Edición
09

Multiculturalismo, discriminación y responsabilidad social

Buenos Aires
El sentimiento persecutorio ante lo extraño es universal; podríamos afirmar que es «humano». La humanidad se constituye en el lazo fraterno por ello este se desmorona y cae en acciones persecutorias contra el semejante cada vez que el prójimo se vuelve conflictivo. Este es el rasgo universal, solo que a esta peculiaridad se agregan las características locales de cada sociedad y las tácticas utilizadas y ejercidas para garantizar la concentración del poder político.
En todos los tiempos se ha utilizado el prejuicio que anida en los pueblos como estrategia para la construcción de poder. Esto es innegable si analizamos a que fines sirvió la segregación de los negros en Sudáfrica o en EEUU. Sin embargo, no es fácil reconocer este funcionamiento cuando estas minorías dejan de serlo. Por ejemplo, en el mismo EEUU, la minoría latina ha comenzado a destacarse numérica y socialmente; por lo tanto ya no solo se la discrimina, sino que ahora se vuelve necesario integrarla y utilizar sus recursos comunitarios pero sin perder el poder que otorga la segregación. Este hecho habla a las claras sobre lo que ocurre hoy en diversos lugares del mundo.    En Europa, las minorías árabes se han multiplicado y con ello han extendido su cultura por el continente, lo cual exacerba el prejuicio y el sentimiento persecutorio. Si bien la persecución proviene de elementos reales como lo son el terrorismo y el fundamentalismo, también es cierto que la integración cultural es lenta pues exige tiempos de elaboración emocional y no solamente adaptaciones inmediatas al nuevo contexto, por lo cual el «nuevo» permanece por bastante tiempo identificado por los otros y sintiéndose a si mismo como el «extraño«.

El sentimiento persecutorio ante lo extraño es universal; podríamos afirmar que es «humano«. La humanidad se constituye en el lazo fraterno por ello este se desmorona y cae en acciones persecutorias contra el semejante cada vez que el prójimo se vuelve conflictivo. Este es el rasgo universal, solo que a esta peculiaridad se agregan las características locales de cada sociedad y las tácticas utilizadas y ejercidas para garantizar la concentración del poder político.

Entre estas tácticas y estrategias, encontramos que la discriminación y la segregación son fuente inagotable de la construcción de poder y, a la vez, constituyen el medio de poner en acción universos concentracionarios. Los ghetos se esparcen por el mundo; a veces son barrios en los cuales residen minorías excluidas, otras son regiones destinadas a la inhumanidad de las condiciones de explotación, miseria, esclavitud, o simplemente son emplazamientos en los cuales se alojan los carenciados, los marginales, los enfermos.

Los aspectos más relevantes de la discriminación, los hallamos en la identificación del extranjero y en la autodiscriminación.

En un mundo heterogéneo y plural, el multiculturalismo puede estar al servicio de la tolerancia a la diversidad o puede constituir un modo de segregar y de autosegregarse.

La segregación del extranjero facilita que éste a su vez se concentre en lo que le es común, seguro, conocido; lo familiar constituye un resguardo del afuera vivido como obstáculo.

La integración plena de las minorías a los nuevos lazos societarios se alcanza con el transcurso de las generaciones y la asimilación idiomática y costumbrista. A veces la asimilación es sentida como pérdida de identidad, lo cual gesta conflictos internos entre las generaciones por el vaciamiento cultural y tradicional.

Cuando los grupos intentan defender sus identidades particulares, se generan dificultades de absorción que también provocan conflictos intergeneracionales.

Parece inevitable que el multiculturalismo imprima sus dificultades y refuerce los conflictos dentro de un mismo grupo minoritario y de éste con el medio externo y viceversa, del medio con la minoría.

Lo que resulta evitable, es todo aquello que concierne a las reglamentaciones que fomentan, de modo explicito o implícito, la discriminación segregatoria de algunos contra los otros, a saber, las leyes de inmigración si bien pretenden salvaguardar los recursos nacionales, ponen en ejercicio prácticas e ideologías de poder que infunden miedo, desconfianza, prejuicio, intolerancia. Si estos factores se llegan a irradiar dentro de un conjunto social, no es difícil que acaezcan disturbios xenófobos o manifestaciones de violencia pública.

Los Estados rara vez se responsabilizan de los efectos que provocan las leyes, los reglamentos, los estatutos, las limitaciones.

Generalmente se hace hincapié en el odio que anida en los hombres desmintiéndose el factor de provocación inherente a las mismas legislaciones.

En un mundo heterogéneo y plural, el multiculturalismo puede estar al servicio de la tolerancia a la diversidad o puede constituir un modo de segregar y de autosegregarse.

Una sociedad ejerce su arbitrio a través de las leyes que alienta se promulguen, o que acepta pasivamente recibir de sus mandatarios. Una u otra opción, marcan diferencias notables en la constitución de los lazos entre las comunidades.

Hasta los conteos de las elecciones presidenciales, hoy en día difundidos por televisión a todo el mundo, pueden contener ideas xenófobas; esto ocurre cuando se destaca que la población x prefirió a tal candidato mientras la población w a tal otro. Estas mediciones no sólo muestran tendencias, sino afirman datos que luego se toman como características de raza, religión, sexo, nacionalidad, promoviendo la instauración de generalidades de sector que luego pueden ser empleadas para acentuar la discriminación de ciertos grupos, clases, bandos.

La tolerancia al multiculturalismo debe estar apoyada desde la decisión política, de lo contrario, la información queda distorsionada y al servicio del prejuicio de la opinión común.

Los medios de difusión participan del contexto discriminatorio. Lo hacen falseando la verdad, resaltando aspectos irrelevantes para ocultar y distorsionar los importantes debido a alianzas con poderes económicos y políticos. Dentro de los discursos ideológicos, se utilizan conceptos aparentemente inofensivos pero con fuerte contenido discriminatorio. Estar alerta ante estos deslizamientos, es responsabilidad de todos.

En este año que se inicia, el mejor deseo que podemos incluir en lo referente a la cultura y la sociedad, es sostener la postura de la «responsabilidad social«; la responsabilidad social es un desafío colectivo y una oportunidad de encarar nuevos caminos en la aceptación de que las diferencias entre los seres humanos constituyen la riqueza mayor que podamos acumular, distribuir, invertir y acrecentar.

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