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Edición
36

Menena Cottin y su búsqueda de lo esencial

Barranquilla
Autora de El libro negro de los colores, su obra manifiesta el poder de la metáfora como figura literaria y medio de expresión artística

 

Hay algo de poesía y de filosofía en las imágenes que Menena  Cottin plasma en sus historias.  De humor y sorpresa.  Títulos como El libro negro de los colores, Doble historia de un vaso de leche,  Emociones de una línea, o Cierra los ojos que vamos a ver, con su timbre de contradicción, invitan al lector a explorarlos, a saborearlos,   “… quiero que mis libros sean para despertar, para emocionarse, no para dormir”.

Esta diseñadora, ilustradora y autora, estudió Diseño Gráfico en el Instituto de la Fundación Neumann de su natal Caracas.  Realizó además cursos de escritura e ilustración de libros para niños en Parsons School of Design, y de animación tradicional en el Pratt Institute, de Nueva York.  A través de sus diseños, ilustraciones y textos, busca comunicar un concepto, una idea o una emoción. Su formación le ha permitido incursionar en todas las áreas del diseño en busca de una vía o un camino para lograr esta comunicación. Así llegó a los libros, a las herramientas digitales y al lector.

Lo más importante para ella es llegar a la síntesis y, utilizando un mínimo de recursos, captar lo esencial, para que su mensaje sea limpio, directo y transparente.

Su relación con el papel comenzó cuando alguien escribió su nombre, Carmen Elena Rodríguez Sanabria, en su acta de nacimiento y desde entonces, el papel ha sido testigo de su historia y protagonista activo en su vida, presente en sus juegos infantiles, en las inquietudes creativas de su adolescencia, y confidente de las complejas reflexiones de su madurez. Cottin es su apellido de casada, y Menena el nombre con el que todo el mundo la conoce y en el que ella se reconoce.

En su obra se manifiesta  el infinito poder de la metáfora como figura literaria y como medio de expresión artística. Lo más importante para ella es llegar a la síntesis y, utilizando un mínimo de recursos, captar lo esencial, para que su mensaje sea limpio, directo y transparente. Que sus ilustraciones sean minimalistas, el texto diga solamente lo necesario, y que texto e ilustraciones se complementen.  Ha escrito e ilustrado  más de 30 libros infantiles e incursionado también en la narrativa para adultos.

El pasado mes de abril participó en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, FILBo, y recientemente visitó Barranquilla,  invitada por la Universidad del Norte, para tomar parte en el encuentro Día Uninorte Incluyente. Esta entrevista para Letra Urbana recoge apuntes de ambos encuentros.

Tus libros son muy poéticos y filosóficos ¿Algo en tu formación tiene que ver con esto? ¿Cómo llegas a la literatura infantil?

Como diseñadora gráfica he hecho logotipos, empaques, carátulas de libros, afiches, he trabajado un menú de restaurante… o sea, he pasado por todo, hasta que un día me cansé y dije no más, quiero hacer ilustraciones, dibujar algo libre, no quiero tener que lidiar más con clientes, y comencé a ilustrar y a escribir, dos cosas que siempre me habían gustado y así sin darme cuenta, empecé a crear libros sencillos que terminaron siendo para niños, aunque yo sigo pensando que son libros para todas las edades.

Profesionalmente tuve formación, disciplina, tuve una maravillosa escuela.  Pero esta parte humanística que me salió de repente, me la ha enseñado la vida, el tener un matrimonio, tener hijos, padres, entender la vejez, la

No había conocido una persona ciega en ese entonces, pero me preguntaba, alguien que nazca ciego y que nunca ha visto el mundo, ¿cómo lo entiende, como lo disfruta, cómo se puede adaptar?

discapacidad, las diferencias, entender que todo tiene distintos puntos de vista y creo que esto viene, en parte de haber viajado mucho, viendo las cosas desde distintos ángulos.  Soy muy sensible, detallista, me fijo en cosas que los demás a lo mejor no ven, y  a veces doy más importancia a un detalle que al todo.  Vengo de una familia muy sensible desde el punto de vista artístico.  Mi mamá tenía un sentido estético muy puro y en casa reinaba el equilibrio.  Mi papá amaba la música, y me enseñó a disfrutar de la vida con humor.

Todo esto se conjuga con que fui una niña un poco solitaria. Mis hermanas mayores me llevan muchos años, y a la que me sigue le llevo seis, entonces jugaba sola, y no me acuerdo que me hubiera fastidiado nunca. Me distraía, me ponía a pensar, jugaba mucho y hasta la fecha disfruto con el juego intelectual.

El libro negro de los colores, es quizás tu obra más conocida ¿Cómo nace este libro?
Nació sin yo imaginarme que era un libro. Surgió de la inquietud que me ha producido toda la vida el hecho de que alguien viva en el mundo sin tener la posibilidad de ver, porque justamente me muevo y me comunico con imágenes visuales y creo que no soportaría la vida sin ver.  No había conocido una persona ciega en ese entonces, pero me preguntaba, alguien que nazca ciego y que nunca ha visto el mundo, ¿cómo lo entiende, como lo disfruta, cómo se puede adaptar?

Un día quise imaginar que era  un niño ciego y me llamaba Tomás, como en el pasaje bíblico donde Jesús le dice a Santo Tomás, “Bienaventurados los que creen sin haber visto”. Tomé el elemento del color como un reto, ya que los colores son un estímulo absolutamente visual, no hay manera de tocarlos o sentirlos.

Un día imaginé que era un niño ciego y que trataba de explicar qué entendía o que sentía yo cuando mis amigos me hablaban de los colores. Tomé el elemento de los colores como un reto, ya que son un estímulo absolutamente visual, no hay manera de tocarlos o sentirlos. Fui buscando paralelos, traduciendo sensaciones visuales a otros sentidos y escribí un texto donde, según Tomás, el amarillo sabe a mostaza pero es suave como las plumas de los pollitos, el verde sabe a helado de limón y huele a césped recién cortado y el rojo es dulce como la patilla, pero duele cuando se asoma por el raspón de su rodilla. Si lo imaginan fuera del contexto del libro, este escrito tenía un efecto muy fuerte, pues en ninguna parte decía o anticipaba qué se trata de un niño ciego, y no es sino en la última línea que el lector entendía y caía en cuenta que Tomás no podía ver.

Acababa de conocer a Mónica Bergna, editora de libros infantiles. Me había contratado para hacer las ilustraciones del libro Píntame Angelitos Negros,  del poema de Andrés Eloy Blanco, pero tenía mucha curiosidad sobre mi trabajo.  Le mostré ese texto y apenas lo leyó,  me miró con los ojos nublados y me dijo “yo quiero hacer este libro“.

Mónica es una persona muy sensible. Tiene un hijo con parálisis cerebral, por lo que entiende muy bien el tema de la discapacidad. Fue su visión editorial la que nos llevó a concebir esta obra como un libro para niños, todo negro, en braille y que las ilustraciones las hiciera mi amiga Rosana Faría, muy  conocida por haber ilustrado Niña Bonita de la brasileña Ana María Machado. Fue también Mónica quien propuso ofrecerle el proyecto a Cristina Urrutia, dueña de Tecolote,  la editorial mexicana, con quien trabajaba a distancia y bueno, ¡Tecolote prácticamente nos arrancó el proyecto de las manos!

Es mi libro más conocido y, curiosamente, el único que no está ilustrado por mí.  Ha sido traducido, a la fecha, a 19 idiomas y galardonado en varias oportunidades.  Recibió el Premio New Horizons en la Feria del Libro Infantil de Bolonia, 2007; el Prix Littéraire de la Citoyenneté, Francia 2008; fue seleccionado como uno de los diez mejores libros ilustrados del 2008 por The New York Times e incluido en la lista de los libros de justicia social para niños de The National Network of State Teachers of the Year (NNSTOY).

Nuestros caminos se cruzaron  por primera vez en Cartagena, en 2013 cuando Menena participó en el Hay Festival.  En esa oportunidad estaba acompañada de Lucero Martínez y del editor, Sergio Dahbar. Venían a para presentar el que en ese momento era su último libro, Cierra los ojos que vamos a ver, resultado de una aventura que se inició en 2006 en Ciudad de México, durante la presentación de El libro negro de los colores.

La presentación de El libro negro de los colores fue un acto espectacular, en un auditorio todo a oscuras y con guías que eran ciegos.  Fue la primera vez en mi vida que hablé con una persona con discapacidad visual.  Al finalizar la presentación conocí a Lucero Márquez, una joven mexicana invidente que me impresionó por sus hermosos ojos verdes. Conversamos y ella me dio su dirección de correo electrónico “por sí acaso algún día tú necesitas algo”, me dijo.

A la semana me fui al Himalaya a caminar con mi esposo pero no podía dejar de pensar en esa chica de los ojos verdes. Me preguntaba cómo podría ella sentir lo que yo estaba sintiendo.  De regreso a Caracas escribo un cuento que se llama Esencia de Bután y se lo envío a Lucero. Ella me responde de inmediato e iniciamos un intercambio de correos donde le cuento cómo es el mundo que he descubierto en mis expediciones a pie, y ella me habla de cómo siente las cosas y de su afán por superar sus limitaciones.  Cierra los ojos que vamos a ver recoge estas cartas.  Pudiéramos decir que son dos historias en una o dos visiones de la misma historia: la de Lucero y la mía. La mía a través de mis ojos,  y la de ella a través de su oscuridad.

Durante la presentación en Cartagena, en el Hay Festival, cuando Sergio le pregunta a Lucero qué sintió cuando leyó El libro negro de los colores ella dijo una frase que cada vez que la recuerdo se me eriza la piel: “yo sentí la metamorfosis de un sentido que no tengo, algo que estaba dormido. Como persona invidente me eran absolutamente indiferentes los colores, pero cuando lo leí me di cuenta de lo ciega que era, no porque no veía, sino porque nunca me había preguntado cómo era el mundo de las personas que sí ven”.

Esa curiosidad inmensa que sintió Lucero por conocer el mundo de las personas que ven era el espejo de la mía por conocer el mundo de los que no ven.

Para terminar, hablemos de tus proyectos más recientes.

Mira, de lo más emocionante que me ha pasado últimamente es que Rita Salvestrini, quien fuera directora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, me invitó a presentar una retrospectiva de mi trayectoria de más de 40 años de trabajo en todas las áreas del diseño gráfico.

Cierra los ojos que vamos a ver recoge estas cartas.  Pudiéramos decir que son dos historias en una o dos visiones de la misma historia: la de Lucero y la mía. La mía a través de mis ojos,  y la de ella a través de su oscuridad. 

La exposición, que tituló Buscando la esencia, estuvo exhibida entre mayo y junio de  2016 en la Sala TAC de la Fundación Trasnocho Cultural en Caracas.

Recientemente comencé a explorar el mundo digital. Tengo ya  varios libros en este formato, como Doble doble,  un cuento que tiene doble lectura – al derecho y al revés, y con diseños minimalistas logra, por ejemplo, que la imagen de un pico elevado, al girar, se muestre como un hueco profundo.     Está también Ana con a y Otto con o, que presenté en la Feria de Bogotá, una historia que sólo se puede contar en el idioma español. La razón es que cada uno de los personajes de este cuento tiene una peculiaridad: Ana es una muchacha adorable que habla español solamente con la vocal “a” y Otto es un muchacho encantador que lo  habla español solamente con la “o”.  Con un final inesperado y creativo, el encanto de esta historia está en los diálogos que se suceden cuando estos personajes se encuentran:

Ana: ¿Sabrás cantar baladas, salsa, rap, chachachá…? / Otto: Rock, los otros no los conozco

Ana: ¿Danzar waltz? / Otto: No, sólo joropo

En el Restaurante El Pez trabaja Pepe, quien habla el español solamente con “e”,  y les ofrece entremeses, crepes de res, y el pez del chef, que es excelente. Pero Ana se decide por pasta a la albahaca, salsa y pan, y Otto opta por pollo con hongos, tostón y mondongo.

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en lugar de mirar la discapacidad como un menos, le da un valor adicional –  el de potenciar otros sentidos. Sus amigos videntes pueden ver los colores, pero Tomás los oye, los huele, los toca y los saborea.

En septiembre de 2017 Menena fue invitada por la Universidad del Norte, en Barranquilla, para participar en el Día Uninorte Incluyente, encuentro que busca, según explicó Paola Alcázar, Directora de Extensión de la Universidad y coordinadora de este proyecto, que el ciudadano del común se pregunte, ¿cómo sería la vida si yo fuera ciego? ¿Cómo sería la vida si yo fuera sordo? ¿Cómo sería la vida si yo no caminara?

Cuando una escritora con la sensibilidad de Menena Cottin se plantea estas preguntas, surge una obra literaria como El libro negro de los colores que, en lugar de mirar la discapacidad como un menos, le da un valor adicional –  el de potenciar otros sentidos. Sus amigos videntes pueden ver los colores, pero Tomás los oye, los huele, los toca y los saborea. Son obras que cambian vidas, que llevan, por ejemplo, a Lucero a participar en el reality La Expedición Más Allá de lo Posible, y recorrer junto a otros jóvenes mexicanos con capacidades diferentes 183 kilómetros de bosques, dunas, rápidos y selvas desde Puebla hasta las playas de Veracruz.

Sin proponérselo, Cottin ha dado a los chicos con discapacidad visual un medio de expresión.  Tal como nos contó Paola, cuando, hace poco, su hijo Sammy tuvo que hacer una tarea sobre la Creación para su colegio, lo hizo “como El libro negro de los colores”, de modo que para Sammy, que tiene discapacidad visual, la noche es un grillo, porque sólo lo oye de noche, y el día son los pajaritos, porque no cantan de noche. El texto que escribió a raíz de esta experiencia fue a un concurso de Editorial Norma y quedó entre los seleccionados, como una propuesta literaria distinta, salida de la caja, y que además sirve a otros niños.

 

 

 

 

 

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