Por
Carlos Bruck(1), Presidente de la Fundación, dijo las palabras de apertura que a continuación transcribimos e introdujo a quienes, desde otras perspectivas, tienen un aporte para hacer.
“De Sigmund a Lucian Freud: líneas de cruce”, fue un eje de trabajo que alojó las valiosas presentaciones de los reconocidos artistas plásticos Eduardo Stupia y Eduardo Médici y Julio Crivelli, abogado y flamante Director de la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes.
Un panel sobre ¿Los intelectuales? , con la participación de la Dra. Cristina Bulacio, filósofa, el filósofo Grunner y el psicoanalista Ritvo, tuvo la riqueza de cruzar, con disposición y escucha, diferentes suposiciones sobre la pregunta, algo enigmática, que convocaba.
Las celebraciones incluyeron también la presentamos de la revista Mal Estar # 12 y el anuncio de quiénes habían resultado ganadores del Premio Lucian Freud.
El azar y la calidad de los textos hicieron que entre el numeroso conjunto de trabajos recibidos se destacaran los de una persona de una provincia argentina, otra de la Capital y una tercera del exterior. En esta ocasión se llevó la principal distinción Rosa López, de Córdoba, el Accesit fue para Andrea Ostrov , Buenos Aires y la mención especial para Hermes Millán, Tijuana, México.
Palabras de Apertura
Carlos Brück
Entiendo que el mundo es ancho y ajeno y que no se limita a ciertas referencias…
Quisiera presentarme y presentar a quienes participan en estas conversaciones. Pero también presentar nuestro agradecimiento a la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes que tan generosamente se ha planteado la posibilidad de compartir este espacio que sabemos contiguo al Museo no solo geográficamente sino también por respaldar ese espacio y plantearse con intensidad la transmisión de cuestiónes que hacen no solo a la estética sino a las coordenadas de la cultura.Cuando digo “sabemos” hablo en plural, no a mi nombre, sino de la Fundación Proyecto al Sur que este año cumple 20 años de producción precisamente en el terreno del entrecruzamiento del psicoanálisis con esas coordenadas de la cultura.
Quien les habla entonces es el Presidente de la Fundación y nos complace como en tantas otras ocasiones poder intervenir y dar lugar a quienes desde distintas prácticas, distintos intereses, pueden tener algo que decir.
En este caso estoy seguro de ello en tanto que junto conmigo están Julio Crivelli, alguien que además de su práctica en el Derecho sostiene hace tiempo el interés por la epistemología, la poética y que se distingue hace años por ser un excelente coleccionista de arte.
Y hablando de ello, están con nosotros dos personas destacadas en el arte de la representación y quienes por lo tanto les cabe la nominación de ser destacados artistas visuales, con una trayectoria intensa y rigurosa. Eduardo Médici y Eduardo Stupía.
Sobre los tres creo que lo más oportuno es que puedan leer el pequeño programa que hemos dispuesto.
Pero que también lleva el nombre del nieto de Sigmund, uno de los mejores pintores de nuestro tiempo.Lo que se cifra allí no es convocado por la arbitrariedad sanguínea o la identificación rústica…
Y para empezar quiero hacerles una confidencia: lo que me sucede cuando leo el apellido Freud y me encuentro con que no se trata del constructor del psicoanálisis sino de otro sujeto que portando el mismo término pero llamándose Lucian, también ha sobrepasado los bordes de lo establecido para establecer un nuevo punto de vista.
En ese momento cuando me intereso en Freud, el Otro, es cuando también entiendo que el mundo es ancho y ajeno y que no se limita a ciertas referencias . Pues bien, esto es lo mismo que se plantea la Fundación Proyecto al Sur cuando decide poner en acto el entrecruzamiento del que antes hablaba.
Solo a posteriori, y esta es nuestra apuesta de riesgo, podremos saber cuál es el efecto de este movimiento, de esta convocatoria.Por eso mismo es que el panel de hoy se llama: De Sigmund a Lucian Freud: líneas de cruce.
Por supuesto que cuando nos planteamos esto, el primer efecto es el que resulta de haber dejado a un lado aquello que de alguna manera se opone al cruce y es la correspondencia, la linealidad que en este caso sería por ejemplo plantearse que la práctica de Sigmund Freud y de Lucian Freud tienen el mismo criterio y que podamos compararla en sus similitudes.
Esto sería solamente cruzar los personajes hasta exprimirlos en una ficción muy tentadora pero fuera de lugar.
Y en palabras precisamente de Lucian Freud sería: “El paraguas y la máquina de coser de Lautremont en una mesa de quirófano me parecen un encuentro innecesariamente elaborado”.
También otra impropiedad sería cargar todo a la cuenta del encuentro de uno con otro, aunque Lucian hable de su abuelo con ternura y lo recuerde imprecisamente como alguien con quien compartía la lectura de una antigua historieta o deslice por ejemplo la impresión que le causo ver en el rostro de Sigmund las marcas de operaciones recientes.
Digo cargar todo a la cuenta en el altar de las explicaciones porque eso deja de lado otras causas para que alguien despliegue a cielo abierto o en las heridas del cielo, su propio acontecimiento.
Por eso cuando todos los años convocamos al premio Lucian Freud decimos que lleva el apellido de aquel que sostuvo su discurso frente a resistencias, entusiasmos pasajeros, controversias rápidas y amores difíciles
Pero que también lleva el nombre del nieto de Sigmund,uno de los mejores pintores de nuestro tiempo.Lo que se cifra allí no es convocado por la arbitrariedad sanguínea o la identificación rústica, sino esta planteada por el más allá del principio de familiaridad y que hace en una condensación entre Freud y Lucian a nuestra fórmula : psicoanálisis/cultura.
En ese sentido el realismo de Lucian implica como dice uno de sus biógrafos, Sebastian Smee no tanto lo que hace como pretensión voluntarista sino lo que se niega a hacer.
Y para ocuparse tanto de Sigmund como de Lucian, creo que no es procedente suponerles a cualquiera de los dos, épocas que hablen cronológicamente de progresos. Como si el Freud de comienzos del siglo 20 estuviese retrasado consigo mismo en relación al momento en que escribe El Malestar en la cultura. O como si el Freud que pinta Sala de hospital en 1940 fuera un borrador del artista que pinta Mujer desnuda en el sofá en la década del 80.
Pero en el cruce pueden hacerse algunos deslizamientos, sobre todo cuando Sigmund opina que el psicoanálisis es equivalente en las artes a la escultura, es decir que opera por vía de porre sacando todo lo que es necesario para llegar al núcleo que hace a la figura. Allí Lucian parecería contradecirlo planteándose la pintura que va agregando hasta definir algun trazo, pero digo parecería porque precisamente su estilo como pintor dice que nunca aplicaría pintura sobre pintura. Y agregamos nosotros que más aún, se ocupará en sacar lo que hay mediante un trazo exacerbado.
En ese sentido el realismo de Lucian implica como dice uno de sus biógrafos, Sebastian Smee no tanto lo que hace como pretensión voluntarista sino lo que se niega a hacer.
Qué extraña relación con lo que dice Jacques Lacan cuando plantea que el mayor y quizás único mérito de Sigmund Freud fue privarse de los medios que tenía a su disposición.
Doy el lugar, la palabra, a quienes entonces tendrán algo que decir.
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