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Edición
08

Bogotá y las cronotopías del presente

Bogotá
Teniendo como referente la ciudad de Bogotá, se plantea cómo lo urbano en la ciudad contemporánea se construye a partir de las cronotopías representadas en las prácticas estéticas. La ciudad no sólo está en el tiempo sino que icónicamente lo representa.

La ciudad tradicionalmente entendida como configuración espacial, es decir, la Metrópolis, ha cedido el paso a otra nueva, la Cronópolis. Es claro que en estos nuevos ambientes, el tiempo percibido no es el tiempo objetivo del reloj. Lo percibido son los ritmos del sujeto a través de lo que Henri Bergson entendiera como duración pura o Tempo . En la ciudad, como en el arte en general, los tempos del sujeto están ligados a sus imágenes derivadas.

La siguiente es la reseña de una investigación sobre la Bogotá contemporánea que se desarrolla actualmente en la Universidad Católica de Colombia.

«La metrópoli ya no es una ciudad sino un sistema de circuitos de información y de comunicación, el objeto es sustituido por la imagen, por el letrero luminoso. El arte que produce objetos-que-tienen-valor, es sustituido por una experiencia estética cuya finalidad no puede ser más que la creación de imágenes de impacto, de signos, de noticias; de elementos urbanísticos».
Mássimo Cacciari, (Metrópolis)

Bogota y las cronotopias del presente 01Foto: David Llamosa

Se ha querido a través de la investigación, hacer una lectura de la Bogotá del presente, partiendo del fenómeno de la temporalización del espacio [2] y de la fragmentación, experimentado en la mayoría de las ciudades contemporáneas. Es bien sabido cómo en virtud de la velocidad y la hipermovilidad, experimentada en las ciudades de la globalización, las percepciones que se tienen del ambiente urbano tienden a desvirtuar la medida de lo temporal en su aspecto ordinario, o sea lo temporal en términos de lo espacial (espacialización clásica del tiempo), para experimentar entonces lo contrario: una temporalización del espacio. Hablaríamos en propiedad de «tiempos de espacio».

La ciudad tradicionalmente entendida como configuración espacial, es decir, la Metrópolis, ha cedido el paso a otra nueva, la Cronópolis. Es claro que en estos nuevos ambientes, el tiempo percibido no es el tiempo objetivo del reloj. Lo percibido son los ritmos del sujeto a través de lo que Henri Bergson entendiera como duración pura o Tempo [3]. En la ciudad, como en el arte en general, los tempos del sujeto están ligados a sus imágenes derivadas. Es por ello que la imagen resulta siendo una sustancia fundamental. La ciudad no sólo está en el tiempo, sino que icónicamente lo representa.

…la ciudad del tiempo, la ciudad actual, se construye en las prácticas artísticas contemporáneas. Estas desde luego se diferencian de la obra de arte en su sentido tradicional, debido a la fundamental participación del colectivo, pero sobre todo en que revelan unas formas del tiempo o cronotopías (cronos=tiempo, topos=lugar), de clara connotación urbanística.

La ciudad exhibe arte, pero también se exhibe a sí misma. La ciudad citando a Lewis Mumford, favorece el arte, es el arte mismo. La ciudad no es un contenedor de hechos artísticos, sino un hecho artístico en sí mismo [4]. La pintura de ciudad, por ejemplo, citando a Argan [5], no representa la ciudad, es una extensión de ella. Todo ello demuestra que ha existido a través de la historia, un vínculo indisoluble entre el arte y la ciudad. Nuestro interés es demostrar que la ciudad del tiempo, la ciudad actual, se construye en las prácticas artísticas contemporáneas. Estas desde luego se diferencian de la obra de arte en su sentido tradicional, debido a la fundamental participación del colectivo, pero sobre todo en que revelan unas formas del tiempo o cronotopías [6] (cronos=tiempo, topos=lugar), de clara connotación urbanística.

Bogota y las cronotopias del presente 02Foto: David Llamosa

La ciudad desde un punto de vista contemporáneo se definiría como los modos de relación y comunicación con los cuales se configura el colectivo. Caben dentro de ellos, los espacios públicos tradicionales (calle, plaza, monumento), las arquitecturas urbanas, el transporte, la red electrónica, pero de modo especial las expresiones y prácticas artísticas, constituidas como modos alternativos a los físicos, con los que tradicionalmente se ha construido lo urbano.

A diferencia de las ciudades clásicas, incluidas dentro de ellas las modernas, existe en la ciudad contemporánea una clara disociación entre la ciudad y la idea de lo urbano. Esta última tiene que ver más con los imaginarios y las experiencias estéticas del colectivo que generan un entorno caracterizado por la imagen.

…el street-art, el graffiti, el stencil, la pintura del transporte, la valla, el happening, el strip, la deriva, etc., que como arte del público, difieren en esencia del arte de oficio y del arte público tradicional. Estas prácticas como sabemos están signadas por lo efímero, por su simultaneidad y por construir como el arte contemporáneo en general, cronotopías mejor relacionadas con los no-lugares de Augé.

La construcción de imágenes en el presente, está presidida por una sincronía, donde convergen tiempos diversos. Como un hojaldre temporal agrupa lo histórico y lo temporal. La pervivencia de lo tradicional y lo moderno, como modos de ser diacrónicos, es decir continuos, se entiende en una relación sincrónica con la sincronía del presente. Por ello es que se habla de presentificación y simultaneidad como características connaturales a la contemporaneidad. Lo histórico de esta forma no es un referente universal, sino una capa o layer de la densa escritura o palimpsesto urbano. Los modos de ser clásicos, vale decir las obras de arte, los espacios públicos y los modos de convivencia ciudadana tradicionales, cohabitan de esta forma, con los que dicta la contemporaneidad en su movimiento vertiginoso.

La mayor frecuencia de emisión de la imagen está relacionada con los entornos de naturaleza temporal. Los ritmos más bajos, facilitan la espacialidad. Pero también habría que anotar que lo que vale para el emisor, también de forma relativa se hace extensivo al receptor. Si el observador, en este caso el ciudadano se desplaza rápidamente, la dilatación del entorno temporal es claramente perceptible. Es el relativismo de la imagen. Algo de esto se anunciaba en el célebre trabajo de Robert Venturi y Denisse Scott Brown, «Learning from Las vegas» de 1968.

Bogota y las cronotopias del presente 03Foto: David Llamosa

Prácticas artísticas, relacionadas con lo anterior, las tendríamos en el street-art, el graffiti, el stencil, la pintura del transporte, la valla, el happening, el strip, la deriva, etc., que como arte del público, difieren en esencia del arte de oficio y del arte público tradicional. Estas prácticas como sabemos están signadas por lo efímero, por su simultaneidad y por construir como el arte contemporáneo en general, cronotopías mejor relacionadas con los no-lugares de Auge [7], «las acciones crean espacio, no lo presuponen», que con las tradicionales topologías con las cuales se ha entendido el espacio. A su vez, constituyen para el ciudadano del presente un entorno visible pleno de sentido, de mayor preponderancia que el entorno significado en lo «físico» de la arquitectura del cemento y de ladrillo.

…en la incertidumbre reinante del presente, en su distorsión, no podría precisarse de que tiempo es determinado lugar y, como tal, sería difícil establecer la correspondencia clásica entre imagen y lugar…

Entendemos en la contemporaneidad como sintomático que su arte se haya urbanizado, pero también percibimos de forma simultánea cómo la ciudad experimenta de forma creciente el fenómeno de estetización de la vida cotidiana. En las acciones ciudadanas es fácil apreciar una particular relación con las prácticas estéticas, al punto que en muchos casos resultan indistinguibles unas de otras.

Más bien se hablaría hoy de las imágenes pertenecientes a un tiempo en sincronía. En consecuencia, no tendríamos, la nitidez de la imagen de la ciudad, sino la visión difusa de la ciudad hecha imagen, es decir la de un ambiente cronotópico, y no topológico, un conjunto que podríamos llamar inimaginable.

Así, en la incertidumbre reinante del presente, en su distorsión, no podría precisarse de que tiempo es determinado lugar y, como tal, sería difícil establecer la correspondencia clásica entre imagen y lugar, de la forma en que lo había interpretado Kevin Lynch en su Imagen de la ciudad [8] de los años sesenta. Más bien se hablaría hoy de las imágenes pertenecientes a un tiempo en sincronía. En consecuencia, no tendríamos, la nitidez de la imagen de la ciudad, sino la visión difusa de la ciudad hecha imagen, es decir la de un ambiente cronotópico, y no topológico, un conjunto que podríamos llamar inimaginable [9].

Lo inimaginable no sería otra cosa que una ciudad que es imagen de sí misma, una ciudad en que la imagen es su modus vivendi, su hábitat. Bogotá es una urbe, que como muchas en el mundo, ha empezado a olvidar sus tradicionales referentes, para adentrarse en la estética constituida en su fragmento.

Notas:
[2] Véase, Bajtin Míjail. «Las formas del tiempo y el cronotopo en la novela. Ensayos sobre la poética histórica». Taurus Madrid. 1989.
[3] Bergson Henri. «Materia y memoria». Obras escogidas. Aguilar. México. 1963.
[4] Mumford Lewis. «La ciudad en la historia». Infinito. Buenos Aires. 1979.
[5] Argan Giulio Carlo. «historia del arte como historia de la ciudad». Laia. Barcelona. 1986.
[6] Bajtin. Ibid.
[7] Auge Marc. «Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad.» Gedisa Barcelona. 1992.
[8] Lynch Kevin. «La imagen de la ciudad». Infinito. Buenos Aires.1968.
[9] Véase Pere Salabert Solé. «El infinito en un instante». U Nal. Medellín. 1982.

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