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Edición
35

Interno. Una experiencia gourmet en los recintos de una prisión

Cartagena
La productividad como parte de un verdadero plan de recuperación social en la cárcel de mujeres de Cartagena.

Finalizando el Hay Festival en Cartagena de Indias, la idea era cenar en el restaurante INTERNO, que funciona dentro de la Cárcel Distrital de Mujeres. No habiendo hecho reserva previa, llegamos antes que nuestros maridos para confirmar mesa. Atravesamos la reja de hierro roja que hacía contraste con el blanco de la pared que anunciaba discretamente el nombre del restaurante. Finalmente, después de mucho rogar – no nos quedaban más días- nos prometieron mesa a las 9:30, lo cual pensamos sería a las 10, y en realidad resultó a las 11.

Mientras tanto, entraba más y más gente, las mesas se llenaban y el bullicio se hacía más intenso. Cuando llegaron nuestros esposos, el guardia que autoriza el ingreso había desaparecido. Nos avisaron por teléfono que estaban pero no podían entrar, y nosotras nos acercamos a la reja, pero no podíamos salir. Por un breve instante experimentamos la extraña sensación de lo que viven día a día las internas.

 La idea de que salgan y no tengan nada que hacer las asusta y esto me dio la idea de crear un programa. El próximo proyecto se llamará Externo 

Hablamos a través de la rejilla y cuando apareció el guardia, único autorizado para dar paso, decidimos salir y esperar afuera tomando una copa de vino en una de las dos mesitas exteriores, donde nos sugirieron ubicarnos por el momento, dada la congestión de comensales al interior. Pero resultó que nadie estaba habilitado para atender afuera, porque las meseras/reclusas, por supuesto, no pueden salir.

Finalmente la directora, Johana Bahamón apareció con un descorchador y unas copas de vino, y aprovechamos entrevistarla, intrigadas sobre cómo surgió este maravilloso proyecto.

Johana nos contó que era actriz de televisión cuando empezó con la Fundación Teatro Nuevo, que inició actividades de artes dramáticos y actuación con las reclusas cuatro años atrás. Dicha fundación cuenta hoy en día con voluntarios y personal de planta que se encarga de distintas actividades.

Todo empezó, dice Johana, “a raíz de que fui invitada a ser jurado de teatro en una cárcel. Enseguida me di cuenta de la realidad que viven al interior, y ante la cual nunca más pude ser indiferente. Me dediqué a hacer teatro en las cárceles y se creó una competencia nacional, donde el grupo que ganara se presentaba en el Festival Iberoamericano de Teatro en Bogotá. Es increíble que se presenten a ese nivel y cómo las llevan esposadas para sus presentaciones”.

El programa que desarrollaron desde ese entonces cuenta con tres etapas básicas de funcionamiento. La primera es “Crecimiento Interno”, que consiste en la introspección,

“Cuando trajeron los libros yo decía que para qué tanto libro, y me tocó hacer todas las tarjetas y ahora si viera como leemos todas aquí”, comenta Isabel.

aceptación de la realidad que viven y tratar de hacer lo mejor de ella. Incluye también la parte de rehabilitación de adicciones. Después, está la sección llamada “Arte Interno” que consiste en la exteriorización de la experiencia por medio del teatro, la música, la danza y la poesía, y la tercera es la “Productividad”, que los hace sentir útiles y los ayuda a reconciliarse con la familia y con la sociedad.

“Hace año y medio trabajamos también con la gente que sale de la cárcel en los mismos tres puntos de acción” dice Johana, quien nos explica que por cada dos días de trabajo por parte de las reclusos, hay uno que se disminuye en la condena, y también hay cierta remuneración, lo que les permite asistir a sus familiares.

Cuando Johana se enteró por la radio de un programa que montaron en Milán, Italia, donde un restaurante funcionaba en el parqueadero de una cárcel de hombres, enseguida emprendió viaje para aprender sobre el proyecto, y llegó con todas las intenciones de desarrollar la idea en Colombia, “y qué mejor que la Cárcel Distrital de Mujeres de San Diego, en la Ciudad Antigua de Cartagena, donde hay tanto turismo”.

La cárcel de mujeres de Cartagena cuenta en este momento con un promedio aproximado de 180 reclusas. Las condiciones eran muy precarias, así que Johana se apresuró a implementar lo que asimiló en Italia. “Estuve cinco días aprendiendo y cuando llegué presenté la propuesta, y muy pronto empezamos con la capacitación y a los cuatro meses abrió el restaurante”.

En Interno, el nombre oficial del restaurante, las reclusas/meseras están vestidas de negro con un elegante moño de satín rosado en la cabeza. Son unas 25 las consideradas de bajo riesgo, que cocinan y atienden los comensales. El restaurante ofrece un menú fijo con entrada, plato fuerte y postre acompañado de un jugo o una copa de vino. “Con este proyecto ha sido posible darles colchones nuevos donde dormir, porque muchas dormían en el suelo”, cuenta Johana.

“Pero el programa no termina aquí, ahora tengo un proyecto externo porque hay muchas que ya no quieren salir. La idea de que salgan y no tengan nada que hacer las asusta y esto me dio la idea de crear un programa para ellas. El próximo proyecto se llamará Externo y funcionará en Getsemaní, otro pintoresco barrio de la mágica ciudad de Cartagena.

Una vez que se desocupó una mesa y pudimos entrar, pasamos por el corredor donde un cuadro con la imagen de una virgen da la bienvenida, rodeada de coloridas mochilas confeccionadas por las reclusas, que se exhiben para la venta.

Pudimos deleitar el exclusivo menú que ofrecía una entrada típica, un plato principal con la pesca del día y vegetales de la huerta y un postre de reconciliación

Allí hablamos con Isabel Bolaños, una interna que lleva dos años y medio, y cuyo caso aun no ha pasado a juicio, es decir, no tiene sentencia. Tiene el cargo de asistente de la directora para todos los programas, y comentó que las internas se encuentran muy felices con esta iniciativa por todo lo que implica. “El espacio físico se ha embellecido y todo ha mejorado. Se ha hecho una limpieza en el patio y las celdas, porque el restaurante es sólo una parte del proyecto, que incluye además una panadería, huerta, arte, cultura, educación, recreación y deporte”.

Isabel afirma que todas las labores están hechas por las internas mismas. “Cada una se va metiendo en el programa que le interesa, ya sea carpintería, restaurante, construcción, cocina, o sea es una cuestión muy voluntaria y eso hizo un cambio en la vida cotidiana nuestra. Antes no había gran cosa que hacer y ahora uno se levanta y tiene actividades”.

La dotación de la biblioteca fue otra obra que se implementó en la cárcel con resultados muy satisfactorios. “Cuando trajeron los libros yo decía que para qué tanto libro, y me tocó hacer todas las tarjetas y ahora si viera como leemos todas aquí”, comenta Isabel.

Interno ha cambiado la imagen de lo que son las prisioneras y les ha ofrecido una segunda oportunidad en la vida, como lo mencionan todas, y como reza el slogan que algunas cargan inscrito en el trasero de su uniforme: “Yo creo en las segundas oportunidades”.

Finalmente, a las once de la noche, mientras digeríamos la información, pudimos deleitar el exclusivo menú que ofrecía una entrada típica, un plato principal con la pesca del día y vegetales de la huerta y un postre de reconciliación, refrescado con limonada de coco, corozo o guayaba agria, dándole el sabor costeño. Acariciados por una acogedora brisa y al son de una exquisita selección musical, la velada se convirtió una experiencia inolvidable, como lo vaticina el original menú.

Este ejemplar proyecto debería ser un plan piloto a desarrollar en muchas otras cárceles regionales y estatales. Históricamente las condiciones de las cárceles en Colombia son infrahumanas y violan la Convención Americana sobre Derechos Humanos, como lo diagnosticó un informe de 1999 presentado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de Organización de Estados Americanos. “A mediados de 1997 el sistema carcelario colombiano hacinaba a más de 40 mil internos en 176 establecimientos previstos para 28 mil plazas. Aproximadamente la mitad de los internos no tienen condena, sino que están en proceso, sin sentencia definitiva, la mayoría de las veces conviviendo con los ya condenados, en contra de las normas vigentes” (i).

En 2016 la situación no parece haber mejorado. Por el contrario, los centros penitenciarios tienen hacinamiento de hasta 260%, según informe enviado por la Contraloría General de la Nación a la Corte Constitucional. La sobrepoblación carcelaria asociada a los deficientes servicios de salud, infraestructura inadecuada, imposibilidad de garantizar seguridad al interior de las instalaciones y la falta de programas de rehabilitación, son los mayores problemas que reporta la Contraloría en la actualidad, hechos que inclinan desfavorablemente la balanza y hacen que los reclusos que entran sean más que los que salen.(ii)

Es por esta razón que iniciativas como la de Johana Bahamón y la Fundación Teatro Interno deberían ser tenidas en cuenta para ser aplicadas e implementadas en los establecimientos carcelarios con miras a que se cumpla el verdadero objetivo de rehabilitación del personal interno e integración social una vez que sale.

Notas:
i – http://www.cidh.oas.org/countryrep/Colom99sp/capitulo-14.htm.

ii – http://www.eltiempo.com/politica/justicia/alerta-sobre-grave-situacion-de-carceles-/16791073

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