de los ’70?
En cuanto a la realidad política, se trataba de un país cruelmente dividido entre peronismo y anti peronismo, con una democracia (cuando la hubo) incompleta y frustrada, interrumpida por periódicos golpes militares. La división brutal en sectores antinómicos que no se dan tregua ha sido una marca recurrente de los procesos históricos argentinos. El desgarramiento en facciones inconciliables durante y después del primer peronismo, de algún modo repite el odio entre federales y unitarios, el drama de las guerras civiles del siglo XIX.
Pero también, de manera inmediatamente posterior a la caída de Perón, comienzan a producirse relecturas de su figura y del Movimiento político que creó. Algunas revisiones, como la pionera de Ernesto Sábato (El otro rostro del peronismo) aunque no exculpan la figura del líder, sí proponen y proclaman la necesaria comprensión hacia el pueblo que lo sigue, porque les ofrece la reivindicación de muchos derechos. Pronto la llamada “izquierda nacional” empezará a recuperar el legado del peronismo como lo más cercano a una revolución socialista que se había dado en nuestro país. También la Revolución Cubana y el clima insurgente en otros lugares del mundo contribuyen a un rescate del justicialismo por parte de la izquierda local, que luego será canalizado en diversas formas de guerrilla y de militancia armada. Graciela Fernández Meijide describe bien este clima en su reciente libro Eran humanos, no héroes. El caso es que llegamos a los comienzos del 70 con una atmósfera propicia para la reconsideración de este gran fenómeno político de masas: el peronismo, que antes los sectores intelectuales, liberales y de izquierda, habían rechazado. Y esta atmósfera se propagaría manera fulminante sobre todo en una franja etaria que por aquella época llegaba, como mucho, a los treinta años.
¿Hubo alguna razón que te llevara a tocar esa época en particular ahora, y no antes?
Me faltaba la perspectiva necesaria para lograr algo que sí creo haber conseguido en estas dos últimas novelas: la distancia y el desdoblamiento que multiplican la visión, que la enriquecen, que la hacen poliédrica porque asedian la realidad desde diversos lugares…
¿Qué papel crees que tuvo la iglesia en los acontecimientos de esa década?
La Iglesia Católica, como institución, hace un viraje decisivo con el Concilio Vaticano Segundo, en su acercamiento a los sectores populares, en su mirada social, en su llamado a terminar con la pobreza y la inequidad, que debía ser asumido como un deber central para los cristianos. Los obispos del llamado Tercer Mundo recogen el guante y así es como se lanza un importantísimo documento, fruto de la Conferencia de Medellín, donde se reunió el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en 1968. Así nace la Teología de la Liberación, que marca en la agenda la “opción por los pobres”, en un sentido integral: buscando crear una iglesia que tanto desde su clero como desde los feligreses, se comprometiera con los desposeídos, más allá de la retórica. En América Latina, donde se vivía cotidianamente bajo dictaduras, donde la opresión y la desigualdad económica y social eran evidentes, este mensaje iba a tener, naturalmente, un gran eco en los movimientos de acción política y social. Creo que los escritores somos médiums, que articulamos y transmitimos la experiencia colectiva, los deseos, los fantasmas, los proyectos de nuestra comunidad.
Por otra parte, hubo otra Iglesia, marcadamente conservadora, que se opuso al Movimiento Tercermundista, y que estuvo del lado de la Dictadura cuando finalmente esta copó el poder. Sobre ella recaen las acusaciones de colaboracionismo, por omisión o por acción. En realidad, toda omisión era ya una acción, en tanto dejaba librados a su suerte a quienes en esos momentos eran objeto de represión y de tortura.
En un momento, te refieres a la jovencita, que es el personaje central de la novela, diciendo que “hablaría con las palabras de otro”; más allá del escenario que le das a esa frase en la novela ¿qué sabes acerca de ser hablado por otro?
Creo que los escritores somos médiums, que articulamos y transmitimos la experiencia colectiva, los deseos, los fantasmas, los proyectos de nuestra comunidad. En ese sentido somos hablados por los otros. O los demás hablan a través nuestro. Somos un canal. Quizás la experiencia más fuerte que tuve en ese sentido fue la escritura de Árbol de Familia sobre todo desde el punto de vista lingüístico. Emergieron los relatos orales que había oído en la infancia, la manera de contarlos, los cantares y las palabras que llegaban desde el fondo de una memoria española y se mezclaban con la lengua rioplatense. Fue una especie de recuperación mágica de un mundo cultural y emocional que había olvidado en parte, que parecía perdido, pero que estaba ahí, vivo y latente, en un lugar profundo de la memoria.
En todas mis novelas, por otra parte, siempre hablan los otros y me hablan los otros: personajes con un referente histórico muchas veces, mezclados con personajes de pura ficción. Y en la última, especialmente a través del debate y del teatro, habla una generación: la mía, desde distintas voces y miradas: las de quienes eligen el camino de la militancia y las de quienes toman otros. Pero todos comparten un mismo horizonte temporal.
En ciertos pasajes de la novela eliges trazar el perfil de la protagonista desde la relación que ella tiene con el lenguaje. ¿Cómo se las arregla Frik para armar su mundo a partir de lo aplastante de la lengua materna –“resonante, brillante e invasiva” – y de la “sumisa y desvanecida” lengua del padre?
Bueno, ella está en un país donde la lengua materna, el castellano, es la lengua oficial y la de la vida cotidiana. Pero las lenguas, en la novela y en la realidad, son más que solo idiomas, expresan y simbolizan relaciones de poder. No hay lenguas intrínsecamente superiores a otras, si una se impone sobre otra es porque se trata de la lengua de la cultura dominante, militar y políticamente hablando. Por eso la lengua del imperio español fue el castellano y no el gallego o el catalán, y la del imperio británico el inglés y no el gaélico. La relación asimétrica entre castellano y gallego remite a la historia de España y también a las distintas clases y ambientes sociales de las que sus padres provienen, como se despliega, más detalladamente, en Árbol de familia (2010): Ana, la madre, de una burguesía urbana, conservadora y católica, venida a menos. Antonio, el padre, de los pequeños propietarios en el mundo rural gallego, cuyos hijos tenían que emigrar para prosperar y salir de una limitada economía de subsistencia. En esta juventud penetran, justamente, las ideas socialistas o anarquistas que eclosionarían después, en la Segunda República Española. Pero las lenguas son más que solo idiomas, expresan y simbolizan relaciones de poder. No hay lenguas intrínsecamente superiores a otras, si una se impone sobre otra es porque se trata de la lengua de la cultura dominante…
A pesar de estas diferencias sociales, los padres de Frik, que se conocen en la Argentina, deciden casarse. Los dos han sufrido pérdidas, los dos tienen que empezar de nuevo, como la misma España. Los dos se sienten exiliados y piensan en volver más tarde a su patria. Pero Frik percibirá la fractura entre sus respectivos mundos y expectativas, la manera en que el pasado de cada uno les cobra sus facturas, y tendrá que habérselas con esas herencias divergentes y buscar la manera de integrarlas. Si bien en la novela no se desarrolla explícitamente, sí queda implícito y sugerido que ella emprende el camino de recuperación y profunda valoración de la herencia cultural paterna, así como escucha también lo que el padre tiene para transmitirle como bagaje decantado de su propia y dura experiencia política.
La adolescente que describes padece por no ser de acá ni de allá, por estar rodeada de fragmentos de identidades opuestas y por vivir un marcado sentimiento de extranjería. ¿Qué crees que cambió con la globalización y las migraciones actuales, en los jóvenes de hoy?
El sentimiento de extranjería de Frik tiene que ver, ante todo, con su propia personalidad hipersensible y su cuestionamiento de las condiciones de la existencia. Es, en principio, una rebelde que se siente extraña en una realidad hostil y misteriosa, un mundo “hecho de víctimas y depredadores”, donde los seres sufren, se agreden, mueren, sin que se devele por qué o para qué han llegado a la vida. Lo que la salva del nihilismo total, de la desesperación, es sobre todo su agudo sentido de la belleza, paralelo a su percepción del horror y del dolor. Este sentido de la belleza se canaliza en una voluntad artística creadora que de algún modo, su propio camino de salvación, de resiliencia, de resistencia. Frik percibirá la fractura entre sus respectivos mundos y expectativas, la manera en que el pasado de cada uno les cobra sus facturas, y tendrá que habérselas con esas herencias divergentes…
Este conflicto básico se enlaza y se potencia, en el caso de Frik, con el sentimiento de enajenación, lejanía y exilio de sus padres y de su padre en particular. La migración del exiliado no es igual a cualquier otra. Supone una brusca y dolorosa ruptura forzada por las circunstancias políticas e implica una imposibilidad de volver que no depende solo de los medios económicos y materiales. Es como si la vida (la “verdadera” vida) quedara en suspenso hasta que se levanten esas barreras. Esta experiencia de incompletud, de insuficiencia, de enajenación, se transmite a los hijos, quienes en cierto modo heredan la heredan, de una manera inicial e inmediata, que los define como “exiliados hijos”. Hablé de esto bastante detalladamente en algunos textos “Mínima autobiografía de una exiliada hija” (http://www.almargen.com.ar/sitio/seccion/literatura/lojo/), que se publicó también en un libro sobre el exilio, por la Universidad de Lleida, y Los hijos del amor y del espanto;este último fue el texto de cierre de un congreso internacional conmemorativo de los setenta años del exilio republicano, organizado en 2009 por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Resumiendo, creo que ese tipo de extranjería, la del exiliado, no cambió mucho con la globalización, salvo en la mayor capacidad de comunicarse con quienes se deja atrás, aunque el exiliado podrá utilizarla solo relativamente, dependiendo incluso de la censura que exista en su país de origen, mientras no estén dadas las condiciones para su retorno.
Tu libro refleja un buen conocimiento sobre las sutilezas de la relación entre madre e hija. ¿Cómo es posible finalmente tomar un lugar en el mundo lidiando con una madre que no dona el saber hacer con la femineidad, que hace sentir a su hija invisible y que no acepta el paso del tiempo?
La migración del exiliado no es igual a cualquier otra. Supone una brusca y dolorosa ruptura forzada por las circunstancias políticas e implica una imposibilidad de volver…
En un momento afirmas que el personaje está a salvo “cuando se cruza el umbral del sinsentido y de la muerte”. ¿Qué sabe M. Rosa Lojo de ese cruce?
Sí, eso lo piensa Frik frente a una imagen femenina que le ofrece el colegio en el sugestivo cuadro de Mater: una jovencísima Virgen María, que todavía no parece una madre sino solo una muchacha ensimismada, definiéndose frente a su propio ser, y acaso creando el espacio de intimidad futura, necesario para recibir al hijo por llegar. La obra de teatro se me impuso con una fuerza incontenible, supongo que desde lo inconsciente.
Se concluye con una obra de teatro a la que el lector le da un significado ¿Podrías comentarnos cuál es el tuyo, el que te llevó a cerrar el libro con esos diálogos?
La obra de teatro se me impuso con una fuerza incontenible, supongo que desde lo inconsciente. Recuerdo que me desperté un día con la sospecha de haber soñado esas escenas; las frases de los parlamentos me resonaban en la cabeza. Creo que ese final con una pieza de teatro era imprescindible; completa todo el sentido, es el symbolon en un sentido etimológico, que solo se constituye cuando logran reunirse las esquirlas dispersas de la unidad. No podemos evitar el desamparo, la intemperie, la agonía de enfrentarnos a lo incomprensible, a la disolución del sentido.
Tu escritura nunca restringe las reflexiones, “El abismo viene con la vida” es una bien condensada. ¿Qué encontramos si la desplegamos?
Creo que hay que leer toda la novela para desplegar realmente la frase. Vivir es abismal. Vivir te mata, como en algún momento le dice Frik a Daniel. No podemos evitar el desamparo, la intemperie, la agonía de enfrentarnos a lo incomprensible, a la disolución del sentido. Lo que llamamos locura es una de sus formas de pérdida. Y Frik tiene que enfrentarla, en su madre y en su hermano.
Tengo entendido que incluiste poemas que fueron escritos en tu adolescencia. ¿Conservas más material como ese, como para publicarlos independientemente?
Me da pudor publicarlos en forma independiente, aunque el material existe y tiene el volumen necesario como para hacer un libro. Sí me pareció importante que en la novela hubiera textos compuestos realmente en esa época de mi vida. Y por lo tanto, atribuibles a Frik.
Los tres actos de la novela, ¿albergan la esperanza de que se transformen en película o de que se lleve al teatro?
Creo que el teatro sería como una deriva natural del libro. Sobre todo para la parte final. No se hizo una presentación pública, pero si se hiciera, lo más lógico sería representar esa obra teatral, en vez de leer otros tramos del libro. En cuanto a una película, me parece que es un texto con posibilidades fílmicas, pero eso no depende de mi voluntad, sino de que los cineastas se interesen en él.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Quisiera poder armar dos o tres libros de ensayo académico con trabajos publicados en los últimos años. También tengo entre manos una biografía de la escritora Eduarda Mansilla para la cual recopilamos, con mi equipo de investigación, mucho material.
En cuanto a ficción, por ahora necesito reponerme de la experiencia de terminar y publicar un libro tan visceral como este último.
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