La Lic. Mirta Pipkin acaba de presentar, en Buenos Aires y Madrid, su nuevo libro La muerte como cifra del deseo, una lectura psicoanalítica del suicidio, de la Editorial Letra Viva.
Esta psicoanalista tiene una larga trayectoria consolidada tanto en el ámbito clínico como académico. Mucho del trabajo que vuelca en estos escritos, surgen de su experiencia clínica, sostenida durante treinta años, en el Equipo de Emergencias del Centro Ameghino.
La urgencia y la gravedad de los casos que ha asistido y supervisado la atravesaron con interrogantes desde el comienzo de su práctica. Estos giraron y se desplazaron a lo largo de sus años de formación y a la luz de la misma experiencia del psicoanálisis que iba transitando. Dos cuestiones se tornaron centrales para producir este texto. Por un lado ante el suicidio como acontecimiento, Mirta Pipkin se pregunta: ¿Es posible para el psicoanálisis desviar un destino trágico? Con esta pregunta no nos referimos tan sólo al destino que esta disciplina ha interrogado desde siempre, inspirándose en la tragedia griega, sino al que caracteriza al sujeto que, en la actualidad, está cada vez más atravesado por lo sacrificial. Este sujeto se encuentra al mismo tiempo cada vez menos posibilitado de realizar esa operación fundamental en la constitución del fantasma: el duelo. Afectado por un duelo interminable fluctúa entre distintas versiones de salidas trágicas, en las que el deseo muestra una particular relación con la muerte. Por el otro, la autora interpela la posición misma que ocupa quien dirige un tratamiento: ¿Cuál es el límite entonces de la responsabilidad del analista, a la hora de promover una re-escritura que logre desviar esa insistencia de lo pulsional que puede terminar en tragedia?»
¿Es posible para el psicoanálisis desviar un destino trágico?
Como bien lo destacara la Lic. Elida Fernandez en la presentación del libro que hiciera en el Museo Roca de Buenos Aires, «Otra virtud del libro es que se nota en su autora, no sólo las múltiples lecturas, sino su entrañable amor por la literatura a la que apela en este tema tan arduo, tan de borde del abismo donde se terminan las palabras, al borde de lo siniestro, lo inexorable. Sólo de la mano de los escritores puede uno asomarse a ese abismo donde el ser humano decide o es impulsado a quitarse la vida. »
Recurrir a las metáforas y narrativas de quienes tienen el arte de la palabra, es el modo en que Mirta Pipkin encuentra un modo de decir sobre esa marca de imposible que el suicidio conlleva, ya que esa muerte será siempre un mensaje cifrado, un quid sobre el que sólo se podrán hacer hipótesis porque ya no existe, quien sobre el hecho pueda pronunciarse.
Las pregunta sobre el destino trágico toma esos caminos sesgados dejándonos saber que «Este libro en vez de lanzarse con prisa a una conclusión se ofrece al lector como una pausa necesaria, un intervalo que habilite el tiempo de comprender, de desentrañar la compleja relación entre la libertad y la responsabilidad subjetiva que se juega en el acto de terminar con la propia vida.»
¿Cuál es el límite entonces de la responsabilidad del analista, a la hora de promover una re-escritura que logre desviar esa insistencia de lo pulsional que puede terminar en tragedia?
Pero la autora, también supo traducir en clave de elucidación, lo que extrajo del encuentro con lo mortífero. Sin ceder frente al horror, supo escuchar y maniobrar con lo que de la muerte entró a su práctica clínica. En este libro Mirta Pipkin vuelve a confirmar como por la vía de las palabras se dialectiza lo sacrificial y da cuenta de un trabajo notable cuando sacude al lenguaje de las connotaciones usuales, por ejemplo transformando el «miedo a morir»en «morir de miedo». También son valiosos los aportes de la autora para pensar lo mortífero en la clínica que ella denomina de las «implosiones».
En la presentación del libro la Lic. Silvia Atzori subraya que «la pregunta por el suicidio no está considerada por fuera de las coordenadas del sujeto actual, porque la autora sabe muy bien que la subjetividad humana no puede desentenderse de la cultura y del lazo social. Los conceptos básicos del psicoanálisis implican la relación con el Otro recuperando con esto el espíritu freudiano, retomado ampliamente por Lacan. Pero entonces, ¿Cómo leer aquello que irrumpe como nuevo en el malestar en la cultura sin entregarse a un «culturalismo» que olvida que la fractura constitutiva del sujeto, su condición mortal, sexuada y parlante es un herida insoslayable que sin embargo conlleva la oportunidad de una decisión ética?»
La muerte como cifra del deseo…, es un valioso testimonio que puede leerse como el producto que condensa el buen destino que alcanzó la angustia de quien ha llevado a cabo por tantos años, una práctica clínica con casos límite. El libro también testimonia que sostener una ética de trabajo que no retrocede ante lo trágico, fue el camino que evito el extravío. De ese modo la autora pudo saber que » la experiencia analítica en los límites opera como soporte, como lo que, por su materialidad, se convierte en condición de posibilidad, es sólo en tanto logra anudar la muerte a la vida y al cuerpo, para mantener al hombre en el único mundo humano: el del deseo.»
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