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46

Funeral para un glaciar

Houston
La muerte del glaciar OK en Islandia le da forma y nombre a las consecuencias del cambio climático. Nunca en la historia de la humanidad había surgido la necesidad de despedirse de un glaciar. Dos antropólogos participaron del ritual y realizaron un documental que despierta al mundo frente al ¨hielo muerto¨.

Alrededor del año 2000, nadie sabe cuándo exactamente, algo pequeño murió en Islandia. Su nombre era Ok, y era un glaciar.

Ok era relativamente pequeño y no muy lindo comparado con el resto de los glaciares de Islandia. Durante sus 700 años de vida no había recibido mucha atención de parte de los islandeses. Pero los niños sí aprendían sobre él en la escuela y algunos recuerdan reírse de su gracioso nombre. En islandés antiguo la palabra «ok» significaba carga o yugo. Pero en la Islandia de hoy en día, tal vez por la influencia del inglés, algunas personas leen el nombre como «O.K.» Pues resulta que Ok no está O.K, está muerto, es el primero de los glaciares nombrados de Islandia en morir por el cambio climático.

Si te perdiste la noticia de la muerte de Ok, no fuiste el único. El cadáver recién fue descubierto, de cierta forma, en 2014. Un programa sobre naturaleza lo presentó brevemente en la televisión pública islandesa. Allí el glaciólogo Oddur Sigurdsson caminó hasta la cima de Ok para confirmar su sospecha de que el glaciar Ok -mejor dicho Okjkull, ya que jkull significa glaciar en islandés-, ya no contaba con la masa suficiente para moverse por su propio peso. Siendo el movimiento una característica crucial de los glaciares, Sigurdsson determinó que Okjkull ya no era uno. Tal y como él dijo, «es solo hielo muerto».

Fuera de Islandia la noticia apenas circuló. Cuando en 2016 nos enteramos de la historia, había solo un artículo en inglés sobre la muerte de Ok y tenía tan solo 79 palabras. El mundo se había encogido de hombros sin más.

Sin embargo, la muerte del primer glaciar a causa del cambio climático nos parece algo muy importante. Islandia—la «tierra del fuego y el hielo» como se la ha llamado comúnmente—tiene más de 400 glaciares, los cuales pierden 11 mil millones de toneladas de hielo cada año. Okjkull fue el primer glaciar islandés en desaparecer, pero más glaciares también lo harán. Se ha predicho que el magnífico glaciar Snæfellsjökull, musa del Premio Nobel Halldór Laxness, que se puede ver desde Reykjavíl en los días claros, tiene como máximo 20 años más de vida.

Okjkull fue el primer glaciar islandés en desaparecer, pero más glaciares también lo harán. Se ha predicho que el magnífico glaciar Snæfellsjökull, musa del Premio Nobel Halldór Laxness, que se puede ver desde Reykjavíl en los días claros, tiene como máximo 20 años más de vida.

Puede no parecer destacable que un pequeño glaciar muera en un lugar alejado de donde la mayoría de los humanos vive. Pero estas pequeñas pérdidas se están sumando y parecen empezar a ser un grave problema. A la velocidad en que se están derritiendo—que está aumentando— todos los glaciares de Islandia desaparecerán en menos de 200 años. Y la mayoría de los glaciares del resto del mudo antes todavía.

A nosotros nos costó procesar la pérdida de Okjkull. ¿Qué podíamos hacer? Aunque no somos glaciólogos, reconocemos que la pérdida de glaciares en Islandia es mucho más que solo hielo y la condición geológica y climática que los forma.

Como antropólogos culturales, pudimos ver que la pérdida de glaciares implicaba a los seres humanos en al menos dos aspectos; por un lado, la actividad humana—global e históricamente—es, a fin de cuentas, responsable del actual derretimiento de glaciares. Por otro lado, los humanos tienen respuestas emocionales e intelectuales hacia los ambientes naturales cambiantes, especialmente en un país como Islandia, cuya identidad está conectada a sus glaciares. Para muchos, el cambio climático puede parecer un problema ambiental, pero en realidad es un problema humano.

Nos pareció que podíamos hacer notar este problema llevando la historia de Okjkull a una audiencia más grande. Pero nos dimos cuenta de que nuestras publicaciones habituales—artículos académicos y libros— probablemente no serían el vehículo más efectivo. Así que, con la ayuda del cineasta Ragnar Hansson, hicimos un corto documental llamado Not Ok: A Little Movie about a Small Glacier at the End of the World (No está Ok: una película corta sobre un glaciar pequeño en el fin del mundo). En la película hablamos con islandeses con distintos estilos de vida sobre sus paisajes, los lugares en que viven y las pérdidas que están sucediendo ante sus ojos. Y les preguntamos qué significó para ellos la muerte de Ok.

Una de las conversaciones más emotivas que tuvimos fue con el escritor Andri Snær Magnason, un dedicado ambientalista que está muy preocupado por el impacto humano en los ecosistemas del planeta. Una de las grandes ideas que nos comunicó Magnason fue que lo que solían ser los tiempos geológicos ahora se están convirtiendo en los tiempos humanos; hoy en día podemos ver seres naturales que demoraron siglos en formarse, como los glaciares, desaparecer en tan solo unas décadas—en menos que una vida humana promedio. Mencionó que un niño de 10 años hoy podría tener un nieto en 2170, donde ya no existirán los glaciares en Islandia. Ese niño de 10 años podría mandar un mensaje personal al futuro, en donde el hielo no existe, a través de su familia. Y si lo hiciera, ¿qué diría?

Esto nos hizo pensar en la posibilidad de crear algún tipo de oración fúnebre para Okjökull que, esencialmente, materializara un mensaje para el futuro. De esta manera se dio el primer velorio de un glaciar.

LOS FUNERALES SON PARA LOS VIVOS

En una mañana fría de mitades de agosto de 2019, nos encontramos dentro del autobús de renta más grande del país, de camino a las tierras altas de Islandia a través de calles hechas de piedras volcánicas. El bus está lleno de dolientes, activistas, científicos y periodistas que vienen a conmemorar la muerte de Okjökull. Una adolescente islandesa lee un poema que escribió en memoria del pequeño glaciar perdido. Un glaciólogo cuenta al grupo sobre la desestabilización que el calentamiento global está causando en los glaciares alrededor del mundo. Se nota un sentimiento de anticipación, conversaciones en muchos idiomas.

Cuando llegamos al pie de la montaña Ok, es claro que no hay ningún camino marcado a la cima, ningún sendero para que la gente siga. Es un viaje complicado de aproximadamente 3 horas y dos kilómetros de largo, a través de rocas grandes y pequeñas, con pausas frecuentes para ayudarnos entre nosotros. Mientras subimos, los lados cubiertos de moho de la montaña dan lugar a líquenes y piedras dentadas que, aun en la lava endurecida, dejan ver la forma en que alguna vez ésta fluyó. Flores pequeñísimas crecen entre rocas situadas en lugares propicios para asegurar su desarrollo. Por momentos el viento sopla agresivamente; la temperatura baja; justo cuando casi nos rendimos, descubrimos una pequeña corriente que nacía del hielo derretido.

Toda cultura tiene sus ritos funerarios. Son la forma universal de honrar y despedir a los muertos, en la historia de la humanidad y en todos los lugares del mundo. Son muchos los objetos y símbolos usados para marcar una muerte. Elegimos una lápida para el pequeño Okjökull, porque las placas son monumentos para los lamentos, que reconocen la pérdida de una vida o un evento histórico; muchas veces las placas materializan el orgullo de los logros humanos, aunque sería ridículo enorgullecernos por este. La mayoría de la gente de esta tierra nunca tocará, olerá, saboreará ni escuchará a un glaciar en sus vidas, pero todos sabemos acerca del fin de la vida porque no hay manera de evitarlo. Imposible para los humanos y ahora, debido a los humanos, imposible para los glaciares.

Cuando paramos a descansar junto a la corriente, Magnason —a quien le pedimos que escribiera el texto de la placa—, destaca que nunca en la historia de la humanidad había surgido la necesidad de un ritual de despedida a un glaciar. Tendremos que improvisar en el momento. De acuerdo a la tradición islandesa de la sagrada montaña Helgafell, los alpinistas debían caminar hacia adelante en silencio, sin mirar atrás. La leyenda dice que, si nuestros corazones son buenos, nos serán concedidos tres deseos.

Nos situamos frente a un gran pedazo de basalto, en donde se instalará la placa de bronce. El glaciólogo Oddur Sigurdsson saca de su mochila un certificado de muerte que presentó a las autoridades. La causa de muerte, anuncia, es «el calor excesivo» y «los humanos». El ministro islandés del medio ambiente comparte unas palabras, al igual que algunos de los demás. Se acumulan pensamientos sobre lo que se ha perdido y la necesidad de actuar. La pregunta sobre cómo las generaciones futuras nos juzgarán por lo que hacemos o no hacemos se siente en el aire. La ceremonia termina con otro largo momento de silencio en donde nos comprometemos a prevenir más daño futuro al clima y a todos los ecosistemas del mundo.

que lo que solían ser los tiempos geológicos ahora se están convirtiendo en los tiempos humanos; hoy en día podemos ver seres naturales que demoraron siglos en formarse, como los glaciares, desaparecer en tan solo unas décadas—en menos que una vida humana promedio.

Los niños apoyan la placa en su lugar, fijando un futuro desconocido. La tristeza está presente, pero se siente más que nada la determinación de la gente. Este fue un funeral experimental, un velorio modesto por un pequeño glaciar en un país chiquito. Sabemos que no será el último glaciar en morir. Y sabemos que muchos otros elementos de la naturaleza serán conmemorados eventualmente debido a los efectos ambientales generados por humanos.

Pero los funerales existen para inspirar un propósito compartido entre los que viven, no solo para honrar a los muertos. Los islandeses comienzan a cantar juntos de forma espontánea. Luego descendemos.

SOLO TÚ SABES SI LO HICIMOS

La instalación de la placa fúnebre en la montaña de Ok fue un acontecimiento cubierto por los medios de comunicación en todo el mundo—Reuters, la Associated Press y la BBC compartieron la historia entre otros medios internacionales. Apareció en el New York Times, el Washington Post, y Time; Der Spiegel y Le Monde; el Guardian y la CNN; fue televisado en Australia, Alemania, India, Suiza, el Reino Unido y los Estados Unidos. La historia también resonó en lugares inesperados como Popular Mechanics y la edición vietnamita de la revista Elle; en realidad nos fue imposible seguir todas las historias.

No estamos seguros de por qué este evento captó la imaginación popular fuera de Islandia. Pero esto es lo que pensamos. El cambio climático es un problema tan grande y complejo que puede ser emocionalmente paralizante. Es difícil saber a dónde mirar o cómo sentirse. Sin embargo, la desaparición de un pequeño glaciar en un país chico es una pérdida a una escala que todos podemos entender. Aunque parezca extraño, la historia de Okjökull parece haber humanizado al cambio climático para mucha gente. Le dio una cara y un nombre a un problema abstracto. En el cambio climático, al igual que en la vida, las muertes pequeñas importan.

Pero las acciones pequeñas también importan. El cambio climático es el desafío civil definitivo del siglo XXI. Si no encontramos una trayectoria que disminuya el ecocidio, no tenemos ninguna garantía de ver siglos futuros. La climatología debe pasar a ser la base de la política social global. Pero para llegar a eso, se necesitará mucho más que tan solo encontrar mejores maneras de comunicar esta ciencia. Es importante cambiar nuestra manera de vivir en el mundo. A la vez, tiene igual importancia el poder del lenguaje y la poesía, los rituales y ceremonias, los símbolos y las acciones colectivas. El arte y la cultura pueden ayudar a reformar nuestra percepción de tiempo, lugar y responsabilidad.

Gunnhildur Fríða Hallgrímsdóttir, la activista adolescente que escribió el poema al pequeño Ok, llamado El glaciar cargado, nos inspira. «Yo sé», dijo aquel día en la cima de la montaña, «que mi nieto en un futuro me preguntará dónde estuve hoy. Y luego me preguntará, ´¿Qué hiciste para acabar con la destrucción del mundo?´ Y yo tendré que responder.» La verdad es que todos los que vivimos en el mundo tendremos que responder a futuras generaciones por nuestras acciones o falta de acciones. Nuestras futuras relaciones nos tienen que importar hoy mismo.

Notas:
Traducción Antonia Lorenzo

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