Search
Close this search box.

Edición
02

El caos del hombre del siglo XXI

Editorial
Miami
La cultura se transforma según los recursos de los que se vale en cada momento de la historia, y ello también transforma a los sujetos. Por eso, los hombres de los diferentes tiempos históricos tienen rasgos que los diferencian, aunque las cuestiones fundamentales del ser atraviesen todas las épocas.

El hombre del Siglo XXI se beneficia con los adelantos de la tecnociencia a tal punto que podemos afirmar que la vida cotidiana de hoy está soportada de los objetos que produce el discurso científico y tecnológico.

El caos que se vivió en la ciudad de Miami al paso del huracán Wilma, es una muestra de la desestabilización que agobia al hombre contemporáneo cuando no dispone, aunque sea circunstancialmente, de dichos objetos.

Una sombra de imposibilidad trastornó a los habitantes de la ciudad. No era posible trasladarse porque faltaba la energía eléctrica que permite extraer el combustible, no era posible comunicarse porque las líneas de teléfono se habían caído, no era posible informarse demasiado ni tampoco entretenerse porque las señales de las emisoras de televisión y cable se afectaron, no se podía consumir porque los supermarkets estaban desabastecidos.

¿Cuál fue la razón por la que tanta gente en la ciudad no pudo evitar agolparse en las gasolineras formando colas interminables?

Wilma fue suficientemente anunciado y las medidas de previsión frente a un huracán no han quedado sin difundirse.

Entonces, ¿por qué tanta gente se presentó sorprendida?

¿Será que el hombre de hoy no puede ni siquiera imaginar que en su vida falten esos objetos de consumo sobre los que se sostiene su existencia?

¿Será que el hombre de hoy sucumbe profundamente al espejismo de completud que le proporcionan sus pequeños objetos, y olvida entonces su vulnerabilidad?

Sin embargo, al menos por un puñado de días, Wilma hizo olvidar el olvido.

El auto, el celular, el televisor son algunos elementos de una lista vasta de gadgets que cuando funcionan de la buena manera, enriquecen nuestra vida y la hacen más confortable.

Pero el agujero que trazo Wilma en esos días también señaló con patetismo el lado oscuro del uso que les damos a esos objetos.

¿Que se hace sin luz, sin celular, sin computadora y sin televisor?

Fue necesario que uno por uno diera respuesta a esa pregunta.

La ciudad se paralizó y hubo que parar, quedarse en casa.

Y si bien algunos huyeron a tiempo, en la ciudad se trató de arreglárselas con lo que había.

El malestar por la falta de confort fue lo que arrastró a algunos a una queja proyectada al infinito.

No es fácil encontrar qué hacer, no es fácil estar cuando la contingencia interrumpe el uso de nuestros objetos gadgets.

Pero Wilma también pudo ser ocasión propicia para encontrar lo otro, para apelar al intercambio con los otros, para que los niños abandonen sus electrónicos y salgan a jugar a la calle, para que se hable, para conocer quien vive al lado.

Lo que bajo otra circunstancia cada uno hubiera podido resolver aisladamente, Wilma obligó a considerar al vecino, hubo que dirigirse al otro porque los objetos ya no respondían. No se podía contar con la ayuda de los servicios, sino que se trató de ser servicial.

¿Cómo fue que nos hemos apegado tanto a las cosas y nos apartamos de las personas?

¿Cómo se volvió insaciable y siempre renovada la necesidad de soldarnos a los objetos nuevos que desde el mercado nos encantan?

Fascinación que anonada y deja que algo se calcule siempre en otra parte.

Entonces, la imaginación y el lazo social es lo que se encuentra trastornado en nuestros días.

El acto creador, la respuesta que cada uno puede encontrar a su cómo estar cómo servirse del objeto, es lo que reanima. Articula a la vida.

Puede ser también lo que señala otro destino que el del sujeto deprimido, por el que se caracteriza nuestra época.

2 Comentarios

  1. la sensibilidad individual puede inventarse desde afuera, hasta la identidad. Pero lo historico colectivo politico ¿qué juicio admite? La incomprension de la historia es siempre posible, incluso ignorar por completo la historia, pero la historia es como el movimiento de las montañas, masas gigantescas humanas movidas por fuerzas ocultas subsimbolicas. Eso es simplemente el siglo xxi: un proceso de descomposicion y decadencia de los restos de la cultura occidental, lentamente pero con gran fuerza el destino de la civilizacion va cumpliendose.

  2. Soy artista plastico y su punto de Vista ante esta realidad es muy interesante, me inspira ideas para una obra…
    Att: Benjamín Cruz

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículos
Relacionados

Imagen bloqueada