Search
Close this search box.

Edición
36

Los pies en la tierra

Buenos Aires
Las causas sociales de los desastres naturales

En la historia de la humanidad, el tema de los desastres naturales ha sido una preocupación de los seres humanos, ya que así se nombra a los eventos que ocurren sorpresivamente y que, por su dimensión, interrumpen el curso habitual de la vida de las personas. Para poder enfrentar las crisis complejas que generan, los recursos y estrategias con los que contamos habitualmente resultan insuficientes.

aún sigue siendo el ritmo de la naturaleza el que regula y organiza: el día y la noche, las estaciones, el aire que respiramos, el agua que consumimos, los nacimientos…. 

Un desastre es un evento súbito e inesperado, que se define como tal por lo que tiene de exceso, porque desborda la posibilidad de responder con los recursos cotidianos y exige la movilización de recursos asistenciales que supera la capacidad de organización habitual.

Cuando hablamos de desastres naturales pareciera que le otorgamos una culpabilidad a la naturaleza, y nos es muy difícil reconocer su modalidad de funcionamiento en eso que significamos como un exceso. Me refiero a diluvios, inundaciones, terremotos y volcanes que entran en erupción, entre otras.

Desde otra mirada, podríamos preguntarnos si tenemos en cuenta, en la idea que cada uno tiene de la vida, que somos parte de lo que llamamos naturaleza y que prácticamente, en gran parte de nuestra existencia, apoyamos nuestros pies sobre la tierra. Claro que muchas veces, en los tiempos y niveles de organización socioculturales en los que vivimos, los diversos tipos de zapatos, el asfalto y muchos otros estilos que construyen lo que llamamos desarrollo, nos aleja de tener presente que aún sigue siendo el ritmo de la naturaleza el que regula y organiza: el día y la noche, las estaciones, el aire que respiramos, el agua que consumimos, los nacimientos….

Mientras escribo estas últimas líneas, vuelve a mí el recuerdo de la intervención en Guatemala, luego de un fuerte sismo. Nos desplazamos a una zona rural, a 300 km de la capital. El encuentro era en un centro de salud, con los equipos de salud de una salita, para realizar con ellos un taller de elaboración del impacto emocional. Llegamos, como siempre ocurre, cada uno cuenta con las propias representaciones y así es como esperábamos encontrar profesionales con chaquetas blancas y algún estetoscopio que rodea su cuello. ¡Una gran sorpresa! Mujeres con trajes de colores bordados, trajes típicos y hermosos, salieron a nuestro encuentro. Y, a pesar de las diferencias, fue posible encontrarnos.

Compartieron con nosotras las emociones y sensaciones aun a flor de piel, del trinar de los pájaros, cuando llegaba el terremoto.

Nos mostraron las rajaduras de la tierra, por donde vieron desaparecer gallinas y perros, casas a las que le faltaba el techo y otras que no tenían paredes.

Luego nos reunimos y realizamos el taller. Creo que en todo momento ellas tienen presente que son parte de la naturaleza. Compartieron con nosotras las emociones y sensaciones aun a flor de piel, del trinar de los pájaros, cuando llegaba el terremoto. Ellas sabían dónde y cómo ubicarse. Aun así, estaban asustadas y el impacto emocional las atravesaba. Fue un hermoso encuentro que les trajo alivio. Nos despedimos con un genuino abrazo.

El historiador Yuval Noah Harari, en su libro De animales a dioses sintetiza en una de las solapas:

El fuego nos dio poder.
La conversación hizo posible que cooperáramos.
La agricultura alimentó nuestra ambición.
La mitología sostuvo la ley el orden.
El dinero ofreció algo en lo que confiar.
Las contradicciones crearon la cultura.
La ciencia nos hizo imparables. (1)

Frases de Yuval Harari que sintetizan, desde otra mirada, como fue desarrollándose la historia de la humanidad. Decir que “la ciencia nos hizo dioses”, es una metáfora que representa el sentirnos poderosos, que nada nos detiene. Y remarco esto último. Como si fuese posible encontrar una manera que nos resguarde del modo de funcionamiento del planeta tierra, donde cada día y en cada momento estamos parados en ella.Es una maravillosa manera de creer que dominamos la naturaleza.

Los desastres llamados naturales y los generados por la mano del hombre, muestran esa desconsideración en nuestra lectura de la realidad de los fundamentos reales de la vida. Y ese posicionamiento incide en nuestra clínica y en el modo que conceptualizamos el sufrimiento humano.

Creo que podemos estar de acuerdo en que, quienes nos consultan, son personas que sufren porque no encuentran o no encontramos una forma de superar lo que nos sucedió, nos sucede. No tenemos recursos subjetivos para modificar la realidad o nuestra realidad por haber sufrido importantes pérdidas.

Todas estas modalidades de sufrimiento parecieran estar incluidas en la definición de desastres sin embargo, no está muy desarrollado como campo de capacitación y de intervención en la salud mental.

Al decir de Allan Lavell, “las consecuencias de los desastres están estrechamente relacionadas con los efectos que producen las modalidades de ‘desarrollo’, cuando estas generan vulnerabilidad. La vulnerabilidad ante los excesos de la naturaleza no es de carácter ni de origen ‘natural’, es de carácter y de origen social”(2); entendiendo por tal el grado en el que un grupo social está capacitado para la atención de la emergencia, su rehabilitación y recuperación, en función de un conjunto de factores socioeconómicos, psicológicos y culturales.

No tenemos recursos subjetivos para modificar la realidad o nuestra realidad por haber sufrido importantes pérdidas.

Nuestros tiempos de precariedad, de exclusión, de no percepción de riesgo, o de predominancia de la negación como mecanismo de defensa de la angustia, “a mí no me puede pasar o aquí no puede suceder”, junto a otros factores construyen un terreno apto para la ocurrencia de desastres.

Ya no son solo los excesos de la naturaleza los que azotan a las sociedades y ponen al descubierto las propias vulnerabilidades. Estas se relacionan con los tipos de organización social y con los factores humanos que intervienen en la ocurrencia de desastres.

Los modos de organización social construyen diferencias siderales que inciden en las posibilidades de las personas, en relación a la salud, a la educación y vivienda, que no son elementos ajenos a la probabilidad de ocurrencia de las emergencias y desastres.

La instalación de viviendas a la vera de un río o en las cercanías de un volcán, construyen un alto nivel de vulnerabilidad a partir de la falsa certeza de creer que el río no va a desbordarse o el volcán no va a entrar en actividad.

Los factores socioculturales compartidos construyen, por ejemplo, el escenario del incendio de Cromañón, ocurrido en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 30 de diciembre de 2004. La significación del encendido de bengalas como modo de festejo en un lugar cerrado, colmado de personas y sin ventilación, conjuntamente con el poco apego a la normas – que hace posible exceder la capacidad máxima del lugar de 200 a 500 personas, incluidas familias con bebés y niños-, cuenta entre las causas que provocaron la muerte de 200 jóvenes. Fotografía de una sociedad en la que la transgresión es considerada un valor.

Pasaron doce años y muchos jóvenes que estuvieron esa noche ahí aun buscan un alivio que no encuentran. Se nombran como sobrevivientes de Cromañón. El paso del tiempo, no los sacó de esa escena de horror.

La desestimación de los riesgos, la subvaloración de la probabilidad de ocurrencia de situaciones de emergencia, la negación entre otros mecanismos de defensa, conforman el marco conceptual que interviene en la falta de capacitación de los equipos humanos que trabajan en instituciones, comercios, etc., para que sepan cómo, cuándo y qué hacer en situaciones de emergencias y desastres.

La vulnerabilidad ante los excesos de la naturaleza no es de carácter ni de origen ‘natural’, es de carácter y de origen social

Otro caso fue el incendio del shopping de Ycuá Bolaños en la ciudad Asunción del Paraguay, en agosto, 2004. El escenario: un domingo al mediodía, gente realizando la compra semanal en el supermercado, familias almorzando y niños festejando un cumpleaños. De repente, una chimenea con grasa fue el comienzo de un incendio en el que murieron 400 personas, gran parte de ellos menores.

El desastre no es monocausal. La causa de la muerte no fue solo el fuego que se desarrolló en el primer piso del Shopping, sino el monóxido de carbono que, por ser invisible, no logró ahuyentar a las que serían luego las victimas que murieron sentadas en las cajas, en las mesas o en sus autos.

Todas las imágenes que observamos en la televisión o en revistas y diarios y las distintas entrevistas a damnificados coinciden en destacar el excesivo padecimiento psíquico de los afectados por desastres.

Todos los que intervenimos en equipos de ayuda humanitaria consideramos de suma importancia desarrollar los medios necesarios para optimizar la respuesta e intervenir en los procesos de reducción de riesgos y de fortalecimiento institucional, considerando en cada paso, los factores psicosociales que intervienen en la gestión integral de los desastres.

 

Notas:
Notas:
De animales a dioses Breve Historia de la Humanidad Yuval, Noah Harari
Debate 2014
Sobre la Gestión del Riesgo: Apuntes hacia una Definicion Allan Lavell, Ph.D. FLACSO

2 Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículos
Relacionados

Imagen bloqueada