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Edición
46

ConcientizArt

Los Ángeles
La obra de Luciana Abait llega para mostrarnos los paisajes que habitamos y los que podemos soñar, si revertimos los daños que el ser humano causa a la naturaleza.
Artic Icebergs Greenland

La naturaleza, la preocupación por la ecología y el cambio climático forman parte de la obra de la artista Luciana Abait. Durante los últimos años ha trabajado lo que puede describirse como paisajes surrealistas manipulados, basados en fotografías, con el objetivo de crear conciencia sobre los problemas ambientales y la urgente necesidad de acciones correctivas para detener el calentamiento global. En este contexto ha realizado las series Underwater Series, Mixed Nature Series y Water Series. En esta última serie, que comenzó en Miami, diversas ciudades son invadidas por agua de piscinas. Displacement Series trata sobre el desplazamiento humano, el aislamiento, la inmigración, la asimilación que, en muchos casos, son generados por desastres naturales, sequías, guerras, que tienen su origen en el calentamiento global. Iceberg Series es donde se trata el tema en forma más evidente.

La naturaleza y, en particular el agua, han estado presentes en tu obra desde el principio. Recuerdo la serie de las piscinas. ¿Qué significaba el agua para ti en ese entonces, a nivel visual y conceptual?

La serie de las piscinas se originó de manera totalmente accidental. Viví en Miami entre los años 1997 y 2005. En el año 2001 me sumergí con una cámara de fotos descartable en una piscina y me quedé maravillada del paisaje que podía capturar en el rectángulo de esa mirilla. Lo que más me impresionó era que, bajo la superficie de las piscinas, encontraba los mismos elementos que venía pintando hacía aproximadamente diez años en escenarios de teatro y habitaciones en los cuales el elemento arquitectónico era central. Había elementos minúsculos que hablaban de la presencia y ausencia del hombre, como sillas, camas y escaleras. Eran obras totalmente surreales y teatrales. Al retratar las fotos bajo el agua, encontré las escaleras, las paredes, una luz única -equivalente a la teatral-, que se filtraba a través de la superficie del agua. Así empecé a desarrollar la serie del agua, interesada en este elemento de la naturaleza en su relación con los espacios arquitectónicos que la contenían.

Fueron dos circunstancias, una personal y una tecnológica-histórica, las que me condujeron a esta serie que solo pudo surgir porque me encontraba en Miami, donde las piscinas son parte de la iconografía e identidad de la ciudad. El avance de la tecnología me facilitó tener una cámara de fotos sumergible, que compré para experimentar. Al ir desarrollándola, descubrí el carácter simbólico de los objetos que encontraba en las piscinas: la escalera como salvación o escape; las líneas del piso como las guías de la vida; los números que marcaban la profundidad del agua podían tener asociaciones muy personales con cada espectador; las sogas que dividen los carriles para nadar también como guías de la vida o un elemento de donde agarrarse en un momento de emergencia, etc. Los nadadores empezaron a entrar en mis obras de manera accidental, ellos nadaban mientras yo trataba de retratar espacios vacíos, hasta que los fui incorporando. Ellos nunca supieron que estaban siendo fotografiados, o sea que siempre hubo un elemento de voyerismo en la obra.

Espero poder recordarles a los espectadores el carácter sagrado de la naturaleza que nos rodea y del regalo que la Madre Tierra nos brinda cada día, también concientizar, aunque sea mínimamente, que si no realizamos cambios drásticos en nuestras conductas hacia el medio ambiente, la especie humana va a desaparecer.

Conceptualmente, esta serie trata sobre la tensión entre la liquidez y expansión del agua y las paredes que la contienen, simbólica para otras tensiones de la vida humana. También la relación generada entre el elemento natural (el agua) y el elemento humano (la piscina), la obra nos cuestiona: ¿hay armonía, o uno prevalece sobre el otro?

Visualmente, las obras son extremadamente bellas y seductoras – como lo es Miami. Hay una especie de fascinación del espectador por los diversos tonos de azul y turquesa que hacen que comience un diálogo fluido e íntimo.

¿Cuándo comienzas a plasmar tu preocupación por la ecología y el cambio climático en tu obra plástica?

En la serie Mixed Nature (Naturaleza Mixta), que continuó a la del agua, saqué a los nadadores de las piscinas y los inserté entre plantas. Comencé a crear mundos alternativos entre la flora, en su estado de mayor pureza para los seres humanos. Esta serie comenzó en Miami en el 2005 y al poco tiempo me mudé a Los Ángeles, donde la seguí desarrollando más profundamente. En California hay un gran compromiso con los temas del medioambiente y el cambio climático. Esa cultura ya tiene estos temas incorporados en el día a día, y poco a poco comienzan a ser parte de uno. Llegó un momento en que me di cuenta de que toda mi obra, la que venía desarrollando desde Miami, trataba sobre el medioambiente. Las piscinas se podían interpretar como la acción avasalladora del hombre sobre la naturaleza, o la relación de poder sobre ella, conteniendo el agua. Lo mismo con la serie Mixed Nature. Estos universos alternativos hablan sobre la creación de un mundo utópico en donde el hombre no domina la naturaleza, pero es parte de ella, viviendo par a par en libre armonía.

¿Es ahí cuando pasas de la pintura a la fotografía?

Comencé a utilizar la fotografía como parte de la obra al desarrollar la serie de las piscinas. Anteriormente, sacaba fotos que me servían de modelo para luego pintar mis habitaciones o escenarios. Creo que al sacar mis primeras fotos bajo el agua ése era mi objetivo. En esos años, mi estudio se encontraba en el Arts Center South Florida, actualmente Oolite Arts. Mark Coetzee, curador de la Rubell Collection nos visitaba periódicamente. Recuerdo que le mostré mis primeras fotos subacuáticas recién reveladas en tamaño 4” x 6”, cuestionándome un poco qué hacer con ellas. Fue él quien me dijo que no las usara como modelos para mis pinturas, sino directamente como obras mismas. Allí se abrió un nuevo universo que es con el que aun trabajo hoy. Mi obra es de técnica mixta, trabajo con fotografía, muchas veces realizo collages digitales y luego aplico sobre ella pintura acrílica, lápices, pasteles, barnices, etc. Al venir del mundo de la pintura, necesito darle el toque manual con elementos materiales en la superficie de la foto.

Una de las obras más monumentales que has hecho hasta el momento es la instalación basada en mapas titulada Off the Map. Háblanos de ella.

En mi práctica me interesa cruzar los bordes de la fotografía con otras disciplinas. Así es como he realizado varias foto-esculturas e instalaciones con elementos fotográficos. En el año 2015 recibí el Santa Mónica Individual Artist Award para desarrollar mi proyecto fotográfico Displacement Series, donde algunas de las obras bidimensionales (fotografía) son un mapa de Europa que está arrugado y convertido en montañas. Hay escaleras de juguete apoyadas sobre esas montañas, simbolizando a los refugiados que tratan de escapar de los conflictos de Medio Oriente, de Siria en particular. No hay ningún país que los quiera recibir, quedando varados en el Mediterráneo. De allí el titulo Off the Map, que es el estado de no pertenecer a ninguna tierra, de desarraigo y desolación. Unos años después, una artista colega me sugirió que esa fotografía debía ser una instalación.

El encuentro repentino con una obra en un lugar no tradicional genera una especie de sorpresa maravillosa en la gente, es un regalo.

En 2018, la curadora Marisa Caichiolo, quien también es fundadora y directora ejecutiva de la fundación de arte y galería Building Bridges Art Exchange en Santa Mónica, me seleccionó junto a dos artistas internacionales para realizar una residencia en dicha fundación y explorar el tema displacement. El espacio es magnífico y su curaduría impecable. Allí pude convertir este sueño en realidad. Construí una instalación inmersiva de 18 pies de altura por 30 pies de ancho y 15 pies de profundidad con mapas gigantes de papel de todo el mundo. Los países no se encuentran organizados en el orden geográfico correcto, están mezclados al azar. Esto hace referencia a la situación mundial, en donde se ha perdido el orden lógico y tenemos la sensación de que todo está fuera de control. Parado dentro de la instalación y mirando estas montañas gigantes que representan el mundo, a las que no puede trepar, el espectador simboliza a los inmigrantes desplazados, quienes debieron dejar sus hogares, países, raíces, forzadamente y no hay un nuevo país, una nueva tierra que los quiera recibir. Es la sensación de estar Off the Map. En muchos casos, el desplazamiento humano es causado por desastres ocasionados por el calentamiento global, por lo tanto, la obra habla también sobre este tema. Si uno mira detenidamente estas montañas, tienen también la forma de icebergs.

¿Qué te inspiró a trabajar la serie de los icebergs?

En el año 2017 la artista interdisciplinaria Kenyatta A. C. Hinkle hizo una residencia en 18TH Street Arts Center, en Santa Mónica, California, donde yo también estoy. Ella invitaba a los artistas residentes a tener conversaciones con ella basadas en un objeto personal que llevábamos a la charla. A partir de ese encuentro, la idea era poder crear una obra, objeto, poema, etc. Yo estaba súper apurada antes de verla y agarré algo sin pensar, una postal de una de mis piscinas de Miami. En nuestra charla, ella me condujo a pensar en por qué había llevado esa imagen, qué significaba para mí. Hablé de haber emigrado de Argentina, en 1997, hacia Miami; de cómo, a pesar de haberme mudado a Los Ángeles hacía doce años, aun extrañaba vivir ahí, de cómo esa ciudad me recibió con los brazos abiertos, lo generosa que fue conmigo y con mi arte. Luego ella me preguntó qué visualizaba y le contesté que una ola de mar gigante sobre el mapa de Estados Unidos, separando Miami de California. Allí terminó nuestro encuentro. Al tiempo, leo en las noticias que un bloque gigante de hielo de la Antártida se había desprendido a causa del calentamiento global y estaba flotando sin rumbo en el Atlántico. En ese momento, mi cabeza hizo un clic y conecté mi encuentro con Kenyatta A. C. Hinkle y esta noticia. Sentí que esa ola gigante que visualicé con ella era en realidad un iceberg y que el hielo desprendido de la Antártida podía ser yo flotando o viajando de Buenos Aires a Miami y luego a Los Ángeles. En cada partida de cada ciudad donde viví, hubo raíces que tuve que cortar y desprendimientos, como los del iceberg, que tuve que superar. De allí surgió la serie, la más personal de todas, así como también la que más trata sobre el cambio climático.

¿Cómo ha evolucionado esta serie visualmente? Me interesan particularmente el uso de los detalles, la inclusión de elementos ajenos al paisaje y el uso de los colores planos como el verde y el rosa que contrastan con los tonos naturales.

La serie nunca intenta ser documental, considero estas obras paisajes psicológicos. En la primera parte de la serie, cada paisaje tiene un objeto minúsculo proveniente del mundo de los humanos, en general relacionado a la arquitectura y construcción, como puentes, escaleras y andamios. Ellos hablan de forma metafórica de la naturaleza invasiva y destructiva del hombre, ya que los podemos encontrar hasta en el último rincón deshabitado de la tierra. A medida que la serie ha avanzado, me he enfocado en planos más cercanos de los paisajes. Esto produce una obra que tiene un carácter más geométrico e incluso abstracto que realmente me apasiona, es un gran descubrimiento. Los cielos de colores como verde o rosa hablan de un medio ambiente en peligro, en donde las reglas de la naturaleza se han roto y nada es como debe ser o como estábamos acostumbrados a verlo.

 

Cuéntanos sobre el proyecto que presentas actualmente en el aeropuerto de Los Ángeles. ¿De dónde viene el título Una carta para el futuro?

Mientras estaba creando las obras para la exposición en el aeropuerto de Los Ángeles, leí sobre el glaciar Okjokull, que se derritió en el año 2004 en Islandia, convirtiéndose así en el primero que se pierde en el mundo debido al calentamiento global. En el 2019, los científicos erigieron una placa en Borgarfjordur, en el oeste de Islandia, para conmemorar a este glaciar perdido. La placa, titulada Una Carta para el futuro, tiene a continuación un poema del escritor islandés Andri Snaer Magnason, que dice: “En los próximos 200 años todos los glaciares vas a seguir el mismo camino. Este monumento quiere demonstrar que sabemos lo que está pasando y lo que se necesita hacer. Solo ustedes sabrán si lo logramos hacer.”

El poema y el hecho de que los científicos erigieran una placa a un glaciar desaparecido me parecieron sumamente conmovedores. Básicamente ellos están hablando del peligro inminente de la extinción del ser humano. Espero poder recordarles a los espectadores el carácter sagrado de la naturaleza que nos rodea y del regalo que la Madre Tierra nos brinda cada día, también concientizar, aunque sea mínimamente, que si no realizamos cambios drásticos en nuestras conductas hacia el medio ambiente, la especie humana va a desaparecer.

Como artista, ¿crees que tu obra se beneficia al ser presentada en espacios públicos no tradicionales como el aeropuerto o las calles de Los Ángeles?

Absolutamente. Mi ambición es que se exhiba tanto en instituciones culturales como en espacios públicos. Hay varios aspectos que me resultan importantísimos de usar espacios públicos no tradicionales. Por un lado, el espectador no espera encontrarse con una obra de arte. El encuentro repentino con una obra en un lugar no tradicional genera una especie de sorpresa maravillosa en la gente, es un regalo. Digo esto no sólo como artista, sino también como espectadora. Mi día cambia para mejor cuando me encuentro con una obra de arte en el lugar menos esperado de la ciudad, esa sensación de descubrimiento, de diálogo, ver la relación de ella con el espacio público, con la arquitectura del lugar o con la naturaleza a su alrededor. Espero poder generar esa sensación de alegría espontánea, donde se despierta la imaginación, el asombro, la curiosidad en el momento y lugar menos pensados. En estos tiempos de pandemia, considero que este tipo de arte público es ya una necesidad, definitivamente nos está ayudando a todos a seguir adelante y conservar la salud mental. Lo he notado en todas las exposiciones drive through o drive by de las que fui parte en Los Ángeles. La gente necesita el contacto con la obra, necesita vivir esa experiencia real, no es suficiente con ver una exposición online. Leí hace poco artists are vital second responders (los artistas son segundos respondedores vitales).

El arte llega a las personas por canales distintos, apela a sensibilidad humana, nos lleva a una apertura mental, a aceptar la diversidad, el respeto por todas las formas vivientes

Otro motivo por el cual me interesa sumamente el arte público es porque tiene mucha más llegada que el que se encuentra en un museo. Desafortunadamente, hay un gran sector de la población que no visita museos o galerías de arte, aun cuando éstos son gratis. Esto puede ser por una cuestión de educación, por el pensamiento que el arte es para gente sofisticada o las élites o “yo no entiendo de arte”, sentirse intimidados, lejanía a centros culturales, etc. Yo estoy convencida de que el arte puede cambiar la vida y la calidad de vida de la gente, enriqueciéndola, haciéndola más feliz, haciéndola imaginar, soñar, maravillarse. Exhibir obras en lugares públicos significa que todos los estratos de la sociedad tienen acceso al arte, ya que no está adentro de una institución, sino en un lugar donde el público transita habitualmente, día y noche. Es muy importante que la gente sienta que el arte es parte de su vida cotidiana, que no es algo sagrado, exclusivo de una cierta clase social. Una sociedad sin arte es una sociedad muerta y definitivamente todos los estratos sociales necesitan de él.

¿Crees que el arte es un vehículo efectivo para concientizar sobre aspectos ecológicos, políticos y sociales? ¿Hay alguna experiencia relacionada con este tema que quieras compartir?

Sí, creo que el arte es un vehículo efectivo para concientizar sobre distintos aspectos ecológicos, políticos y sociales. El arte llega a las personas por canales distintos, apela a sensibilidad humana, nos lleva a una apertura mental, a aceptar la diversidad, el respeto por todas las formas vivientes. Los temas que la sociedad necesita mejorar y solucionar, y de los que depende la supervivencia de la raza humana en el futuro, se basan en estos principios. Mi obra, específicamente, se centra alrededor de los temas del medio ambiente. Considero que, creando una obra extremadamente atractiva en lo visual, a través de sus imágenes y colores, puedo llegar más directamente a los espectadores de todos los estratos económicos y socioculturales de la población. Todos necesitamos concientizarnos y hacer cambios para lograr revertir los daños que el ser humano viene infringiendo en la naturaleza durante siglos.

Durante la exhibición We Are Here/Here We Are, una experiencia que me pareció mágica fue cuando una bella planta, con una flor, se empezó a extender sobre uno de mis paisajes. Me gustó mucho, era como si la naturaleza estuviera respondiendo a la obra, o aún más, al mensaje que quería transmitir. Vale decir también que estas obras las creé durante la pandemia y también quería mostrar paisajes mágicos, bellos, en tonos pasteles. Mi intención era darle al público un momento de ensueño y alegría en medio de la crisis que estamos viviendo. La obra es contemplativa y nos permite escapar a otro mundo, uno ideal.

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