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14

La vejez contemporánea

Miami
La vejez ingresa en la cultura cercada de aspectos históricos y sociales. Aparte de una realidad, la vejez es el resultado de un proceso que se hizo durante toda la vida, pero en un momento de la historia se consideró un hito marcado por la pérdida, deterioro y discapacidad. ¿Cómo fue tratado este tema a través de las generaciones?¿Qué cambio de perspectiva hay en el siglo XXI? ¿Los recursos tecnológicos inciden en la tercera edad, a qué nuevos desafíos confrontan?

Los sentimientos que acompañan la vejez no aparecen de la misma manera en contextos disímiles y, por tanto, es un error generar estereotipos para esta franja etaria, tanto sea a partir de otorgar prioridad a la condición biológica como de despreciar la realidad singular de cada caso.

En virtud de los progresos de la medicina y las mejoras en las condiciones de vida, el aumento demográfico de la población envejecida es una nueva realidad mundial. La transformación que se registra en esta franja etaria configuró otro cuadro del envejecimiento de la población, en consecuencia del aumento de esperanza de vida.

¿Qué impacto tiene eso para la sociedad? ¿Cómo la cuestión de la vejez fue tratada por las otras generaciones? ¿Qué podemos hacer para que hoy los ancianos disfruten de mejores condiciones y vivan plenamente?

En el contexto mundial el creciente número de ancianos es un desafío que involucra temas relacionados con la salud, el transporte, el abandono de la familia, el tiempo de inactividad y la baja rentabilidad financiera. En el caso de los países en desarrollo, esos aspectos tienden a empeorar por la desorganización de las instituciones estatales y las grandes disparidades económicas resultantes de la mala distribución de los ingresos y los problemas sociales.

Como resultado de la falta de preparación del estado para proporcionar una infraestructura adecuada para los mayores, estos quedan condenados al abandono y muchas veces también al descuido de la familia. Los ancianos latinoamericanos sufren directamente con la falta de reconocimiento, dignidad y participación en todas las esferas de la sociedad. En contraste, los países desarrollados donde el Estado cuenta con recursos para garantizar una buena calidad de vida, las personas mayores son integradas en sus redes de protección.

El envejecimiento de la población se planteó como una cuestión de orden público y ya no sólo como una preocupación de la vida privada. Ante este nuevo escenario, se hace necesaria la creación de políticas públicas, que convendrían que sean una prioridad del gobierno, para consolidar los derechos que garantizan recursos y una protección social efectiva para ese segmento de la población.

El proceso de envejecimiento se produce durante toda la vida, empezando en el momento del nacimiento y termina en la muerte, pero es sólo en un particular momento histórico que el paso del tiempo en la vida de las personas gana un significado social. Cuando a ese período se lo denomina vejez, se integran los aspectos biológicos, psicológicos, socio- culturales y económicos.

A partir de considerar al envejecimiento como un fenómeno continuo, podemos reconocer sus propias características relacionadas con los aspectos naturales del desarrollo humano, pero construidas social e históricamente. La vejez entonces es un suceso individual y natural que a la vez se percibe como un acontecimiento universal, biológico y cultural.

Considerando los diversos factores que se entraman al llegar este momento vital, ¿es posible afirmar que la vejez se muestra siempre de la misma forma?

El envejecimiento gana una faceta completamente diferente cuando se comparan los ancianos ricos y pobres, sanos y enfermos, dependientes e independientes, hombres y mujeres, económicamente activo y jubilados, asilados o conviviendo en familia. Los sentimientos que acompañan la vejez no aparecen de la misma manera en contextos disímiles y, por tanto, es un error generar estereotipos para esta franja etaria, tanto sea a partir de otorgar prioridad a la condición biológica como de despreciar la realidad singular de cada caso.

En la antigüedad la vejez era un fenómeno raro, porque la enfermedad era fatal y la atención de la salud era un privilegio sólo de los más privilegiados. Las personas de edad avanzada tenían valor, respeto y ejercían un papel importante en las familias y en los asuntos públicos. Por otra parte, el Estado determinó por ley la obligación de los hijos de cuidar por la subsistencia de los padres ancianos, bajo pena de multas y de prisión.

En la Alta Edad Media, las personas de edad eran pocas en número. Existía una clara diferencia entre el trato dado a las personas de edad que pertenecían a distintos estratos sociales -señores feudales y los campesinos- así como también eran distintos las prerrogativas concedidas a las personas de edad avanzada según el género. La condición del viudo merecía respeto y obediencia, sin embargo las viudas mantenían un trato inferior, con falta de respeto y descrédito.

En la Baja Edad Media, un período marcado por la cultura y el renacimiento urbano, la cuestión de la juventud es fundamental para la comprensión de la vejez. En esa época, el cuerpo viejo, decaído y la pérdida de la fuerza física de la juventud fue cruelmente desprestigiada y, a menudo, la mujer de mayor edad era comparada con una bruja.

Los abuelos de esta centuria han reemplazado sus pijamas por ropas deportivas, cambian el televisor por la computadora, buscan la alfabetización digital y, además de los nietos, hay proyectos.

En Francia en el siglo XVII, la esperanza de vida seguía siendo baja y el respeto a las personas mayores dependía de sus posesiones: los ricos consolidaban prestigio, y los pobres eran abandonados y enviados a hospitales y asilos recién inaugurados. En Europa de los siglos XVIII y XIX la población creció, pero la vida de las personas de edad avanzada continuaba siendo difícil, las cabezas de familia, reyes y sacerdotes por lo general se retiraban de la vida social, sin hallar nuevas oportunidades en espacio público o privado.

Los cambios importantes ocurrieron en la vida de los ancianos con el progreso de la medicina y las prácticas de higiene y salud pública a partir del Siglo XIX. La Revolución Industrial, el éxodo rural, el desarrollo urbano y los descubrimientos científicos aumentaron la esperanza de vida, pero mantuvo los beneficios solo para los más acaudalados. La figura de la viuda aún devaluada y el segundo matrimonio apenas considerado por aquellos días, ha dejado un gran contingente de ancianas abandonadas en asilos y casas de la Misericordia.

En la segunda mitad del Siglo XIX el envejecimiento empieza a ser considerado una etapa de la vida marcada por perdidas, dependencia, soledad y discapacidad. El descuido y la indiferencia para con las personas de edad que tuvieron lugar en ese momento, coinciden con el auge del capitalismo, cuya lógica está impulsada por la búsqueda de beneficios exacerbada, el consumo y la producción de riquezas.

El sistema capitalista clasifica la población longeva como improductiva y la desvincula de la dinámica social. La ausencia de actividad profesional representa una pérdida significativa del valor atribuido a la persona que no entró en la lógica de producción y consumo. En este contexto, la edad adulta es la más valorada, porque es precisamente el momento en que la participación en la producción de riqueza a través del trabajo es la predominante. Las personas de edad son quienes no toman parte en el proceso de producción y empiezan a gozar de los beneficios concedidos por el Estado.

Fue en este contexto que la vejez se ha convertido en una categoría cultural, rodeada de imágenes negativas asociadas con disminución física y la falta de un rol social. Esta imagen perduró hasta el final de la década a 60, momento en el que la comunidad académica empezó a tener un interés en el tema. Los estudios de esa década tenían el objetivo de encontrar características comunes de la vejez, lo que podría estandarizar las experiencias vividas, reducir los costos sociales y retrasar la jubilación.

La gerontología en este contexto deviene un campo específico de conocimiento capaz de formar profesionales para satisfacer las necesidades del público. El cuerpo de conocimientos producidos por los expertos tanto contribuyó a la construcción de directrices e intervenciones específicas, como para Asentar las representaciones estereotipadas de la vejez. Los viejos fueron caricaturizándose como física y mentalmente incapaces, características situadas como naturales, inevitables e irreversibles.

Hasta la década del ‘70, los estudios buscaron definir experiencias comunes en la vejez, desatendiendo los contextos socioeconómicos y culturales que singularizan el envejecimiento. Ya en los años ‘70, los investigadores comenzaron a estudiar las cuestiones relativas a las diferencias de clase social, etnia, género y peculiaridades culturales que hacen a la diversidad de experiencias del envejecimiento.

Las imágenes en las personas de edad pasaron por un largo proceso de transformación, lo que ha sido fundamental para la revisión de estereotipos de las personas mayores. Sin embargo, es ingenuo pensar que estos cambios se han acompañado necesariamente de actitudes más tolerantes con respecto a esta población.

Fue también durante la década del ‘70, que comenzó un movimiento más eficaz mundial para las garantías sociales y la protección del Estado para las personas de edad avanzada. Esto permitió a la sociedad deconstruir la noción de senilidad vinculada a la decadencia, la incapacidad de comprender y el final de la vida. Por el contrario, el envejecimiento se abre a una serie de nuevas posibilidades.

¿En qué estamos en el Siglo XXI? La tendencia en la sociedad contemporánea es revisar los estereotipos asociados con el envejecimiento. Presenciamos una transformación de la mirada que tiene hoy la sociedad sobre las personas de edad avanzada y, muy especialmente, también se modificó el modo en que las personas grandes se ven a sí mismos. La población mayor de nuestros días, se puede permitir el desarrollo personal y el aprendizaje de nuevos conocimientos. Tenemos hoy la perspectiva de los ancianos como sujetos activos, creativos y dispuestos a una sociabilidad ampliada.

La vida en la vejez abre un arco de nuevas posibilidades de vivir y de inventar una nueva forma de ser, tanto en términos de representación, como en la acción.

Esta configuración de la vejez habilita nuevos valores y también el redescubrimiento del cuerpo. Los cambios son notables cuando estas personas, en lugar de contemplar el paisaje, pasan a ser parte de la escena contemporánea. Los abuelos de esta centuria han reemplazado sus pijamas por ropas deportivas, cambian el televisor por la computadora, buscan la alfabetización digital y, además de los nietos, hay proyectos. La proximidad de la muerte, llevan a disfrutar de la vida. Se trata de un nuevo tiempo, tiempo para aquellos que están dispuestos a enfrentar y develar su potencial.

En este contexto surge el término Tercera Edad para mostrar una nueva realidad del envejecimiento, ahora vinculada a un momento de esparcimiento y realización personal. Ese nombre apareció en Francia a finales de la década 60, en contraposición al término vejez, asociados con la pobreza, enfermedad y decadencia. Este cambio semántico deshace la antigua concepción peyorativa y la imposibilidad de nuevos proyectos al final de la vida. Tercera Edad es una clasificación que todo el mundo acepta y se siente incluido porque aleja de la idea de soledad y decadencia.

La relación entre vejez y contemporaneidad hoy sugiere mucho más que en generaciones anteriores. Los recursos disponibles para la gente de la Tercera Edad les permiten integrarse mejor a la vida cotidiana y buscar nuevos conocimientos. La vida en la vejez abre un arco de nuevas posibilidades de vivir y de inventar una nueva forma de ser, tanto en términos de representación, como en la acción. Lo que aún está pendiente es que esos cambios puedan llegar a todas las franjas de la sociedad.

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