Enmarcando los desafíos que le toca enfrentar a cada generación, “aquellos que su momento histórico configura…” , intenta desentrañar las diferentes lógicas que unen y enfrentan a hombres y mujeres ¿Por dónde pasan sus diferencias?
No se trata de “olvidar” los problemas de género. Aunque quisiera no podría. Son sensibilidades, prácticas, pensamientos que una vez registrados, no cesan. Roland Barthes decía “después de la palabra, ninguna inocencia”.
Sólo que una vez más, los corsi e recorsi de la historia que vivimos, nos ponen en la más noble obligación de seguir pensando. Y en lo que a géneros refiere, puede decirse que con algunas paridades alcanzadas por mujeres blancas de clases medias urbanas, también observamos que se abisma el desencuentro con varones. No sólo sentimental, también laboral, político, etc.
Podríamos preguntarnos qué hicimos mal, pero básicamente creo que la dificultad de ensamblar las independencias logradas por algunos sectores de mujeres de nuestra sociedad obedece a que es muy difícil alojar sus potenciamientos si estos no se acompañan de por lo menos dos cuestiones. Por un lado, es necesaria una voluntad política masculina de – más allá de incorporarse a tareas domésticas y de crianza – apostar a interrogarse por sus deseos y sus prisiones identitarias que les naturaliza la función de comandar el barco y les invisibiliza las posibles alegrías de buenas paridades. Tal vez así podrán abandonar el anhelo de encontrar mujeres que sólo puedan ser su complemento. Su dulce y complaciente complemento. ¿Quién si no esa es la mujer de la ilusión?
Por otro, también sería necesaria una voluntad política de las mujeres de comprender que independencias sociales y económicas junto a dependencias sentimentales puede ser uno de los peores negocios históricos que supimos construir. No se trata de abandonar el campo del amor, sino de articular las independencias adquiridas con el avance en la configuración de autonomías subjetivas. Al mismo tiempo ¿cómo avanzar en las subjetivaciones de autonomía, en un momento histórico donde lo público, la reciprocidad contractual, el sentido de responsabilidad, se desfondan de sentido día a día? ¿Cómo configurar autonomías colectivas de género, si la propia idea de ciudadanía y sus prácticas parecen resultar tan obsoletas?
No son tiempos de plegar las problemáticas de los géneros y sus dispositivos biopolíticos de dominios sobre sí mismas. Se presentan nuevas urgencias. Es de suponer que la crisis capitalista mundial hará más feroces las condiciones de vida, particularmente de los colectivos más desigualados de los países y regiones más pobres. Tal vez la caída del muro de Wall Street y la crisis de las certezas del pensamiento neoliberal sea un momento fructífero para pensar y accionar anhelos y necesidades emancipatorios. Tal vez las políticas de la diferencia han dado ya lo máximo que podían dar. No lo sé, pero tengo la profunda convicción que los anhelos libertarios que puedan plasmar acciones colectivas tendrán el desafío de inventar nuevas formas de construcción política y por ende, nuevas formas de producción de subjetividad y nuevas modalidades de lazos sociales. Diversas según situaciones e idiosincrasias. Pero que hagan posible la articulación de pensamientos y acciones de la multiplicidad de desigualados, siempre de algún modo excluidos y discriminados de sus mundos. En estos nuevos e inciertos tiempos de quiebre de las verdades de las lógicas capitalistas, se trata de inventar. Inventar mundos. Otras vidas posibles. Otras políticas posibles. Otras intimidades. Otras lógicas.
Si las potencias del otro amoroso y/o erótico me amenazan, quedará sólo el anhelo de ganarle una partida imaginaria. Podré ganarla pero algo se habrá roto en el respeto y la ternura.
Ya se ha podido comprobar, una y otra vez, y con independencia del sexo y/o género del partenaire erótico y/o sentimental que cuando el ansia de dominio sobre el otro hace desplegar controles, necesidades de posesión, manipulaciones y panópticos diversos sobre los cuerpos y devenires existenciales de ese otro/a éste/a se fragilizará, resentirá y perderá el atractivo que inicialmente nos atrajo. Si las potencias del otro amoroso y/o erótico me amenazan, quedará sólo el anhelo de ganarle una partida imaginaria.
Podré ganarla pero algo se habrá roto en el respeto y la ternura. Crueldades sutiles, imperceptibles se desplegarán una y otra vez. También violencias y ferocidades de todo tipo.
Fernando Ulloa decía que la ternura es la base ética del sujeto. Hablar de la ternura en estos tiempos de ferocidades no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político. Es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesa nuestros mundos.
Mientras en estos, nuestros mundos, el dinero atraviese el amor, necesariamente el cálculo estará presente en las alcobas. Mientras ese o esa a quien anhelo amar me inspire básicamente rivalidad, amenaza, desconfianza; necesariamente nuestras hospitalidades sólo podrán ofrecer un habitar incómodo. Son las encerronas trágicas [2] de las pasiones de dominio, poderes tristes que sólo dejan dolor, soledad, sometimiento. Son políticas del amor que insisten una y otra vez sin registrar que como títeres sin titiritero responden a lógicas de la subordinación. Se trata de inventar otra lógica amorosa, tal vez aun no muy visible en occidente – salvo en algunos acontecimientos amorosos o eróticos, fugaces o en contadas conyugalidades de larga duración – donde la potencia del partenaire me potencia, me confirma, me instala en un devenir excelso, singular, irrepetible.
El configurar existenciarios más libres no remite a un futuro utópico, sino por el contrario a actualizaciones de deseos y anhelos, a voluntades en acto de hacer de nuestras vidas mundos mejor habitados. Hablar de amor no remite sólo a dos que se desean o meramente al mundo de lo más íntimo y privado.
No se trata de regalar al “amor al prójimo” cristiano la generosidad, la gratuidad del don, la hospitalidad, la amistad; se trata de desnaturalizar las lógicas capitalistas que disciplinan nuestros cuerpos, nuestros afectos, nuestros modos de subjetivación, que cada día nos vuelven más solitarios, más frágiles y más desiguales. De no quedarnos en lo que es dado, de no claudicar en las prisiones de dominio, de no subordinar al cálculo la diversidad de potencias que podríamos desplegar.
Tal vez así podremos inscribir el vivir, el amar, el soñar, el gozar, el trabajar en pasiones jubilosas con otros, entre otros. Tal vez allí sí se trate de los juegos de las diferencias sin las sombras de las desigualdades.
Con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad, como diría Gramsci, aquí van estas reflexiones sobre las lógicas sexuales.
Una crónica sobre la pintura de Oskar Kokoschka, exhibida en el Kuntsmuseum, que refleja su apasionada relación con Alma Mahler. Una mujer marcada por su matrimonio con Mahler y los romances con Klimt, Kokoschka y Gropius, fundador de la Bauhaus.
“Abstenerse de sexo no es suicida, como lo sería abstenerse del agua o la comida; renunciar a la reproducción y a buscar pareja…con la decisión firme de perseverar en este propósito, produce una serenidad que los lascivos no conocen, o conocen tan solo en la vejez avanzada, cuando hablan aliviados de la paz de los sentidos”.
¿Nuestras conductas son el resultado predeterminado por la biología y el ambiente que nos toca? El dilema del determinismo está más vigente que nunca.
Misophonia, a neurological disorder, can profoundly impact social relationships. It causes extreme sensitivity to certain sounds, leading affected individuals to react with irritation. This creates confusion and tension in the surrounding atmosphere.
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