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Edición
30

Cannes 2015: La tierra y la sombra. Entrevista al director César Augusto Acevedo

Barranquilla
Ganó cuatro galardones en Cannes y ahora representará a Colombia en los Premios Goya. Nacida del dolor, La tierra y la sombra es un canto a la vida, una forma de hacerle frente al olvido.


César Augusto Acevedo – Foto Letra Urbana

                               La tierra y la sombra es un canto a la vida, a la libertad, a la dignidad y a la esperanza.
                              Un intento honesto por limpiar nuestra mirada y repensar la forma en que nos vemos.  Tal vez
                              así comprendamos que nos une algo más que la indiferencia y que sólo manteniéndonos unidos
                              podemos hacerle frente al olvido. Este proyecto es un aporte más a esa causa gracias a que, 
                              finalmente, he comprendido que mi mirada es lo que soy y de dónde vengo.
                                                                                                                                                         César Augusto Acevedo 

 Del dolor y la búsqueda personal para recuperar los lazos con sus seres amados surge La tierra y la sombra, una metáfora sencilla del drama real de una familia campesina que va perdiendo poco a poco su conexión con la tierra y observa, impotente, la desaparición de su forma de vida ancestral. Dirigida por el colombiano César Acevedo, la película fue ganadora de la Cámara de Oro en la Semana de la Crítica del pasado Festival de Cannes, además del premio de la Sociedad de Autores, el France 4 Visionary Award (Premio Revelación) y el Premio del Público, Le Grand Rail D’Or.  Pocos días antes de la publicación de esta entrevista, la cinta fue seleccionada por la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas para representar a este país en los Premios Goya.

Filmada en el Valle del Cauca, en el suroccidente colombiano, la película gira en torno a una casa campesina asfixiada por el polvo, el humo y el hollín permanentes de los cultivos de azúcar que han invadido inexorablemente la región, modificando el paisaje, destruyendo los suelos, acabando con los cultivos tradicionales y forzando el exilio de los campesinos. Es también el encuentro de un abuelo que, bajo la sombra de un gran árbol, intenta legar a su nieto las memorias de otros tiempos, junto a los nombres de los pájaros y sus cantos, y la posibilidad de existir de otra manera.

Con movimientos lentos de cámara y tomas largas, Acevedo crea una atmósfera opresiva de encerramiento y oscuridad, de espacios y objetos y personajes que se mueven como fantasmas entre ellos. En palabras del propio Acevedo, la carga dramática del conflicto no recae tanto en las palabras, sino más bien en los silencios, en la distancia de los cuerpos, en las miradas que nunca se encuentran y en pequeñas acciones, como la comida que se enfría sola sobre la mesa.

César Augusto Acevedo nació en Cali en 1984. Se graduó con honores de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle precisamente con el guion de La tierra y la sombra;  trabajó en cintas como Los Hongos (Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Róterdam) El vuelco del cangrejo y La sirga. Realizó los cortos Los Pasos del agua y La campana, ganador del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico de Colombia. La tierra y la sombra es su ópera prima.

César fue invitado a presentar el filme en la Cinemateca del Caribe en Barranquilla. Antes de la función, tuvimos oportunidad de conversar informalmente con él, charla a la que se unieron algunos jóvenes asistentes que enriquecieron el diálogo con sus preguntas y comentarios.

¿Cómo recibiste la noticia de que tu película había ganado cuatro premios en un certamen tan importante como es el Festival de Cannes?

Los cuatro premios son un reconocimiento muy bello al trabajo de todo el equipo, es un honor. Estar en Cannes, poder compartir nuestro trabajo allá ya era muy importante. En el festival hay varias secciones; nosotros quedamos en la segunda sección, en la que se presentaron más de 1,200 películas.

la carga dramática del conflicto no recae tanto en las palabras, sino más bien en los silencios, en la distancia de los cuerpos, en las miradas que nunca se encuentran y en pequeñas acciones, como la comida que se enfría sola sobre la mesa.

 Ganar cuatro premios, con cuatro grados distintos, en el festival de cine más importante del mundo es algo grande, no sólo para una película colombiana, sino para cualquier persona. A nivel mundial eso casi nunca pasa. Yo de lo que más me siento orgulloso es de hacer una película que siento que es honesta, que es muy humana y que apunta al alma de la gente.


Más allá de los premios, más allá de todos los reconocimientos, ¿quién es César? ¿Qué representa esta película para ti?


La tierra y la sombra es el trabajo de ocho años que comencé cuando tenía 19, 20 años en Cali, donde vivía, cuando estudiaba en la universidad. La película nació a raíz de la muerte de mi madre, nació de ese dolor personal y de la ruptura de mi familia. Entonces era una forma de hacerle frente a los fantasmas y tratar de recuperar a las personas que más amaba a través del lenguaje cinematográfico. Por mucho tiempo la película fue eso, como tratar de sacar fuerzas de ese dolor.

Estudié comunicación social,  periodismo, no estudié cine, pero llevo 10 años haciendo cine, trabajando en esto gratis, nunca me han pagado por esto, nunca he tenido un trabajo, no tengo nada en la vida. Arriesgué todo por este sueño. Ahora es como empezar de cero mi vida porque aprendí mucho, pero soy una persona que no tiene nada y es como volver a comenzar, a nacer y seguir trabajando.

Esta película fue lo único que me mantuvo vivo en un momento de mi vida en que me quedé solo.  Fue una manera de sanar las heridas, de conocerme, aceptarme, perdonarme muchas cosas de mi vida familiar. Yo reconstruí muchos recuerdos de mi vida aquí y traté de buscar a personas que ya no están conmigo, que amo y, fue una manea de despedirme. Obvio, nadie necesita conocerlas porque la película funciona, tiene su universo propio, entonces esto es también de las cosas de las que más me alegra haber hecho; para mi tiene un significado especial, sentidos diferentes, pero los espectadores también pueden verla y disfrutarla de otra manera, pero con la misma intensidad.

de lo que más me siento orgulloso es de hacer una película que siento que es honesta, que es muy humana y que apunta al alma de la gente

.Soy una persona que se cerró emocionalmente hace muchos años y no puedo compartir con nadie lo que siento con palabras. El lenguaje del cine es lo único que me permite exteriorizar todo lo que llevo adentro y también es una forma de acercarme a otros. Siempre que termino un proceso, un rodaje, me quiebro impresionante, se me acaba el mundo. Así fue en Cannes en la premier mundial. Estaba con mis productores Burning Blue, con el fotógrafo, con mi papá, que se fue cuando yo era pequeño pero igual seguíamos en contacto por teléfono, cuando le dije voy para Cannes, allá estuvo. Compartí la película con gente que me importaba mucho. Ver esa película después de ocho años, ese sueño materializado, cuando se acabó la proyección, todo el mundo aplaudiendo, llorando y yo me tuve que salir también a llorar en la calle y pasaban los Lamborgini y los Ferrari así, por la calle… pero eso es lo bello de esto para mí.

Los guiones no los escribo de la manera tradicional, sino que trato de ser más poético. En este caso yo quería contar una historia muy íntima, muy personal, que hablara de unos sentimientos, de lo difícil que es mantener los lazos con los seres que amamos, rescatar ese sentimiento heroico que veo en la gente del campo. Desde el mismo guion ya está presente una especie de atmósfera, los sentimientos. Eso me ayuda mucho a entender lo que quiero hacer y permite también que el equipo sepa dónde empieza y dónde termina. Me gusta saber de dónde salgo y hacia dónde voy.

Creo que he sido afortunado de contar con productores que han tenido experiencia. Las cosas no siempre salen bien, hay fracasos en ocasiones, pero lo bueno es aprender de esos errores y sacar conclusiones de estas convocatorias. Al final lo más importante son los proyectos. Nuestras películas son como actos de resistencia. Si hay una historia que merece la pena ser contada, si está bien construida, va a encontrar apoyo. Si hay pasión y amor las cosas van a salir. En este mundo hay mucha gente tratando de hacer sus películas pero, al final, una película vale la pena no sólo porque tú lo creas, sino porque otros pueden verla y vas a encontrar una manera de hacerlo.

La tierra y la sombra fue difícil de hacer en el sentido de que los ingenios azucareros no querían que se hiciera, nos pusieron muchas trabas, 

quería contar una historia muy íntima, muy personal, que hablara de unos sentimientos, de lo difícil que es mantener los lazos con los seres que amamos, rescatar ese sentimiento heroico que veo en la gente del campo.  

no nos dieron permisos de nada. Buscamos la casa donde íbamos a grabar por todo el Valle del Cauca y, estas casas lastimosamente ya no existen Entonces buscamos el árbol que yo quería y, afortunadamente, lo encontramos en una tierra privada. Apuntábamos la tierra, la caña la compramos, la cortamos, y construimos nuestra casa. Desde el guion ya estaba toda la espacialidad y, con todo el equipo, la construimos teniendo en cuenta los requerimientos no solo narrativos, sino también técnicos, porque en esta película era muy importante mostrar esa distancia entre los cuerpos y los sentimientos, el movimiento dentro del cuadro, el movimiento de la cámara, a qué distancia, con qué lente, todo ese fue importante a la hora de construir este lugar. Para la pintura de las paredes hicimos muchísimas pruebas pues la película es muy pictórica. Y cuando se acabó el rodaje, a los tres días, tocó tumbar la casa, que ya solo vive en las imágenes.


¿Recuerdas alguna anécdota, una experiencia que hayas tenido durante esta producción que sientas te haya marcado?


Cuando fui a hacer mi investigación yo no tenía dinero y lo que hice fue llamar a mi papá que vivía en otra ciudad. Él tenía una moto ahí parqueada, le dije vea, présteme eso. Yo no sabía manejar moto, pero igual necesitaba hacer mi viaje y aprendí a manejar moto en una semana en Medellín. Me devolví al Valle del Cauca y empecé un año a hacer viajes por todo el Valle para hablar con la gente, a permearme con esa atmósfera de vacío y de presión que se vive en medio de la caña. En esos viajes yo mantenía perdiéndome, pues no sabía dónde estaba, y así, un día llegué a una casa, te estoy hablando de hace siete años, donde había una pareja de ancianos. Eran hermanos. La mujer no podía hablar pues tenía una enfermedad, no podía comunicarse y, el seño,r pues se acostumbró a no hablar porque no tenía con quien. Simplemente llegué ahí… supe que era la casa de mi película, eran mis personajes. Como no podía hablar con ellos entonces me senté ahí toda la tarde, nos tomamos un café y como que estuve dentro de mi película hacía muchos años. Fue algo muy importante

Tu película podría considerarse dentro del género contemplativo. Le imprimes algo muy personal a través de cierta estética, esos colores, ese ambiente evocativo… ¿es eso algo muy personal tuyo?

Junto con el fotógrafo, Mateo Guzmán, que es un gran amigo, nos interesaba mucho cuidar la forma en la película, buscar la manera de exteriorizar pasiones internas que dominaba (a los personajes) por medio del lenguaje, la imagen, el sonido. El encierro físico que viven estas personas es una metáfora del encierro emocional al que están condenadas y, era muy importante construir eso por medio de la luz, del color, y así es que trabajamos. También había una búsqueda pictórica en cierto sentido. La película tiene una construcción poética. Por ejemplo, para los interiores estudiamos mucho la pintura de , y para los exteriores, es decir, para los cultivos, miramos muchas pinturas de  y así tenemos muchos referentes de distintas artes en la película; la mayoría no son cinematográficos sino, más que todo, de la poesía. Pero ya cuando fuimos al rodaje, era emprender nuestra propia búsqueda y construir esa mirada, saber qué se había hecho y seguir trabajando.

¿Cómo logras interiorizarte con los personajes, lograr unos protagonistas tan naturales en los que evocas unos sentimientos muy profundos, y más partiendo que tu inspiración fue la muerte de tu madre?

Era un reto para una primera película tratar de transmitir estas emociones que eran tan fuertes, estos sentimientos de dolor, de culpa. Todos los años que trabajé el guion me sirvieron para conocer a mis personajes, sabía que iba a buscar.

El trabajo que se hizo con los actores fue fundamental. Tuvimos la oportunidad de trabajar con Fátima Toledo, una preparadora de actores del Brasil muy reconocida que, además de ser una persona maravillosa tiene un método muy bello. En esta película sólo hay una actriz profesional que estudió arte dramático.

El encierro físico que viven estas personas es una metáfora del encierro emocional al que están condenadasa.

Se trata de Esperanza, la mujer joven, interpretada por Marleyda Soto, quien hizo teatro toda su vida. Era muy difícil trabajar con ella porque esto es otro lenguaje. Por el teatro acostumbraba a proyectar demasiado, tocaba bajarle.

El protagonista, Alfonso, era el señor que hacía los oficios varios donde hacíamos el casting, les llevaba el café a los actores, barría. Le vimos algo interesante y decidimos hacerle pruebas. Al principio no quería, pero lo convencimos. Escuchar su voz, su respiración, es muy importante en lo que hago. Me ayuda a construir el tono de la película y así fue con todos los personajes.

El niño se llama José Felipe, es el que vive más cerca al lugar donde grabamos, como a 10, 15 minutos de donde estaba la casa. Porque, como te decía, la casa ya no existe. Es un niño muy inteligente, muy sensible. Lo más importantes es que sabe escuchar. Trabajar con niños no es fácil, pero él entendió qué estaba haciendo. También era un niño que había vivido ciertas cosas en su vida y fue una suerte por todo lo que pudimos lograr con él.

Yo lo que hacía con los actores era buscar conexiones emocionales entre episodios de sus vidas que quería representar en ciertas escenas. Al principio quería trabajar con actores profesionales, dada la carga dramática de la película, pero no fue posible porque no era sólo la interpretación. Es una película que habla de gente del campo y era muy importante esa verdad del cuerpo, con las huellas del trabajo en la piel.

Es una película que habla de gente del campo y era muy importante esa verdad del cuerpo, con las huellas del trabajo en la piel. 

 Los actores cuidan mucho esa herramienta, porque se deben a ciertas cosas, también no lo respetan a uno. Uno está empezando, llegan y te dicen nosotros no hacemos casting entonces yo dije, no voy aguantarme esto, simplemente voy a buscar gente que realmente crea en la película. Y me fui entonces al Valle del Cauca a empezar a buscar gente. Fue un casting muy largo, también fue un riesgo, pero creo que funcionó.

Esta es una película que está cargada de metáforas, de alegorías. El sentido no se crea con los diálogos solamente, sino que era muy importante encontrar la manera de exteriorizar esas pasiones que dominaban sus corazones con la imagen, el sonido. Hay, por ejemplo, una escena de un sueño y la interpretación, obvio, es de cada espectador. Para mí era un pasado, una vida que huye un poco y hay que dejarla ir.

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¿Qué sigue ahora?

Estoy escribiendo. Desde 2013 empecé a pensar una nueva historia, una mirada que tengo de la violencia y del conflicto. Uno dice aquí (en Colombia) eso y le quieren escupir la cara, porque hay mucha gente en este país que piensa que el cine es hacer postales y hablar de cosas bonitas, y nosotros tenemos también una responsabilidad ética, moral. Yo vivo con mucha culpa en este país y creo que no puede ser que nos una nada más que la indiferencia. Voy a hablar de eso, tomarme unas licencias poéticas que me den más libertad. Es la historia de unos fantasmas que emprenden un camino al cielo reconstruyendo su historia familiar, su historia de violencia. Es una reflexión sobre cómo ese conflicto no sólo ha destruido los cuerpos, sino también los espíritus. Quiero hacerlo desde el lado de los muertos porque no creo que nosotros podamos seguir pasando las páginas como si nada hubiera pasado, y olvidar todas esas cosas que se silenciaron. Obvio, es un tema muy delicado, sobre todo, hablar del silencio de D-s. Pero hacer cine es una búsqueda y así como emprendí esta película con más dudas que certezas, espero que la próxima también sea así.

La gente está acostumbrada casi siempre a ver un alud de imágenes, una imagen tras otra y nunca pueden sentir, nunca pueden pensar. Una película para mí es todo lo contrario, que la gente tenga tiempo de vivir lo que está pasando, que lo que está viendo no se agote en lo que se representa visualmente. Me interesa que haya un sentido más profundo. Yo hago las películas pensando en el público de acá, pero no las voy a hacer como ellos están acostumbrados a ver todo. Lo más interesante es entablar un diálogo. Eso me ayuda a crecer a mí y a los que escuchan también. Todos cabemos en el cine.

 

 

 

 

 

Notas:
Participó en esta entrevista Sabina Blanco, estudiante de posgrado de Comunicación Social de la Universidad del Norte.

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