¿Ser o no ser? ¿pregunta o más bien trampa? Vivir con el enigma, saber que el enigma es el semen que nutre de vida a la existencia, padre oscuro y equívoco que lleva al conflicto infligiéndonos lo trágico de la escisión.
Es que al enigma no se lo puede atrapar, no hay respuesta posible a su formulación. En todo caso la respuesta es otro enigma [2], y en esta trama de enigma, lo que anuda es el agón.
¿En qué circunstancias se produce el desplazamiento de la Tragedia hacia el Sentido Trágico de la Vida?
Si ainigma es frase oscura también arrastra sentidos como el de acribillar y corromper. A esta frase oscura, que acribilla, le encuentra Colli [3] un fondo agonístico. La palabra agón nos habla de un certamen, de una lucha de vida o muerte y también de agonía. Colli despliega esta idea a partir de Apolo quien se manifiesta a través de enigmas al tiempo que tira flechas para provocar una muerte lenta y dolorosa, sus flechas no matan en el instante, sino que causan terribles enfermedades.
El enigma nos atrapa como a Edipo frente a la esfinge, si no acierta muere; si acierta vive pero le sobreviene lo peor.
A los griegos se les imponía el cosmos como un absoluto armónico,
¿pero, era armónico ese cosmos? La escenificación de esta pregunta es la tragedia.
En el Siglo XIX la experiencia trágica se desparrama definitivamente desde la escena teatral a la vida cotidiana y al pensamiento, dando origen a una gran revolución ideológica de donde emergen autores como Nietzche y Freud [4].
El yo individualizado de la Ilustración se transforma en un sujeto dividido entre la belleza y el crimen, el amor y la muerte, sujeto que enfrenta al destino con su desnudez [5].
¿En qué circunstancias se produce el desplazamiento de la Tragedia hacia el Sentido Trágico de la Vida?
Tanto el Renacimiento como el comienzo de la Ciencia moderna apuntaron contra lo sagrado en su búsqueda de certezas produciendo la devastación de lo divino, su prolongación iluminista situó a la diosa razón en el centro del ahora universo calculable. Así comienza la muerte de Dios cuyo surco necesariamente se encamina hacia la muerte del rey.
Con la Revolución Francesa, Occidente ya dos veces asesino queda huérfano, ya no hay padre, solo los hermanos de la igualdad ante la ley. Un orden simbólico se derrumba, el velo cae permitiendo la emergencia del terror.
El asesinato de Rey, parricidio simbólico, no será sin consecuencias. Su huella será la marca de una escisión permanente en la trama del hombre contemporáneo. El alma, atada a las cadenas de la certeza racional, retornará como alma escindida, como existencia trágica, como un modo de estar en el mundo que se expande más allá de la definición del movimiento romántico.
Encontramos un antecedente del desplazamiento que nos interroga en la Tragedia Isabelina que ya no será, como para los griegos, la excepción a la armonía del cosmos sino que su ámbito es el desquicio de la vida misma que se expresa en el desajuste moral, político y religioso. El prota – agonista es ahora el individuo.
El enigma también se ha desplazado de la inquietante manifestación de Apolo hacia la corrupción individual. Ahora se sitúa en el corazón del ser quebrándolo, ¿ser o no ser?
Los hombres románticos abren camino a una nueva forma de existir, pero al igual que los héroes isabelinos Hamlet y Malcom, ansían infructuosamente mantenerse de este lado del velo; el juego es doble. Ellos son los herederos del crimen de la Revolución. Su vida estará atravesada por la angustia de saber. Asomarse a la horrenda verdad acercará a la dolorosa muerte.
En algunas tragedias de Shakespeare también se asesina al rey. En Dinamarca hay un príncipe que vacila ante la posibilidad de la acción que lo llevaría a ocupar su lugar pero muestra a través de un equívoco que se asemeja al asesino de su padre. En Escocia, otro príncipe se lamenta porque sabe que al ocupar el trono su perfidia lo igualará al asesino de su padre.
Nos preguntamos, como han hecho muchos, qué pasa con la venganza que Hamlet le debe a su padre y a la cual se ha comprometido ante la revelación que le hace el espectro paterno al comienzo de la obra.
Ante esta situación Freud encuentra que tanto Hamlet como Edipo son las grandes tragedias del sujeto humano ya que muestran la confrontación y la búsqueda del deseo.
Pero hay una diferencia fundamental entre Hamlet y Edipo, y esta se construye en relación al padre y al saber. Edipo no sabe que ha matado a su padre y actúa para saber, Hamlet sabe sobre su padre y podríamos arriesgar que algo de ese saber le impide actuar.
El padre de Hamlet le revela que ha sido su hermano Claudio quien lo ha matado, curiosamente, con un veneno que entra por el oído ¿acaso cómo las palabras?
En cuanto al crimen la muerte lo sorprendió, «en la flor de sus pecados», no sabemos cuáles son estos pecados pero sabemos que no ha podido purgarlos, no ha pagado por sus crímenes.
Podemos aventurar que la vigencia de la criminalidad paterna se relaciona con la inacción del hijo. Todos sabemos que el príncipe duda, duda para no actuar.
«Yo soy el alma de tu padre condenada por cierto tiempo a andar errante de noche y a alimentar el fuego durante el día hasta que estén purgados los torpes crímenes que en vida cometí»,( Acto I, escena V).
Como dice Eduardo Rinesi en su trabajo sobre Hamlet, nuestro príncipe duda de la inocencia de la víctima que reclama venganza;, el viejo rey ha cometido crímenes que ahora paga entre las llamas y en esto, además de en la sangre, se hermana con su asesino Claudio, . Para vengar a una víctima hay que creer en su inocencia.
El espectro le ordena que lo vengue pero, ¿cree Hamlet que su padre es inocente o sabe que si cumple con el pedido de su padre, su acto pasará a formar parte de la serie de los crímenes familiares?
Nos dice Eduardo Rinesi:
El asesinato de Rey, parricidio simbólico, no será sin consecuencias. Su huella será la marca de una escisión permanente en la trama del hombre contemporáneo. El alma, atada a las cadenas de la certeza racional, retornará como alma escindida, como existencia trágica, como un modo de estar en el mundo que se expande más allá de la definición del movimiento romántico.
«No nos importa la lista ni la descripción de estos crímenes, no nos importa si el viejo Hamlet llego al poder de un modo mas o menos deportivo que su hermano. Lo que sí nos interesa es que el anterior rey es un eslabón de una cadena criminal que seguramente no empezó con él, que se prolonga en la figura análoga de su hermano, y de la cual la propia venganza de su hijo, en caso de que se consumase, no haría más que construir otro eslabón, pavorosamente idéntico a los anteriores» (E. Rinesi, 72).
Aquí comienza a esbozarse lo trágico, el personaje está atrapado, pero nos sorprendemos cuando se representa la escena dentro de la escena, inner play, a la cual le prestamos especial cuidado haciendo caso de la recomendación de Lacan quien encuentra en la misma la estructura de ficción que tiene la verdad.
Sabemos que Hamlet la hace representar para poner en evidencia al asesino Claudio, su tío y ahora esposo de su madre.
La pequeña pieza pone en escena el asesinato tal cual lo ha relatado el espectro, así se lo anuncia Hamlet a su amigo,
«Esta noche se representa un drama ante el rey y en el hay una escena de cierto parecido con las circunstancias que te conté de la muerte de mi padre. Te suplico que cuando llegue dicho paso observes a mi tío con toda la penetración de tu alma. Si su oculto crimen no aparece al descubierto en determinado pasaje de la pieza es que era un espectro infernal el que vimos…» (Acto III, escena II).
Los personajes son los siguientes: El actor rey, Gonzago quien representa al padre de Hamlet, el actor reina, Bautista, quien representa a la madre de Hamlet y un joven Luciano, sobrino del rey.
Cuando hace su entrada el actor que representa al asesino que va verter el veneno en el oído del actor rey, Hamlet que ha estado comentando la obra le señala a su tío:,
«Este es un tal Luciano, sobrino del rey» (Acto III, escena 2).
El enigma, frase oscura, queda de manifiesto en esta enunciación. Quien va matar al rey es… el sobrino del rey.
Hamlet parece decirle a su tío que va a matarlo de la misma forma que él mató su padre, pero algo más tenebroso resuena en este instante. ¿Quién es el asesino del rey? Aquí aparece el tema de la verdad.
Si la obra representaba el asesinato del viejo rey por su hermano Claudio, ya no es el actor que toma este papel quien encarna al asesino, sino que hay otra representación en juego, y es la de un sobrino. Pero el único sobrino que hay en esta obra es Hamlet.
Algo huele mal en esta frase que Hamlet enuncia y es en relación al saber y a la verdad. Tampoco sabemos a que rey se refiere cuando susurra al oído de Claudio palabras con intención de veneno.
Por un instante la duda a través de la cual se manifiesta el conflicto parece estar del lado del lector, ¿quién es Hamlet? nos preguntamos. Sí podemos afirmar qué es con aquellas palabras, «… un tal Luciano, sobrino del rey…», que nuestro príncipe se ha mostrado también como un criminal .
Aquí está lo trágico, la escisión del ser se ha manifestado, ¿ser o no ser… un asesino?, ¿ser o no ser… el asesino o vengador de mi padre?,¿ser o no ser el asesino y el vengador de mi padre?
El crimen es existir. Hamlet ha quedado atrapado en la paradoja del enigma. Su salida será trágica.
En Macbeth también hay asesinato del rey, hay un espectro del amigo asesinado pero nada sabemos de sus pecados ni de sus órdenes porque no tiene palabra, solo presencia que aterroriza a su asesino. Hay engaños y pasiones. El protagonista está enfermo de codicia al mismo tiempo que los poderes ocultos juegan con él. Hay momentos de duda y culpa que son abandonados ante la imposición de la voluntad aterradora de Lady Macbeth.
Al comienzo de la obra, y junto a su padre –, el rey Duncan, que será asesinado por Macbeth y su esposa –, está Malcom, el príncipe, quien será nombrado heredero.
A diferencia de Hamlet nuestro príncipe escocés no duda, sabe que su padre ha sido asesinado y sabe quien es el asesino. Cuando se entera de la muerte de su padre también sabe que si no huye la próxima víctima será él. Su apresurada partida le da pie a Macbeth, el verdadero asesino, a acusarlo del horroroso crimen.
Cuando volvemos a encontrar a Malcom, éste está en Inglaterra preparando la batalla para enfrentar al déspota y regicida Macbeth que ha usurpado el trono. Si bien aparece en pocos pasajes no escuchamos en él palabras sobre la posibilidad de vengar el asesinato de su padre. Pero sí está dispuesto a luchar para heredar el trono.
Malcom mantiene un diálogo con un personaje que no es poco importante, el noble Macduff. Este personaje es quién descubre el cadáver del rey, y es el primero en desconfiar de Macbeth. Cuando escapa a Inglaterra a pedir ayuda para enfrentar al tirano, éste asesina a su familia.
En este encuentro con el noble Macduff, el príncipe Malcom lamenta atormentado su codicia y su falta de virtudes. Sufre porque sabe que en su perversidad supera al asesino de su padre, y que como rey sembrará el daño para Escocia, ya que su codicia tampoco tiene límites.
«¡ Mejor Macbeth que semejante rey! !…Sí, yo de alcanzar el poder , vertería en el infierno el dulce bálsamo de la concordia; sublevaría la paz universal, confundiría toda la armonía de la tierra» (Macbeth, acto IV, escena III).
A diferencia de Hamlet, Malcom no duda en anunciarnos que sospecha de su condición. Sus palabras quedan resonando en nuestros oídos a la espera de su reinado. Él sabe lo que es, sabe su destino.
Ante este discurso de Malcom escuchamos el lamento de Macduff, no hay posibilidad de salvación para Escocia que ya vive sometida al poder sanguinario de un tirano usurpador y parece no poder escapara su desgraciada condición.
Ante este lamento el joven príncipe parece retroceder. Se retracta, pero sus palabras ya han sido dichas y Macduff guarda silencio mientras parten a preparar la batalla.
La de Malcom es un alma torturada que sabe que no escapará a futuro. En su alma ya anida la maldad, y él lo sabe y lo lamenta, solo que nada puede hacer para escapar a su porvenir.
Siglo XIX, Occidente responde a su crimen con la razón del Estado, la construcción de un nuevo universo de igualdades basado en el derecho y en el saber positivo.
Pero la muerte del padre ¿no debía ser vengada por el hijo?
Este hijo no habla de vengar a su padre sino de su posible acontecer como rey. Macbeth lo había acusado del asesinato del rey para cubrir su propio crimen pero esta acusación encierra una verdad, Malcom también es un criminal. El príncipe sabe que como rey será sucesor del linaje de Macbeth.
Siglo XIX, Occidente responde a su crimen con la razón del Estado, la construcción de un nuevo universo de igualdades basado en el derecho y en el saber positivo.
Pero la angustia anida en el corazón del romántico que ahora teme al ilimitado alcance de su soledad. El hombre vive como Hamlet, dividido entre la verdad y la prisión de sus propios límites. Como Malcom sabe de su destino, y éste, es pura desolación.
El enigma ya no está en la palabra del dios sino que es la cuerda que tensa el existir.
Ha habido un crimen y habrá que pagar.
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