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Juan Villoro observa curioso, imagina con sensibilidad y anuda extraordinariamente con palabras sus propias impresiones de lo que va encontrando en el camino. No por nada es uno de los escritores iberoamericanos más importante de los últimos tiempos.
Nacido y arraigado en ciudad de México, sus intereses diversos lo llevaron a explorar múltiples cuestiones. Se formó como sociólogo y periodista, fue DJ de un programa radial y es seguidor entusiasta de los deportes.
Los temas y los géneros que despliega hablan de su versatilidad. La narrativa de Villoro, comenzó con el relato breve, luego pasó a la novela y a lo largo de su trayectoria, el ensayo, la crónica, la literatura infantil, el teatro y el guión cinematográfico fueron construyendo su vasta obra.
No hay nada más asombroso que tu propia familia o la calle donde vives. Lo decisivo es encontrar la novedad en lo que parece común y corriente.
A la vez, Villoro es amigo íntimo de los clásicos. Sabe presentar a Hemingway, Shakespeare, Goethe, entre otros, en la trama de sus ensayos literarios, entretejiendo inteligencia e ingenio de una manera grata. Efectos personales (Premio Mazatlán 2000) y De eso se trata, ambos publicados por Anagrama, llevan además la marca de un pensamiento crítico que no renuncia a la esperanza.
Villoro se orienta con cierta luz en el sinsentido del mundo y sabe encontrar lo sencillo, lo que no es poco. Con eso llega a la gente, hace accesible ideas profundas y, tal como lo fue en la entrevista con Letra Urbana, está atento a que se produzca una cercanía con aquellos que estén dispuestos a leerlo.
¿Cómo fue crecer con un padre filósofo y una madre psicoanalista?
Fue extravagante. Son dos profesiones muy intelectuales, alejadas de la espontaneidad. Mi obra de teatro El filósofo declara, que en Argentina se presentó como Filosofía de vida, es una comedia de la neurosis; trata de los problemas que la gente inteligente encuentra en lo más común. Afortunadamente, logré tener una buena relación con mis padres. Una vez rebasada la infancia, me pareció muy interesante tener interlocutores con los que pude hablar de muchos temas.
Y ¿cómo han influenciado tu carrera de periodista y escritor? ¿Qué reconoces que has tomado del quehacer de cada uno de tus padres?
Mi madre es una persona extraordinariamente sensible, buena lectora, pianista excepcional. Mi padre era un hombre más cerebral, de un inquebrantable comportamiento ético (algo no muy común en el entorno mexicano). Espero que la mezcla de estas virtudes me haya servido de ejemplo.
¿Qué otras personas o escritores han impactado en ti para hacerte el escritor y el periodista que eres?
Muchísimos. En la adolescencia leí sobre todo a los rusos, a autores del Río de la Plata como Borges, Cortázar, Onetti y Felisberto Hernández, y a los norteamericanos, de Hemingway a Raymond Carver. Entre los mexicanos me marcaron mucho Juan Rulfo, Jorge Ibargüengoitia y el poeta Ramón López Velarde.
En tu obra incluyes aspectos de la historia, lo urbano, lo cotidiano, ¿cómo armas tus territorios literarios? ¿Cómo ensamblas los espacios, los hechos reales y la imaginación?
Me interesa mucho, como bien dices, el misterio de lo ordinario. No hay nada más asombroso que tu propia familia o la calle donde vives. Lo decisivo es encontrar la novedad en lo que parece común y corriente.
Más allá de los límites geográficos las ciudades son presencias y nostalgias de vivencias: juventud, caos, soledad, etc. ¿Qué aporta la mirada de un testigo a esa geografía del imaginario?
Cuando nací, la ciudad de México tenía unos cuatro millones de habitantes. Hoy posiblemente tiene 18. Nunca en la historia de la humanidad las ciudades habían crecido de ese modo. Ser testigo de la expansión urbana me convirtió en nómada sin moverme del espacio: la ciudad se convirtió en otra ante mis ojos.
Los niños tienen una imaginación más abierta, pero también más lógica… La literatura para niños tiene que ver con preguntas filosóficas muy profundas.
El espacio literario que creas también dejas asomar lo extranjero, lo que de cada uno no encaja en el lugar. ¿Cuál es tu idea del hombre y sus circunstancias, o del hombre desencontrado con sus circunstancias?
Me interesa la forma en que México es visto por sus visitantes. Uno de mis cuentos, Amigos mexicanos, trata de un periodista gringo que quiere hacer un reportaje tremendista de la realidad mexicana y se encuentra con lo peor que le podía pasar: todo le sale bien; no encuentra nada dramáticamente espantoso. Eso está a punto de arruinar su reportaje. Para complacerlo, unos amigos le enrarecen la vida y le crean un espanto artificial. Es una metáfora de la sed de exotismo con que mucha gente visita mi país.
En la globalización actual el turista y el expatriado están sujetos a una desterritorialización continua. ¿Cómo entiendes que juega su partida la identidad y la diferencia cuando el arraigo y la tradición han soltado amarras?
Tenemos que encontrar nuevas formas de entender lo global y lo local. Mi novela Arrecife trata de la excitación que ciertos turistas europeos y norteamericanos sienten de pisar el convulso suelo latinoamericano. Esperan emociones fuertes, a tal grado que, si no les pasa nada raro, se decepcionan.
Dentro de tus intereses no pasaste por alto lo infantil. ¿Cómo llegas a ocuparte del niño? ¿Qué queda para ti cuando escribes para ellos?
La dedicatoria de El principito es muy sabia: todos los hombres han sido niños antes, pero la mayoría lo ha olvidado. Escribir para niños es una manera de preservar el niño que fui y de asignarme una segunda infancia, con los libros que no pude leer cuando era chico.
¿Crees que el imaginario del niño realmente se diferencia del adulto?
Absolutamente. Los niños tienen una imaginación más abierta, pero también más lógica. Además, exigen que una historia tenga un componente ético, que relaciona el bien con el mal. La literatura para adultos puede ser una evasión o diversión sofisticada. La literatura para niños tiene que ver con preguntas filosóficas muy profundas.
También fuiste reconocido seriamente por la literatura para chicos que escribiste. ¿Cómo se te ocurrió darle vida al Profesor Ziper, el personaje protagónico de uno de tus títulos premiados?
Zíper es un científico que fue niño en los años sesenta. Me pareció sugerente hablar de un inventor que cree mucho en la intuición y en los valores anti-sistema de los años sesenta. Tiene mucho de niño y espero parecerme a él. Dentro de unas semanas saldrá la tercera aventura de ese personaje: La cuchara sabrosa del profesor Zíper.
En los últimos años ha resurgido el ensayo, de hecho tú incursionaste en el género. ¿Piensas que la ficción está declinando?
No necesariamente. Escribo ensayos, que he reunido en dos libros, Efectos personales y De eso se trata, porque el gran placer de un autor es la lectura. No puedes saber si tus textos quedaron bien; en cambio, puedes estar enteramente satisfecho de textos ajenos. Lo difícil es explicar por qué. El ensayo sirve para eso.
¿Por qué te pareció importante escribir ensayos acerca de Shakespeare, Monterroso, Calvino, entre otros?
Bueno, por muy distintas razones. Parece imposible decir algo nuevo sobre Shakesperare. Sin embargo, después de estar en el seminario de Harold Bloom en la universidad de Yale, donde yo daba clases de literatura mexicana, me surgieron algunas ideas que son como pequeñas gotas en el océano de los estudios shakespereanos. La cercanía con Monterroso es muy distinta. Fue mi maestro y mi amigo; lo traté mucho, hasta su muerte en 2003. Hablar de su vida y de su obra es algo que está a la mano para mí.
Carecemos de narrativas unitarias porque la percepción de la realidad se ha fragmentado.
En plena temporada de la Copa América no puedo dejar de preguntarte ¿qué ves, cuando ves un partido de fútbol?
Cuando veo un partido de la Champions veo un vértigo de talento. Cuando veo un partido de la Copa América caigo en la perplejidad: los genios de las ligas europeas se patean más entre sí de lo que patean el balón. Neymar fue un gamberro, Vidal rozó la criminalidad fuera de la cancha, Messi está desaparecido. El “retorno a las esencias” de los jugadores latinoamericanos pone en entredicho nuestro sentido de la identidad.
Hoy, la información llega a raudales sin que tengamos que movernos en su búsqueda. ¿Progresamos con ello o nos paralizamos y hundimos en el pantano de los mitos urbanos?
El exceso de información causa cortocircuitos. Somos los primitivos de una nueva era. No sabemos cómo procesar toda la información de la que disponemos. Estamos en una fase que en unos años parecerá penosa.
¿Cómo entiendes el conflicto y la actualidad que se genera entre el exceso de información e imágenes por un lado, y la falta de sentido y contexto, por el otro?
Carecemos de narrativas unitarias porque la percepción de la realidad se ha fragmentado. Nuestra atención se parece mucho al zapping.
La literatura le inventa un sentido a un mundo que está bastante mal hecho. Me parece todo un logro.
No dudo que acuerdas, que en pleno Siglo XXI, aún vale la pena que la humanidad haga un esfuerzo de poesía. Pero, ¿qué valor tiene hoy leer y escribir literatura? ¿Qué le agregan las palabras y las letras a una sociedad de redes?
No hay que preocuparse demasiado por el futuro de la palabra. En todas las épocas se ha dicho que la poesía está amenazada y, sin embargo, es tan antigua como la civilización. Acabo de participar en un espectáculo con músicos del grupo Caifanes donde leo textos de mi libro Tiempo transcurrido. Ahí también leo Oda al aire, de Pablo Neruda. La reacción de los jóvenes no puede ser más entusiasta.
La ficción permite creer en algo. ¿En que nos hacen creer las ficciones actuales? ¿Cómo trabajan hoy ficción, creencia y escepticismo?
La literatura le inventa un sentido a un mundo que está bastante mal hecho. Me parece todo un logro.
¿Crees que es necesario que un escritor esté a la altura de lo que acontece en su época? ¿De qué depende que pueda asumir esa responsabilidad? ¿Cómo se hace para mantener el balance entre ficción y realidad?
Me parece legítimo que un autor se aparte de su realidad y escriba sonetos de amor o ciencia ficción. Nadie está obligado a ser testigo de su entorno inmediato.
Criticar el infierno es tan importante como inventar el paraíso.
Tú has co-escrito El ojo en la nuca, un libro basado en intercambio de emails. Cuéntanos sobre esa experiencia….
Ilan Stavans es un mexicano de la comunidad judía que emigró a Estados Unidos y escribe en español, inglés y spanglish. Me pareció muy interesante dialogar con él a partir de nuestras respectivas experiencias. Un mexicano periférico y otro en el DF. Son dos visiones contrastadas y complementarias de un mismo páis.
¿Cómo visualizas el futuro del libro? ¿Seguirán existiendo las librerías?
El libro electrónico no acabará con el libro en papel, pero lo obligará a tener otras funciones. Los libros-objeto, de gran calidad artesanal; los libros para regalo; los libros de arte y demás tienen su papel asegurado. Los libros de referencia, consulta o temporada (los best-sellers de ocasión) se podrán descargar sin ganas de poseerlos.
En el acelerado ritmo de esta época ¿hay tiempo para leer?
Siempre hay tiempo para todo. La saga de Harry Potter, de J. K. Rowling, al igual que la de Mileno, de Stieg Larson, son muy largas. Una prueba de que la gente encuentra tiempo para lo que le importa.
¿Hallas una diferencia entre leer y consumir libros?
No sé si entiendo la pregunta, pero no es lo mismo completar un libro a través de la lectura que digerirlo como un plato de espinacas. Hay que participar con energía y creatividad para que el asunto valga la pena. La verdadera lectura es un deporte extremo.
¿Crees que son los mismos lectores los que siguen las notas del periodista y los libros del escritor Juan Villoro?
No. Todo escritor tiene distintos tipos de lectores. Hay gente que sólo me ha leído en su infancia y al crecer lee libros de otros autores.
Las ventas son estadísticas para cretinos y los premios no son certificados de inmortalidad. Lo que cuenta es despertarte y saber que harás lo que te dé la gana.
¿De que esta hecho el éxito de un escritor? ¿Cómo se llega allí?
No hay mayor éxito que dedicarte a lo que te gusta. Las ventas son estadísticas para cretinos y los premios no son certificados de inmortalidad. Lo que cuenta es despertarte y saber que harás lo que te dé la gana.
¿Consideras que tu literatura ha inspirado a otros escritores, a tus contemporáneos?
Ya soy suficientemente viejo para que algún autor muestre que me leyó, pero esa genealogía la deben establecer los críticos.
Dicen que una persona habla siempre sobre el mismo tema y que un escritor siempre escribe el mismo libro. Con la experiencia de haber ahondado en varios géneros literarios, ¿qué tienes para decir al respecto?
Soy el mismo escritor en todos mis libros pero mis tonos y mis temas son muy diferentes. Tal vez esto me ha perjudicado, pues la gente no me ubica con facilidad. El autor de El taxi de los peluches, destinado a los niños, es muy distinto al de la obra de teatro El filósofo declara, una comedia sobre la neurosis de los intelectuales. Aun así, entre esos libros hay un vínculo. La repetición me parece la muerte de un autor. Me parece terrible cuando advierto que un artista repite una y otra vez la misma fórmula. Yo trato de cambiar en cada libro, pero tampoco puedo cambiar de piel, ni de personalidad. Algún estudiante de doctorado descubrirá que al escribir una aventura de peluches no me alejé tanto como yo pensaba de los filósofos de mi obra de teatro. Soy como un cocinero de comida mexicana: puedo hacer muchos platillos, con distintos ingredientes, pero todo sabe a comida mexicana.
Para los wayuu el mundo está lleno de seres atentos al universo, algunos son humanos y otros no. La noción de personas en el cristianismo, el judaísmo y otras religiones de occidente ubican a los humanos como los seres centrales del universo. ¿Cuál es la riqueza de una cultura sin esa jerarquía?
Una exploración de la lucha interna de las mujeres en una sociedad obsesionada con la juventud. Una obra que desafía las normas estéticas y cuestiona cómo envejecen las mujeres en el imaginario colectivo, usando la estética del horror.
El uso de las redes sociales contribuyó al aumento de la ansiedad y depresión en la Generación Z, provocando efectos que perturban su bienestar emocional. Sin embargo, los jóvenes pueden desarrollar narrativas más saludables sobre sí mismos.
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Un comentario
Monica, te felicito por tu blog, donde incluyes importantes entrevistas con no menos importantes escritores. Ah, por cierto: ?recibiste mi comentario sobre el libro de Patricio Palacios?