Por
“Ningún arte trasciende nuestra conciencia de la
forma como lo hace el cine, dirigiéndose
directamente hasta nuestros sentimientos,
adentrándose en las oscuras habitaciones de
nuestras almas”
Ingmar Bergmam
El pasado 14 de Julio fue el centenario del nacimiento de Ingmar Bergman. El director y guionista por excelencia, el hombre de los atormentados Gritos y susurros nació en Upsala, Suecia en 1918 y murió pacíficamente en Fårö, durante su sueño, el 30 de Julio de 2007, a los 89 años.
El mundo entero ha celebrado el acontecimiento con todo tipo de eventos que incluyen retrospectivas de sus películas, artículos de reconocimiento, reproducciones teatrales de sus obras, videos con recitales de sus monólogos más importantes y una colección de mapas que registran su recorrido geográfico.
La fiebre por el afamado director sigue más vigente que nunca y su influencia es reconocida en todos los rincones del planeta. Las programaciones de sus películas se extienden por meses, y también se encuentran nuevas producciones digitales con traducciones disponibles, que siguen ampliando el alcance de su obra.
También se han hecho nuevos documentales que registran su trayectoria desde diferentes puntos de vista, reconociendo, en su mayoría, la traumática infancia que determina su obra. Su padre, Erik, fue un pastor luterano con una idea muy estricta de lo que debía ser la educación. Desde muy temprana edad Ingmar trata de distanciarse de él, hecho que lo marcó para siempre. De parte de su madre, Karin, prima de su padre y de extracción social más alta, percibía un fuerte desapego producto del estado de infelicidad que ella sentía y que nunca pudo superar. Varias de sus películas reflejan esta situación como Fanny & Alexander (1982), una de sus más representativas, así como la serie The Best Intentions (1992).
Esta situación da origen a una batalla permanente que se inmiscuye dentro de los designios de la fe y de la religión, cuestionando la existencia de Dios, temática que transcurre también a lo largo de su obra. Lo fantasioso viene a ser una forma de escape ante ese constante sufrimiento, aprendiendo a descubrir aquel aspecto que de belleza dentro de los demonios que le atormentaban.
Por eso pensar en el cine de Bergman es como recordar un sueño o una melodía. No se evoca una película en particular, aparecen todas y a veces se mezclan o se confunden; porque no hay una que no refleje los sentimientos y pasiones que el contacto con su obra fue capaz de desencadenar en su momento en el espectador.
Hacer circular en nuestra mente la cinta de su enigmática filmografía es hacer aparecer esos close up de rostros expresivos que muestran la indiferencia, la pasión, la ira y el deseo. Las sombras de sus imágenes son las de la muerte, el desafío, el dolor y la imaginación como último recurso de escape ante los infortunios de la existencia.
Las sombras de sus imágenes son las de la muerte, el desafío, el dolor y la imaginación como último recurso de escape ante los infortunios de la existencia.
Bergman ha sido considerado por correligionarios y críticos como el genio del cine-arte, capaz de explorar los rincones más recónditos del espíritu y la psiquis humana. El controversial director norteamericano Woody Allen lo considera “el mejor director de cine de todos los tiempos”. Su influencia ha sido reconocida a la vez por los nombres más respetados del séptimo arte como David Lynch, Robert Altman, Pedro Almodovar, Eric Rohmer, Arnaud Desplechin, Jonathan Demme y Krystov Kieslowski, entre otros. El también controversial Lars Von Trier menciona que para él fue “como un padre, y me trató como hace un padre con un hijo: ignorándome”. Akira Kurosawa afirma que sus filmes “conmueven mi corazón cada vez que los veo”.
La forma como explora las relaciones de pareja como se ve en Scenes from a Marriage (1973) por ejemplo, es casi una investigación de carácter sociológico, dejándose llevar más allá de lo ordinario, más allá de lo cotidiano, creando un ambiente de universalidad que no supone tiempo ni espacio.
Sus historias resultan tan válidas hoy como hace veinte o treinta años, cuando fueron consumadas. De ahí que se le considere un ícono del cine inteligente y maduro, que toma como elemento primordial las pasiones, desencantos y dudas del alma, con las que cualquiera puede relacionarse.
Su primer contacto con el mundo del cine, como lo relata en su libro autobiográfico “La Linterna Mágica” (1988), lo constituye un proyector de diapositivas que su hermano recibió como regalo de navidad y el cual canjeó, después de muchos intentos, por cien soldaditos de lata, su propio regalo, detalle que cambiaría el rumbo de su vida para siempre.
En el año 1942, a la edad de 19 años rompe lazos familiares y deja Upsala, su ciudad natal, para radicarse en Estocolmo donde empieza a trabajar para Svensk Filmindustri como guionista. No mucho tiempo después, en 1947, es nominado en el Festival de Cannes por A Ship to India.
De aquí en adelante empieza una carrera prodigiosa que cuenta con innumerables producciones de cine, televisión y teatro, así como múltiples y merecidos premios. Se destacan dentro de su extensa obra, Smiles of a Summer Night (1955), también nominada en Cannes y considerada como la cinta que lo consagra como gran director; Wild Strawberries (1957); The Seventh Seal (1957), Premio del Jurado en Cannes, una de cuyas escenas presenta el famoso juego de ajedrez con la muerte considerada de las más innovadoras en la historia del cine; Persona (1966), con otra memorable escena donde se relata un encuentro sexual en una playa; Cries and Whispers (1972), y Face to Face (1976), entre otras.
su trato personal con sus actrices es hoy día cuestionado, y muchas de sus relaciones resultarían muy controversiales frente al nuevo movimiento desatado por #metoo.
Después de Fanny & Alexander en1982, promete no volver a dirigir, hecho que no se cumple a cabalidad pues sigue produciendo para teatro y televisión, donde deja entrever igualmente su impecable talento artístico. Su versión de La Flauta Mágica de Mozart se considera una de las mejores óperas.
La última mitad de su vida la pasa en la Isla de Faro, escenario de gran parte de su producción cinematográfica que favorece, con su geografía y paisajes, a proporcionar ese ambiente de magia y misterio que se respira en sus películas.
Un elemento fundamental que contribuye a la calidad de sus producciones es que se rodea de un grupo de actores de gran talento como Liv Ullman, Bibi Anderson, Ingrid Thulin, Max Von Sydow y Erland Josephson entre otros, quienes contribuyen a la recreación de situaciones tan enigmáticas como reveladoras, donde se manipula el sufrimiento, la alegría, la fragilidad, la dureza, la vitalidad y lo perecedero de la condición humana. De igual importancia resulta la cinematografía de Sven Nykvist, quien lo acompaña en la mayoría de sus producciones, y quien tiene el don de penetrar con su cámara los vasos sanguíneos de sus personajes.
La vida personal de Bergman resulta tan compleja como su obra. Tuvo cinco matrimonios y nueve hijos. No es casual que alguna vez comentara que no le gustaba ver sus propias películas pues lo llenaban de tristeza y depresión.
Su filmografía produjo muchos roles importantes para mujeres, y Francois Trufaut lo consideró un “director femenino”, mostrando caracteres de gran madurez, autenticidad y humanidad, aunque su trato personal con sus actrices es hoy día cuestionado, y muchas de sus relaciones resultarían muy controversiales frente al nuevo movimiento desatado por #metoo.
De hecho, un nuevo documental realizado por Jane Magnusson, Bergman: A Year in a Life, en ocasión del aniversario, explora hechos acerca de los cuales nadie ha querido hablar. “Especialmente en Suecia, nadie quiere ser crítico de Bergman”, menciona la directora, quien considera que el trato que tuvo con sus actrices, el nivel de intimidad y sus exigencias serían consideradas abusivas bajo la mirada actual.
A presar de que Magnisson reconoce la importancia de los roles femeninos que se representaron a través de su obra, considera que este hecho está en contradicción con el trato que tuvo con ellas en la vida real, especialmente durante la época que explora el documental, el año 1957, cuando produjo dos de sus más importantes obras, Wild Strawberries y The Seventh Seal.
Ese año de locura, mientras su matrimonio con la periodista Gun Grut se desbarataba y escasamente veía a sus hijos, tuvo un affaire con Bibi Anderson, quien protagonizaba sus películas, y conoció a Kabi Laretei y a Ingrid von Rosen quienes se convertirían en su cuarta y quinta esposas. Pero su estatus es tan importante que es muy difícil reprocharlo, y para sus admiradores sigue siendo un ídolo intocable a quien resulta incómodo aceptarle faltas.
Mientras esperamos las revelaciones que pueda traer este documental, que seguramente expresará tanto de lo que ya hemos visto en cuanto a discriminación de género en el mundo del espectáculo, se puede afirmar que su partida culminó una etapa de la historia del cine, un cine que se caracterizó por su sensualidad y naturalidad, más que por efectos especiales, un cine que se preocupó poco por taquillas y que se circunscribió a presupuestos modestos, un cine que es considerado por muchos como la antítesis del cine de Hollywood, un cine que supo entrar con la cámara por las sinuosidades más profundas del alma y del espíritu humanos, y un cine con el que todos nos podemos identificar.
Para los wayuu el mundo está lleno de seres atentos al universo, algunos son humanos y otros no. La noción de personas en el cristianismo, el judaísmo y otras religiones de occidente ubican a los humanos como los seres centrales del universo. ¿Cuál es la riqueza de una cultura sin esa jerarquía?
París de principios del siglo XX atrajo artistas de todo el mundo. Muchos críticos de arte reclamaron el nacionalismo artístico, enfatizando las diferencias entre los locales y autóctonos y los extranjeros… los extraños, entre ellos Picasso, Joan Miró y Marc Chagall.
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“Desde diosas hasta reinas, de cortesanas hasta científicas, de actrices hasta santas, desde escritoras hasta políticas… hemos estado en todas partes, aunque un manto de silencio se empeñara en cubrirnos o ignorarnos”. Julia Navarro.
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Tan Maestro…como humano…