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En el contexto de la globalización actual las migraciones tienen características muy diferentes a las que se daban en el siglo XX, y también son distintas de las de comienzos del siglo XXI. Ya no resulta suficiente recurrir a las ideas que conocíamos para definir una nacionalidad, una raza o una etnia. ¿Cómo se identifica alguien que nació en un país, pero vive la mitad de su vida en otro, o pasa una década estudiando o trabajando alternadamente en diferentes continentes? ¿Cómo se redefine la raza y la etnia al cambiar de país?
Conversamos con el Dr. Jorge Duany1, director del Cuban Research Institute y profesor de Antropología en el Department of Global & Sociocultural Studies de Florida International University, quien además de ser un nómade contemporáneo es un pensador sobre estos temas. Su formación como antropólogo y en estudios latinoamericanos lo llevaron a enfocarse en la migración caribeña de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. También ha centrado su interés en los temas de identidad cultural, relaciones raciales y transnacionalismo. Desde lo personal y por su experiencia académica, tiene mucho para ayudarnos a reflexionar sobre ese nomadismo que vivimos en nuestros días.
Vivimos en un mundo donde las migraciones producen una mezcla híbrida, y los conceptos tradicionales que conocíamos como identidad, nacionalidad y nación están siendo desafiados en este momento. ¿Cómo repensar el lugar donde la gente nació, las ciudadanías que se van adquiriendo, etc.?
Bueno, hay que recordar que históricamente términos como raza, nación y etnia han estado muy enredados. Tradicionalmente se consideraban casi lo mismo y recién en los últimos tiempos se han ido deslindando, aunque aún en la academia se vuelven a confundir. Por ejemplo, yo pertenecí durante varios años a una revista académica que se llama Latin American and Caribbean Ethnic Studies, la palabra clave era etnia, pero si uno mira lo que se ha publicado durante 10 años, hay muchos trabajos que son técnicamente sobre asuntos raciales.
El tema racial y étnico es problemático por diferentes cuestiones. Por ejemplo, en el caso puertorriqueño, si uno mira el censo de la isla, se da cuenta que la inmensa mayoría contestan en el censo describiéndose como blancos, en el año 2000 fue 80,5%. Algunos colegas que estudian las razas de Puerto Rico señalaron que, si esa estadística fuera correcta, sería un país escandinavo. La población de Puerto Rico se denomina ¨blanco¨, de acuerdo con las definiciones locales de la raza, que son más flexibles que las que se utilizan en Estados Unidos, donde uno es blanco o negro según la regla de ¨una sola gota de sangre¨, como se le llamaba tradicionalmente; si uno tiene un antepasado africano, no importa cómo uno luzca, sigue considerándose afroamericano. Entonces, para los puertorriqueños que emigran a los Estados Unidos, también para los hispanos y gente de otras regiones, es un trauma ser reclasificado como no blanco.
Los cubanos y dominicanos son casos también peculiares. Los cubanos en su gran mayoría se consideran a sí mismos blancos – no negros, ni ¨otros¨. Tendríamos que aclarar si se consideran o no latinos, que es otra de las preguntas en el censo, pero ya eso es otra discusión. Creo que eso explica porque la mayoría de los cubanos-americanos votan por el partido republicano, a pesar de que la política de Trump ha sido bastante hostil contra las personas no blancas y contra los latinos.
Para los puertorriqueños que emigran a los Estados Unidos, también para los hispanos y gente de otras regiones, es un trauma ser reclasificado como no blanco. El proceso migratorio convierte y cuestiona las nociones tradicionales de etnia, raza y nación, sobre todo cuando llegan a este país y se encuentran con ideas y prácticas muy distintas.
Miami es una ciudad que tiene una característica particular por ser uno de los tres puntos donde los latinos están muy arraigados, California, Nueva York y acá…
Por cierto, yo estudié en Nueva York y también en California, después de haber pasado rápidamente por Chicago, así que tengo un poco esa vivencia principalmente como estudiante, y también he enseñado en otras partes de Estados Unidos. Nunca me sentí tan a gusto siendo extranjero como aquí en Miami. Soy ciudadano americano, pero me siento de todas maneras un outsider, para usar esa palabra en inglés que quizás nos describe mejor. En Miami hay mucha gente que viene de otra parte y más del 70% de la población de Miami es de origen latinoamericano, sobre todo cubanos, pero también hay una gran cantidad de puertorriqueños, de venezolanos, colombianos. Casi todos los grupos latinos de los Estados Unidos están bien representados aquí, con excepción de los mexicanos que realmente no suenan en Miami tanto como en Los Ángeles, Chicago o Nueva York. Claro, si uno va a las áreas rurales va a ver una gran comunidad mexicana, o en el interior del estado donde hay comunidades agrícolas que proceden de México y de Centroamérica. Miami tiene esta característica que nadie es de aquí, con excepción quizás de la población afroamericana que es muy antigua. Si uno mira la historia de Miami quienes construyeron la ciudad, literalmente los que aportaron su mano de obra en la construcción física fueron afroamericanos, muchos de ellos de las Bahamas, y luego sus descendientes. Esa población afroamericana que lleva aquí 4 o 5 generaciones, es probablemente la única que tiene derecho a sentirse nativa. Luego están los blancos no hispanos, los ¨anglo¨, un término un poco incómodo, pero así se usa en Miami, son también una minoría de un 10-15%. Y hay que hacer también una distinción entre los judíos y los no judíos. Los judíos americanos, que llevan también aquí desde los años 50, también podrían reclamar ser nativos porque llevan mucho tiempo, porque además están concentrados geográficamente en Miami Beach y porque tienen poder político y económico. Pero aún ellos, en su mayoría son inmigrantes.
Miami tiene una población latina muy heterogénea que viene de diferentes partes del Caribe, del Centro y de Sudamérica, y predomina una característica adicional que habría que resaltar: en ningún otro lugar de los Estados Unidos hay tantos cubanos, más de un millón, que viven en el condado de Miami Dade. Aquí es donde hay más negocios latinos en comparación con Nueva York o Los Ángeles, en ningún otro lugar del país se habla español con fluidez y en tantos lugares. En Miami es muy difícil conseguir un buen trabajo si no se es bilingüe. Para los que no viven aquí resulta a veces incomprensible saber cómo funciona esta ciudad con esta mezcla.
Me recordó a alguien ¨anglo¨ que conocí una vez y me dijo que se sentía extranjero viviendo en Miami. A usted también le sucede, a pesar de que esté muy asimilado a los Estados Unidos, pero esta sensación de outsider pareciera que no es algo que se disuelve con el tiempo, es algo extraño…
El término “asimilación” es otro de esos conceptos que se sigue usando, sobre todo en la discusión pública, y me llama mucho la atención cómo todavía está muy vigente en la investigación académica. Yo prefiero evitarlo porque me parece que significa muchas cosas distintas para mucha gente, es preferible hablar de incorporación en sentido económico, cuando una persona se integra plenamente, por ejemplo, en su profesión o en sus negocios, ahí diría que está incorporado. También se puede hablar de aculturación, un término que no se usa mucho, pero en antropología y en sociología tiene cierta vigencia, para hablar de la adaptación, no de la pérdida de identidad de un inmigrante a través del tiempo. Por ejemplo, cuando uno aprende a hablar inglés correctamente, cuando vota, cuando se incorpora activamente a la política o en los clubes de la sociedad receptora, entonces eso sería un poco aculturarse o integrarse. Transculturarse también es otra posibilidad que me parece interesante, y en los últimos tiempos se está hablando de transnacionalizarse. Muchos de estos procesos podrían describirse con el término de transnacionalidad, un término que es algo difícil de decir, y que tiene también ciertas implicaciones prácticas que no todo el mundo quiere aceptar.
Volviendo a mi caso particular, nací en Cuba, pero como no tengo recuerdos de ese lugar mi cubanidad es de segunda mano. Mi experiencia como niño fue en Panamá, me marcó de alguna manera, pero no me siento panameño. A mis 9 años llegamos a Puerto Rico y ahí sí me sentí más arraigado, pasé mi escuela secundaria, trabajé por muchos años después de terminar mi carrera universitaria, me casé, tuve hijos, tenía muchos amigos, muchas conexiones con la academia puertorriqueña. No me sentía totalmente puertorriqueño, no asimilaba totalmente esa cultura, sino que he usado muchas veces el término “cubariquean” o “cubanorriqueño”, que realmente no es de uso común, pero partiendo de la experiencia de los “newyoriquean”, los puertorriqueños de Nueva York, me parece que describe esa hibridez, esa mezcla mitad cubano, mitad puertorriqueño. Ahora, al venir a Miami, paso entonces por un cuarto momento y me siento un poco más cercano a la comunidad cubana, porque tengo mucho más contacto con miembros de la comunidad cubana en Miami que con puertorriqueños, aunque no me desconecto de ellos. Entonces, no me siento asimilado, no me he sentido integrado completamente a ninguno de estos lugares en los que me ha tocado vivir. Tampoco en los Estados Unidos, en parte porque he vivido aquí solo los últimos 8 años y aunque antes había estudiado y trabajado en este país como profesor, siempre me había sentido una especie de transeúnte. Y por eso la idea del extranjero, el “outsider”, es compatible con esa idea de que donde yo me sentía más a gusto, donde yo me sentía más arraigado era en Puerto Rico.
Muy interesante la identidad transnacional que la globalización del siglo XXI promueve. Hablemos un poquito más de ese concepto.
Personalmente descubrí el concepto de transnacionalidad cuando estaba realizando un trabajo de campo sobre la comunidad dominicana en Nueva York, tratando de entender ese fenómeno doble. Hay una distinción muy clara entre aquí y allá, que no son solo dos adverbios sino dos culturas, dos lenguas, dos países, República Dominicana y Estados Unidos. Esa idea de que se movían constantemente entre aquí y allá captaba esto que luego, siguiendo a otros estudiosos, he venido llamando transnacionalidad. O sea, una persona puede sentirse parte y puede participar simultáneamente de dos lugares, dos naciones, dos idiomas, dos culturas, y eso ocurre cada vez más. En los años 90 me acuerdo de que los dominicanos lo hacían por teléfono, pero se mantenían en contacto cada vez que podían con sus familiares. Las mujeres dominicanas seguían criando a sus hijos a larga distancia.
Miami tiene esta característica que nadie es de aquí, con excepción quizás de la población afroamericana que es muy antigua. Si uno mira la historia quienes construyeron la ciudad, literalmente los que aportaron su mano de obra en la construcción física fueron afroamericanos.
Si hablamos concretamente de identidad, eso se refleja en la segunda o tercera generación; es decir que los hijos de los inmigrantes usualmente son bilingües, hablan español e inglés, a veces mezclando los dos, practicando eso que se habla despectivamente como code switching, alternancia de códigos, pero el spanglish es lo que más suena. También se identifican como Dominican-American, con la rayita en el medio, como lo hacen los Cuban-American. Los puertorriqueños comúnmente no usan “puertorriqueño-americano” para definirse. Por lo general se siguen llamando puertorriqueños, no importa que hayan nacido en Nueva York o en Miami.
Una cosa que me llamó la atención en ese primer estudio en el que apliqué mis hallazgos sobre el concepto de transnacionalidad fue que los dominicanos hablaban siempre de “mi país” para referirse a República Dominicana, y de “este país”, para referirse a Estados Unidos. Ese contraste entre el demostrativo “este país” y el posesivo “mí país” era muy revelador. Ellos se sentían como que acá habían venido a trabajar, pero que quisieran algún día volver a su país, comprar una casita, ahorrar un poco de dinero y rehacer su vida allá. Esta no era su casa.
Esa sensación subjetiva define algo muy fuerte. ¿Y qué pasa con las comunidades negras? ¿Qué pasó a lo largo de la historia para que mantengan condiciones de existencia tan desiguales hasta hoy?
Para tratar de ser escuetos diré que hubo dos procesos que estuvieron también integralmente unidos al racismo. Uno fue la esclavitud y el otro el colonialismo que, en algún momento, sobre todo en el Caribe, se dieron conjuntamente, ambos confluyeron hace unos cinco siglos. Durante cientos de años se cimentó la ideología de la esclavitud, que era evidentemente racial, y el colonialismo, que también creo que se armaba sobre una cierta noción hispana de las razas. Todavía alguna gente celebra con ese nombre el llamado día del descubrimiento de América.
La idea que comenzó con el principio de la colonización española del Caribe y luego se extendió al resto de América, de que los esclavos hacían los peores trabajos, primero en las minas de oro y de plata y luego las plantaciones de azúcar, era el sustento de la población blanca libre. Y fue, hasta hace poco, el pilar de las economías de exportación agrícola de la región. Estos siglos de ideología de supremacía blanca durante los que se asoció, y todavía se sigue asociando, el color de la piel con un determinado tipo de trabajo, da como principal resultado el maltrato, la discriminación y el prejuicio racial.
¿Qué nos puede decir acerca de dónde están las cosas hoy, en los Estados Unidos y en el mundo, en cuanto a la diferencia o la injusticia racial, étnica?
Bueno, se me ocurren dos vertientes para contestar la pregunta. Una es por supuesto hacer referencia a la coyuntura actual en que estamos viviendo, sobre todo lo que ocurrió recientemente, en 2020, con la explosión de las tensiones raciales en Estados Unidos, así como en otras partes del mundo, que tiene que ver con la reacción al abuso y a la brutalidad policial. Estos últimos hechos se suman a la muerte de varias personas de origen afroamericano en los Estados Unidos y la creación del movimiento Black Lives Matter hace unos años, y han transformado gran parte de la discusión, del debate y esperemos que también de la política pública.
En este último aspecto hay que observar que todavía no hemos visto cambios concretos en cómo se va a atender este fenómeno de la violencia y del maltrato de las personas afroamericanas por policías, en su mayoría blancos.
Desde el punto de vista académico, y esta es la segunda vertiente que se me ocurre para reflexionar sobre el tema, pienso que ya hace por lo menos dos o tres décadas, todo el cambio del estudio de las relaciones étnicas y raciales se ha ido moviendo en una dirección que parece muy prometedora, sobre todo por el concepto de racialización. Cuando empecé a estudiar antropología, y ciertamente cuando generaciones anteriores estudiaron antropología, se pensaba que la antropología era el estudio de los cráneos, de las características físicas de las personas, y de acuerdo con ellas se podía determinar las particularidades intelectuales, psicológicas, incluso emocionales de las personas de acuerdo con tipo físico, a su fenotipo. Esta vieja escuela de antropología física está pasada de moda. Especialmente después de la Segunda Guerra Mundial se empezó a cuestionar críticamente esa idea.
Años después estamos precisamente tratando de desmantelar toda esa ideología, que en el fondo es racista, racista en supremacía blanca, para poder entender mejor cómo se construyen esos rasgos físicos, cómo se atribuyen significados en determinado tiempo y lugar, y cómo hemos llegado al momento en que estamos. Por mucho que se hable de que la raza es una construcción social, esta tiene consecuencias prácticas y puede determinar la vida o muerte de una persona.
Las disciplinas también necesitan cambiar el enfoque. ¿Qué cambió para que nos encontremos activados en un movimiento como el que se está dando en US y también globalmente? ¿Por qué justo ahora resurge con esta fuerza?
Creo que sobre todo el asesinato de George Floyd, en mayo del 2020, ese evento que ha circulado abiertamente en las redes sociales, que ha sido transmitido una y otra y otra vez en los medios, no es un hecho aislado porque ha habido otras instancias de ese tipo de violencia física muy evidente, fue la chispa. Habría que ver nuevamente el trasfondo de esta situación, pero el hecho de que fuera tan transparente, tan violento, tan injusto ese asesinato de George Floyd, ha involucrado a muchas personas, sobre todo a quienes hasta ese momento no se identificaban con este tema, las que aparentan ser blancas, que no son víctimas del prejuicio y la discriminación racial tan intensa como los afroamericanos en Estados Unidos y en otros países. Lo que ha cambiado es la opinión pública reconociendo este problema, la convergencia de diferentes grupos étnicos y raciales, incluyendo la mayoría blanca en Estados Unidos. Eso ha ido cambiando. Pero creo que esa es la clave para entender la situación en la que estamos viviendo actualmente.
La muerte de George Floyd realmente fue una chispa que encendió algo mientras vivíamos los primeros golpes de la pandemia. ¿Ese contexto habrá influido? Lo que vimos que pasó con el manejo de este virus que nos tiene amenazados, limitados, impedidos, reflejó un futuro de gran inseguridad para todas las comunidades. Y, a la vez, los líderes hicieron un manejo de la crisis que ya no resultan tan confiables como creíamos…
Sí, tienen razón, la pandemia y la crisis de carácter racial no están desvinculadas, creo que la coincidencia entre la crisis de salud pública en que todavía nos encontramos, agravó la crisis que tiene que ver con las relaciones raciales. Y hay también un tercer elemento que es la crisis económica, la pérdida de empleos, que a su vez también afecta de manera más desproporcionada a las comunidades más desventajadas, como los negros y los latinos en Estados Unidos. Hay tres fuerzas que se juntan y que le dan una mayor gravedad a todo este asunto. Y la cuarta es que fue un año de elecciones presidenciales en Estados Unidos, después de cuatro largos años de la presidencia de Trump, que en buena medida han contribuido al clima de tensión racial. Recuerdo cuando Trump, por entonces candidato, anunció su campaña presidencial básicamente insultando y ofendiendo a la población latina, especialmente a la mexicana, acusándolos de ser violadores, criminales y gente mala, “bad people”, “bad hombres” como él decía, y desde entonces, aunque quizás se ha suavizado un poco ese discurso anti-latino, anti-inmigrante, se han tomado una serie de decisiones, se han repetido una serie de discursos por decirlo de alguna manera, pero también de prácticas, que creo que han ido polarizando el ambiente racial de Estados Unidos.
¿Cómo ve el futuro? ¿Cuál tendría que ser el compromiso colectivo y político para que algo distinto ocurra?
Pienso que hay varias tendencias que son positivas. Una es que, volviendo al tema de Black Lives Matter, no es un movimiento solamente de afroamericanos, sino que es multirracial, multiétnico, dirigido por personas de origen afroamericano, se han sumado las voces de gente de diferentes orígenes que coincide expresamente en la necesidad de reformar el sistema policial. Creo que eso es un adelanto, porque hasta el 2020 parecería que solo los negros estuvieran afectados por estos problemas y que solo ellos tenían que protestar y revelarse. Y lo otro es que, en un plano quizás más académico, creo que efectivamente estos disturbios raciales han llamado la atención sobre las desigualdades sociales existentes en las universidades, en las escuelas, la necesidad de ser más sensibles a la representación proporcional de blancos, negros y latinos. De esto surge entonces que hay que enseñar, investigar y aprender sobre la historia y la cultura que nos rodea, tanto en las escuelas como en las universidades; y esto es importante porque que ha habido un movimiento conservador para eliminar estos programas de estudios étnicos y raciales. Creo que en el mundo actual se deben revisar esas premisas y, si bien no creo que el interés en los programas estudios latinos y afroamericanos vayan a desbordar por esta crisis, ciertamente se les viene dando mucha más atención que la que tenían hace unos meses.
Los influencers y gurúes digitales no sólo muestran vidas glamorosas, sino que ahora apelan directamente a la intimidad del usuario. Promueven el éxito sin educación formal, apoyados por algoritmos que fijan sus ideas, mientras la confianza social se fragmenta.
La misofonía es un trastorno neurológico que provoca una sensibilidad extrema a ciertos sonidos. Los afectados reaccionan con irritación, desconciertan a su entorno y se genera un clima de tensión que afecta la convivencia y relaciones sociales.
París de principios del siglo XX atrajo artistas de todo el mundo. Muchos críticos de arte reclamaron el nacionalismo artístico, enfatizando las diferencias entre los locales y autóctonos y los extranjeros… los extraños, entre ellos Picasso, Joan Miró y Marc Chagall.
“Desde diosas hasta reinas, de cortesanas hasta científicas, de actrices hasta santas, desde escritoras hasta políticas… hemos estado en todas partes, aunque un manto de silencio se empeñara en cubrirnos o ignorarnos”. Julia Navarro.
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2 Comentarios
¡Excelente artículo! Me gustaría ponerme en contacto con el Dr. Duany para presentarle mi obra que expresa conceptos ya sea de inmigración y/etnográficos. Aqui incluyo ejemplos que han sido publicados recientemente.
1. «Migrating Clotheslines,» my most recent solo exhibition, is featured in FIU News:
https://news.fiu.edu/2021/three-generations-of-artists-bring-one-exhibit-to-life
2. Three of the videos of Manos Trabajadoras/Working Hands, my Fulbright series, are published in CENTERPOINT NOW, «Are we there yet?» a publication from the World Council of Peoples for the United Nations (https://wcpun.org/centerpoint-now-2/), which celebrates de 75th anniversary of the United Nations. It is now online and my work is on pages 56 – 57 for the pdf (pgs. 54 -55, of the physical publication), with accompanying Vimeo links. The publication also appears on the Fulbrighter Network, the Streaming Museum website, and in Fintech.tv:
https://fulbrighternetwork.com/news/402280
https://www.streamingmuseum.org/
Now online: CENTERPOINT NOW, “Are we there yet?”: https://wcpun.org/centerpoint-now-2/)
Publication commemorating the UN’s 75th anniversary with works and commentary by international artists, activists, innovators, academics, and policy-makers
I also invite you to visit my website, http://www.marialino.com. And please let me know if you would like the Vimeo links of more of my video works.
Best regards,
Maria Lino, MFA
Fulbright U.S. Scholar
Oscar B. Cintas Fellow
http://www.marialino.com
Que bueno reflexionar sobre las ventajas de ser un outsider!“Ser un sapo de otro pozo”.
Me identifico con ese término transnacionalidad primero por trabajar en el sistema de las escuelas del condado como consejera, por la forma de entender la problemática de los estudiantes que recién llegan y empiezan lo que yo entiendo como aculturación y lo uso como diagnóstico. Y como inmigrante viviendo la mitad de una vida en un país y la otra mitad en el otro. Recuerdo en una entrevista de trabajo de las escuelas de Miami Dade me preguntaron, ¿que es la cultura? Es cambio, es la vida misma…