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«La exploración en mi arte «entre» la relación mía con la naturaleza ha sido el evidente resultado del despojamiento de mi patria durante mi adolescencia. La fabricación de mi silueta en la naturaleza guarda (hace) la transición entre mi patria y mi nuevo hogar. Ésta ha sido una manera de reclamar mis raíces para convertirme en una con la naturaleza. Aunque la cultura en la cual vivo es parte de mí, mis raíces e identidad cultural son resultado de mi herencia Cubana.» [1]
Ana Mendieta
Ella percibe la poderosa auto-transformación a partir de lo colectivo y, en su necesidad de recuperar una memoria histórica, recrea con sus performances rituales de sangre-fuego-tierra que la conectan con la posibilidad de reclamar la identidad perdida.
La obra de Ana Mendieta traza el conflicto originado por el trasplante cultural que sufre a los 13 años cuando, en la operación «Peter Pan», es trasladada de Cuba a vivir en los Estados Unidos, a principios de los años 60’s. Separada de sus padres y alojada temporalmente en «foster homes» y colegios, se reunirá con su madre seis años después. Esta pérdida de una identidad fuertemente arraigada a partir de importantes lazos parentales, se manifiestan en la búsqueda que Ana Mendieta hace desde el comienzo en el obligado exilio, exploración que la lleva en los 70’s a formular originales propuestas artísticas que culminan con la serie «Silueta» que marcan un hito en la escena artística contemporánea.
En sus «Silueta» (esculturas de su cuerpo en tierra) body-art, Ana Mendieta trata de producir rituales indígenas y Santeros (reproducción de ritos Santeros con la sangre y los despojos animales) que producen la curación a través de las imágenes. Ella percibe la poderosa auto-transformación a partir de lo colectivo y, en su necesidad de recuperar una memoria histórica, recrea con sus performances rituales de sangre-fuego-tierra que la conectan con la posibilidad de reclamar la identidad perdida. Con estas nuevas inscripciones en lo imaginario ella procura liberar el dolor traumático y moverse hacia la recuperación de memorias e imágenes que cómo» restos» mágicos logran sostener el dolor psíquico desorganizante y alienante.
Ana Mendieta Silueta Works in Mexico, 1973 Color photograp The Museum of Contemporary Art, Los Angeles
Según la teórica literaria Cathy Caruth, «ser traumatizado es precisamente ser poseído por una imagen o un acontecimiento…». Esta imagen recurrente en la obra de A. Mendieta es un contorno vaciado (de si misma) que regresa a la «madre tierra» y el acontecimiento del exilio, es una constante en su producción. Es así que en su arte vemos un acto compensatorio a su división subjetiva, solución imaginaria para llenar un vacío de identidad personal que la llevó pulsionalmente a un mas allá que define una obra donde el tema del goce, el cuerpo y la muerte es un real que no cesa de no escribirse.
Las fotografías que documentan los «performances» de A. Mendieta muestran sus esculturas «interviniendo» el paisaje para invocar y representar el espíritu de renovación inspirado por la naturaleza y la energía de lo femenino. En su serie Silueta (comenzada en 1974), creada en la localidad de Iowa y México, y después repetido en Cuba, Mendieta fue tallando y formado su propia figura en la tierra para dejar huellas que evoquen su existencia dibujando-se con las flores, con las ramas de los árboles, con fango, con pólvora, y con fuego. Finalizado el «performance» subsisten las trazas de su paso, el recuerdo de la acción, una estela de significado que la nomina. [3] En el material fotográfico queda ese «resto» que testimonia la experiencia de lo perdido, lo fluido e indeterminado. El «plus» de goce queda atrapado en el movimiento especular del ojo invertido de la cámara.
Ana Mendieta: «Silueta» 1973-Mexico Provenance: Purchased from Galerie Lelong, NYC 1997
En la serie «Silueta» podemos di-visar la relación entre exilio, muerte y aporía en el arte de Ana Mendieta. No resulta «casual» que su muerte violenta imprimiera con su cuerpo una silueta final en el cemento de New York, ultimo paisaje de lo urbano que la recibiera en un abrazo final en su «accidental» caída desde el piso 34…., última metáfora que A. Mendieta inscribe en la des-integración integración de un exilio permanente. Una huella final queda impresa en un territorio que ya nadie puede tras-pasar…
Es en este espacio de tierra-fuego-nieve-ceniza que transcurre Ana Mendieta, un lugar vaciado de referentes, tierra primigenia, imagen esencial, silueta que es contorno que es borde que llena momentáneamente un vacío fundamental, esa «aporía» que Derrida caracteriza como la figura del «arrivant», ese extranjero absoluto [4], ya que carece de lugar propio. Pero a través de su arte, Ana Mendieta tiene hoy un territorio propio, algo que le pertenece como inscripción personal, ese nombre del padre, madre tierra que la cobija en esas Siluetas ancestrales, ella misma vaciada de si, restos de arcilla que la cobijan para siempre.
Mendieta fue tallando y formado su propia figura en la tierra para dejar huellas que evoquen su existencia dibujando-se con las flores, con las ramas de los árboles, con fango, con pólvora, y con fuego. Finalizado el «performance» subsisten las trazas de su paso, el recuerdo de la acción, una estela de significado que la domina. En el material fotográfico queda ese «resto» que testimonia la experiencia de lo perdido, lo fluido e indeterminado. El «plus» de goce queda atrapado en el movimiento especular del ojo invertido de la cámara.
«Ana Mendieta: Earth Body: Sculpture and Performance 1972-1985», permanecerá abierta hasta el 15 de enero del 2006 en la segunda planta del Miami Art Museum (MAM). Al frente del proyecto está la directora del Museo Hirshhorn de Washington D.C., Olga Viso.
Este video presenta la vida y el trabajo de Ana Mendieta, que ganó el mejor «Video Documentary in the 1988 National Latino Film and Video Festival» . En sus «Performances» la artista/ escultora Ana Mendieta trabajó con materias «crudas» de la naturaleza: agua, fango, fuego, roca e hierba. Su sentido político y la poética de su expresión llenan su trabajo de una visión cargada emocionalmente, visión que es trasmitida en este perfil póstumo. Dibujando con la energía espiritual de la religión Afro-Cubana, Mendieta utilizó su arte como un ritual simbólico para celebrar las fuerzas de la vida y la serie de cambios que acontecen. El uso de la silueta de su propio cuerpo insertado en la tierra acentúan la relación universal/primal entre los dos cuerpos: lo femenino y la tierra.
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