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Edición
16

Traiciones de la memoria

Entrevista con Héctor Abad Faciolince
Cartagena de Indias
«La vida tiene a veces la misma consistencia de los sueños que al despertarnos, se desvanecen». Traiciones de la memoria.
Héctor Abad Faciolince, Antioquia.

A mí me interesa sobre todo la claridad: no creo que el lector tenga que hacer esfuerzos inútiles para entender lo que quiero contar, o el  pensamiento que quiero transmitir. Esto no tiene tanto que ver con la precisión de la anécdota, sino con la relativa sencillez de las frases y cierto orden en la presentación de los temas.

En el marco del Hay Festival en Cartagena de Indias, en una librería de la Ciudad Antigua, que pareciera sacada de un cuento de hadas, se hizo la presentación del nuevo libro del escritor Colombiano Héctor Abad Faciolince Traiciones de la memoria, obra que consta de tres relatos de género muy diferente, entrelazados tal vez por el tenue velo de la memoria.

Un poema en el bolsillo, el primero y el más extenso, pareciera ser una investigación policial para comprobar la autoría de un poema adjudicado a Borges, el mismo que encontró en el bolsillo de su padre asesinado a la hora de su muerte, Ya somos el olvido que seremos, y que dio origen a la obra literaria en honor al mismo.

A medida que el texto avanza, la investigación se nutre de imaginación y fantasía para conducir al lector por caminos que van más allá de la simple pesquisa. A través de ilustraciones, fotografías y cartas personales, el escritor nos lanza hacia una vivencia única que constituye un homenaje más a esa figura paterna, que lo fue, no sólo para su familia sino para tantos en Colombia que se reconocieron en su filosofía.

El segundo relato, Un camino equivocado, cuenta los incidentes de un refugiado colombiano en Turín, y el tercero, Ex futuros, se pasea por esa fina pero significativa estampa que dejan algunos incidentes cotidianos, ésos que podrían, en un momento dado, definir nuestro destino.

Pocas veces sucede que un escritor sea tan accesible como su obra. Esta es la impresión que queda, no sólo al leer sino al escuchar a Héctor Abad. Una persona con la respuesta inteligente y precisa, que sabe llegar por su claridad y honestidad.

Originario de Medellín, Antioquia, ciudad donde reside actualmente, Héctor Abad es un escritor polifacético, cuya flexibilidad lo deja penetrar en una diversidad de géneros con los que trama su obra.

Es autor del libro de cuentos Malos Pensamientos (1991), las novelas Asuntos de un hidalgo disoluto (1994), Fragmentos de amor furtivo (1998), Basura (2000, Premio Casa de América de Narrativa Innovadora) y Angosta (2004, mejor novela extranjera publicada en China en 2005). Ha publicado ensayos breves, Palabras sueltas (2002) y Las formas de la pereza (2007), y relatos, El amanecer de un marido (2008). Dentro de los que podrían calificarse como género incierto, se cuentan Tratado de culinaria para mujeres tristes (1997), Oriente empieza en El Cairo (2002) y El olvido que seremos (2006), el que le ha dado más reconocimiento a nivel internacional.

Cabe destacar también la labor periodística de Abad Faciolince que incluye columnas en El Espectador, El Colombiano, El Nacional de Caracas, El Malpensante y Semana.

¿Por qué cree que se cataloga su obra cómo de «género incierto»? ¿Qué hay detrás de esta incertidumbre?
No todos mis libros tienen esa categoría, pero tal vez sí la tienen tres de ellos: el Tratado de culinaria, El olvido que seremos y Traiciones de la memoria. Son difíciles de clasificar pues el primero parece más cercano a la poesía que a la prosa, el segundo es un testimonio, pero tiene mucho de novela y algo de ensayo, y lo mismo podría decirse del último. Creo que estos libros tienen un género híbrido. Son, en todo caso, espero, literatura.

¿Cómo influye el hecho de tener una formación periodística en el desarrollo de su obra? ¿La hace más precisa, a pesar de los lapsos de memoria?
A mí me interesa sobre todo la claridad: no creo que el lector tenga que hacer esfuerzos inútiles para entender lo que quiero contar, o el pensamiento que quiero transmitir. Esto no tiene tanto que ver con la precisión de la anécdota, sino con la relativa sencillez de las frases y cierto orden en la presentación de los temas.

¿Cómo han influenciado los viajes en su obra? ¿Considera, como dice Claudio Magris, que viajar es escribir? ¿Berlín o Italia?
Antes soñaba con viajar, cuando no había viajado nada. Ahora que viajo tanto, sueño con estarme quieto en mi cabaña de las montañas. Mi Italia era una Italia antes de Berlusconi. La de ahora sigue siendo hermosa, pero me desconciertan los italianos que siguen votando mayoritariamente por su propia perdición. Berlín, en cambio, no es hermosa como ninguna ciudad italiana, pero funciona perfectamente (su transporte público es de los mejores del mundo) y los berlineses aprendieron al fin una lección: no son nacionalistas, no son prepotentes, son amables, son abiertos, no creen que Alemania esté por encima de los demás.

Oriente ¿realmente empieza en El Cairo? ¿Dónde termina?
Bueno, es muy difícil establecer fronteras nítidas. El que decía que allí empezaba Oriente era Flaubert, y yo le creo. Si Occidente empieza en Grecia, quizá Oriente empieza en Turquía, pero Turquía tiene ya mucho de occidental. Supongo que Oriente termina en la Isla de Pascua. Non plus ultra.

¿Es la identificación del lector el atractivo principal de tu obra, o lo es la «Palabra suelta»?
No sé, realmente. No sé bien qué quiere decir con esto de «identificación del lector». Son notas de un falso diccionario personal y están dirigidas a cualquiera.

En cuanto a la sensatez y a la honestidad, las busco siempre, nada más y eso porque persigo al insensato y al deshonesto que hay en mí.

Cuando se lee a Héctor Abad, queda un sabor a sensatez, a honestidad, algo así como al asistir a un concierto de Leonard Cohen.
¿Cómo ha sido que la fama no ha perturbado esta cualidad?
No me parece que yo sea famoso, ni quisiera ser mucho más conocido de lo que soy. Cierto anonimato es muy conveniente para la vida. Lo mejor es aspirar a una fama póstuma, cuando ya nada lo puede a uno perturbar.

Las Traiciones de la memoria han desatado una investigación exhaustiva de pruebas al estilo La Búsqueda de lo Absoluto. ¿Quedaron saldadas las cuentas?
Creo que sí. Hasta ahora no ha resultado que dejé ningún cabo suelto, o nada grave por fuera.

En su último libro se habla de «una persona de entusiasmos explosivos y largos desencantos», frase con la que muchos nos podríamos identificar. ¿En cuál de dichos estados se produce la inspiración?
En el entusiasmo explosivo se producen las ideas: la mente dispara, se vuelve ocurrente, creativa, feliz. Pero se trabaja y lima y pule mejor en los largos periodos de desencanto, cuando uno sabe que lo que produce no es una maravilla y que hay que corregir y corregir para que salga algo digno.

Continuando con el juego de palabras alusivo a los títulos de sus libros, ¿qué pesca más rápido el «olvido», el «amor furtivo» o las «mujeres tristes»?
Los amores furtivos, por su rapidez y falta de hondura, se olvidan pronto. Las mujeres tristes pesan toda la vida.

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