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Observando lo vivido este año teñido globalmente por el coronavirus, podemos analizar desde distintos escenarios una misma realidad, y por supuesto con distintos caminos, partícipes y condiciones sociales, pero con un común sentimiento: La Soledad.
Escenario Laboral: Los gobiernos y ministerios de salud piden que la gente se exponga lo menos posible a situaciones de contacto social. Como conducta preventiva mucha gente cambió a home-office. Para ser efectivo hay que lograr disponer un lugar silencioso, sin interrupciones, solo con mi PC, notebook, Tablet, móvil,no importa con qué, sino que esté solo.
Escenario Educativo: Se han implementado clases por medio de la web. Ha cambiado el histórico de “todos en un aula sentados mirando al frente como grupo” a todos mirando la pantalla en red. Ha cambiado un método milenario de aprendizaje en comunidad a un aprendizaje en soledad.
Escenario Social: Se decidió por precaución que la mayor parte de la población se quede en su casa. Podríamos interpretarlo como un “arresto domiciliario” voluntario, pero decidido por el gobierno. Mientras esto pasa, el ciudadano arrestado puede dedicarse a ver TV y dejar de hablar; solo puede hacer aquello que le informan los medios de comunicación. A falta de una guerra donde dos se pelean y hay que tomar parte, el mensaje es “Un malo contra todo este mundo bueno”. El enemigo es uno solo y la lucha es cuerpo a cuerpo. Uno contra uno. Solos el virus y yo. La estrategia es “quedarse en casa”; muchos bien acompañados, algunos mal acompañados y otros solos; el fruto de los meses en esta condición en muchos casos es la depresión. Vivir atemorizados porque el otro pueda contagiarme aísla socialmente.
Los países cierran sus fronteras cuando otra opción podría ser colaborar regionalmente. Nuevamente aparece la soledad como respuesta.
El uso de las redes sociales contribuyó al aumento de la ansiedad y depresión en la Generación Z, provocando efectos que perturban su bienestar emocional. Sin embargo, los jóvenes pueden desarrollar narrativas más saludables sobre sí mismos.
¿A dónde quedan las preguntas en la era de los algoritmos, la hiperinformación y un sistema de educación obsoleto? Pero ¿la capacidad de explorar y enfrentarnos a lo que no sabemos depende solo de la realidad tecnológica?
Para los wayuu el mundo está lleno de seres atentos al universo, algunos son humanos y otros no. La noción de personas en el cristianismo, el judaísmo y otras religiones de occidente ubican a los humanos como los seres centrales del universo. ¿Cuál es la riqueza de una cultura sin esa jerarquía?
Un paseo a dos voces y dos estilos por Churriana, un pueblo al lado de Málaga que alguna vez fuera una barriada y actualmente forma parte de la ciudad.
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